Presentado el libro "El isleño Valencia.
Memorias y reflexiones"
Orestes Martí-Canarias Insurgente
El jueves 29
de enero de 2009, en la Asociación de
Vecinos Aytami de Tamaraceite, Gran Canaria,
tuvo lugar una presentación especial del
libro "El isleño Valencia. Memorias y
reflexiones", del escritor cubano-canario
Roberto Domínguez Lima. Con anterioridad se
había llevado a cabo otra, pero se hizo en
el marco de un homenaje que los camaradas de
Domingo le ofrecieron a finales del año
2008.
En esta
ocasión, junto a "Valencia" y el autor, se
encontraban Javier Doreste Zamora, uno de
los prologuistas del libro; Enrique
Rodríguez Rodríguez, muy implicado en el
desarrollo de la obra literaria, Federico
González Ramírez, del diario digital
Canarias Social, Manolo Medina del diario
digital Canarias Semanal, miembros de
asociaciones que trabajan por la
recuperación de la memoria histórica, viejos
luchadores sociales canarios y pueblo en
general.
Hicieron uso
de la palabra, además de la presentadora y
del escritor, Juan Francisco Santana
Domínguez, Manolo Medina y el propio Domingo
"Valencia".
La
Licenciada en Historia, por la Universidad
de Las Palmas de Gran Canaria, Jennifer
Guerra Hernández, al hacer la presentación
de la obra, manifestó:
Deseo comenzar reivindicando el trabajo,
importante, consciente y callado, de las
personas que trabajan por la recuperación de
la Memoria Histórica. Creo, como miembro de
la Asociación para la Recuperación de la
Memoria Histórica y del Municipio de San
Lorenzo, que sin las asociaciones de memoria
y sin el trabajo paralelo de historiadores,
investigadores e interesados en general hoy
desconoceríamos nuestro pasado más reciente.
Historia y Memoria pueden y deben darse la
mano.
Respecto a la memoria histórica, tal como
señala el preámbulo de la ley, no puede ni
debe haber una memoria del pasado impuesta
institucionalmente, puesto que las miradas y
las memorias del pasado son plurales. La
Ley, como saben, ofrece un conjunto de
medidas y acciones a favor de las víctimas y
de las familias que favorece el
reconocimiento de sus derechos. No obstante
sigue sin ser suficiente.
Pongamos un ejemplo de lo que aquí decimos.
Como licenciada en Historia, al asistir un
día a mis habituales clases empezaron a
hablarnos sobre el movimiento postmodernista,
y me enteré, simplificándolo mucho, que uno
de sus "postulados" por así decirlo, es que
pensaban que la historia tenía el poder, era
la llave, para demostrar la evidencia de una
verdad creada por intereses determinados.
Esta idea pensé en aplicarla al municipio de
San Lorenzo, que en 1939 fue anexionado de
forma ilegal, a punta de pistola, al de Las
Palmas. La población, bajo el terror de la
represión, acató pertenecer municipio
capitalino. Por tanto, y recuperando la idea
de los postmodernistas, se creó una verdad
conveniente. Pero no olvidaron.
El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran
Canaria nos otorgó el pasado año la medalla
de oro dándonos así un reconocimiento
histórico largamente esperado, debido al
enorme poder de difusión que ha generado
nuestra historia. Gesto que agradecemos.
Pero para los que sienten y luchan por un
municipio de San Lorenzo con una cultura,
patrimonio, identidad e historia propia, un
trozo de metal no es suficiente. Seguimos en
la lucha de recuperar por completo nuestro
municipio, el que nunca debió ser tomado
aprovechando el golpe de estado y posterior
guerra civil.
A pesar de la evidente justicia de las
medidas que promueve la ley de la memoria
histórica, hay quienes se oponen a ellas:
* Hay quienes interpretan la transición
democrática como pacto de olvido. No es
cierto. Lo que se pactó fue la amnistía, es
decir la inexistencia de persecución por
actuaciones anteriores. Se pretende
confundir perdón con olvido.
* Otros señalan, al referirse a las víctimas
que todavía se encuentran en paradero
desconocido o en fosas comunes, que tales
acciones producen enfrentamientos y dividen.
Ante esto sólo cabe preguntarse: ¿como es
posible que enterrar dignamente a los
muertos pueda significar división y
enfrentamientos?, Tales argumentos dejan en
evidencia la profunda hipocresía de quienes
se refugian en sus creencias religiosas, y
están permanentemente instalados en
conmemorar y reivindicar un pasado centrado
en los grandes personajes de una época.
El libro que hoy Roberto Domínguez presenta
aquí, “El isleño Valencia. Memorias y
Reflexiones”, cuenta, simplemente, la
historia de Domingo. No es un libro que
busque venganzas ni ajustes de cuentas.
Simplemente Roberto, al igual que ha dado a
conocer en anteriores publicaciones la
historia humana de tantos emigrantes, pone
de manifiesto en sus páginas las vivencias
de Valencia. La historia humana de todo un
símbolo para el municipio de San Lorenzo y
de la lucha contra la represión franquista.
Esta publicación expone, finalmente, las
luces y sombras que le tocó vivir, y que
eligió vivir en consecuencia con sus
ideales. Y cumple, con creces, con el
necesario carácter público y social del
conocimiento del pasado.
Finalmente, quiero expresar mi convicción
sobre la necesidad de este tipo de actos.
Como diría Mario Moreno Cantinflas: “los
cuentos de los viejitos, son cuentos
chiquitos” y las personas que desaparecen y
no dejan testimonio de su historia, son
libros que se cierran. Por tanto creo
firmemente que estos actos dan la
oportunidad, a cualquier sociedad
democrática, a someterse a un constante
análisis para no volver a cometer errores
del pasado, poniendo sobre la mesa la
pluralidad de miradas que, pueden y deben
verterse, en la historia de nuestro
archipiélago y por ende en la memoria
histórica".
Fue una noche
llena de recordación, de memoria, de
reivindicaciones; fue también un acto de
gran simbolismo, celebrado muy cerca de
donde Valencia se reunió con sus compañeros
del Ayuntamiento de Tamaraceite aquel sábado
18 de julio de 1936 -en la manifestación de
repudio al golpe militar franquista- para
con sus escasos medios tratar de defender a
la República traicionada; donde vio por
última vez al Diputado Comunista Eduardo
Suárez Morales (por cierto, la hija de éste,
Saro Suárez se encontraba entre los
asistentes); donde fue encarcelado y
también
desde donde lo
llevaban para ser torturado, en aquél lugar
de Los Giles.
Hay que
coincidir -y coincido- con la Licenciada
Guerra Hernández, en la necesidad de llevar
a cabo estos actos -quizás deberían ser más
frecuentes- y en no dejar morir a la
memoria. |