Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
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ZOO-INIRIDA

Los perros iniridenses son semi-callejeros.  Casi todas las casas tienen solar, la gente lo cierra con troncos, madera, alambre de púa o latas de zinc.   Ninguno de estos es obstáculo para que los perros salgan, siempre hay un orificio lo suficientemente grande como para que ellos quepan.  Uno los ve por todas partes, en corrillos oliéndose los unos a los otros.  Si de pura casualidad hay una perra en calor, se forma toda una jauría detrás de ella.  Se pueden ver perros finos callejiando como cualquiera, en medio de los sarnosos.

La mayoría de la gente deja que la basura se acumule afuera, en un tambor de gasolina vacío.  Los perros se las arreglan para subirse en ellos, escarbarlos, tumbarlos y sacar lo que les interesa.  Donde quiera que uno se siente a comer siempre aparece un perro y le vela hasta que acabe.  Cualquier migaja que caiga la atrapan en segundos.  La gente los cuida y los deja ir.  Sólo por la noche, cuando se sientan en frente de las casas, algunas de ellas mal iluminadas, es que comienzan a hacer bulla.  Salir de noche en algunos sectores significa despertar a todos los perros del pueblo.  Gracias a , los realmente bravos se pueden contar con los dedos.  Son tantos y tan libres que unos ya empezaban a pensar en dispararles para controlar la población.  La mayoría se escandalizaba ante una propuesta de ese tipo.  De todos modos, pueden transmitir enfermedades a granel y la necesidad de un control se siente.

Poco antes de venirme, en la celebración del día del campesino pude conocer una danta, en vivo y en directo.  La habían traido de Chaquita, una comunidad cercana al río Atabapo, para vendérsela al gobernador.  Lo normal es que sean piezas de caza para los indígenas, junto con las lapas (en el Pacífico las llaman guaguas).  Después de adquirirla, el gobernador la llevó a la casa oficial, que está rodeada de zonas verdes y un muro.  Apenas la ví la reconocí como un tapir, tal y como las había conocido en los libros y revistas de vida natural.  Era asustadiza como un conejo y grande como un burro.  Tenía la barriga gorda, la cara de un oso hormiguero y cada casco partido en tres partes.  Los pobladores de Chaquita la habían domado, a punta de comida y paciencia.  La volvieron parte de la comunidad y los niños jugaban con ella.  Cuando la vendieron ya no temía a los humanos.  Si se le acercaban a acariciarla, comenzaba a lamerse, como quien espera un buen bocado.

Muchos iniridenses tienen animales salvajes en sus casas, o los dejan pasar, porque abundan.  En los techos y las copas de los árboles, gritan a todo pulmón los loros.  Más abajo se ven las iguanas tomando sol, o buscándolo.  A veces se meten en los baños, en las piezas o donde puedan y apenas las pillan, salen enfletadas para la calle.  Se ven guacamayas, micos, loros de un color, loros de otro.  En un hotel tenían una lechuza pequeña y una pava de una especie que no sabía que existía, con las pluma de la cabeza blancas y las del cuerpo negras.   Por todas las calles se ven lagartijas grandes y multicolores, que corren como saetas apenas lo ven a uno.  Cuando están quietas, levantan dos patas y se apoyan en las otras dos, para que el calor del piso no se las recaliente.

Todos los gallos del pueblo parecen locos.  Se despiertan a la madrugada y comienzan a cantar.  Como no son poquitos, se juntan con todos los otro pájaros, domésticos y salvajes, y arman una bullaranga la tenaz.  Al rato se detienen, hay un pequeño silencio y vuelven a empezar.  Al principio me despertaban convencido de que ya había salido el sol; pero a los pocos días ya no les comía cuento.  

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Esta es una pava tuerta que llegó al Safari.   Cuando la capturaron le echaron saliva en la cabeza y se quedó para siempre.  Es de una especie que no conocía ni en fotos.

Inírida es todo un zoológico, donde se encuentran especies de pájaros que probablemente no se vean en otra parte, conviviendo con la gente, como gallinas.   En las comunidades indígenas aledañas pude ver que les hacían una especie de jaula labrada en mimbre, en un diseño de triangulitos y polígonos.  Los capturan, los alimentan como por dos meses dentro de este tejido y luego los sueltan.  Después el pájaro va, pasea y vuelve, pues sabe que tendrá comida fija; ya no le tiene tanto miedo a los humanos.  Por eso las aves andan sueltas por ahí, brincando en la mesa o en algún muro, esperando que les den comida.  También les hacen hamaquitas a los micos, para que duerman y hagan siesta, como cualquier miembro de la familia.

Pero no todos los monos son tan afortunados.  La mayoría de los colonos ha probado la "carne de monte" (de danta, lapa, armadillo y todo lo que haya sido cazado en la selva) y atestigua que es muy sabrosa.  De la misma manera, se quejan de la impresión que les causó ver micos cocinados, como un plato más de la dieta indígena.  Ver una cabeza, con ojos y todo, o una mano en medio del arroz y las papas, fue para varios una impresión que les impidió comer.  Los indígenas se extrañaban al ver que no sentían lo mismo por las vacas o los marranos.

En comida no es raro que las opiniones se dividan.  Como con el mañoco y el casabe.  Unos dicen que son muy sabrosos para acompañar las comidas, otros que no pueden ni olerlos.  Personalmente, creo que tienen un sabor muy especial, como el de un cereal de caja, sólo que con un toque agrio.  El casabe es casi lo mismo que un pan ácimo.  A los nativos les encanta echarle polvo de ají seco a las comidas, y en cantidades alarmantes.  Un plato típico es el ajisero, pescado hervido con harto ají y bien sazonado.  Los que lo han probado dicen que si uno aguanta el picante es delicioso.

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Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.