UN ALTO EN EL CAMINO
Julián Sánchez Prieto «El Pastor Poeta»
Gabinete en Madrid, en casa de Soledad, estrella de gran renombre, amueblado con bastante lujo. Al foro, puerta que se supone da al pasillo que comunica por la derecha con la puerta principal del piso, y por la izquierda con la de servicio de la escalera interior. A la derecha, balcón grande, por el que se ve la calle. A la izquierda, dos puertas, en primero y segundo término. En un rincón, piano lujoso, y encima de éste retratos y recuerdos propios del sitio. Por las paredes, retratos de artistas, destacándose entre ellos una ampliación de una mujer a caballo con traje andaluz y varios de toreros. En el ángulo que forma entre el balcón y la puerta del foro, mesa de juego. Es media tarde.
Coralito |
Paso. |
ESCENA II
Dichos y JUAN FRANCISCO, completamente cambiado de indumentaria. Lleva un traje de corte irreprochable, a lo hombre
Ballester |
(Adelantándose a saludar a JUAN
FRANCISCO, que sale primera izquierda.) ¡Señor Maroto...! ¿Qué hay, don David? (A la Tirana.) ¡Caridad...! (A Ballester.) Ya leí La Libertad. Sabe que soy un devoto del arte de Soledad. Su crítica lo demuestra. Y mi opinión la comparte toda la Prensa. En su arte es Soledad la maestra. (A Ballester.) Diga, Ballester, ¿al fin en qué quedan los autores, los críticos y Azorín? ¿Quién lleva razón? Señores: tres ases de comodín. Sí, de veras. Me hace daño faltar de Madrid un año... y me desespero... y lucho... Eso no es nada de extraño. Es que Madrid ¡tira mucho! ¡Que si tira...! (Escéptico.) ¡Qué más da Madrid, que Montevideo... que Chile... o que el Panamá...? ¿Que no da más? ¡Ya lo creo! Si cuando Madrid se entrega y aplaude, tiene la palma. Si es su aplauso el que más llega a lo más hondo del alma, y el que los ojos anega en lágrimas. ¡Os lo juro! (Burlón.) Sentimentalismo puro que jamás conduce a nada. Yo, por mí, os aseguro que el país que más me agrada... es donde se gana el duro. ¿Sabéis? En habiendo pesos, da igual Madrid que el Perú. Mi palabra. Es que tú no tienes ley a tus huesos. Hoy no hay más ley que el dinero. Tanto tienes, tanto vales. Tú no estás en tus cabales, Pepe Luna. ¿No? Ni quiero. Vivir aquí sin dos reales no me seduce. Prefiero más plata y menos tipismo. Lo demás es poesía. Además, que no es el mismo que era. Sí. Madrid ya perdió su fisonomía viviendo su modernismo. Tan a la moderna está, que hoy no le conocería ni el propio Goya. Protesto. Aún sigue siendo quien era y no ha perdido su puesto. (Burlón.) ¿Su afirmación es sincera? Y a probarla estoy dispuesto. Si Goya otra vez volviera, su Madrid reconociera en una risa, en un gesto, o en una frase cualquiera. ¿Quién a sus puertas llegó que Madrid no le atendiera? ¿Quién a su pecho llamó que sus brazos no le abriera, y en el abrazo le diera mucho más que le pidió? Todo el que viene de fuera toma a Madrid por modelo y después hace bandera de la virtud de este suelo. Razón lleva usted, David, al hablar con ese celo. Del mejor pueblo a Madrid. ¡Y desde Madrid... al cielo! ¡Madrid! ¡Venero fecundo! Florón hidalgo y artista, que mientras el mundo exista será lo mejor del mundo. Pueblo que es todo ternura, bondades y gallardía; pueblo del que se asegura que padece de locura por el bien y la alegría. Pueblo de bulla y verbenas. Pueblo que da a manos llenas con afán que le ennoblece. Pueblo que no tiene penas, como rosal que florece. Pueblo que nunca envejece para calmar las ajenas y en la caridad se crece; pues es tan bueno, que apenas ve que otro pueblo padece, para romper sus cadenas, Madrid desgarra sus venas y su sangre se la ofrece. ¡Madrid! El que noble y fiel lleva siempre a flor de piel la risa que le acompaña; la risa de cascabel que toma vida en su entraña. Risa que en risa se baña. Risa que el dolor restaña de cuantos vienen a él; risa alegre de cairel qua a nadie ofende ni extraña, siendo Madrid el clavel más rojo que tiene España. El que en la plaza vocea y al arrastre aplaude al toro que fue bravo en la pelea. El que al regresar del moro, a las tropas vitorea. El que al acento sonoro de los guerreros clarines se arracima en los balcones al cruzar los paladines formados en escuadrones, mostrando los colorines de los lindos banderines que flotan sobre las crines de los pujantes bridones. El que en hondas emociones, al desfilar el tesoro de la bandera española, como una enorme amapola sobre los trigales de oro que llenan luego la troje, se estremece y besa a coro...; y es fácil que se acongoje y en su más íntimo lloro una lágrima le arroje, cuando cruza altiva y bella... ¡Lágrima que ella recoge para el que murió por ella! Podrá vestir nuevo traje; podrá su aspecto variar; pero no podrá cambiar su gracia ni su linaje, su rumbo ni su coraje, su manera de pensar... ni el decir de ese lenguaje de su musa popular. De esa musa de mantón de López Silva y Casero, que tiene en el corazón su generoso venero. En la honradez, esta villa tiene su mejor alhaja; Madrid no es esa polilla del vividor de ventaja. Madrid es la modistilla que va a entregar con su caja, y en cuyos andares cuaja un aire de seguidilla vivo como una sonaja, y el obrero que trabaja; dos espejos donde brilla el alma grande y sencilla del chispero y de la maja. Ese es Madrid, sin disputa. Madrid no es la niña «bien», ni es tampoco el «pollo fruta», que viven en otro tren y van por distinta ruta. Madrid es la hembra bravía; no es la frívola muñeca de mundana picardía, que vive febril y enteca ese vivir de agonía. ¡Ese es Madrid! El que un día le dio inspiración a Chueca... ¡Igual que hoy se la daría! Que aunque hizo un club del café y de la taberna un bar, Madrid no perdió su fe. ¡Aún existe Juan José, si se le sabe buscar! Es de la nación señuelo de colorines chillones, donde se refleja el suelo de sus distintas regiones. El Madrid que vivirá leal, generoso y loco, pues por estar donde está tiene de todas un poco. ¡Ese no se acabará! Castellano en su altiveza, es vasco por su energía, catalán por su belleza, gallego por su firmeza y ché por su simpatía. Manchego por su porfía; baturro por su nobleza; charro por su gallardía; astur por su valentía; extremeño en su llaneza; andaluz por su alegría y su constante reír... ¡y español por su grandeza Y su modo de sentir! (Todos aplauden y dan un viva a Madrid.) Ahí tenéis un provinciano defendiendo a los Madriles. (Alargando la mano.) Juan Francisco: Ahí va. esa mano de una madrileña vieja. (A Mimí y Coralito.) Pronto salgo. (Mutis segundo término izquierda.) |
Tomiza |
(Discutiendo a voces en el pasillo) |
ESCENA IV
Dichos y SOLEDAD en traje de calle
Soledad |
A vuestra disposición. |
ESCENA V
TOMIZA solo. A poco JUAN FRANCISCO
Tomiza |
¡Vaya con Dios Madrí! |
ESCENA VI
JUAN FRANCISCO, ROSALÍA y TOMIZA, que saldrá cuando se indique
Juan Francisco |
(Después
de un silencio embarazoso, que pesa sobre Juan Francisco, huyendo la mirada de
Rosalía, que demuestra una entereza en su dolor llena de majestad.) |
*NOTA.-Los versos marcados con asteriscos se pueden suprimir a voluntad de la actriz. |
ESCENA VII Y FINAL
Dichos y SOLEDAD, que llegan por el foro
Soledad |
(Aparte.) |
FIN DEL TERCER ACTO