Manuel García-C. Gómez,        C U Q U I S    Biografía lírica de un can

A página principal

No olvides mi historia y si pasas por San Cristobal de Valdeiguña (Cantabria) no dejes de visitarme.V.- AMIGO DE TODOS

Eras amigo de los niños que no te enrabiaban, de los que te querían. Bien notabas tú sus sentimientos ¿Recuerdas? Eras amigo de Jorge, que te cuidó amablemente durante una mi larga ausencia; de José Antonio, el monaguillo rechonchete y formal; de Germán, todo nervios... Jugabas con ellos, te dejabas acariciar manso y humilde, olvidando tu nativa bravura. Porque eras bravo de veras. Cuquis. Siempre dabas la cara. Cuando querían cogerte entre todos, nunca lo conseguían; los burlabas a todos con tu agilidad y soltura. Dabas vueltas y rápidos giros escapando siempre por entre sus piernas, sin que consiguieran atraparte. Qué ágil eras, perruco.

Pero te ponías furioso, y con razón, cuando los grandullones Lipín y José te hacían rabiar, y te amenazaban con varas y palos. Tú los acometías ladrando y queriendo morderlos.

No comprendías, Cuquis, que lo hacían por gozarse con tus rabietas. Tu te metías entre mis piernas; te defendías amparado en los pliegues de mi sotana. Era tu amo y confiabas en él. Ellos también te querían, Cuquis; yo les daba permiso para que te hicieran rabiar. Pero ya veías que cuando les decía que ya estaba bien se venían ellos y te acariciaban. Verdad era que tú mirabas serio y desconfiado, refunfuñando por lo bajo. Pero ellos ya no te hacían sacar el genio.

También eras amigo de aquel niño vallisoletano,  que algunas vacas bajaba a casa con su tío, mi amigo  y compañero, «Bajo» de apellido y estatura, pero muy  alto en cualidades y virtudes sacerdotales. Mi amigo  sentía alergia a los canes. Y como tú estabas acostumbrado a pinarte sobre mi coche y me lo rayabas con tus uñas, sin querer, tenía yo que atarte por el miedo que él tenía a que le rayaras el suyo. Menudo polilla era mi amigo fijándose con escrutadora mirada en todos los detalles; veía rápidamente cualquier mancha o desperfecto que le hubieras causado.

    ¡Cómo sentías tú la perdida de libertad! ¡Qué mal te avenías a la cadena! Te sentabas filosóficamente en la tapia de la huerta y, de vez en cuando, aullabas lastimero. Me daba pena oírte, Cuquis. Pero tenía que hacerlo así, por consideración con mi amigo.

    Nacho, que así se llamaba el chavaluco de Valladolid, deseaba jugar contigo. Pero tenía miedo a su tío. Iba y venía del salón al sitio donde estabas atado. Soltaba la cadena, daba dos pasos contigo y volvía a dejarte donde estabas atado. Dándome cuenta de todo, le dejaba que te sacara por la huerta. Lejos del coche del tío; y llevándote de la cadena.

    No era esto lo que tú deseabas, pero salías contento con él. Nacho te paseaba por la huerta; te hacía subir a la tapia, te bajaba y te volvía a ordenar que subieras y bajaras. Le seguías en sus juegos y carreras; ibas y venías por donde él te dejaba ir. Salía también a la carretera, paseándote, vanidoso, como si fuera un principillo velazqueño.

Las niñas6 Las niñas.

Te llamabas Cuquis1
Viniste a mi casa2
Te hiciste mozo3
Tu hermana Linda4
Las niñas6
Mariposas, Gorriones y lagartijas7
La perrita Tula8
El gato atigrado9
El perrazo Turco10
La primera salida 11
A los Llares12
Un castigo 13
Subida al Moral14
Un atropello15
Segundo atropello16
Camino de la iglesia17
Las tristezas del cura18
Te pusiste enfermo19
Te llegó la muerte20
La tumba 21
Apéndice I.- Lápida y Flores  1
Apendice II.- La gatita Belinda  2
Apéndice III.- Tu hermano Cuquis II  3
Apéndice IV.- En Parla  4
Apéndice V.- Despedida  5