POEMAS

 

 

JARDÍN DE INVIERNO

Llega el invierno. Espléndido dictado

me dan las lentas hojas

vestidas de silencio y amarillo.

Soy un libro de nieve,

una espaciosa mano, una pradera,

un círculo que espera,

pertenezco a la tierra y a su invierno.

Creció el rumor del mundo en el follaje,

ardió después el trigo constelado

por flores rojas como quemaduras,

luego llegó el otoño a establecer

la escritura del vino:

todo pasó, fue cielo pasajero

la copa del estío,

y se apagó la nube navegante.

Yo esperé en el balcón tan enlutado,

como ayer con las yedras de mi infancia,

que la tierra extendiera

sus alas en mi amor deshabitado.

Yo supe que la rosa caería

y el hueso del durazno transitorio

volvería a dormir y a germinar:

y me embriagué con la copa del aire

hasta que todo el mar se hizo nocturno

y el arrebol se convirtió en ceniza.

La tierra vive ahora

tranquilizando su interrogatorio,

extendida la piel de su silencio.

Yo vuelvo a ser ahora

el taciturno que llegó de lejos

envuelto en lluvia fría y en campanas:

debo a la muerte pura de la tierra

la voluntad de mis gerruinaciones.

 

 

CAMPESINA

Entre los surcos tu cuerpo moreno

es un racimo que a la tierra llega.

Torna los ojos, mírate los senos,

son dos semillas ácidas y ciegas.

 

Tu carne es tierra que será madura

cuando el otoño te tienda las manos,

y el surco que será tu sepultura

temblará, temblará, como un humano

 

al recibir tus carnes y tus huesos

-rosas de pulpa con rosas de cal:

rosas que en el primero de los besos

vibraron como un vaso de cristal-.

 

La palabra de qué concepto pleno

será tu cuerpo? No lo he de saber!

Torna los ojos, mírate los senos,

tal vez no alcanzarás a florecer.

 

Ausencia

Apenas te he dejado,

vas en mí, cristalina

o temblorosa,

o inquieta, herida por mí mismo

o colmada de amor, como cuando tus ojos

se cierran sobre el don de la vida

que sin cesar te entrego.

Amor mío,

nos hemos encontrado

sedientos y nos hemos

bebido toda el agua y la sangre,

nos encontramos

con hambre

y nos mordimos

como el fuego muerde,

dejándonos heridas.

Pero espérame,

guárdame tu dulzura.

Yo te daré también

una rosa.

 

MUJER, NADA ME HAS DADO

Nada me has dado y para ti mi vida

deshoja su rosal de desconsuelo,

porque ves estas cosas que yo miro,

las mismas tierras y los mismos cielos,

porque la red de nervios y de venas

que sostiene tu ser y tu belleza

se debe estremecer al beso puro

del sol, del mismo sol que a mi me besa.

Mujer, nada me has dado y sin embargo

a través de tu ser siento las cosas:

estoy alegre de mirar la tierra

en que tu corazón tiembla y reposa.

Me limitan en vano mis sentidos

-dulces flores que se abren en el viento-

porque adivino el pájaro que pasa

y que mojó de azul tu sentimiento.

Y sin embargo no me has dado nada,

no se florecen para mi tus años,

la cascada de cobre de tu risa

no apagará la sed de mis rebaños.

Hostia que no probó tu boca fina,

amador del amado que te llame,

saldré al camino con mi amor al brazo

como un vaso de miel para el que ames.

Ya ves, noche estrellada, canto y copa

en que bebes el agua que yo bebo,

vivo en tu vida, vives en mi vida,

nada me has dado y todo te lo debo.

 

IVRESSE

Hoy que danza en mi cuerpo la pasión de Paolo

y ebrio de un sueño alegre mi corazón se agita:

hoy que sé la alegría de ser libre y ser solo

como el pistilo de una margarita infinita:

oh mujer -carne y sueño-, ven a encantarme un poco,

ven a vaciar tus copas de sol en mi camino:

que en mi barco amarillo tiemblen tus senos locos

y ebrios de juventud, que es el más bello vino.

Es bello porque nosotros lo bebemos

en estos temblorosos vasos de nuestro ser

que nos niegan el goce para que lo gocemos.

Bebamos. Nunca dejemos de beber.

Nunca, mujer, rayo de luz, pulpa blanca de poma,

suavices la pisada que no te hará sufrir.

Sembremos la llanura antes de arar la loma.

Vivir será primero, después será morir.

Y después que en la ruta se apaguen nuestras huellas

y en el azul paremos nuestras blancas escalas

-flechas de oro que atajan en vano las estrellas-,

oh Francesca, hacia dónde te llevarán mis alas!

 

 (Pablo Neruda)

 

NEODAN MAS

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