Manuel García-C. Gómez,         C U Q U I S    Biografía lírica de un can

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No olvides mi historia y si pasas por San Cristobal de Valdeiguña (Cantabria) no dejes de visitarme.isIX.—EL GATO ATIGRADO.

      Sentías ancestral enemiga contra los gatos, de cualquier pelaje que fueran. Cuando salías conmigo, en todos los portales, saltabas a todas las huertas, husmeando siempre por ver dónde había algún felino. Verle y salir corriendo tras él, era todo uno. Todo lo atropellabas por darles alcance. Rompías las coles,  pisabas los ajos y tomateras. No me hacías caso cuando te llamaba al orden, viendo el mal humor en las caras de las amas de las huertas pisoteadas; todo  eran destrozos que tú y el gato hacíais ¡Qué saltos daban ellos por librarse de tus garras y dientes! Se  metían rápidos por las gateras de las puertas de los establos y pajares.

     A cuántos hiciste esquilarse por los postes de la luz o por árboles frutales de los huertos. Allí se quedaban tranquilos y seguros de tus garras. Tú no podías esquilarte como ellos. Y los dejabas, marchándote pero no sin volver la cabeza por ver si ellos se habían bajado, para volver a correrlos. Qué inquina  tan maligna los tenías, Cuquis.

    Algunos te hacían cara; y más de una vez sentiste el cruel arañazo en tu hocico ¿Te acuerdas de aquel gatazo somnoliento, de piel atigrada? Nunca le hiciste correr o esquilarse a los postes. Le tenías respeto. Encorvaba su lomo casi en arco perfecto; te enseñaba los afilados dientes de acero y bufaba rabioso, disparando con rápida ligereza su bien armada zarpa.

    Tu le temías, perruco; y con razón. Ladrabas rondando alrededor suyo a ver por dónde podías atacarle sin que te alcanzara con los garfios de sus uñas. El giraba dándote siempre la cara, como los valientes. Cansado de ladrarle, sin poder cogerle nunca con tu boca, le dejabas olímpicamente y salías corriendo hacia otro portal, buscando otro gato al que correr. El volvía a tumbarse al sol lentamente con sus ojos verdes medio cerrados, pero vigilando astuto.

    En cambio aquellos tres michines de Tita, apenas destetados, siempre burlaban tu persecución. Uno era totalmente negro, con ojillos brillantes; los otros dos eran pintos, amariposeados. Corrían y se metían entre los montones de leña, que Luis tenía siempre en el portal de la casa. Y, apenas tú te marchabas, volvían a salir, cautelosos, como burlándose de ti, Cuquis, confiados en la rápida prontitud de su huida. Hiciste verdadero el refrán de llevarse como perro y gato. Salías fiel a tu raza, perruco.  

El perrazo Turco10 El perrazo Turco.

Te llamabas Cuquis1
Viniste a mi casa2
Te hiciste mozo3
Tu hermana Linda4
Amigo de todos5
Las niñas6
Mariposas, Gorriones y lagartijas7
La perrita Tula8
El perrazo Turco10
La primera salida 11
A los Llares12
Un castigo 13
Subida al Moral14
Un atropello15
Segundo atropello16
Camino de la iglesia17
Las tristezas del cura18
Te pusiste enfermo19
Te llegó la muerte20
La tumba21
Apéndice I.- Lápida y Flores  1
Apendice II.- La gatita Belinda  2
Apéndice III.- Tu hermano Cuquis II  3
Apéndice IV.- En Parla  4
Apéndice V.- Despedida  5