Manuel García-C. Gómez,          C U Q U I S    Biografía lírica de un can

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Deja un mensaje a CuquisXIII.—UN CASTIGO

           Una tarde tuve que castigarte, Cuquis ¡Cómo me dolió el dártelo! Fue un domingo precisamente. Los domingos pasabas las mañanas atado a la puerta del  garaje o con la tabla colgada al cuello; así no te salías de casa.

          Por la tarde te soltaba; y gozabas y agradecías la recobrada libertad. Aquella tarde de primavera, rayana ya en el verano, fuimos paseando los dos carretera arriba Tú correteabas por las fincas colindantes a ambos lados del camino real. Olfateabas perdidos caminos, adivinando recientes pasos de algún gato o de alguna «Bonita», ya escondida en previsión de posibles peligros.

          Yo iba leyendo una antología de poetas modernos. Para librarme del cansancio y del mal sabor de boca que aquella lectura me producía con tanto fárrago de líneas, escritas «sin ton ni son, sin regla ni compás» y sin apenas verso aprovechable, me paraba de vez en cuando y me sentaba en las paredes de las fincas, contemplando el luminoso paisaje de castaños que cubre una de las laderas de las cuestas que cierran el valle. 

      Y te vi subir la pinada pendiente de un prado en el que pastaban unas ovejas de largas y greñudas lanas; mochas de cuernos y pintadas cabezas y patas. Ellas, al verte, levantaron sus cabezas mirando temerosas con ojos de sorpresa. No te habían dado motivo ninguno para aquel alocado ataque.

      Todas se desmandaron al darse cuenta de tus dañinas intenciones. Porque ibas con mala idea, Cuquis. Tú, sin hacer caso a mis urgentes llamadas al orden, te lanzaste a perseguirlas corriendo tras una de ellas. La más cercana; espantada,  emprendió veloz carrera tratando de esquivarte. Las otras cesaron en su carrera, bien alta su cabeza y observando tus correrías tras su compañera. Ibas ciego tras ella, despertada tu codicia de fiera salvaje primitiva, que no te dejaba oír mis voces de llamada.

Salió el ama de aquellos animales, que nada te habían hecho, despotricando del perro y del amo. Ella te hizo volver a razón, tirándote, con mala puntería piedras y hasta el palo con que se sostenía para no rodar por aquel suelo tan pendiente.

        No te atreviste a bajar donde estaba tu amo temeroso ante la mala fechoría que habías hecho, perruco. Porque sí, Cuquis, sí; te portaste mal, muy mal. Y así, distanciados el uno del otro y tú recelando de cualquier movimiento mío, llegamos a casa. No quisiste entrar; lo temías y con razón. Pero al fin te atrapé y te di, con dolor, varios zurriagazos, que también a mí me dolían, perruco.

       Poco después, cuando te llevé la cena, lamías, arrepentido, la mano que te había azotado. Estabas pesaroso de tu mala acción ¿Verdad, Cuquis? Te atusé la cabeza, te hablé compasivo y la alegría volvió a lucir en tus miradas, agradecidas y nada rencorosas.

Subida al Moral14 Subida al Moral.

Te llamabas Cuquis1
Viniste a mi casa2
Te hiciste mozo3
Tu hermana Linda4
Amigo de todos5
Las niñas6
Mariposas, Gorriones y lagartijas7
La perrita Tula8
El gato atigrado9
El perrazo Turco10
La primera salida 11
A los Llares12
Subida al Moral14
Un atropello15
Segundo atropello16
Camino de la iglesia17
Las tristezas del cura18
Te pusiste enfermo19
Te llegó la muerte20
La tumba 21
Apéndice I.- Lápida y Flores  1
Apendice II.- La gatita Belinda  2
Apéndice III.- Tu hermano Cuquis II  3
Apéndice IV.- En Parla  4
Apéndice V.- Despedida  5