Manuel García-C. Gómez,         C U Q U I S    Biografía lírica de un can

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No olvides mi historia y si pasas por San Cristobal de Valdeiguña (Cantabria) no dejes de visitarme.XIX.—TE PUSISTE ENFERMO

       Mucho después... ¿Qué te pasó aquella noche, Cuquis? Hacía varios días que casi no parabas en casa; solamente volvías a las horas de comer y cenar ¿Por dónde andabas? Riñas y ladridos de perros se oían con frecuencia aquellas noches por las huertas y callejas del pueblo.

      Una mañana volviste un poco triste con una de tus patas delanteras hinchada. No tenías ganas de nada; no te gustaba ni jugar; no ladrabas ni corrías a los gatos, tu afición predilecta; casi ni comías. Mirabas triste; lamías con frecuencia tu mano enferma; tenía como un eczema y empezaba a sudar aguadija.

        Te gustaba estar tumbado en la frescura del césped de la huerta, a orillas del pozo; otras te echabas en el felpudo de goma de la puerta de la casa. Y sobre todo en el garaje, en el cajón que de noche te servía de cama. Te costaba salir conmigo camino de la iglesia con lo que antes te gustaba, perruco ¿Qué tenías, Cuquis? Me mirabas con tristura, como sintiendo que yo no adivinara y curara tus dolencias. Yo sufría mucho, perruco; sufría al no poder entenderte  ni curarte. El veterinario no vino; estaba ausente en su amada tierra asturiana.

        Pasaban los días y cada vez estabas peor. Te quedabas tumbado en el cajón, metido el hocico entre tus patas traseras, hecho un ovillo. Te costaba respirar; tus narices supuraban sanguinolento moco, que se solidificaba, secado por tu respiración. Qué gusto te daba que el amo te lo limpiara con agua tibia y abriera así los huecos de tus naricillas. Respirabas más a gusto; y me mirabas agradecido, perrín.

       Salías a beber agua; tenías sed; mucha sed. Y volvías cansino y torpe, a tu lecho de virutilla, esponjada y suave como bálago de centeno. Y cada día estabas más delgado, más triste, más decaído. Ni la ciencia ni mis remedios caseros pudieron hacerte nada de provecho. Estabas ya, Cuquis, herido de muerte.

       También estaban, como tú, León y Luky, los perros de tío Tomás. Bien los conocías tú; de los dos eras amigo, sobre todo de Luky. Algún bárbaro —que sí los hay, Cuquis, sí los hay— os envenenó a los tres. Como antes envenenaron a otros canes ¿No te acuerdas, perruco, de Tula? También ella fue una víctima del mortal veneno.

       León, grande y fuerte, logró superarlo y ya curó. El otro día saltó a la huerta; fue a buscarte al garaje.

       Al no encontrarte allí, olfateó el ambiente y fue a la tumba donde estás tú volviéndote tierra. Con detenimiento olisqueó alrededor y empezó a remover la tierra, que te cubre, con sus zarpas. No le dejé. Levantó sorprendido la cabeza; me miró extrañado de que no le dejara liberarte. Y triste y pesaroso, se fue lento a su casa. Más días ha vuelto. Ahora ya no entra en el garaje; ya sabe dónde estás. Viene, olfatea la tumba, me mira y se va.

       Pero el pobre Luky, con el que tanto jugabas luchando los dos, no pudo superar la prueba y murió entre estertores, dos días antes que tú. Pero nadie le recuerda ya; nadie escribirá su historia, como tu amo lo hace contigo. Bien lo mereces tú, perruco ¿Qué menos iba yo a hacer por ti?

Te llegó la muerte20 Te llegó la muerte.

Te llamabas Cuquis1
Viniste a mi casa2
Te hiciste mozo3
Tu hermana Linda4
Amigo de todos5
Las niñas6
Mariposas, Gorriones y lagartijas7
La perrita Tula8
El gato atigrado9
El perrazo Turco10
La primera salida11
A los Llares12
Un castigo13
Subida al Moral14
Un atropello15
Segundo atropello16
Camino de la iglesia17
Las tristezas del cura18
Te llegó la muerte20
La tumba21
Apéndice I.- Lápida y Flores  1
Apendice II.- La gatita Belinda  2
Apéndice III.- Tu hermano Cuquis II  3
Apéndice IV.- En Parla  4
Apéndice V.- Despedida  5