Los grupos de canarios que emigraron hacia América
en la primera mitad del siglo XVI, estaban integrados por soldados, marinos y
aventureros, así como por maestros de ingenios azucareros, que eran muy necesarios en
las colonias para la implantación y desarrollo de las explotaciones de la
caña de azúcar.
En
la segunda mitad de ese propio siglo, eran familias campesinas las que
viajaban al Nuevo Mundo en busca de tierras fértiles para su cultivo. Durante
los siglos XVII y XVIII la emigración canaria cambió su composición: los
numerosos grupos de canarios que emigraban lo hacían con la misión
fundamental de fundar y poblar ciudades. Muchas Reales Cédulas fueron
firmadas para tratar de regular en unos casos, o de impulsar y favorecer, en
otros, el flujo de canarios hacia el Nuevo Mundo.
A
partir de la aparición de elementos extranjeros, infiltrados y radicados
dentro de las colonias del Nuevo Mundo, que comenzaban a adquirir una "peligrosa
influencia", se inicia un cambio de actitud de la corona española y
como parte de las medidas que se toman para resolver tal situación, se decide
fomentar la emigración. Producto de esa nueva tendencia, hacia finales del
siglo XVII una importante corriente migratoria ya se encamina hacia "el
Nuevo Mundo".
Entre 1840 y 1895, la emigración vuelve a abrirse sin trabas, y con mayor fuerza. Impulsa al isleño a abandonar su tierra
la falta de trabajo, debido a la débil estructura agraria, el exceso de población y la
ruina del cultivo de la cochinilla que ensombrecen el panorama económico. El
destino principal de los emigrantes canarios es América, especialmente Cuba, que
absorbe la casi totalidad de aquellos, así como Venezuela y Puerto Rico. Las condiciones
en que viajaban hasta esos lugares eran deplorables: el viaje duraba
unos 25 ó 30 días y el trato y comida recibida eran muy malos.
En el año 1898, Cuba, Puerto Rico y Filipinas consiguen su independencia de
España. La entrada del siglo XX viene entonces marcada por el fin de las relaciones
comerciales de la Metrópoli y Ultramar. Canarias se ve
afectada en su tráfico marítimo y comercial al constituir escala importante
en estas rutas. Después del lógico lapsus posterior a
su independencia, Cuba vuelve a acoger a la mayoría de los campesinos
canarios
La primera Guerra Mundial supuso un corte en las comunicaciones marítimas con el
exterior; por ello escasean los productos de primera necesidad, aparece el
fantasma del hambre y se desencadena una nueva emigración a Cuba.
Durante la Dictadura y la República fue poco significativa la corriente migratoria. Después
de la Guerra Civil y la II Guerra Mundial, la emigración a Ultramar alcanza
altas cotas. El país de máxima atracción pasa a ser Venezuela.
Hacia
finales de la década de los cuarenta, fue desapareciendo una parte
considerable de los veleros atracados en los muelles de Las Palmas de Gran
Canaria, que pertenecían a la flota pesquera: cuando salían a la mar, no
regresaban. Era la emigración clandestina hacia el “Nuevo Mundo”.
Hacia la década de los años 1960 la tradicional corriente migratoria a América pierde
importancia hasta su casi desaparición, siendo sustituida, ligera y momentáneamente,
por la emigración a los países desarrollados de Europa.
Desde la década de los años 1980,
la emigración desaparece y se invierte la corriente migratoria hacia la
inmigración regular e irregular.
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