Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
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ESOS MUNDOS QUE TAL VEZ NO CONOCERÉ...  

Una vez en una ciudad vi una mujer musulmana, vestida con traje negro, como si fuera una monja.  Estaba sentada en el parque con los niños, hablando en su idioma.  Parecía tan amable...  Me acerqué y la miré.  Quería conversar con ella, buscar alguna manera de preguntar...  Pero ella al sentir mi mirada se fue, sin exclamar una queja, sin mostrar ningún gesto de fastidio.  Sólo se fue.  También en el Guainía hay algo similar; un universo simbólico completo, que separa a los hombres de las mujeres.  Cada sexo está especializado y se encuentra con el otro únicamente en la fiesta.  Hay relaciones normales, pero son más distantes que las nuestras.  Son, por así decirlo, más serias.

Uno que otro, venido de Bogotá o Villavicencio, me decía que le "había tocado que comer india".  Yo les pedía que fueran más claros y riendo me decían "¿no ve? ¡Por aquí uno sin mujer le toca hermano!".  "La mujer" es la esposa que se quedó en la casa, al otro lado; la india...  Pues es india.  Sentía recelo de ese tipo de relación, tan utilitaria, machista y lo que quiera.  Había mujeres jóvenes, prostitutas, con las que se podía conversar, pero no era justamente el tipo de mujer con el que más deseaba relacionarme.  Prefería ir con calma, observar a las señoras, a las niñas y aprender.  Las jóvenes se me perdían de vista.  En las comunidades sólo las vi pasar.  Tenía la esperanza de conocer alguna líder, que no se avergonzara de conversar con un extraño, que no mantuviera esa distancia, como hacían casi todas.  El sitio de ellas es el hogar y se considera una "buena costumbre" pegarle a la mujer.  Eso fue lo que me llegó de oídas, entre empleados públicos que viven igual que en cualquier ciudad.  Pero la realidad casi siempre es más compleja de lo que a uno le parece.

Tengo un amigo puinave, Silvino.  El me enseñó las pocas palabras en puinave que conozco.  «¡Maorí! ¿Pon manó?» «¡Venga! ¿Para dónde va?» Me enseñó que amigo se dice ajut, hermano apewe, hermana apawa, abuelo ají.  Que sí se dice sí (igualito), que no se dice uij.   Yauju es la despedida.  Itam, icao, ipai, icaunog y dapten son los números de uno a cinco.  A él le compré 10 kilos de mañoco, lo que contiene aproximadamente un mapire, la canasta de mimbre y hojas donde se lleva tradicionalmente este alimento.  Se lo compré la noche justamente antes de irme, para cumplirle y para llevarme algo más que un recuerdo.  ¡10 kilos de recuerdo! Conversé con él hasta que se me hizo tarde.  Me dió a probar el mañoco del que iba a comprar.  Sacó una vasija de yucuta de la nevera y tomé con un vaso de plástico, como siempre les había visto hacerlo.  Era tan rico.  Fresco, como la sed de uno espera y rara vez encuentra.  Tal vez porque las bebidas de alcohol o azúcar no están para calmarte la sed, sino para darle ganancias a las empresas que las producen.  O simplemente porque tenía sed y mucha.

Silvino me contó sobre lo que había hecho en la universidad nacional, donde vendían sebucanes23 chiquiticos a 1000 pesos, donde iban a hablar de su vida por acá lejos.  De como en Bogotá le tocaba aguantar frío, pero que de todos modos le gustaba, aunque sólo de visita.   Cada vez que iba, se llevaba su mañoco y cuando se le acababa, llamaba a Inírida, para que le enviaran más.  Tal vez yo pueda hacer lo mismo.  Me contó del nacimiento del río Inírida, donde la selva es espesa y el río surge de una roca, como un torrente.  Pensé que era como los andinos, que surgía pequeñito y luego le llegaban otros pequeñitos, y más y más, hasta volverlo tan grande como era.   Pero él me dijo que no.  Que nacía inmenso con un chorro gigantesco, como de dos metros de diámetro.  Que había que subir una montaña de piedra, como los cerros de Mavicure, sólo que llena de monte.  Se cruzaba por entre la selva y se llegaba a un lugar donde se veía la roca pelada.  Ahí surgía el chorro, como un surtidor.

Mientras estabamos conversando, salió una mujer del interior de la casa.  Me saludó con entusiasmo, como si estuviera muy interesada en conocerme.  Sentí ganas de contestarle de la misma manera, pero me detuvo el temor de que fuera la esposa de Silvino.  Me sentí molesto por la posibilidad, pero él mismo me contó más tarde que se trataba de su hermana.  Nunca más volví a verla, pues al otro día partí.  Podría haber conversado, conocido tantas cosas, pero no pude.  Justo cuando me estaba acercando a la mujer indígena ¡me fui!

No conocí casi nada de la cultura local por boca de los indígenas mismos.  De ellos oía corroboraciones de lo que decía Luis Troya, el antropólogo pastuso.  Sólo lo poco que pude conversar esa noche con Silvino.  Conversé mucho con un líder curripaco, Plinio Yavinape.  Pero era casi todo sobre la red, sobre administración pública.  Yavinape estaba más interesado en las relaciones con el estado.  Tal vez les pasa como a nosotros, que sólo los más cultos se dan cuenta de su cultura.  Los demás sólo la ejercemos, sin darnos cuenta.


NOTAS

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Los sebucanes son exprimidores tejidos con fibra, que suelen tener dos metros de largo o más.  Tienen forma de semilla de arroz, con una agarradera en cada extremo.  En la parte más ancha se echa la yuca brava recién rallada y se exprime varias veces para hacer mañoco. 
 

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Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.