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CULTURA: LA EXPERIENCIA ESTUDIO ABIERTO
La rutina del Abasto, alterada por un evento
multidisciplinario
Instalaciones
inquietantes se dejan ver en un antiguo depósito. En tanto, la
gente espía la intimidad de los artistas que trabajan en la zona.
Ayer pasaron por el lugar unas 11 mil personas.
En el barrio del Abasto ocurren
cosas raras. Muy raras. Por ejemplo y para empezar, en un galpón
de 1600 metros, en Anchorena 665, hay murales que parecen sangrar, estatuas
retorciéndose y cuadros que titilan. Los sonidos llegan confusos
y desde fuentes diversas; los colores, al borde del estallido. Es una
postal de Estudio Abierto, un evento con una oferta de 400 actividades
culturales
Desde
ayer y hasta esta noche se puede participar de esta experiencia multidisciplinaria.
A saber: visitar ateliers de artistas plásticos , degustar comidas
de las diferentes comunidades que habitan la zona (la peruana es una de
las más numerosas) y ver obras de teatro del off de Corrientes
a entradas por $3. También hay danza, acrobacia, literatura y música.
La mayoría de las propuestas son con entrada libre y otras con
precios muy accesibles.
Una
muchacha asoma la cabeza y su cuerpo se crispa con los gritos. "Son
las chicas que están ensayando una obra", la calma un tipo
canoso. Estamos en el galpón, riñón creativo de Estudio
Abierto que reúne la obra de galeristas de la zona. En la entrada,
se despliega un mural del artista plástico Fernando Bedoya. Allí
se alinean diversas estampitas con rostros de presidentes argentinos y
cuerpos de enanos de jardín. Una leyenda inscripta debajo de cada
uno los iguala: "Argentina país del mañana". En
el primer piso, en una sala oscurecida adrede, sorprende una instalación
de un avión gigante sobrevolando una ciudad. En el suelo, minúsculas
luces reproducen la vista aérea de un entramado urbano. Los artistas
Agris Inchausti y Gus tavo Parinelli lo llamaron Area de una ciudad.
"Se
ve que este hombre tiene cable para rato", ironiza una señora
acerca de la obra de Fernando Lanceloti, que con cables de colores escribió
una poesía sobre los ladrillos de la pared. "La realidad es
una línea de puntos....", comienza su poema que tituló
Letra sucia. Esto se puede ver en el tercer piso del galpón, donde
a la arquitectura de depósito abandonado de electrodomésticos
se opone una exuberante jungla artística. De la galería
Dabbah/Torrejón sobresalen Manos en la masa, una obra de videoarte
sobre el pan y la instalación de Martín Corujo que muestra
un atril con teclas que semejan notas de fuego y se mueven al compás
de una sinfonía creada especialmente por Manuel Schaller. Una pareja
descansa de tantos estímulos, sentada sobre un sillón rojo.
"Estamos exhaustos, pero esto es maravilloso", dicen.
Esta
es la segunda temporada para Estudio Abierto. El año pasado unas
70.000 personas se sumaron a un itinerario similar en los barrios de San
Telmo, Palermo y La Boca. "Cada uno con su característica.
En San Telmo había quizás artistas más consagrados,
en Palermo, mucho diseño joven, en La Boca, la bohemia, y aquí
arte under, periférico si se quiere", describe Silvia Fajre,
subsecretaria de Patrimonio Cultural de la Ciudad. En esta oportunidad,
los organizadores estiman que sólo el sábado visitaron la
muestra unas 11 mil personas. Para hoy, se espera a más del doble.
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Una
de las características más novedosas de este Estudio Abierto
es la posibilidad de visitar los ateliers de artistas que viven y trabajan
en la zona de Almagro y Abasto. Para poder husmear en la cocina de sus
hogares hay que inscribirse previamente en un puesto central ubicado en
la Plaza del Zorzal, en el shopping Abasto de Buenos Aires. Los recorridos
se inician a las 12.30 con grupos de diez a veinte personas que salen
de recorrida cada media hora.
En
el corazón de Almagro está la casa y atelier de la artista
plástica Silvia Flichman. Allí un nutrido y variado grupo
de curiosos observa sus pinturas realizadas con diversos materiales. "Yo
vine porque quiero conocer a los artistas de mi barrio", dice en
un susurro Elena Moreno. Es una casa antigua, refaccionada por su esposo
arquitecto y también artista plástico Leo Ferretti. En una
vitrina varios soldaditos de plomo rememoran otras épocas. Crearlos
es uno de los pasatiempos de Ferretti. El público, admirado. A
pocas cuadras está el atelier de de Alejandro Cerletti, el grupo
se apretuja para ver sus obras realizadas con técnicas chinas.
"¿Usás algún tipo de pincel en especial?",
inquiere un muchacho "No. En realidad, se trabaja mucho con el trapo.
La cuestión es controlar el agua", le responde Cerletti. Una
nena de 11 años intenta no perderse detalle. Su padre, Ricardo
Salvochea, habla por ella: "La traje porque estudia pintura. Yo no
tengo nada que ver con el arte. Soy corredor de Bolsa". Mientras,
el resto del grupo camina rumbo al próximo destino, donde hay otro
misterio por descubrir.
Clarin,
2 de junio de 2002
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