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Félix Sautié

 

MORAL BÁSICA FUNDAMENTO DE TODA ÉTICA. EL EJEMPLO PERSONAL. LA MORAL NATURAL. LA INCIDENCIA DE LAS TRADICIONES Y LAS COSTUMBRES (VIII)

Ética Política, Cristiana y Revolucionaria.

Con independencia de que de la anterior exposición quedó pendiente un desarrollo más amplio del concepto CÍVICA que en definitiva habré de plantear más adelante en conjunto con el aspecto de los DERECHOS HUMANOS dadas las implicaciones directas de la Cívica con los Derechos Humanos, de inmediato procederé a exponer algunas características esenciales de la MORAL BÁSICA COMO FUNDAMENTO DE TODA ÉTICA en el sentido de su integralidad y de los principios esenciales que fundamentan a la formación moral de la personas en lo referido a el ejemplo personal que determina también una consecuencia de las palabras con los hechos, la tradición, las costumbres y lo que pudiera considerarse una Moral Natural conformada sobre la base de estas esencias, de la cultura propia en medio de la cual han nacido y se han desarrollado, así como resultante de los derechos inherentes a la condición humana. Todo lo cual considero imprescindible exponer para complementar adecuadamente un tema que resulta de mucha importancia a los efectos de la comprensión integral de las bases principales que le dan fundamento a la Ética y muy específicamente a la Ética política, cristiana y revolucionaria cuyos elementos primordiales me he propuesto plantear en esta serie de artículos escritos para POR ESTO.

Ante todo debo explicar un poco sobre mis experiencias directas en relación con el sentido que adquiere la educación moral y ética dado el tema del ejemplo personal, de la tradición, las costumbres y la Moral Natural. Yo considero, ante todo, que en cualquier exposición referida a la moral, el testimonio personal de quien la plantee adquiere una importancia determinante para alcanzar la validez intersubjetiva de lo que se está tratando de comunicar a los demás y cuando se habla de tradición, costumbres y moral natural se hace más necesario y determinante aún la exposición de nuestra experiencia y nuestras actitudes prácticas concretas al respecto. Dime lo que tú haces, lo que tú has vivido y no solo lo que tú dices, es una exigencia muy atinada que al respecto de estas cuestiones que muchas veces oímos. Porque sin un propio cumplimiento y sin un sentimiento que nazca desde muy adentro de las personas, es muy difícil convencer al respecto de las convicciones que nos planteamos transmitir. Jesús en su obra y en su prédica planteó esenciales conceptos de vida y dio ejemplo de todo lo que predicó reiteradamente, al punto de ser crucificado por sus ideas y sus hechos que tanto irritaban a los escribas, fariseos y doctores de la Ley, lo cual es recogido en los evangelios en lo que constituye un conjunto documental de excepcional valor para el estudio de la Ética. En su época, los sacerdotes, escribas, fariseos y doctores de la Ley concentraban todos los poderes y las funciones prácticas de la Religión así como muy en especial de la enseñanza de la Ley y por ende de los principios básicos que daban cuerpo a las normas de la moral y de la ética que debían poner en práctica los judíos de entonces. Las palabras de Jesús dirigidas a los que ejercían estos timones de mando de la sociedad en que le tocó vivir, fueron tajantes y drásticas y cito una de las más importantes en mi criterio: “¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen hermosos, pero que por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros por fuera aparecéis justos antes los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.” (Mt. 23, 27-28).

Es en este orden de pensamiento, que desde los primeros trabajos de esta serie, en su contenido no he podido separarme de mis propias convicciones en relación con estas denuncias radicales que plantea Jesús en contra de la hipocresía y la falsedad de quienes dicen una cosa y en cambio hacen otra bien distinta y muchas veces pervertida. Tampoco he podido distanciarme de mi formación intelectual básica así como de mis vivencias durante los años transcurridos en medio de un quehacer político y revolucionario ininterrumpido, en actividad ingente y muy apasionada por mi parte, al punto de que reconozco que en ocasiones la pasión ha nublado mi entendimiento por encima de la razón misma. También ha sido crucial el ejercicio docente de la Ética Cristiana como asignatura, lo que ha concitado reacciones en algunos que no concuerdan y que incluso le tienen miedo a la radicalidad del concepto cristiano referido a la Moral y la Ética con un sentido integral, que en mi criterio va desde el amor hasta la justicia que se interpreta como equidad distributiva, como reclamo de libertad de conciencia así como liberación de todo legalismo y por ende poner en práctica concreta el quehacer de la acción revolucionaria para renovar lo que resulte viejo e incluso crear un ser humano nuevo, el hombre nuevo al decir de San Pablo. Por otra parte, el resultado del consiguiente contacto con mis alumnos, así como la recepción reiterada de sus criterios, experiencias y consideraciones han determinado en mi gestión docente una influencia de crecimiento espiritual muy importante, porque todo el tiempo de la vida terrenal uno está aprendiendo de los demás con quienes se relaciona, así como si se es honesto con los prójimos, ser capaces de reconocer los valores concernientes a lo que los otros opinan y consideran. Estos factores, opino que resultan ser una virtud ética de importancia estratégica para nuestro perfeccionamiento espiritual. En este sentido puedo decirles que considero que el ejercicio de la docencia posibilita una retroalimentación formativa que en la moral y la ética, adquiere una significación muy importante por la noble obligación inherente a quien enseña y trata de educar, de ser un Evangelio vivo tal y como planteara el eminente educador cubano Don José de la Luz y Caballero, pero también reconozco lo endeble de la condición humana que es capaz de equivocarse y de cometer errores reiterados . En este orden de cosas, reconozco con especial cuidado que la vivencia e incluso el ejemplo, que los que somos profesores nos sentimos muy especialmente compelidos a desarrollar de forma positiva nos hace también a nosotros mejores personas. Esta es mi experiencia y mi consideración al respecto que quiero compartir con ustedes. 

Todas estas cuestiones enriquecen el marco de referencias de la cultura de la cual formamos parte y por tanto constituye el contenido primigenio de la Moral Básica de la cual parto en mis convicciones y que en consecuencia, determina decisivamente en mi conducta de acuerdo con el grado de honestidad que en mis actuaciones hacia los demás y hacia la naturaleza manifiesto. A tales efectos, pienso que la moral y la ética no se pueden exponer de otra forma porque no constituyen en sí mismas una disciplina más de las tantas que conforman el saber humano. La moral y la ética devienen esencias básicas que se derivan directamente de la condición humana, que además no pueden ser apartadas de su conformación existencial sin que la persona en sí misma deje de ser. Incluso en aquellos que optan por el mal en razón de la posibilidad que les permite su libre albedrío inherente, parten de una concepción antimoral específica y de una violación ética que resulta inherente a ellos mismos y es por eso que los consideramos transgresores, desviados, pervertidos en el sentido de la constitución moral básica que la sociedad en su conjunto reconoce como parte esencial y determinante de la condición humana en sí misma. Aquí hay algo muy importante para tomar en consideración, que es la actitud de respuesta determinada por la propia Moral y principalmente por el ejercicio práctico de su ética correspondiente, que deberíamos asumir ante estas desviaciones y actitudes reprobables, porque si el concepto cristiano fundado por Jesús, nos propone el amor, el perdón y el encuentro, nuestra respuesta ética ante los males descriptos debería estar determinada por estos principios de Jesús. En este orden de conceptos la intolerancia, la falta de misericordia y la intransigencia ciega, constituyen también violaciones esenciales de los principios cristianos que caracterizan a la Ética política, cristiana y revolucionaria que les estoy exponiendo. Incluso puedo decirles, que en última instancia se contraponen con una ética política revolucionaria con estricto sentido laico, despojada en consecuencia de su sentido cristiano en las personas honestas que no comulgan con el cristianismo como Doctrina religiosa.

Continuando la exposición de estos factores que pervierten a la moral y a la ética, tenemos que el dogmatismo, los fundamentalismos al uso, e incluso el miedo, manifiestan además de la negatividad que en sí mismos comportan, una acción corruptora de gran magnitud con incidencia directa sobre las personas que los asumen como suyos, las que llegan a insensibilizarse en grado extremo al punto de perder buena parte de las esencias que caracterizan el humanismo básico que debe ser inherente a los conceptos liberadores de paz y justicia social. Les aportaré una experiencia personal sobre un encuentro en el que participé recientemente y en el que pude compartir con personas detenidas en el tiempo y presas de un dogmatismo extremo con sus ideas políticas y sociales que los ha convertido en seres hoscos, desconfiados y autoritarios, quienes ante cada nueva relación que se les presenta o que las circunstancias los obliga a hacerla ( esto último es lo más frecuente porque ellos en sí mismos no son dados a extender el círculo de sus relaciones más cercanas), la toman como la de un posible enemigo en vez de adoptar la posición de que reciben a un posible amigo. En lo personal, incluso debo decirles que, me sentí tratado e incluso increpado con manifestaciones hirientes de sorna e ironía. También pude conocer en directo su forma de opinar sobre las demás personas que les rodean antes las que adoptan una actitud de jueces implacables para los defectos que ven en los demás sin percatarse ellos mismos de sus propios errores y desviaciones. Su dogmatismo les impide reaccionar hacia lo novedoso positivo y con su actitud pujan, la mayoría de las veces de forma inconsciente, para detener el desenvolvimiento del desarrollo de la sociedad. Por otra parte hacen de lo establecido en una tradición inviolable y sus costumbres se petrifican en el tiempo quedando detenidas en la condición propia de lo que pudiera considerarse unos verdaderos fósiles sociales.

Estas personas que actúan así, en virtud del autoritarismo en que han sido formadas y que manifiestan como práctica de vida, considero que se incapacitan totalmente para el encuentro, para el diálogo, para la comprensión de los problemas humanos e incluso para el amor. Devienen la antítesis de la política propia del socialismo que proclaman con sus expresiones, pero que niegan con sus hechos. En vez de convertirse en centros de atracción y ejemplos para las masas que plantean encabezar como su vanguardia, llegan a ser silenciosamente repelidos y temidos, generando una aceptación forzada que intensifica la presión social dentro de su entorno, propiciadora además de posibles explosiones inesperadas y controvertidas por causa de la prédica de palabra que en definitiva niegan con sus vidas. Estas personas todo lo juzgan a partir de sus propios dogmas, no entienden del análisis ni de la constante formación cultural y política, que deben ser ejercicio de vida cotidiana para quienes pretendan encarnar algún liderazgo social. No respetan a la historia, ni a las sanas tradiciones que no se correspondan con sus criterios dogmatizados, así como a los valores ni a la vida que puedan haber tenido los demás. Para ellas solo valen sus conceptos y sus opiniones. 

Lo más grave de todo esto es que este tipo de personas se enquistan por lo general en grupos dependientes de único pensamiento central muchas veces sacralizado, dentro de los cuales se retroalimentan unas a otras, porque su propio autoritarismo depende de la concepción centralista y dogmática que las ha engendrado les impide actuar individualmente y por sí mismas. Del encuentro que les relato salí contrariado y entristecido, pensando en lo difícil y complicado del destino de quienes se les subordinan por razón organizativa propia del sistema o porque no tienen otras posibilidades personales a su alcance. La Ética que proclama la Revolución es negada cotidianamente por quienes así actúan y su acción se convierte en una verdadera tercera columna silenciosa y no consciente de su real papel, que corroe sistemáticamente las bases de un sistema que proclama el Humanismo, la igualdad de los seres humanos, la equidad distributiva y la justicia social. En su conjunto vienen a ser los sepulcros blanqueados de hoy que ayer fueron condenados con tan duras increpaciones por parte de Jesús de Nazaret. Por tanto, constituyen la antítesis viva de lo que debería ser una verdadera Ética política, cristiana y revolucionaria y nunca podrían ser sus expositores válidos. Podría decir también, que ni siquiera solo política y revolucionaria, tomando en cuenta un ateísmo de palabras altisonantes, tal cual lo hacen por aquí la mayoría de ellos, ateísmo que muchas veces se desmorona cuando se les presenta la adversidad o simplemente lo que en el argot popular se denominan los truenos, de acuerdo con el tan extendido refrán que dice que se acuerdan de Santa Bárbara cuando está tronando.

Estas personas nunca podrían comprender a cabalidad aquello que expresó Che en el Socialismo y el Hombre en Cuba, cuando dijo textualmente que: “…hay que tener una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de la justicia y de la verdad para no caer en extremismos dogmáticos, en escolasticismos fríos, en aislamiento de las masas. Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización. El revolucionario es el motor ideológico de la Revolución dentro de su partido, se consume en esa actividad ininterrumpida que no tiene más fin que la muerte…” (Ernesto Che Guevara. Obras 1957-1967. Casa de las Américas, Tomo I, página 382). En definitiva, una vez más pude analizar directamente a estos biotipos de personajes, mientras oía su desdén sobre los demás, así como sus juicios cerrados que sólo admiten como lícito una repetición al calco del pensamiento oficial imperante en el momento específico de que se trate, unido con su dinámica sumisa hacia los de más arriba a quienes les consienten todo e incluso se lo celebran, mientras que a los que están en su radio de acción no le admiten nada que no sea hacer lo que ellos dicen. La ética para estas personas es solo decir y hacer, sin cuidar ninguna forma ni ningún principio, lo que se les orienta aunque ello no sea lo correcto para el caso y las circunstancias. En mi criterio, devienen la antítesis esclerotizada de lo que en realidad debería ser un verdadero revolucionario y nunca un verdadero ejemplo de moral y de ética para nadie en particular. Lo triste del caso es que existen verdaderamente y que se encuentran muy extendidos.

Esta percepción muy personal de rechazo a esos estereotipos que les he estado explicando anteriormente, no es algo exclusivo ni particular de mi persona en sí misma, ni que únicamente me haya sucedido a mi en particular, sino que constituye la dinámica existencial que se le presenta a cualquier persona dentro del medio en que me encuentro insertado, , con mayor o menor desarrollo según sea el ambiente cultural en que nos desenvolvemos, las características esenciales de la familia dentro de la cual nacemos y crecimos, así como las posibilidades de acceso a la educación y la cultura del momento en que vivimos. En este orden de cosas, también resulta muy necesario tomar en consideración, el ejemplo que ejercerá sobre nuestras personalidades en formación, la manera de conducirse y de expresarse de las personas insertadas dentro de nuestro entorno familiar, principalmente nuestros padres, maestros y familiares más cercanos incluyendo a los sacerdotes y ministros de culto en las iglesias y denominaciones religiosas de las que podamos formar parte en virtud de las creencias que podamos manifestar. Tampoco podríamos desestimar la influencia positiva o negativa que indudablemente ejercen los líderes políticos, comunitarios, sociales, profesionales, deportivos, artísticos y gubernamentales en el radio de acción que les corresponde. Algunos de los cuales, como son los deportistas y los artistas principalmente en ocasiones generan una admiración que puede llegar a las intensidades del fanatismo. La moda, la forma de hablar, de bailar, de vestirse y de conducirse en sentido general se comparte por muchos como resultado de estos ejemplos, seguimientos y prácticas que a veces constituyen verdaderas fiebres en las personas.

El hombre piensa según vive, es una expresión marxista que nos ofrece una explicación razonable a estas circunstancias y hechos que estoy exponiendo. Es la explicación resumida de algo muy importante que nunca deberíamos perder de vista y es el hecho de que el Ser Social o sea la base de la sociedad en que nos desarrollamos en las que actúan decisivamente las fuerzas productivas y las relaciones de producción, es en última instancia lo que determina de forma muy concreta sobre el desenvolvimiento de la Conciencia Social. En este orden de cosas, es que la Moral y la Ética con que se desenvuelvan en su actividad cotidiana los seres humanos que son la parte más dinámica de las fuerzas productivas, tendrá en definitiva una muy especial influencia sobre el Ser Social y sobre su acción positiva o negativa en relación con la Conciencia Social lo que constituye verdaderamente una función de retroalimentación muy a tener en cuenta. De aquí la importancia de las costumbres, de las tradiciones, de las modas y de los ejemplos que se puedan proyectar sobre la sociedad en su conjunto. Naturalmente que esto es una ley general y que su manifestación específica depende en mucho de las coyunturas, las circunstancias y de la labor ideológica y cultural sobre las personas, en la que el ejemplo de la consecuencia de las palabras con los hechos será siempre un factor determinante.

Tan es así que la moralidad y la expresión ética de una persona no están sólo en dependencia directa con los estudios académicos que pueda haber realizado, si bien éstos indudablemente constituyen factores importantes para su necesaria cocientización. En esto la memoria histórica, la tradición, las costumbres forjadas dentro de una familia que se ocupe de una adecuada formación interna, tienen un papel muy importante que no debe ser nunca menospreciado antes por el contrario deberían potenciarse al máximo posible. 

En la vida social de las personas con el tiempo, de acuerdo con sus interrelaciones necesarias para los procesos vitales que nos son inherentes a los seres humanos, se han ido forjando poco a poco una serie de normas y costumbres positivas de vida que conforman a lo que podríamos denominar como la Moral Natural, que en mi criterio tiene mucho que ver con el libre albedrío que nos es inherente y con el sentido recto (ortopraxis) de la responsabilidad que da marco organizativo a la libertad que ello comporta. Esta Moral Natural desde el punto de vista cristiano, con el cual personalmente concuerdo, tiene un fundamento trascendente que a partir de una interpretación teológica se origina en virtud de la acción creadora de Dios que hace a la criatura humana un ser a su imagen y semejanza y con libertad de opción entre lo que es bueno y lo que es malo, así como con posibilidades creadoras que lo convierten en un co creador en sí mismo; lo que constituye una de las grandes maravillas de la vida : pues somos precisamente los seres humanos capaces de erguirnos por encima de nuestros instintos animales básicos e incluso en plena capacidad para actuar contra natura pero inspirados por un sentido innato a favor del bien como orientación básica humana, que está claro que podemos romper y optar por el mal siempre debido a una perversión específica de nuestra condición humana dada la libertad de que disponemos y por tanto la posibilidad real de hacerlo. Ese sentido humano con el que rompe precisamente la persona que se apega al mal y que podríamos denominar como una persona de mal proceder, mala en sí misma, es en específico el componente básico de lo que constituye la Moral Natural . Mediante el cual, en consecuencia, los seres humanos con razonamiento claro, no tenemos que ser muy instruidos para comprender su existencia, en virtud de la cual siempre nos encontramos en condiciones de juzgar a quien actúa mal y a quien actúa bien, sin necesidad de haber estudiado previamente ningún tratado de moral, ética o cívica. Lo que sucede, es que el ser interior innato en nosotros, que se manifiesta como la voz de nuestra conciencia, no nos deja tranquilo cuando actuamos mal o cuando estamos ante un gran dilema. Ese recto sentido de lo que es justo y es bueno, no siempre somos capaces de disponernos a escucharlo ni mucho menos a meditar profundamente sobre su origen e importancia.

Finalmente para resumir el conjunto de los conceptos que desarrollo en este capítulo de la serie, puedo afirmar que el ejemplo personal es la virtud esencial de la moralidad y de la ética de una persona en sí misma, ya que sin consecuencia de las palabras con los hechos es muy difícil que un proclamado concepto moral, ético y cívico tenga una verdadera validez intersubjetiva, si el mismo no es refrendado con los hechos de quien lo proclama.

La tradición que recoge la memoria histórica tiene mucha validez e incidencia en la conformación de los valores morales, éticos y cívicos que les son correspondientes a la identidad nacional e incluso a la identidad propia de la familia, de la comunidad, del territorio así como en determinados casos de la profesión u actividad laboral y/o social que realizamos. 

Así mismo la tradición que recoge la memoria histórica en el sentido de los sentimientos religiosos y de la fe con la cual comulgamos e incluso proclamamos, tiene también mucha validez e incidencia con nuestra propia identidad religiosa y con la conformación de los valores morales, éticos y cívicos que le son inherentes.

Las costumbres que se desarrollan dentro de los marcos de referencias propios de la moral, la ética y la cívica correspondientes a una determinada cultura que en nuestro caso hemos partido del concepto históricamente conformado entre nosotros en relación con el Cristianismo, dada la Ética política, cristiana y revolucionaria que he estado explicando en esta serie de trabajos, devienen valores importantes de la vida familiar, comunitaria y social en sentido general que deberíamos cuidar y conservar al máximo que nos sea posible.

La Moral Natural es aquella que resulta inherente y consustancial con la condición humana y con nuestro libre albedrío así como posibilidades subjetivas y objetivas de creación.

(SEMANARIO UNICORNIO, PERIÓDICO POR ESTO, MÉRIDA YUCATÁN, PUBLICADO EL DOMINGO 22 DE JULIO DEL 2007)