Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
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MINEiROS

La minería en el Guainía es la actividad que más ganancias reporta, por encima del cultivo de la coca o del comercio.  En cualquier curva del río Inírida pueden verse las "balsas", o armazones de metal montados sobre tambores de gasolina llenos de aire, que flotan sobre las aguas oscuras.  Cada una tiene techo de palma y carga los motores de bombeo indispensables para impulsar aire a sus buzos.  Estos tipos llegan a descender 25 metros bajo el agua, en busca de oro.  Cada uno lleva una manguera para absorber la tierra del fondo y buscar las vetas en medio de la oscuridad, la arena y el lodo.  De su pericia depende si se vuelve rico o muere aplastado.  Es normal que de tanto absorber el fondo, se haga un nicho y el terreno se le venga encima.  También es necesario que sea un hombre fuerte y resistente, pues la manguera hala duro para donde ella quiere.  Además, le toca pasar horas enteras debajo del agua fría, en medio de corrientes traidoras.

A pesar de lo arduo del trabajo, la gente viene de lejos porque puede llegar a ganarse tres millones de pesos en un mes.  Como polvo de hierro atraído por un imán, han llegado mineros, prostitutas y comerciantes de todas partes del país, detrás de las riquezas guainieñas.  En Inírida hay una cuadra donde la mayoría son mineros; sus casas son firmes, amplias y bien construidas.

Los buzos brasileños, conocidos en Brasil como garimpeiros, llegan a venir de lugares tan distantes como Manaos, Brasilia y hasta Sao Paulo.  Parecen más experimentados en la búsqueda y la extracción que los colombianos, pues han adquirido experiencia trabajando en su país, que tiene diez veces más selvas y riquezas minerales.  La mayoría de estos hombres no habla español, entiende cuando uno les habla, pero responde en portugués.  No vienen a aprender, ni siquiera de turismo, vienen sólo por el oro.  Cuando lo consiguen, se lo gastan en cerveza y mujeres casi de inmediato.

Pero la suerte no siempre les sonríe.  Son muchos los que sólo han llegado para sufrir, endeudarse y conocer los misterios del Guainía.  Para los brasileños el terror en Colombia es el DAS.  Cada cierto tiempo este organismo de seguridad organiza batidas para capturarlos y deportarlos.  Se mete en los hoteles, en las casas donde alquilan habitaciones, casi siempre de noche, y los coge de improviso.  Pero poco o nada sirven los operativos, pues ellos se esconden o se alejan un poco del pueblo cada que les toca.  A los 4 o 5 días se les ve por las calles del pueblo, como si no hubiera pasado nada.  La mayoría han sido contratados por los comerciantes del oro y los dueños de las balsas, que son los que se quedan con la mayor parte de las ganancias.  Con todo su dinero, es fácil influenciar la política local.

Aunque la mayoría de los patrones son colombianos, hay algunas "minas" que están habitadas casi exclusivamente por brasileños y ahí los colombianos son tratados como extranjeros.  Poco importa que el territorio en el mapa tenga el letrero de «Colombia», ellos son la mayoría y no se distinguen precisamente por su honestidad.  Algunos mineros colombianos me hablaban muy bien de ellos.   Aseguraban que son muy humanitarios y más cordiales que los mismos compatriotas.   Pero muy pocos de ellos tienen un nivel mediano de instrucción; sus hábitos de consumo los hacen vivir al borde de la quiebra, a pesar de todo el dinero que llegan a ganar.  De todos modos, ese es un mal que los ataca a todos, sin distinción de nacionalidad.  Como si fuera poco, los comerciantes se desplazan a las "minas" y cobran de acuerdo a los ingresos de sus clientes, es decir con precios inflados.  Se pueden ver panes no muy grandes a mil pesos, cervezas al triple de su valor comercial.  Los buzos pagan como si nada.  Los comerciantes consideran el sobrecosto algo natural, una retribución por ponerles las mercancías casi a la mano.  "Si no fuera por nosotros les tocaría ir hasta Inírida" dicen unos.

 

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Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.