Manuel García-C. Gómez, C U Q U I S Biografía lírica de un can
II.-
LA
GATITA BELINDA
Ya sabes, Cuquis, quiénes eran «Los alemanes» ¿Recuerdas aquellos
vecinos de la casa de al lado, que tenían ocho patos? Tentaciones
sentiste muchas veces de echarte sobre ellos al verlos andar acunándose.
Pero no; fuiste muy valiente y no caíste en la tentación. Pienso
que te encomendabas al perrito de S. Roque, en cuya ermita entraste
tantas veces, y así vencías tus instintos de animal carnicero ¿Verdad,
perruco?
Pues bien; tiempo después de tu muerte, veía yo en su corral una gatita
muy mona, fina, cenceña y elegante, siempre con su rabo en alto, mástil
de invisible bandera o misteriosa antena de gatunas emisoras. La he puesto
«Belinda», por ser bella y linda. No sé ni de dónde la trajeron ni quién
se la regaló. Tiene cierto parecido en el color de su piel, con el gatazo
atigrado, que conocías muy bien y al que nunca pudiste hacer esquilarse
al palo de la luz.
El caso es que salta a la huerta y viene confiada a la casa parroquial. Si
está la puerta abierta, entra sin pedir permiso; y si está cerrada, salta
al alféizar de las ventanas del comedor y, frotándose contra los marcos y
cristales, miaga mañosa y lastimera llamando la atención; y no cesa
hasta que se la abre la puerta.
De pelo finísimo; solamente los largos bigotes y dos pelos largos y
blancos que salen de sus cejas son ásperos como cerdas de jabalí. La
parte superior de su cabeza y todo su lomo, como su rabo tienen color gris
con rayas transversales oscuras. En el rabo lleva anillos, cada vez más
anchos y oscuros hasta terminar en el negro de su punta. ¡Qué mimosilla es! Todo su afán es sobarse contra mis piernas y jugar con los faldones de mi sotana. A veces se sube a las butacas y se tumba y despereza en las almohadillas que allí encuentra. Y si estoy sentado, se sube a mis rodillas y busca acomodo para dormir. Es buena; mira al canario y no le asusta ¿Recuerdas cómo le asustabas tú, queriendo cogerle, cuando le sacaba a la huerta para limpiarle y para que tomara el sol? Pues ella no se me mete con él. Estoy seguro que a Belinda no la hubieras corrido nunca; hubierais sido muy buenos amigos. La queremos mucho la abuelita Florentina y yo. Pero no tanto como a ti, no. No es nuestra y apenas la dejamos entrar en casa. Que se vaya a casa de sus amos. No tengas celos perruco. 15-IX-79 3 Tu hermano Cuquis II. |
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