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COSTA RICA, UN PAÍS SIN EJÉRCITO

 

por

Llorenç Vidal

 

El primero de diciembre de cada año en el país hermano de Costa Rica se celebra una efemérides muy singular: el "Día de la Abolición del Ejército", jornada instituida bajo la presidencia de Oscar Arias, en 1986, y en la que "se insta a todos los costarricenses y a los extranjeros radicados en el país, así como a las instituciones públicas y privadas, a reflexionar sobre este hecho fundamental de la historia patria y a celebrarlo con la dignidad y el decoro que merece la fecha".

 

Esta celebración tiene su base en la Constitución Costarricense de 1949, actualmente vigente, en cuyo artículo 12 del capítulo único del título primero, se dice:

 

"Se proscribe el Ejército como institución permanente.

"Para la vigilancia y conservación del orden público, habrá las fuerzas de policía necesarias.

"Sólo por convenio continental o para la defensa nacional podrán organizarse fuerzas militares; unas y otras estarán siempre subordinadas al poder civil; no podrán deliberar, ni hacer manifestaciones o declaraciones en forma individual o colectiva".

 

La Comisión Redactora de la Constitución de la Segunda República justificó así su posición civilista y desmilitizadora:

"En nuestra opinión, proscrita la guerra como instrumento de política nacional e internacional -como lo está- y aceptado por todos los países del Continente el arbitraje obligatorio para solucionar los conflictos internacionales; careciendo felizmente Costa Rica de toda tradición militar y observando los daños graves que el militarismo ha producido en casi todos nuestros países, sin ningún beneficio compensatorio, hemos pensado que no existe razón alguna para mantener un ejército".

 

La Profesora Marta Eugenia Monge Piedra, autora del libro "La Abolición del Ejército en Costa Rica" y relatora de la comunicación titulada "La abolición del ejército en Costa Rica: una experiencia que nos educa" en el encuentro de Escuelas Asociadas a la UNESCO celebrado en Granada, aclara:

 

"Como país vivimos preparados para la no-violencia, y podemos pensar que la ausencia de la fuerza armada ha determinado una manera de ser costarricense; a la inversa, podemos también pensar que es nuestra manera de ser la que ha determinado nuestra desmilitarización. Sea como sea, esta situación genera un modo de vivir.

"Los padres, las madres, los hermanos y hermanas, los hijos e hijas costarricenses hace ya mucho tiempo que olvidaron las despedidas en el andén, las banderas sobre el ataúd.

"Las historias de 'desaparecidos', de hijos que se van a la montaña, a las guerrillas, de seres queridos torturados, son para nosotros sólo historias ajenas.

"Los costarricenses en general estamos satisfechos de ser un país desarmado. Sin embargo, a veces se alzan voces que nos hablan de lo bueno que sería tener en casa una fuerza armada, en nombre de la seguridad nacional. En algunos momentos de nuestra historia, se ha querido volver a las armas. No ha faltado gobierno que intentara la adquisición de armas, prestadas o cambiadas, bajo el pretexto de proteger nuestras fronteras. Sabemos que subterráneamente se ha pretendido entrenar un cuerpo paramilitar. Incluso se ha hablado de cifras de activos que reciben entrenamiento en combate... Pero los costarricenses repudiamos la presencia física de la fuerza.

"No tener ejército nos ha permitido invertir en desarollo. La educación, la salud, la seguridad social, la protección de la naturaleza, la infraestructura para el transporte, han sido posibles gracias a que se ha dispuesto de un presupuesto nacional libre de ejército".

 

Costa Rica: Un país sin ejército. Todo un ejemplo para la reflexión internacional.

Llorenç Vidal

 

(Última Hora, Palma de Mallorca, 9 de diciembre de 1996)

 

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