Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
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DESCONFIANZAS

En Cacahual, una comunidad sobre el río Atabapo, hicimos una reunión.  Gabriel Tirado Muñoz, el delegado de la red, y yo, nos reunimos en su escuela con los capitanes de las comunidades del río.  Gabriel les contó en qué consistía la red, los dineros que podrían recibir por ella y la legislación indígena.  Yo me limité a consignar notas para el acta.  Al día siguiente, cuando iba a acabar la reunión, la leí toda.  Tirado de vez en cuando se reía y se quejaba de que lo iban a echar por eso que yo había escrito.  Pero yo lo había escrito todo casi al pie de la letra, y era muy monótono.  "La audiencia se le duerme", me dijo él mismo.  Las notas las leí todas en el mismo tono y parecían un arrullo.  El caso es que después Tirado me pidió que lo resumiera y le quitara "cositas" que no le convenían.  Tuve que discutir con él para no mentir en el acta.  Me limité a sintetizar todo, de modo que pudiera obviar las indirectas y directas del delegado hacia sus superiores.  Ahí mismo en Cacahual intenté mostrarles a los capitanes que podían usar una grabadora para sus reuniones, para no tener que escribirlo todo.  Pero ellos desconfiaban de mí.  Las presentaciones en público nunca han sido mi fuerte y ya los había adormilado con la lectura del acta.

Gabriel, rubio, de ojos claros y paisa, era mi jefe directo en el Guainía.  Lo había escogido como delegado Adalgiza Laverde, directora del PNR, porque era un viejo conocido.  El había estudiado en la UNAM y en Alemania.  Desgarbado y de buen humor, hablaba de todo, como buen sociólogo.  Era muy bueno para la carreta.   Su ánimo de esconder ciertas cosas (su desacuerdo con sus superiores), las discusiones filosóficas que teníamos al respecto cuando yo lo contradecía en público, me preocupaban.  Me hacían sentir al borde de la legalidad.  La posibilidad de quedarme atrapado en una maraña de cosas no del todo honestas fue una de las principales razones para dejar el Guainía.  El mismo delegado insistió en que decidiera si me iba a quedar por un semestre más o no, hasta que yo decidí que no.  Trabajar en una oficina, haciendo papeleo, persiguiendo a los de la UMATA para que terminaran los proyectos, persiguiendo a los de la UDECO para que persiguieran a los de la UMATA, azarar al alcalde, a las instituciones para que acabaran los de ellos, no era el horizonte profesional que me imaginaba.  El Guainía, un departamento de selvas, de comunidades indígenas afuera de la puerta, y yo trabajando en burocracia para los colonos.  La misma Opción Colombia podía ser usada por el estado para rebajar la mano de obra profesional.  Los contratadores podrían decir "¡Ah! ¿Qué usted quiere que le paguemos más? ¡pues acepte lo que le ofrecemos, porque tenemos 20 estudiantes ansiosos de ocupar su lugar!" Decidí irme.  La visita de la congresista conservadora fue el broche de oro.  Ella exigía la construcción de la carretera al río Guainía para que entraran los mineros, con argumentos que hacían sentir el Guainía como su finca privada.

Los empleados públicos por cuotas políticas eran comunes.  Uno que otro se extrañaba al ver que nosotros no teníamos patrones políticos.  Los arrendadores del cuarto donde yo vivía también eran políticos.  Ahí vivían y echaban línea a gente de los barrios que venían a pedir consejo.  Un enredo de intereses ocultos y manifiestos, en donde nada parece ser desinteresado, se cirnió a mi alrededor en mi estadía.  Los profesores y la gente del común, me trataban de "doctor" y esa vaina no me gustaba.  Cada vez que en el barrio Los Libertadores explicaba la red, veía rostros amables tornarse en desconfiados.  Les mostraba las políticas del estado o los motivos que nos daban para aplazar las ejecuciones o para escoger a tal persona y no a tal otra para el programa de vivienda, se daban otra vez los rostros desconfiados.  Contrastaban con los concejales del barrio, con su habladito, a ratos excesivamente amables, que parecía que te estuvieran escondiendo algo.  Los líderes comunales, no tenían tiempo para visitar a la gente; ellos sí eran humanos, tenían que trabajar.  A pesar de sus intereses personales mostraban ánimo, ganas de ayudar.  El pueblo desconfía de todo lo que huela a político, se cansa de tanta reunidera, de que le cambien los requerimientos de la noche a la mañana, de que las cosas no se vean; y aún así, siempre vuelve...

 

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Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.