En mi memoria infantil, quedó grabado para siempre el nombre de "Juanín". En la década de los sesenta, tanto él como su inseparable Bedoya, permanecían vivos en la memoria colectiva y clandestina de mi entorno. Los mayores aun hablaban de ellos con cautela, aunque sus relatos dejaban traslucir un cierto grado de admiración oculta. Ante mis preguntas directas sobre si era Juanín de "los buenos o de los malos", a lo sumo las respuestas  esgrimían un:  "se vio obligado a ello". Para mi aquello fue suficiente para ubicarlo en mi particular Olimpo entre la realidad y la leyenda marcada por los silencios impuestos en torno a la guerrilla.

      

        Esta página no tiene un trasfondo político. Mi única intención es rendir un personal homenaje a quien fruto de la verdad o la leyenda (o una fusión de ambas) constituyó para mi durante años, todo un icono de idealismo y libertad. Motivo por el cual, algún 24 de abril, deposité en el cruel muro de la curva del molino, (donde fue expuesto su cadáver) un sencillo ramo de flores silvestres, que mis hijos me ayudaron a recoger  en el antiguo camino de Señas, por donde Juan Fernández Ayala se dirigió a su trágico final.

 

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        Además la página quiere ser un punto de encuentro, para todos aquellos que en alguna ocasión, al internarse en alguna de nuestra maravillosas montañas, tuvieron al menos un fugaz recuerdo para aquellos que el destino quiso, que emboscados habitasen sus entrañas.  

        También pretende constituir una propuesta, para visitar la siempre atractiva Liébana de una forma diferente. Esa Liébana,  que por su agreste geografía, llegó a convertirse en  comarca guerrillera por excelencia, durante y tras la Guerra Civil Española.

 

Alfredo Cloux

 

 

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