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Félix Sautié

 

Cuando la esperanza es lo que está en juego

domingo, 14 de octubre de 2007 

La esperanza es uno de los sentimientos más importantes que mueven a la humanidad en su peregrinaje hacia el futuro. Los pueblos con esperanza siempre podrán salir adelante ante cualquier contingencia que se les presente, porque la esperanza es la moral básica que da fuerzas para las batallas y los enfrentamientos que desde afuera de nuestras propias voluntades nos depara el porvenir de la vida.

En el mundo de hoy los tambores de la guerra tocan con fuerza en Irak, Afganistán, los territorios árabes ocupados, e incluso se fragua la posibilidad de un ataque contra Irán, y como nunca antes la esperanza es crucial para el futuro de la vida de nuestra especie.

Por otra parte, en medio de tales coyunturas planetarias, nosotros en Cuba, hemos comenzado abiertamente a analizar en todas las bases del país nuestros propios problemas, los que por el tiempo en que se han mantenido latentes, acallados y sin solventarse se encuentran en una especial fase de agudización. En estas circunstancias, también necesitamos alimentar la esperanza por lo que ello significa para todo el planeta y por la incidencia que tiene en nuestro medio social contemporáneo.

La esperanza es algo que no se puede poner en juego y que requiere de un respeto máximo que pueda hacerla florecer como impulso efectivo para la movilización de todos, con vistas a mejorar y perfeccionar las condiciones del presente y proyectarnos a favor del logro de un futuro mejor posible.

Sería muy contradictoria una afirmación de palabras a favor de la búsqueda de un futuro mejor posible, si con el actuar se daña a la esperanza. Por otra parte, es imprescindible tener muy en cuenta que la esperanza se sostiene con muchos poquitos. Porque la esperanza para que se manifieste de forma colectiva, requiere de que a cada cual le llegue un poco de luz con soluciones concretas a sus problemas específicos que vayan más allá de las grandes consignas generales. En estas circunstancias muy especiales, el debate que se ha estado realizando en las bases de todo el país, ha logrado que muchas esperanzas marchitadas y algunas ya perdidas, se encuentren de nuevo en posibilidades de florecer y eso es algo que deberíamos cuidar como si fueran las niñas de nuestros ojos, para que la esperanza resurja con una fuerza movilizativa que anule obstáculos, cruce sobre abismos y nos proyecte hacia un verdadero futuro mejor posible.

En varias ocasiones que ya van siendo muchas, he conocido de la exhortación de no matar a la esperanza, de don Pedro Casaldáliga, obispo emérito de Sao Félix do Araguaia en el Mato Groso brasileño, quien es uno de los más importantes místicos en vida y un verdadero paradigma de la teología contemporánea, Don Pedro, en un soneto nos llama a la Esperanza, al referirse a la venida de Jesús al fin de los tiempos (la Parusía), cuando declama:

La vida sobre rueda o a caballo,
yendo y viniendo de misión cumplida,
árbol entre los árboles me callo
oigo cómo se acerca tu venida.

Cuando menos Te encuentro, más Te hallo,
libres los dos de nombre y de medida.
Dueño del miedo que Te doy vasallo,
vivo de la esperanza de Tu vida.

Al acecho del Reino diferente,
voy amando las cosas y la gente,
ciudadano de todo y extranjero.

Y me llama tu paz como un abismo
mientras cruzo las sombras, guerrillero
del Mundo, de la Iglesia y de mí mismo.