GANAS DE REÑIR

 
(sainete teatral)
por Serafín y Joaquín Álvarez Quintero

 

Un rincón de una calle en Sevilla. En la puerta de la casa de Martirio. Es por la tarde, en primavera.

Martirio, bellísima mujer, hija de un popular regente de imprenta, sale a la puerta de su casa a esperar sentada a su novio (Julián), que es fotógrafo. Tiene los ojos negros y negro el cabello, y esta tarde, negras también las intenciones. Le ha amanecido el día con ganas de reñir.

Anotaciones de los autores, en letra cursiva negra.
Texto de Martirio en color rosa.
Texto de Julián en color azul.

¡Jesús con mi madre! ¡Las cosas de las viejas, señó! Si una no riñera con su novio na más que cuando tiene motivo, ¡vaya una grasia! ¡Una grasia mohosa! La cuestión es reñí sin motivo. Se tienen ganas de reñí como se tienen ganas de comerse un durse o de tomá un pescao. Y hoy tengo yo ganas de reñí. Y riño. ¡Ya lo creo que riño! Santitos que me pinte van a sé demonios. Esta tarde riño con é. No es que terminemos, no; es que riño esta tarde. Se me ha puesto en la cabesa reñí. Ayí viene. Míalo qué risueño. Poco le va a durá la sonrisa. Y contoneándose;  (ya te daré yo a ti contoneo). Y creyendo que lo voy a resibí como a un Rey Mago. ¡Sirba, sirba!... ¡To el aire que eches fuera te lo vas a tener que sorbé!... ¡Sirba, sirba!...

Breve pausa. Sale, en efecto, silbando Julián, con rostro placentero. El hombre viene a pasar allí el mejor rato de todo el día.

Hola, perdisión.
Hola. ¿No traes er perro?
No. Lo he dejao en casa.
¡Como venías silbando!...
¡Ah! Contento que está uno.
¿Estás tú contento?
¿No me ves? ¿Y tú, no estás contenta?
Estándolo tú...
Me lo dises con una cara...
Con la que tengo, hijo.
¿Te pasa argo?
¿A mí? ¿Por qué?
¡Qué sé yo! Te veo de una forma... ¿Me he retardao, quisás?  (Mira su reloj) Ar contrario: no; son las seis, y tos los días vengo a las seis y media...
Lo cuá significa que tos los días pués vení antes, y no vienes... porque no se te antoja.
Según se da er trabajo en la fotografía...
Yo no me voy a meté en averiguarlo, ¿sabes?
Unas veses acude mucho público y otras veses poco…
¡Si no te pido explicasiones, Julián! Ayá tú.
Er resurtao es que te incomodas porque vengo a verte media hora antes. Lo tendré presente pa mañana.
¿Pa mañana? No pienses pa tan lejos.
¿Eh?
Ya lo he dicho.
(Haciéndose cargo de la situación, como otras veces)  ¡Bueno está! (Pausa.    Silba de nuevo)
Sirba, hijo, sirba más; a vé si viene er perro y me yena de purgas.
Tú, tú; que mi perro no tiene purgas.
¡Ah! es verdá: soy yo quien se las pega ar perro.
Pero, mujé, ¿qué bicho te ha picao?
¡Habrá sío una purga!
¡Vaya! (Breve pausa) ¿Y tu madre?
¡Ya era hora, hombre!
¿Qué?
¡Ya era hora de que me preguntaras por eya!
¡Si acabo de yegá, Martirio!
Pero has tenío tiempo de hablá de veinte cosas antes que de mi madre: er perro, los sirbíos, mi cara, tu negosio, la hora, las purgas... ¡Lo úrtimo, mi madre! ¡Bien le pagas lo que te quiere! Pos te engañas en más de la mitá: mi madre, pa mí, es lo primero. Si lo quieres así, lo tomas, y si no, lo dejas. Esto no armite variante.
To lo que sea pa ti lo primero lo es siempre pa mí.
¿Mi madre va a sé pa ti primero que tu madre? ¡Eso se lo cuentas a tu abuela!
Bueno, cuando no se quiere comprender...
¡Si yo soy un soquete!
 (Pausa)
¿No me has sacao silla?
¡Como no pensaba que ibas a vení tan temprano!... ¡Has venío tan temprano!...
Claro; sí. Iré yo por una, en castigo.  (Va a entrar en la casa y la impertinencia de Martirio lo detiene)
Mi padre bueno; grasias.
Con tu padre he estao yo hablando hase sinco minutos, y sé que está bueno. Salía de la imprenta y lo he acompañao hasta el café.
Pero ¡yo no soy adivinadora!
Es verdá. ¡Ni yo adivinadó tampoco! ¡Y bien que lo siento; porque me gustaría adiviná qué caracoles te susede esta tarde!
Mira, mira, fotógrafo: gritos y palabrotas, no; que la caye es muy ancha y pués irte por donde más coraje te dé. (Julián hace un gesto, y luego se vuelve de nuevo hacia la casa para entrar en ella) ¡Ahí está! Ensima, vuérveme la esparda.
¡Si voy por la silla! ¿He de entrá en tu casa andando pa atrás, como pasean las monjas? (Se mete dentro tal como dice)
Ya verás, ya verás. Toavía no he empesao. Y er día que me coge con ganas de reñí, ér mismo me ayuda. Na más de verlo tan campante, se me aumentan. Paesco una gata frente a un perro. Ya verás, ya verás.
(A él, que trae una silla)
 ¡Hombre, qué bonito! ¿No se te ha ocurrío cogé la silla más que de la sala?
La que he encontrao más serca, Martirio.
Y ¿no se te figura mucho lujo pa la puerta e la calle?
¿Cuár traigo, entonses? ¡Dímelo tú!
¡Cuarquiera menos ésa!
¡Bueno!  (Se mete en la casa con la silla lujosa)
Ya verás, ya verás. ¿De dónde sacará mi madre que pa reñí hasen farta motivos? ¡Chocheses! Y, sobre to, que si yo no riño esta tarde, no duermo esta noche. ¡Y prefiero que no duerma él!
(Vuelve Julián con otra silla vieja cuyo asiento está roto)
¿Habré asertado ahora? ¡No me dirás que ésta es de lujo!
¡Mira qué ángel tienes también! ¡Míralo qué grasioso! ¡Ponme en vergüensa, hombre! ¡Que cuarquiera que pase y la vea prinsipie a llamá a voses ar siyero!
No tengas cuidao, porque el asiento voy a taparlo yo ahora mismo. (Se sienta) Ya está. ¡Lo que es otra silla no saco!  (Pausa. Él no sabe ya qué decirle. Enciende un cigarrillo)
¡No podía faltá la chimenea!
(Levantándose y tirando el pitillo con rabia). ¡Caray, que no hay manera de entenderte!
¿Ves? ¡Ya está el asiento al aire!
¡Pues déjalo! ¡Así se ventila! Quéate con Dios, y tómate un cosimiento pa la sangre, prenda.
¡Ah! pero ¿te vas?
¡Naturarmente! ¡Ni que te conosiera de dos días! Ya está visto que esta tarde hay que peleá porque sí. Y como está visto y yo no quiero peleá porque sí, me voy sin más espera.
Pretextos para dejarme cuando te aguardan los amigos, no te fartan nunca.
¿Es desí, que yo me voy ahora por gusto, por capricho?
¡A vé!
¡Ea! ¡Pos no me voy: me quedo! ¡Te brindaré este plato una vez más!
¿Una vez más o una vez menos?
Eso no lo entiendo, Martirio.
Ni yo tampoco. Pero en esta casa el regente de imprenta es mi padre: yo no tengo por qué medí las palabras. Digo siempre lo que se me viene a la boca. Si conviene, bien; y si no, lo dicho: la caye es más larga que ancha y está sembrá de cayejuelas. Don Rodrigo murió en la jorca. Y fuma, fuma si te lo pide er cuerpo.
No. Te molesta el humo.
El humo, no: es lo único que no me molesta. Me molesta er pitillo. El algodonsito de la boquiya ¡me da un asco!... ¡Uf! ¡Qué asco me da!
¡Pos fumo emboquillaos porque te daban asco los otros!
¡Pos ahora me dan asco los emboquiyaos!
Sí, sí.

(Después de otro silencio, se levanta y se acerca a ella para quemar el último cartucho.  Advierte entonces que vuelve a dejar descubierto el roto asiento de la silla, y lo tapa con el sombrero)
¿Se te pué preguntá una cosa?
Y siento: ¿soy yo un puercoespín?
¿Has resibío las pruebas de los retratos?
¿De qué retratos?
¡De los tuyos!
¿De los míos? Pero, ¿aqueya soy yo? ¡Qué való tienes! ¡Te lusiste, hombre! Aquella será una muñeca; pero ¡lo que es yo!... Por toa la vesindad he paseao las pruebas, y la que más, ha tomao el retrato por er de una parienta mía más negra que er betún. ¿Soy yo tan negra, hijo?
¡Desgrasias! Ya ves tú, yo estaba contento...
Amor propio de los artistas. Pero ni conmigo ni con mi familia das nunca en er clavo. Siempre te has de estrellar. Acuérdate de lo der tío Jasinto.
¿Qué es lo der tío Jasinto?
¿No te acuerdas? Pues ¡chico bochorno pasó! Le hisiste tú er retrato pa er kilométrico, tomó el tren... y en la primera estasión lo echaron abajo. ¡Si se paresería!
(Sonriendo)  Ese es un cuento que anda por Seviya... y a ti se te ha antojao encajármelo ahora. Pero yo no soy aquer fotógrafo. En fin... la voluntá me sarve. Veremos otra vez.
¡Como que voy yo a está vistiéndome ca cuatro días y subiendo y bajando a tu palomá hasta que tú des en la yema! Y cuidao que te lo previne: ¡lloviendo no sale bien ningún retrato! Pero te empeñaste. Y en er momento de quitarle er tapón a la máquina, diluviaba.
Sí, sí. (Se hace aire con la gorra)
¿Tienes caló?
¿Es que no lo hase?
Yo no tengo ninguno.
Pos yo sí.
Tú eres mu fogoso.
¿Mu fogoso?  (Con violencia y coraje)   ¡Si yo fuera mu fogoso, Martirio!...
¿Qué? ¡Acaba, hombre! Amagá y no da es de... de...
¿De qué? ¡Acaba tú!
Acaba tú primero.
Sí, voy a acabá, sí: voy a acabá por irme.
¡Como que no deseas otra cosa desde que llegaste!
¡Cuando lo despiden a uno!...
¡Cuando una ve que se viene ar lao de una por compromiso!...
¡Cuando uno se convensce de que no se trata más que de peleá sin rasón!...
¡Ah! ¿Yo no tengo rasón pa peleá contigo esta tarde?
¿Qué rasón tienes?
¿No tengo rasón?
¡Dime una siquiera!
No te dará en los dientes, goloso.
¡Dime una!
Eso quisieras tú. A mí me gusta que se me lean las cosas en la frente.
¡Pos lo que es eso!... Apenas he llegao esta tarde te he leío como en un carté. (Se señala a la frente) ¡Ganas de reñí que tienes hoy! ¡Ni más ni menos!
¿Ganas de reñí?
¡Ganas de reñí que te entran como un costipao... y hasta que no lo sudo yo no te pones buena! ¡Ea! ¡De verano!
¿Ar fin te vas?
¡Claro! ¿Pa qué he de quedarme más tiempo? ¿No querías reñí? ¿No hemos reñío ya? ¡Pos Santas Pascuas y que sea enhorabuena!
Mira, Julián, no grites, que estamos en la calle.
¡Pos métete dentro!
¡Qué bonita contestasión! ¡Y soy yo la de las ganas de pelea!
¡No; soy yo!
¡Digo, si eres tú!
¡Yo, yo; yo que he venío a verte con esas intensiones!
¡Eso es!
¡Eso es!  (Con sorna)
¡Eso, eso es; no lo repitas con retintín!
¡Sin retintín ninguno!  ¡¡Eso es!!
¡Eso es!
¡Ya, grasias a Dios, estamos de acuerdo!  Y como ya estamos de acuerdo grasias a Dios...  ¡hasta mañana si Dios quiere! ¡O hasta er día der Juisio!
¡Hasta er vaye de Josafá! ¿A mí qué?
¡A sudá er constipao!   (Se va, echando fuego por el lado contrario al que llegó)
¡A sudarlo! ¡Tómate un sello urgente!  (Gritándole cuando ya ha desaparecido)
¡Si te piensas que ahora voy a llorá, te equivocas!  
(Sonriendo dichosa después)
¡Diga mi madre lo que quiera, esto sabe a gloria bendita! ¡Ay, qué a gusto estoy!

Negro se va pa Triana.
Y ér sabe que hemos reñío
porque a mí me ha dao la gana.
¡Es mío! ¡Na más que mío!
¡Qué pases las de mañana!

 

FIN

 _____________________________________________________________________________________________________________________

 


(EN CASTELLANO NEUTRO)

 

 

¡Jesús con mi madre! ¡Las cosas de las viejas, señor! Si una no riñera con su novio nada más que cuando tiene motivo, ¡vaya una gracia! ¡Una gracia mohosa! La cuestión es reñir sin motivo. Se tienen ganas de reñir como se tienen ganas de comerse un dulce o de tomar un pescado. Y hoy tengo yo ganas de reñir. Y riño. ¡Ya lo creo que riño! Santitos que me pinte van a ser demonios. Esta tarde riño con él. No es que terminemos, no; es que riño esta tarde. Se me ha puesto en la cabeza reñir. Allí viene. Míralo qué risueño. Poco le va a durar la sonrisa. Y contoneándose. Ya te daré yo contoneo. Y creyendo que lo voy a recibir como a un Rey Mago. ¡Silba, silba!... ¡Todo el aire que eches fuera te lo vas a tener que sorber!... ¡Silba, silba!...

Breve pausa. Sale, en efecto, silbando Julián, con rostro placentero. El hombre viene a pasar allí el mejor rato de todo el día.

Hola, perdición.
Hola. ¿No traes el perro?
No. Lo he dejado en casa.
¡Como venías silbando!...
¡Ah! Contento que está uno.
¿Estás tú contento?
¿No me ves? ¿Y tú, no estás contenta?
Estándolo tú...
Me lo dices con una cara...
Con la que tengo, hijo.
¿Te pasa algo?
¿A mí? ¿Por qué?
¡Qué sé yo! Te veo de una forma... ¿Me he retrasado, quizás?  (Mira su reloj) Al contrario: no; son las seis, y todos los días vengo a las seis y media...
Lo cual significa que tos los días puedes venir antes, y no vienes... porque no se te antoja.
Según se da el trabajo en la fotografía...
Yo no me voy a meter en averiguarlo, ¿sabes?
Unas veces acude mucho público y otras veces poco…
¡Si no te pido explicaciones, Julián! Allá tú.
El resultado es que te incomodas porque vengo a verte media hora antes. Lo tendré presente para mañana.
¿Para mañana? No pienses para tan lejos.
¿Eh?
Ya lo he dicho.
(Haciéndose cargo de la situación, como otras veces)  ¡Bueno está! (Pausa. Silba de nuevo)
Silba, hijo, silba más; a ver si viene el perro y me llena de pulgas.
Tú, tú; que mi perro no tiene pulgas.
¡Ah! es verdad: soy yo la que se las pega al perro.
Pero, mujer, ¿qué bicho te ha picado?
¡Habrá sido una pulga!
¡Vaya! (Breve pausa) ¿Y tu madre?
¡Ya era hora, hombre!
¿Qué?
¡Ya era hora de que me preguntaras por ella!
¡Si acabo de llegar, Martirio!
Pero has tenido tiempo de hablar de veinte cosas antes que de mi madre: el perro, los silbidos, mi cara, tu negocio, la hora, las pulgas... ¡Lo último, mi madre! ¡Bien le pagas lo que te quiere! Pues te engañas en más de la mitad: mi madre, para mí, es lo primero. Si lo quieres así, lo tomas, y si no, lo dejas. Esto no admite variante.
Todo lo que sea para ti lo primero lo es siempre para mí.
¿Mi madre va a ser para ti primero que tu madre? ¡Eso se lo cuentas a tu abuela!
Bueno, cuando no se quiere comprender...
¡Si yo soy un zoquete!
 (Pausa)
¿No me has sacado silla?
¡Como no pensaba que ibas a venir tan temprano!... ¡Has venido tan temprano!...
Claro; sí. Iré yo por una, en castigo.
 (Va a entrar en la casa y la impertinencia de Martirio lo detiene)
Mi padre bueno; gracias.
Con tu padre he estado yo hablando hace cinco minutos, y sé que está bueno. Salía de la imprenta y lo he acompañado hasta el café.
Pero ¡yo no soy adivinadora!
Es verdad. ¡Ni yo adivinador tampoco! ¡Y bien que lo siento; porque me gustaría adivinar qué coño te sucede esta tarde!
Mira, mira, fotógrafo: gritos y palabrotas, no; que la calle es muy ancha y puedes irte por donde más coraje te dé. (Julián hace un gesto, y luego se vuelve de nuevo hacia la casa para entrar en ella) ¡Ahí está! Encima, vuélveme la espalda.
¡Si voy a por la silla! ¿He de entrar en tu casa andando para atrás, como pasean las monjas? (Se mete dentro tal como dice)
Ya verás, ya verás. Todavía no he empezado. Y el día que me coge con ganas de reñir, él mismo me ayuda. Nada más de verlo tan campante, se me aumentan. Parezco una gata frente a un perro. Ya verás, ya verás.
(A él, que trae una silla)   ¡Hombre, qué bonito! ¿No se te ha ocurrido coger la silla más que de la sala?
La que he encontrado más cerca, Martirio.
Y ¿no se te figura mucho lujo para la puerta de la calle?
¿Cuál traigo, entonces? ¡Dímelo tú!
¡Cualquiera menos ésa!
¡Bueno!  (Se mete en la casa con la silla lujosa)
Ya verás, ya verás. ¿De dónde sacará mi madre que para reñir hacen falta motivos? ¡Chocheces! Y, sobre todo, que si yo no riño esta tarde, no duermo esta noche. ¡Y prefiero que no duerma él!
(Vuelve Julián con otra silla vieja cuyo asiento está roto)
¿Habré acertado ahora? ¡No me dirás que ésta es de lujo!
¡Mira qué ángel tienes también! ¡Míralo qué gracioso! ¡Ponme en vergüenza, hombre! ¡Que cualquiera que pase y la vea principie a llamar a voces al silletero!
No tengas cuidado, porque el asiento voy a taparlo yo ahora mismo. (Se sienta) Ya está. ¡Lo que es otra silla no saco!  (Pausa. Él no sabe ya qué decirle. Enciende un cigarrillo)
¡No podía faltar la chimenea!
(Levantándose y tirando el pitillo con rabia). ¡Joder, que no hay manera de entenderte!
¿Ves? ¡Ya está el asiento al aire!
¡Pues déjalo! ¡Así se ventila! Quédate con Dios, y tómate un cocimiento para la sangre, prenda.
¡Ah! pero ¿te vas?
¡Naturalmente! ¡Ni que te conociera de dos días! Ya está visto que esta tarde hay que pelear porque sí. Y como está visto y yo no quiero pelear porque sí, me voy sin más espera.
Pretextos para dejarme cuando te aguardan los amigos, no te faltan nunca.
¿Es decir, que yo me voy ahora por gusto, por capricho?
¡A ver!
¡Ea! ¡Pues no me voy: me quedo! ¡Te brindaré este plato una vez más!
¿Una vez más o una vez menos?
Eso no lo entiendo, Martirio.
Ni yo tampoco. Pero en esta casa el regente de imprenta es mi padre: yo no tengo por qué medir las palabras. Digo siempre lo que se me viene a la boca. Si conviene, bien; y si no, lo dicho: la calle es más larga que ancha y está sembrada de callejuelas. Don Rodrigo murió en la horca. Y fuma, fuma si te lo pide el cuerpo.
No. Te molesta el humo.
El humo, no: es lo único que no me molesta. Me molesta el pitillo. El algodoncito de la boquilla ¡me da un asco!... ¡Uf! ¡Qué asco me da!
¡Pues fumo emboquillados porque te daban asco los otros!
¡Pues ahora me dan asco los emboquillados!
Sí, sí.  (Después de otro silencio, se levanta y se acerca a ella para quemar el último cartucho.  Advierte entonces que vuelve a dejar descubierto el roto asiento de la silla, y lo tapa con el sombrero)  ¿Se te puede preguntar una cosa?
Y ciento: ¿soy yo un puercoespín?
¿Has recibido las pruebas de los retratos?
¿De qué retratos?
¡De los tuyos!
¿De los míos? Pero ¿aquella soy yo? ¡Qué valor tienes! ¡Te luciste, hombre! Aquella será una muñeca; pero ¡lo que es yo!... Por toda la vecindad he paseado las pruebas, y la que más, ha tomado el retrato por el de una parienta mía más negra que el betún. ¿Soy yo tan negra, hijo?
¡Desgracias! Ya ves tú, yo estaba contento...
Amor propio de los artistas. Pero ni conmigo ni con mi familia das nunca en el clavo. Siempre te has de estrellar. Acuérdate de lo del tío Jacinto.
¿Qué es lo del tío Jacinto?
¿No te acuerdas? Pues ¡chico bochorno pasó! Le hiciste tú el retrato para el kilométrico, tomó el tren... y en la primera estación lo echaron abajo. ¡Si se parecería!
(Sonriendo)  Ese es un cuento que anda por Sevilla... y a ti se te ha antojado encajármelo ahora. Pero yo no soy aquel fotógrafo. En fin... la voluntad me salve. Veremos otra vez.
¡Como que voy yo a estar vistiéndome cada cuatro días y subiendo y bajando a tu palomar hasta que tú des en la yema! Y cuidado que te lo previne: ¡lloviendo no sale bien ningún retrato! Pero te empeñaste. Y en el momento de quitarle el tapón a la máquina, diluviaba.
Sí, sí. (Se hace aire con la gorra)
¿Tienes calor?
¿Es que no lo hace?
Yo no tengo ninguno.
Pues yo sí.
Tú eres muy fogoso.
¿Muy fogoso?  (Con violencia y coraje)   ¡Si yo fuera muy fogoso, Martirio!...
¿Qué? ¡Acaba, hombre! Amagar y no dar es de... de...
¿De qué? ¡Acaba tú!
Acaba tú primero.
Sí, yo voy a acabar, sí: voy a acabar por irme.
¡Como que no deseas otra cosa desde que llegaste!
¡Cuando lo despiden a uno!...
¡Cuando una ve que se viene al lado de una por compromiso!...
¡Cuando uno se convence de que no se trata más que de pelear sin razón!...
¡Ah! ¿Yo no tengo razón para pelear contigo esta tarde?
¿Qué razón tienes?
¿No tengo razón?
¡Dime una siquiera!
No te dará en los dientes, goloso.
¡Dime una!
Eso quisieras tú. A mí me gusta que se me lean las cosas en la frente.
¡Pues lo que es eso!... Apenas he llegado esta tarde te he leído como en un cartel. (Se señala a la frente) ¡Ganas de reñir que tienes hoy! ¡Ni más ni menos!
¿Ganas de reñir?
¡Ganas de reñir que te entran como un constipado... y hasta que no lo sudo yo no te pones buena! ¡Ea! ¡De verano!
¿Al fin te vas?
¡Claro! ¿Para qué he de quedarme más tiempo? ¿No querías reñir? ¿No hemos reñido ya? ¡Pues Santas Pascuas y que sea enhorabuena!
Mira, Julián, no grites, que estamos en la calle.
¡Pues métete dentro!
¡Qué bonita contestación! ¡Y soy yo la de las ganas de pelear!
¡No; soy yo!
¡Digo, si eres tú!
¡Yo, yo; yo que he venido a verte con esas intenciones!
¡Eso es!
¡Eso es!  (Con sorna)
¡Eso, eso es; no lo repitas con retintín!
¡Sin retintín ninguno!  ¡Eso es!
¡Eso es!
¡Ya, gracias a Dios, estamos de acuerdo!  Y como ya estamos de acuerdo gracias a Dios...  ¡hasta mañana si Dios quiere! ¡O hasta el día del Juicio!
¡Hasta el valle de Josafá! ¿A mí qué?
¡A sudar el constipado!   (Se va, echando fuego por el lado contrario al que llegó)
¡A sudarlo! ¡Tómate una pastillita urgente!  (Gritándole cuando ya ha desaparecido)
¡Si te piensas que ahora voy a llorar, te equivocas!  (Sonriendo dichosa después).
¡Diga mi madre lo que quiera, esto sabe a gloria bendita! ¡Ay, qué a gusto estoy!

Negro se va pa Triana.
Y él sabe que hemos reñío
porque a mí me ha dao la gana.
¡Es mío! ¡Na más que mío!
¡Qué pases las de mañana!

 

FIN

  AUTOPROMOCIÓN  

      página por gentileza de 
  Jesús Herrera Peña