La Revista Ilustrada, Nueva York, mayo de
1891.
Nueva York, mayo de 1891
El 24 de mayo de 1888 envió el presidente de los Estados
Unidos a los pueblos de América, y al reino de Hawaii en el mar Pacífico, el
convite donde el Senado y la Cámara de Representantes los llamaban a una
Conferencia Internacional en Washington, para estudiar, entre otras cosas,
"la adopción por cada uno de los gobiernos de una moneda común de plata,
que sea de uso forzoso en las transacciones comerciales recíprocas de los
ciudadanos de todos los Estados de América".
El 7 de abril de 1890, la Conferencia Internacional Americana, en que eran parte
los Estados Unidos, recomendó que se estableciese una unión monetaria
internacional; que como base de esta unión se acuñasen una o más monedas
internacionales, uniformes en peso y ley, que pudiesen usarse en todos los
países representados en esta Conferencia; que se reuniese en Washington una
Comisión que estudiase la cantidad, curso, valor y relación de metales en que
se habría de acuñar la moneda internacional.
El 23 de marzo de 1891, después de un mes de prórroga solicitado de la
Comisión Monetaria Internacional reunida en Washington, por la delegación de
los Estados Unidos, "para tener tiempo de conocer la opinión pendiente de
la Cámara de Representantes sobre la acuñación libre de la plata",
declaró la delegación de los Estados Unidos, ante la Conferencia, que la
creación de una moneda común de plata de curso forzoso en todos los Estados de
América era un sueño fascinador, que no podía intentarse sin el avenimiento
con las demás potencias del globo. Recomendó la delegación el uso del oro y
la plata para la moneda, con relación fija. Deseó que los pueblos de América,
y el reino de Hawai que se sentaba en la Conferencia, invitasen unidos a las
potencias a un Congreso Monetario Universal.
¿Qué lección se desprende para América, de la Comisión Monetaria
Internacional, que los Estados Unidos provocaron, con el acuerdo del Congreso,
en 1888, para tratar de la adopción de una moneda común de plata, y a la que
los Estados Unidos dicen, en 1891, que la moneda común de plata es un sueño
fascinador?
A lo que se ha de estar no es a la forma de las cosas, sino a su espíritu. Lo
real es lo que importa, no lo aparente. En la política, lo real es lo que no se
ve. La política es el arte de combinar, para el bienestar creciente interior,
los factores diversos u opuestos de un país, y de salvar al país de la
enemistad abierta o la amistad codiciosa de los demás pueblos. A todo convite
entre pueblos hay que buscarle las razones ocultas. Ningún pueblo hace nada
contra su interés; de lo que se deduce que lo que un pueblo hace es lo que
está en su interés. Si dos naciones no tienen intereses comunes, no pueden
juntarse. Si se juntan, chocan. Los pueblos menores, que están aún en los
vuelcos de la gestación, no pueden unirse sin peligro con los que buscan un
remedio al exceso de productos de una población compacta y agresiva, y un
desagüe a sus turbas inquietas, en la unión con los pueblos menores. Los actos
políticos de las repúblicas reales son el resultado compuesto de los elementos
del carácter nacional, de las necesidades económicas, de las necesidades de
los partidos, de las necesidades de los políticos directores. Cuando un pueblo
es invitado a unión por otro, podrá hacerlo con prisa el estadista ignorante y
deslumbrado, podrá celebrarlo sin juicio la juventud prendada de las bellas
ideas, podrá recibirlo como una merced el político venal o demente, y
glorificarlo con palabras serviles; pero el que siente en su corazón la
angustia de la patria, el que vigila y prevé, ha de inquirir y ha de decir qué
elementos componen el carácter del pueblo que convida y el del convidado, y si
están predispuestos a la obra común por antecedentes y hábitos comunes, y si
es probable o no que los elementos temibles del pueblo invitante se desarrollen
en la unión que pretende, con peligro del invitado; ha de inquirir cuáles son
las fuerzas políticas del país que le convida, y los intereses de sus
partidos, y los intereses de sus hombres, en el momento de la invitación. Y el
que resuelva sin investigar, o desee la unión sin conocer, o la recomiende por
mera frase y deslumbramiento, o la defienda por la poquedad del alma aldeana,
hará mal a América. ¿En qué instantes se provocó y se vino a reunir, la
Comisión Monetaria Internacional? ¿Resulta de ella, o no, que la política
internacional americana es, o no es, una bandera de política local y un
instrumento de la ambición de los partidos? ¿Han dado, o no, esta lección a
Hispanoamérica los mismos Estados Unidos? ¿Conviene a Hispanoamérica
desoírla, o aprovecharla?
Un pueblo crece y obra sobre los demás pueblos en acuerdo con los elementos de
que se compone. La acción de un país, en una unión de países, será conforme
a los elementos que predominen en él, y no podrá ser distinta de ellos. Si a
un caballo hambriento se le abre la llanura, la llanura pastosa y fragante, el
caballo se echará sobre el pasto, y se hundirá en el pasto hasta la cruz, y
morderá furioso a quien le estorbe.
Dos cóndores, o dos corderos, se unen sin tanto peligro como un cóndor y un
cordero. Los mismos cóndores jóvenes, entretenidos en los juegos fogosos y
peleas fanfarronas de la primera edad, no defenderían bien, o no acudirían a
tiempo y juntos a defender, la presa que les arrebatase el cóndor maduro.
Prever es la cualidad esencial, en la constitución y gobierno de los pueblos.
Gobernar no es más que prever. Antes de unirse a un pueblo, se ha de ver qué
daños, o qué beneficios, pueden venir naturalmente de los elementos que lo
componen.
Ni es sólo necesario averiguar si los pueblos son tan grandes como parecen y si
la misma acumulación de poder que deslumbra a los impacientes y a los incapaces
no se ha producido a costa de cualidades superiores, y en virtud de las que
amenazan a quienes lo admiran; sino que, aún cuando la grandeza sea genuina y
de raíz, sea durable, sea justa, sea útil, sea cordial, cabe que sea de otra
índole y de otros métodos que la grandeza a que puede aspirar por sí, y
llegar por sí, con métodos propios, –que son los únicos viables–un pueblo
que concibe la vida y vive en diverso ambiente, de un modo diverso. En la vida
común, las ideas y los hábitos han de ser comunes. No basta que el objeto de
la vida sea igual en los que han de vivir juntos, sino que lo ha de ser la
manera de vivir; o pelean, y se desdeñan, y se odian, por las diferencias de
manera, como se odiarían por las de objeto. Los países que no tienen métodos
comunes, aun cuando tuviesen idénticos fines, no pueden unirse para realizar su
fin común con los mismos métodos.
Ni el que sabe y ve puede decir honradamente, –porque eso sólo lo dice quien
no sabe y no ve, o no quiere por su provecho ver ni saber, –que en los Estados
Unidos prepondere hoy, siquiera, aquel elemento más humano y viril, aunque
siempre egoísta y conquistador, de los colonos rebeldes, ya segundones de la
nobleza, ya burguesía puritana; sino que este factor, que consumió la raza
nativa, fomentó y vivió de la esclavitud de otra raza y redujo o robó los
países vecinos, se ha acendrado, en vez de suavizarse, con el injerto continuo
de la muchedumbre europea, cría tiránica del despotismo político y religioso,
cuya única cualidad común es el apetito acumulado de ejercer sobre los demás
la autoridad que se ejerció sobre ellos. Creen en la necesidad, en el derecho
bárbaro, como único derecho: "esto será nuestro, porque lo
necesitamos". Creen en la superioridad incontrastable de "la raza
anglosajona contra la raza latina". Creen en la bajeza de la raza negra,
que esclavizaron ayer y vejan hoy, y de la india, que exterminan. Creen que los
pueblos de Hispanoamérica están formados, principalmente, de indios y de
negros. Mientras no sepan más de Hispanoamérica los Estados Unidos y la
respeten más, –como con la explicación incesante, urgente, múltiple, sagaz,
de nuestros elementos y recursos, podrían llegar a respetarla, –¿pueden los
Estados Unidos convidar a Hispanoamérica a una unión sincera y útil para
Hispanoamérica? ¿Conviene a Hispanoamérica la unión política y económica
con los Estados Unidos?
Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra,
manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar
la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere
salvarse, vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de
otro, se convierte en influjo político. La política es obra de los hombres,
que rinden sus sentimientos al interés, o sacrifican al interés una parte de
sus sentimientos. Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro, se hace servir de
él. Cuando un pueblo fuerte quiere dar batalla a otro, compele a la alianza y
al servicio a los que necesitan de él. Lo primero que hace un pueblo para
llegar a dominar a otro, es separarlo de los demás pueblos. El pueblo que
quiera ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre países
igualmente fuertes. Si ha de preferir a alguno, prefiera al que lo necesite
menos, al que lo desdeñe menos. Ni uniones de América contra Europa, ni con
Europa contra un pueblo de América. El caso geográfico de vivir juntos en
América no obliga, sino en la mente de algún candidato o algún bachiller, a
unión política. El comercio va por las vertientes de tierra y agua y detrás
de quien tiene algo que cambiar por él, sea monarquía o república. La unión,
con el mundo, y no con una parte de él; no con una parte de él, contra otra.
Si algún oficio tiene la familia de repúblicas de América, no es ir de arria
de una de ellas contra las repúblicas futuras.
Ni en los arreglos de la moneda, que es el instrumento del comercio, puede un
pueblo sano prescindir–por acatamiento a un país que no le ayudó nunca, o lo
ayuda por emulación y miedo de otro, –de las naciones que le anticipan el
caudal necesario para sus empresas, que le obligan el cariño con su fe, que lo
esperan en las crisis y le dan modo para salir de ellas, que lo tratan a la par,
sin desdén arrogante, y le compran sus frutos. Por el universo todo debiera ser
una la moneda. Será una. Todo lo primitivo, como la diferencia de monedas,
desaparecerá, cuando ya no haya pueblos primitivos. Se ha de poblar la tierra,
para que impere, en el comercio como en la política, la paz igual y culta. Ha
de procurarse la moneda uniforme. Ha de hacerse cuanto prepare a ella. Ha de
reconocerse el uso legal de los metales imprescindibles. Ha de establecerse una
relación fija entre el oro y la plata. Ha de desearse, y de ayudar a realizar,
cuanto acerque a los hombres y les haga la vida más moral y llevadera. Ha de
realizarse cuanto acerque a los pueblos. Pero el modo de acercarlos no es
levantarlos unos contra otros; ni se prepara la paz del mundo armando un
continente contra las naciones que han dado vida y mantienen con sus compras a
la mayor parte de los países de él; ni convidando a los pueblos de América,
adeudados a Europa, a combinar, con la nación que nunca les fió, un sistema de
monedas cuyo fin es compeler a sus acreedores de Europa, que les fía, a aceptar
una moneda que sus acreedores rechazan.
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