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EL MARCO HISTÓRICO

(Cartografía lingüística de Extremadura. Origen y distribución del léxico extremeño, vol. I, págs. 61-82)

En Extremadura -como en la mayor parte de la Península- se poseen pruebas materiales de la presencia de pueblos pertenecientes al período Paleolítico Inferior. Los restos hallados se concretizan, fundamentalmente, en hachas, raspadores, cinceles de piedra y buriles, procedentes de las fases Chellense-Abbevillense y Acheulense. De la cultura Musteriense (Paleolítico Medio), se han recogido muy pocos restos en nuestra región, pero éstos son abundantes en períodos posteriores correspondientes ya al Paleolítico Superior: Auriñaciense, Solutrense y Magdaleniense. A esta última cultura pertenecen las pinturas rupestres aparecidas en la Cueva de Maltravieso (cerca de Cáceres).

Los rasgos comunes de todos estos pueblos anteriores a la aparición de la agricultura se resumen en los siguientes puntos:

__ Forman grupos familiares reducidos.

__ Se dedican a labores de caza y recolección.

__ Debido a las fluctuaciones en la presencia de animales para la caza, se caracterizan por una amplia movilidad.

__ Alta tasa de natalidad, alta mortalidad infantil y edad de mortalidad baja.

__ Sus lugares de habitación son difíciles de precisar por la ausencia de estructuras arquitectónicas o por la incapacidad de encontrarlas debido a la acumulación de tierras.

Con el paso del tiempo la organización social se hace más compleja; el clan deja paso a la tribu, más estable desde el punto de vista del asentamiento. Surge la cultura Dolménica, que ha dejado abundantes restos en Extremadura. Los conjuntos megalíticos más importantes de nuestra región se concentran en Valencia de Alcántara, Hernán Pérez, Aldea del Cano y Talavera la Vieja, en la provincia de Cáceres, y Olivenza, Barcarrota, Pizarrilla y Azuaga, en la de Badajoz.

Pero lo verdaderamente interesante de esta época de antiguos pobladores (protohistoria), para cuestiones relacionadas con la evolución lingüística, es la nueva etapa que se abre con la oleada de pueblos que invaden la Península alrededor del año 1000 a.C. (penetración de tribus célticas) y, sobre todo, la distribución de las culturas prerromanas en Extremadura (Lusitanos, Vettones, Túrdulos y Célticos).

Los Vettones ocuparon el cuadrante nororiental de la actual provincia de Cáceres, donde se dedicaron casi exclusivamente a tareas ganaderas. Su legado cultural son los denominados "verracos", de los que existen muestras en Botija, Montehermoso, Segura de Toro, Malpartida de Plasencia y Hervás.

Los Lusitanos se instalaron entre el río Alagón y la actual frontera de Portugal. Descritos como un pueblo feroz, de costumbres salvajes y con acentuadas desigualdades sociales, fueron protagonistas de largas guerras contra Roma en la época de romanización.

Los Túrdulos ocupaban la zona sur del Guadiana, en lo que hoy es la mayor parte de la provincia de Badajoz. Fue un pueblo ibérico que sucumbió pronto al yugo romano.

Todos estos pueblos, de habla indoeuropea, dejaron su huella, ya no sólo en la cultura material repartida por todo el territorio, sino también en los nombres de los lugares que ocuparon: los topónimos.

Aunque el problema de la invasión ligur todavía no está definitivamente resuelto, sí parecen, en efecto, de este origen topónimos como 'Ambroz' (río cercano a las ruinas romanas de Caparra), 'Ambrum' (garganta que va desde Pinajarro hasta el río Santihervás), 'Magasca' (río de la provincia de Cáceres que desemboca en el Tajo), el propio 'Badajoz', en el que se descubre el sufijo mediterráneo -oz, frecuente en muchos nombres toponímicos de España y del noroeste de Italia (territorio ligur).

Nombres célticos transmitidos por contacto con los latinos, formando híbridos, también son frecuentes en la toponimia: Vª mansio It. Ant. Mirobriga (Capilla), Nertobriga Concordia Iulia (Fregenal de la Sierra), Turobriga (en las cercanías de Aroche), Arabriga (en el norte de Cáceres), Augustobriga (Talavera la Vieja).

De la raíz ibérica ibar 'río' parece que procede el topónimo Ibor (río de la zona suroriental de la provincia de Cáceres y apellido de los pueblos ribereños: Mesas de Ibor, Fresnedoso de Ibor, Bohonal de Ibor, Castañar de Ibor y Navalvillar de Ibor), aunque no faltan voces que pongan en tela de juicio esta posible etimología al considerar que la raíz ibérica ibar "no encaja bien en estos lugares".

La llegada de los romanos a la Península supuso -como no podía ser de otra manera en un período de conquista- la aniquilación de las culturas indígenas y la imposición de nuevos modos de vida y de un nuevo lenguaje. El latín se impuso como lengua y se convirtió en elemento unificador de los procesos comunicativos, dando cohesión a las formas de expresión en la inmensa mayoría de los territorios peninsulares.

Los principales asentamientos romanos en Extremadura fueron Emerita (Mérida), Metelinum (Medellín), Norba Caeserina (Cáceres) y Turgalium (Trujillo). Como afirma Marcelino Cardalliaguet Quirant, "la colonia Augusta Emerita se convertiría en uno de los nudos de comunicación más importantes de toda Hispania, ya que las tres grandes calzadas que cruzaban la Lusitania y la ponían en comunicación con el resto de las provincias, convergían en ella". Estas tres calzadas eran la Via de la Plata, de Emerita (Mérida) a Asturica Augusta (Astorga); la Via Dalmatia, de Olissipo Felicitas Iulia (Lisboa) a Toletum (Toledo) y Caesaraugusta (Zaragoza); y la Via Guinea, que partía de Bracara Augusta (Braga) y Conimbriga (Coimbra) y llegaba a Emerita (Mérida). Este nudo de comunicaciones prueba, desde fecha muy temprana, lo que se ha venido repitiendo siempre sobre el carácter fronterizo y de tierra de paso de Extremadura.

La presencia romana en Extremadura dejó sentadas las bases de la evolución lingüística posterior -al igual que en el resto de la Romania- y perpetuó topónimos en la región, entre los que destacan, aparte de los consabidos Mérida, Coria, Medellín o Herrera, los que se derivan de antiguos posesores latinos: Montánchez, Ruecas, Eljas, Cedillo, Botija, etc. Según la opinión de Sánchez Salor, "en Cáceres, los topónimos que responden al nombre del posesor antiguo no presentan sufijo de posesión (-anus, -enus, -inus) con tanta frecuencia como en otras regiones. Son más frecuentes los topónimos que responden al viejo sufijo -ius, -ia, o -ilius, -ilia, o incluso a un genitivo latinno".

La invasión árabe propició un nuevo golpe de timón a la historia de la Península. Los árabes -como ya ocurrió siglos antes con los romanos- extendieron una nueva mentalidad y un nuevo patrón de vida entre los pueblos conquistados: construyeron nuevas edificaciones (alcázares, adarves, almenas), introdujeron cultivos hortofrutícolas (albaricoque, albérchigo, acelga, altramuz), perfeccionaron los sistemas de riego (acequias, norias, aljibes, albercas, azudas), impusieron un nuevo modelo de pesas y medidas (quilates, arrobas, quintales, fanegas, maquilas), extendieron sus instituciones jurídicas y ocupaciones (alcalde, alguacil, albañil, alfarero) y dejaron -en fin- una huella imborrable en la topponimia.

El territorio que hoy ocupa la Baja Extremadura perteneció, en una primera etapa de dominación, a la provincia musulmana 'Al-Garb' ("el occidente"), que también integraba los territorios portugueses de la Lusitania romana. Esta provincia conoció un momento de gran prosperidad económica, "surgieron entonces numerosas poblaciones que aún hoy conservan sus nombres árabes. La agricultura y la artesanía extremeñas se enriquecieron con nuevos cultivos y especialidades, se multiplicaron las ferias y mercados, e, incluso, las fiestas populares de muchos pueblos actuales recogen la huella cultural de los musulmanes."

De la época árabe sobreviven numerosos topónimos en nuestra región. Miguel Asín Palacios ofrece una lista de 63 nombres de lugar que proceden directamente del árabe y otros 20 "probable o seguramente arábigos no descifrados todavía". Entre los primeros cita los siguientes: Alanje ('la culebra'), Albalá ('la cloaca'), Albuera ('la laguna'), Alcántara ('el puente'), Alía ('alta'), Ceclavín ('esclavos'), Jaraiz ('campo labrado'), Táliga ('libre de impuestos'). Entre los segundos, Alcarrache, Alcollarín, Alcuéscar, Almoharín, Bembézar, Guadajir y Guadarranque. La densidad toponímica árabe en Extremadura es de 2-3 nombres por cada 100 km2.

El período que se abre a partir de la segunda mitad del siglo XII es crucial para el desarrollo lingüístico de Extremadura y para la determinación de su variedad de habla. El proceso de Reconquista va a sentar las bases de la organización administrativa y política de nuestra región; el proceso de Repoblación provocará la existencia de diferencias internas desde el punto de vista lingüístico. A lo largo de todo este período, Extremadura se convertirá en "marca fronteriza entre gentes de distinta raza, de distinta lengua o de distinta cultura" (musulmanes, leoneses, castellanos y antiguos pobladores del reino de Portugal).

La Reconquista cristiana del territorio extremeño se articula en dos fases bien diferenciadas: la primera se desarrolla a lo largo del siglo XII, la segunda durante el siglo XIII.

En la primera etapa de Reconquista el norte extremeño quedó teóricamente repartido, mediante el Tratado de Sahagún, entre los Reinos de León y Castilla: la franja territorial al Oeste de la antigua calzada romana de la Via de la Plata se anexionaría al Reino de León (Fernando II); el margen oriental de dicha calzada pasaría a formar parte del Reino de Castilla (Sancho III).

En la segunda etapa se consolidan definitivamente las posesiones conquistadas y se extiende el territorio cristiano por la región. En 1218 se toma la plaza de Alburquerque; entre 1227 y 1232 se reconquistan Cáceres, Badajoz, Mérida, Montánchez y Trujillo. Medellín, Alanje y Santa Cruz de la Sierra cayeron en poder cristiano en 1234. Por último, en 1248, Fernando III (rey de Castilla y de León) toma Montemolín, en el Sur de Badajoz.

La repoblación de los territorios reconquistados es un elemento trascendental para el estudio de la actual distribución lingüística de Extremadura. El origen, leonés o castellano, de los colonos determinará la extensión y perpetuación de rasgos dialectales distintos en la región.

Los reyes leoneses y castellanos concedieron amplios fueros y privilegios a numerosas poblaciones con la intención de atraer nuevos pobladores (Coria, Cáceres, Usagre, Plasencia, etc.). Extremadura, al finalizar la etapa de Reconquista, era un desierto demográfico: los mudéjares quedaron asentados en aldeas y pueblos, mientras que los primeros cristianos se instalaron en ciudades. Los reyes castellano-leoneses contaron con la ayuda de las Órdenes Militares para proceder a la repoblación de estas tierras (Caballeros Templarios, Frates de Cáceres, Orden de Alcántara, Orden de Calatrava).

Aunque es difícil precisar el origen concreto de los repobladores de numerosos puntos, sí podemos afirmar que el elemento leonés tuvo una participación más activa de lo que tradicionalmente se ha creído. A pesar de todo, habría que tener en cuenta, no sólo el origen nativo de estos pobladores, sino también las relaciones entre unos y otros, que harían modificar, a lo largo del tiempo, la estructura lingüística de estas zonas. En palabras de M. Alvar, "en la frontera, con los castellanos, habría leoneses que podrían decir axan, en na plaça, demays, o cosas parecidas, porque la vida no está en la uniformidad, sino en tantas y tantas diferencias como se pueden encontrar entre unas gentes que vienen de sitios diversos, que se han acercado para gozar las ventajas de la puebla, que se detienen en el mercado o que van y vienen sin encontrar su reposo". Si ya en estos primeros momentos de la formación dialectal extremeña se postulan problemas de interacción entre las distintas variedades, qué no decir de la actual situación, en la que los leonesismos ya no permiten aventurar hipótesis sobre orígenes, al haberse extendido a zonas ajenas al primitivo territorio leonés, y los castellanismos se han hecho generales en todas las áreas.

De este período histórico proceden numerosos topónimos que reflejan distintos orígenes. De la presencia de las Órdenes Militares se documentan, entre otros, Arroyo de San Juan, Santiago de Carbajo, Nava de Santiago, San Vicente de Alcántara, Villa del Rey, Villa Gonzalo, etc. Las poblaciones sureñas de Badajoz con el apellido de León proceden de San Marcos de León, de la que dependían eclesiásticamente: Calera de León, Segura de León, Fuentes del León, etc. Las Puebla y Villafranca denotan aspectos concretos de la repoblación: Puebla del Prior, Puebla de la Calzada, Villafranca de los Barros, etc.

Extremadura, durante los siglos XV y XVI "se convierte en un núcleo subdesarrollado con graves conflictos sociales". Según Rodríguez Sánchez, esta situación está motivada por las siguientes causas:

1. Acumulación de cargos públicos en familias nobles.

2. Control económico que realizan los nobles en perjuicio del pueblo llano.

3. Autoritarismo del concejo y la nobleza sobre las poblaciones de su término.

4. Esfuerzos económicos y humanos exigidos a la población.

5. Diferenciada apariencia y comportamiento social de los poderosos.

Esta precaria situación social y económica se ve compensada en dos frentes distintos, que, aunque puedan parecer tópicos, no son sino la cruda realidad, en cierto modo favorecida por esa situación de empobrecimiento generalizado. Nos estamos refiriendo a la cuestión de la contribución extremeña al proceso de conquista de América y al desarrollo intelectual de la Extremadura del Siglo de Oro.

En el primer bloque hay que citar las extraordinarias hazañas de personajes como Vasco Núñez de Balboa (descubridor del Mar del Sur), Francisco Pizarro (conquistador del Imperio Inca del Perú), Hernán Cortés (conquistador del Imperio Azteca de México), Pedro de Alvarado (explorador de Guatemala), Hernando de Soto (descubridor del Mississipi) y Francisco de Orellana (descubridor del Amazonas), por citar sólo los nombres más sobresalientes de la aventura americana.

Dentro del segundo bloque destacan distintas figuras extremeñas en el campo de las letras y las artes, entre los que se encuentran humanistas como Bartolomé de Torres Naharro, Diego Sánchez de Badajoz, Francisco Sánchez de las Brozas "el Brocense" y Benito Arias Montano, y los pintores Luis de Morales "el Divino" y Francisco de Zurbarán. A ellos habría que añadir multitud de nombres que representaron el saber de su época en diferentes campos (arquitectura, escultura, jurisprudencia, etc.).

La época que se abre a partir del siglo XVII, que se extiende hasta la primera mitad del siglo XVIII, aunque con repercusiones muy posteriores, está marcada por una profunda decadencia política, económica y social, no sólo en Extremadura, sino también en el resto de España. Sin embargo, en Extremadura el problema se acentúa como consecuencia de la proximidad geográfica con Portugal, territorio hostil con motivo de las dos guerras que protagonizó esta nación.

Durante el siglo XIX se produce cierta recuperación demográfica en nuestra región, pero los problemas sociales y económicos siguen presentes como una lacra imposible de solucionar. En este sentido, aceptamos plenamente la opinión de Rodríguez Sánchez, recogida en la siguiente cita:

"Extremadura es y ha sido a lo largo de la historia una región deprimida. Este carácter no se debe a la escasez de recursos económicos, sino a la forma con que éstos han sido explotados y al peculiar reparto que no ha beneficiado más que a un sector minoritario de la población. Extremadura, aún hoy, es una región esencialmente agraria. Su población ha permitido que la propiedad de la tierra y de la cabaña ganadera estuviese en manos de la nobleza y el clero. Este monopolio económico es la causa fundamental de que el pueblo extremeño se nos aparezca como una entidad sojuzgada, sin derechos, sin posibilidades de progreso, cuya liberación ha ido lográndose mediante el desarraigo de la emigración"

Duras palabras que definen breve, pero contundentemente, la realidad del pueblo extremeño. Evitando formular juicios de valor, conviene, no obstante, hacer un comentario a la actual situación de Extremadura: el aparente desarrollo que se siente en el plano institucional y de infraestructuras no tiene relación directa con la evolución social del pueblo extremeño: de poco les sirve a los habitantes una región con carreteras y autovías modernas si en esa región la tasa de paro se sitúa en porcentajes alarmantes o la renta per cápita es la más baja del conjunto nacional.

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