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Félix Sautié

 

CRÓNICAS CUBANAS.
LA PROCESIÓN VA A SALIR: ¡VIVA LA VIRGEN!

Queridos lectores, cuando parecía que la procesión de la Virgen de la Caridad del Cobre no iba a salir por primera vez desde la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, porque la lluvia era persistente e incluso se había anunciado por los altavoces de su Santuario Diocesano de La Habana que en unos minutos iba a realizarse la Eucaristía presidida por el Arzobispo Cardenal Jaime Ortega para que si al final había escampado sacar entonces la procesión. 

La reacción de los fieles fue inmediata y desde el fondo del templo se oyó un coro que poco a poco se convirtió en el clamor de todos: ¡Que la saquen! Fue una voluntad generalizada, la Virgen debía salir a las calles aún bajo la lluvia. 

El ambiente se colmó entonces de esperanzas desbordadas y optimismos militantes, algo que nunca podrían comprender los que no tienen fe y muchos menos los secularizadores a ultranza y los partidarios del ateísmo científico. 

La respuesta rápida y vibrante no se hizo esperar y el Rector del Santuario el padre Roberto, tomo el micrófono y anunció: ¡La procesión va a salir: Viva la Virgen! Entonces los fieles enardecidos salieron a la calle en medio de un júbilo inenarrable. 

Debo decirles, que en esos instantes me regocijé profundamente de haber estado presente y de ser testigo de un acto de emoción desbordante y extraordinaria. Sentí que mi fe se reafirmaba con una fuerza de torrente. 

La circulación aceleró su ritmo y fui estremecido como por una corriente eléctrica. 

Aquella circunstancia resultó ser personalmente inolvidable y se las narro con toda la emoción que aún conservo, porque precisamente los cubanos: unos conscientemente y otros sin quizás aún haberse enterado de lo que nos sucede hoy, estamos en una inflexión de nuestra historia, en la que todo se ha puesto a prueba, incluyendo a nuestras convicciones más profundas porque los problemas que hemos estado soportando durante mucho tiempo ya no aguantan más y la urgencia de los cambios, las rectificaciones y las reformas no pueden seguir siendo aplazadas por quienes están detenidos en el tiempo y no tienen la sensibilidad necesaria para comprender ni asimilar las angustias ni los dolores del pueblo que ve a sus hijos marcharse en una diáspora que cada día se amplia más. 

Al punto de que en muchos países han comenzado a endurecerse las condiciones y exigencias para que los cubanos puedan visitarlos por invitación de sus familiares residentes en esos lugares. 

Esto lo hacen por miedo a que se queden ilegalmente, tal y como es el caso de la España de nuestros ancestros que parece que la prosperidad de hoy le ha hecho olvidarse que muchos de los cubanos que estamos en nuestro amado territorio somos descendientes: bisnietos, nietos, hijos, sobrinos y familiares en definitiva de los que antaño dejaron su terruño para venir a buscar fortuna a América. ¡Cómo es posible que en tan cortos años las cosas se olviden de esta forma! Estos y otros más fueron los pensamientos y sentimientos que se revolvieron dentro de mi, pero la respuesta de la fe y de la esperanza de aquel pueblo humilde en su mayoría residentes de la Centro Habana en que vivo, donde se han concentrado buena parte de los que desde de las provincias del interior del país, principalmente de las orientales, han venido a la Capital de la República para buscar mejores oportunidades. 

La fe es fortaleza y esperanza, es vivir anticipadamente aquello en lo que se cree, porque como dijo el Cardenal Jaime en su homilía después de la procesión: “Podemos siempre con la ayuda de Dios hacer las cosas que parecen mas difícil”