GUAINIA, ESPERANZA VERDE DE COLOMBIA...24

Lo que queda, podría ser mejor y entre más nos demoremos será más grave. La están quemando, entregando en pedacitos a cambio de oro. Los habitantes milenarios de estas tierras están perdiendo el amor por su cultura, por todo lo bueno y saludable que han hecho durante siglos, y todo gracias a nuestra desidia. Mi desidia. He demorado mucho en entregar esta tesis, a pesar de que sabía de la gravedad de lo que está ocurriendo en esos lugares ... Y en otros donde está ocurriendo algo peor.

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La selva

He visto desde el aire la selva inmensa, como un colchón verde, grande y desconocido. Cerca a Inírida la busqué y la encontré acorralada, en los retazos que quedan. No la conocí virgen. Siempre estaba tocada, diezmada, empobrecida. La selva virgen siempre estaba allá, cómo un espejismo que ves al pie pero nunca puedes tocar. Pero la que vi sigue siendo única: Mientras en el pueblo nadie se aguantaba el calor, ella estaba fresca. Las plantas grandes se peleaban entre sí por la luz y la llenaban de sombra. A su vez, una maraña de chiquitas se les cuelgan, se les atraviesan, se les pegan al tronco y se estiran para agarrar la más mínima lucecita. Y el agua está ahí, en goticas sobre las telarañas y las plantas de abajo, en el piso blando de hojas húmedas y podridas, dentro de cada mata. Allí no sentí tanto calor, aún al mediodía.

Conocí plantas rarísimas, de florecitas de colores y flores grandes duras como ellas solas. Oía animales pequeños correr asustados, a los pájaros cantar, pero no veía ninguno. Unos mosquitos diminutos parecían querer meterse por en medio de mis poros. Otros cogían mis ojos de piscina, se paraban en mis pestañas y hacían clavados. Comí fruticas extrañas, con el temor de que fueran venenosas, pero eran dulcecitas y tan chiquitas que parecían de juguete. Caminaba y parecía que todas las matas no quisieran dejarme pasar, me agarraban de la camisa, me metían zancadilla. Tenía que hacer maromas para llegar donde quería, cuando llegaba no podía distinguir por dónde había venido. No era mi territorio, mis piernas sólo estaban acostumbradas a sentarse frente al computador y caminar trechitos pequeños.

No sé con claridad a quién pertenece la selva. Tal vez a todos, tal vez a los que la habitan, que la conocen mejor que nadie y la han sufrido y gozado. No estoy de acuerdo con que se la considere "baldío". La tierra más allá de la "frontera agrícola" se mira como un lugar para ser ocupado, ¡como si no hubiera nada en ella o fuera un desperdicio dejarla como está!

Casi no la conocemos. De la riqueza que oculta sólo saben los especialistas, y la mayoría de ellos está en los países poderosos. Los mismos que destruyeron las que tenían en sus tierras, que sólo conocen los bosques artificiales y se inventaron la lluvia ácida. Los mismos que patentaron un ratón que nace propenso al cáncer, que consumen el 80% de la energía que produce el ser humano y llevan años peleando para que sus industrias no los envenenen. Como vamos, el rico el día de mañana sólo comprará terrenos para dedicárselos a la selva, y el pobre seguirá igual en otra parte, tal vez un peladero.

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La pesadilla

Las quemas van a un ritmo desesperado, como quien quiere sacarle riqueza a la fuerza a esa tierra que no la tiene, que la tiene encima y la están quemando. Las maderas, las medicinas, las utilizaciones insospechadas, el oxígeno y sobre todo la vida, se pierden en una marea de fuego, que avanza alrededor de las selvas tropicales.

En un cañito al lado del Puerto, un colono quería invadir el terreno y usar una casita de paso que habían dejado los indígenas. Era verano y una llamita le bastó para desatar el fuego. En cuestión de minutos se trepó hasta las copas de los árboles y se apoderó de todo lo que habían en medio. Las lagartijas se enredaban con el pasto y el fuego las agarraba en un santiamén. Daban un chillido corto, desesperado y la muerte les llegaba inmediatamente después. Eso es una muerte que no le deseo a nadie. Si había nidos no quedó ni la sombra. Lo poco que quedaba de la selva se redujo a troncos quemados y una capa de ceniza de unos pocos centímetros. Al mes el pasto conocía la luz y se veía verde entre las cenizas. Parecía muy contento.

Luchar con el fuego es una tarea frustrante, más si estás sólo. Para el iniridense es lo más natural verlo por ahí. Es lo mismo que ver pasar a alguien con un machete. Tienen un pequeñísimo cuerpo de bomberos, pero sólo interviene si se quema alguna casa. Si alguien se tira a apagar el monte es porque está loco. A ellos les parece que eso es bueno para la agricultura y ahuyentar los zancudos.

La "tierra" que sostiene a la selva, no es otra cosa que residuos vegetales, entre podridos y vivos. Si se tumba el monte, al final no quedan sino maticas de pasto y arena pelada. De todos modos, los colonos lo han tumbado y quemado para meterle vacas. La imagen de la hacienda llanera y andina trata de ser reproducida en un terreno que se muere fácilmente. Los indígenas quemaban la tierra, pero la dejaban descansar durante los años siguientes, únicamente aprovechaban los árboles frutales. Cuando las plantas más grandes dejaban de producir, se iban a otra parte, con todo y casas. Ya Inírida no puede hacer lo mismo. Un gigante como tal, con personas acostumbradas al sedentarismo y felices de encontrar un lugar donde quedarse, no se va a mover a menos que ocurra algo muy grave. Por el contrario, las zonas que son abandonadas por agricultores van dejando lugar al poblado que crece. Después de todo, siempre queda mucha selva "pa' quemar". «Aquí tierra es lo que sobra» me dijeron. Desde el avión, justo antes de llegar, pueden verse las quemas que rodean a Inírida, como si el pueblo fuera una brasa que quema lo que tiene alrededor.

Los Kogui, los paeces, los waunan y muchos otros han recordado que es la ambición del hombre la que destruye su propia forma de vida. Todavía queda mucha selva (¡gracias a !), pero si las talas y las quemas siguen como van...

La "frontera agrícola" se expande y su expansión no sirve para nada, pues lo que produce se pudre en el piso. Los campesinos hacen lo mismo que en otras partes, pero, cómo no hay vías, no hay infraestructura, los productos o se consumen o se pierden. Las tierras que están en el interior son subutilizadas, maltratadas y condenadas a la desertización en muchos casos. En el Cauca hay uno, donde había ríos, y cultivos en tierras negras y fértiles. Hoy sólo hay un peladero. Los poblados cercanos están muriendo porque los campesinos se están yendo; unos aprendieron con la experiencia, otros se van a otra parte a repetir el mismo error. Como en los cerros de Cali, donde campesinos urbanos sacan trozos de terreno a volquetadas, les pagan una miseria, sin importar que el trabajo sea agotador, que el sol no tenga piedad, que el trabajo se pueda volver agua. Muchos, como ellos, están acabando con el poco aire que queda en la urbe en medio de tanto humo.

Los narcos por su lado compran tierras a los minifundistas, para verlas, para saber que las tienen y disfrutar su poderío, como hacendados que no son. Como si el poder de los terratenientes hubiera servido de algo, o el poseer te hiciera mejor persona. La Reforma Agraria que nunca se hizo en Colombia, tiene hoy un opositor poderoso, que no se complica a la hora de expulsar a quien le da la gana, que no le importa lanzar a cualquiera a buscar vida en otra parte...

Cuando estaba niño, pude ver un nacimiento de agua, en una finca en Sonso. En una selvita chiquita de una ladera; el cerro en el que se hallaba era un sólo potrero. Un chorrito de agua cristalina salía de la tierra, en medio de hojas podridas bajo la sombra de los árboles. Tal vez no vuelva a verlo nunca, se secan dos nacimientos por día en el país. El mismo cuidador de la finca incendió el potrero por orden de su patrón, nuestro amigo.

Una vez venía de Bogotá, a dedo, sobre el planchón metálico de una tractomula. Ahí al descubierto contemplé un eclipse de luna y me sentí feliz. Pero llegué a Yumbo y sentí olores raros, distintos todos entre sí, nada parecido al olor del campo. Todos eran nauseabundos, todos eran industriales. Vi hombres revisando alcantarillas, como buscándolos. Y recordé las noticias, los testimonios, de gente que le tocó salir corriendo de su barrio, pues un gas venenoso los perseguía para matarlos. Y llegué a Cali y sentí un frío que no conocía, en el norte a la madrugada. Y al mediodía fui al centro, con un sol terrible encima, para ver gente pisándose a sí misma, apachurrada, respirando humo, corriéndole a los carros.

Y veo chimeneas y carros tosiendo. Ninguno hecho en mi patria, todos copiados o traídos de otra parte. El deterioro latente, me persigue por toda parte, así no quiera verlo. En las rasquiñas de la gente, que los médicos dicen que son alergias. En los peladeros de Cali, que todavía tienen algo de cerros. En los árboles muertos a machete, justo en frente de mi casa, en la esquina, en el parque. Y el fuego avanza en lo poco de verde que queda, en Cristo Rey, en el cerro de la bandera, en Los Chorros, en el montón diario de hojas que quema la vecina. En la montaña de ramas que incinera el vigilante, "para que no le estorben". Y no es sólo por mi casa, es en todas partes.

Los urbanizadores sólo dejan cincuenta centímetros de jardín y siembran plantas gigantes. Años después, los vecinos molestos tumban ficus, carboneros, acacias, chiminangos, para no tener que ver sus raíces en medio de sus casas. Para proteger sus tuberías y sus muros, más valiosos que un árbol inocente.

Pero, ¿no son los mismos vecinos que contratan un tipo para que saque corriendo a los "desechables"? ¿que le ponen alarmas ultrasensibles a sus carros para que nadie ose tocarlos? ¿que tienen perros que comen mejor que cualquier mendigo?

Me siento extrañado, como los rostros campesinos que vi en Sonso, hace años, cuando veían el río de toda su vida volverse quebradita en verano, y torrente salvaje en invierno. O como lo que sentí, en la feria, cuando vi llevar un hombre con la palidez del muerto, herido en la mitad de la espalda por un carro fantasma.

Cali, ¿es que no sabes vivir?
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Retoñar...

Cansados de esperar, de buscar y no encontrar, colonos e indígenas no van a dejarse morir. Les hablaba del turismo, de lo mucho que los europeos gustaban de las selvas, y me respondieron «¿De qué sirve tener árboles y animales bien gordos si los rodean campesinos muertos de hambre?» A los nativos les pregunté por qué no hacían algo sin depender del estado, y me respondieron «¿para qué? ¡para eso se van, nos dejan en paz y nos quedamos como estábamos antes!»

Conservar es imposible si se maltrata y se descuida a la población que rodea lo que queremos conservar. Las personas están por encima de los animales y de las cosas y, si se nos olvida, ellos se encargarán de recordárnoslo, incluso violentamente.

¡La cuestión es de urgencia! Ni siquiera hemos logrado convencer a la gente de los alrededores de las grandes ciudades de que lo haga ¿Cómo llegar hasta aquellos que a duras penas sabemos que existen? Caminando. En barco o en avión. El caso es quererlo. Si no se quiere, no se llegará nunca, porque la voluntad es la que ha convertido los montes en peladeros y las selvas en campos de golf.

¿Has visto sonreír a un niño? ¿amas? ¿vives? He estado en medio de los salones de los que manejan las industrias. Les he visto hablar de ecología, sus documentales de superación personal en donde reina lo verde. ¿Por qué, entonces, gustan de excluir? Exclusivo se lee en muchos productos, en clubes y servicios. Y exclusivo es el participio pasado o pasivo del verbo excluir. El participio activo es excluyente. Y ese es el pensamiento opuesto, pues la selva, la vida, es plural por excelencia, como bien lo explica Edgar Morin.

En nuestros barrios populares hay cuadras sin un solo árbol. Las calles son destapadas y a duras penas caben un carro y una moto. Les llega el agua a ratos, no hay cañería y las aguas negras se pasean nauseabundas. Mientras, en las ciudadelas lujosas los andenes no existen. El espacio está diseñado para ser usado sólo por los autos. Está lleno de casas con cuadras enteras de zonas verdes, encerradas en muros hostiles. Familias de máximo cuatro personas tienen parques completos sólo para sí, y no los usan, pues viven más en Europa o en E.U. que en Colombia.

Deforestar no es sólo tumbar árboles y quemar selvas. También es dejar campesinos sin espacio y llevarlos a la quiebra. Pues un campesino ignorante y en situación desesperada es más importante que la selva... No hay nada que ahogue más, que llene más al hombre de angustia que la guerra. Nuestra guerra con el medio ambiente se origina en nuestros corazones, donde están nuestras más profundas intolerancias. Allí donde nace nuestra incapacidad para compartir es que nace el resentimiento y la razón de muerte.

La ambición es la que provoca la contaminación, la corrupción y, claro, la exclusión. «Las riquezas de la tierra alcanzan para satisfacer las necesidades de todos, pero no alcanzan para satisfacer las necesidades lujosas de unos pocos» dijo Gandhi. La misma guerra se origina cuando uno más grupos poderosos consideran que algo vale más que la vida de los suyos. ¿Qué pasaría si valoraramos la vida hasta en su manifestación más pequeña?

Hago parte de la academia, pero no sólo de ella. Y esta tesis es otra oportunidad para llamarles la atención sobre su eurocentrismo y su desdén hacia los principios cristianos. El respeto hacia las otras formas de vida y considerar las otras especies como hermanos no se lo inventaron los biólogos. Empezó con San Francisco de Asís. Los primeros españoles en aterrarse de las injusticias que ellos mismos cometían fueron los religiosos. Yo he sentido en la academia que sus dirigentes cambian de rostro según las circunstancias; que sus filósofos no quieren saber de  y sus comunicadores no se comunican. Los medios y la academia deben guardar una distancia saludable, pero no está bien (sí, bien) no tener el más mínimo contacto. Y los primeros se lanzan a un moralismo radical y la segunda al ateísmo.

¡Déjenme servir a ! Que si yo ensalzo su nombre no se me mire con sospecha o como si fuera un estúpido. La cuestión no es dejar de ser sumisos, sino ante quien lo somos. Y sólo  merece sumisión. En cuanto a los hombres, todos sin excepción, son mis iguales. Me atrevo a pensar en una cooperación iglesias-estado más que en la separación Iglesia-estado; en una escuela de pensamientos más que en una de filosofía. Recuerdo al profesor Jean Paul Margot asegurando que la filosofía es sólo la forma de pensar europea. Propongo que la universidad piense también en las religiones del mundo, en la cultura védica, en el pensamiento africano, no sólo en las formas de ver europeas. Que se profundice y se amplíe lo poco que se ha tocado sobre el mundo indígena o el Islam. Tenemos mucho que aprender de quienes conocen la selva y el desierto como ninguno. Excluir la religión es comenzar a darle hacha al más grande de los troncos.

Tomé un riesgo al irme al Guainía y no me arrepiento. La COC tiene implicaciones laborales, puede ayudar a rebajar el valor de la mano de obra calificada (los profesionales), pero los profesionales no llegan hasta los "territorios nacionales" a menos de que les den fuertes sumas. Los intereses de los grupos minoritarios y no urbanos no son prioritarios. Los políticos los dejan para después porque no les reportan votos. Los profesionales hacen lo mismo, porque no les representan ingresos. ¿En manos de quién quedan entonces? Si lo único que interesa es el poder, salta a los ojos que nos falta mucho, pero mucho, para tener uno consolidado.

Algunos grupos indígenas mataban a su tercer hijo para poder sobrevivir en la selva (La Misión, de Roland Joffé). Los colonos hoy se dedican a la coca y a la guerrilla, antes se dedicaban a "cazar indios" (Colombia Amarga, de Germán Castro Caycedo). El espacio que les dedicamos en nuestros pensamientos, en nuestros análisis a los grupos humanos de las zonas marginales es demasiado escaso. Seguimos nuestras búsquedas, no las de ellos. Nuestras necesidades se resuelven (muy probablemente yo me gradúe), pero ¿las de ellos? (Guainía muy probablemente seguirá igual).

Si mi padre me regaló su saber, me lo dió porque quería que yo no sufriera en la vida, porque, después de todo, yo era su hijo; ese saber no sirve si no es avalado por una institución académica, cuantificado por excelentísimos cuantificadores, que lo miden, lo pesan, lo examinan para determinar si sirve o no. A mi padre, mi curaca, mi payé o mi amigo eso no le importó. El lo había visto, su propio padre o instructor se lo había dicho y era de fiar. La enseñanza en el campo normalmente se hace al pie: Tú lo haces, yo te veo; se trata de una relación entre tú y yo, entre usted que es mi papá y yo que no sé nada; usted me enseña a plantar así como me enseñó a hablar, a ponerme la ropa, a comer sin regar la comida, a respetar a los mayores y así... Hace parte de la vida misma como mi nacimiento y su muy probable muerte, como que usted quiere que yo no me muera de hambre, que no pase por los sufrimientos que usted pasó. Sin embargo, hay gente de otras partes, que se complica para hacer las cosas, que parece que no quisiera decirle las cosas a uno, que sabe cosas misteriosas que saca de unos aparatos y de unos papeles que trae. Esa gente no mira la tierra ni las matas sino que trae unas reglas grandotas y mide, coge un aparato que se llama calculadora y suma y resta, se lleva muestra de la tierra para analizarla y después dice que lo que necesitamos es esto o lo otro. ¿De dónde sacó todo eso? No se sabe, eso lo sabe él, que es el doctor... Eso si viene, porque hay que traerlo, porque vive en la capital y no va a venir así como así. No, a él hay que pagarle como un doctor se merece. Si el pueblo queda muy lejos de la capital, no se puede llegar en carro y hay problemas de violencia, guerrilla, coca y cosas parecidas, ¡ahí si que es cierto! Lo más probable es que haya que pagarle el doble para que venga. A veces llegan, no entienden nada, sienten que la gente de aquí como que es muy rara, que hace mucho frío o mucho calor, se aburren rápido y se van. Allá arriba o allá lejos los doctores del gobierno vienen, se están dos días y no más. Los campesinos llevan más de 15 años en esas tierras y todavía no la comprenden, todavía no saben que hacer con la gente de por ahí, tan complicada ¿cómo se puede conocer todo, entenderlo todo, en una semana o en dos días? ¡Dos días!

Casi gracias a un tropezón pude conocer a los grupos indígenas. Pero los del Valle ahora están más lejos de mí que los de la frontera venezolana. La ORIVAC25 tiene información muy escasa y casi nadie la conoce; mientras, son muchos los caleños que sólo han oído hablar del CRIC26 y que creen que en el Valle no hay indígenas.

Yo no sé lo que  me depara; no sé si partiré hacia Africa o si permaneceré o partiré hacia otro lugar. Pero tal vez sea irme y regresar para escribir «¿pon manó, apewe?», pero esta vez en paéz, en eperara-sapirara, en emberá-chamí o en waunan.
 



NOTAS
 
24 Ese era el nombre del plan departamental de desarrollo que se estaba elaborando en la gobernación en el semestre enero-julio de 1995, que buscaba reemplazar a "Guainía un reto", elaborado por la administración anterior. El que sigue es un texto indignado, escrito a finales del mismo año, por quien ya ha visto demasiado.  Ý 
 
25 Organización Regional Indígena del Valle del Cauca  Ý   
 
26 Consejo Regional Indígena del Cauca  Ý   
 
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BIBLIOGRAFIA

AMAYA, Humberto: EL CRONISTA, No. 5, 1995; Inírida, Guainía

EL MAVICURE, e. 001, mayo 1995, y e. 002, junio 1995; Inírida, Guainía

GACETA DEPARTAMENTAL - Asamblea del Guainía, boletín No. 3, marzo de 1995; Inírida, Guainía

CRONICAS DEL NUEVO MUNDO - 500 años del Encuentro de Dos Mundos. Fascículos 1-13 y 16-17; El Colombiano-CINEP-Instituto Colombiano de Antropología, 1992

FUENTES, Carlos: La situación mundial y la democracia: Los problemas del nuevo orden mundial, Magazín Dominical de El Espectador No. 541 septiembre 5 de 1993 pp 12-20

HURTADO GARCIA, Andrés: El río Inírida, revista Cromos e. No. 4.046, 14 de agosto de 1995, pp 56-57

MORIN, Edgar: La complejidad viviente, cap. II, parte V, EL METODO La vida de la vida, Madrid ed. Cátedra 1983

RAHMAN, Anisur: Paradigma alternativo, revista CHASQUI, No. 39 - 1991, pp 53-58

MARTIN BARBERO, Jesús: Reflexiones acerca de la cultura, lo cultural y la cultura popular, conferencia dictada en la Maestría en Educación, Enfasis en Educación Popular y Desarrollo Comunitario, Cali 1992

SUGARMANN, Josh y RAND, Kristen: CEASE FIRE: An investigation of the true nature of firearms violence, the limitation of past attemps to control it and a comprehensive new strategy to end it, Rolling Stone Magazine, e.677, marzo 10 de 1994, Estados Unidos

GARCIA MARQUEZ, Gabriel: La marquesita de La Sierpe y El muerto alegre, Crónicas y reportajes, ed. Oveja Negra, Bogotá junio 1976

NERUDA, Pablo: Confieso que he vivido, Círculo de Lectores, Bogotá 1974

ROMERO, José Luis: Las ciudades masificadas, Latinoamérica, las ciudades y las ideas, Siglo Veintiuno editores, pp 319-349, México 1976

CASTRO CAYCEDO, Germán: Colombia Amarga, ed. Planeta 1976

HENAO, Susana: Los hijos del agua, ed. Planeta 1995

USECHE LOSADA, Mariano: El proceso colonial en Alto Orinoco-Río Negro durante los siglos XVI, XVII y XVIII, UNal, 1984

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Cecilia, María Fernanda, su hija y su padre, Gabriel Tirado, Manuel Consuegra, Plinio, Silvino, Josefina, Lizarazu, Ibis, Argemiro, su esposa y su hijo, Tomás, Isaías, su familia y su comunidad, Isael, Román, el huilense que fue presidente de la J.A.C. del barrio Los Libertadores, el gobernador, el alcalde, los políticos, el diputado caucano, el concejal del Paujil, Carlos Cubillos, su esposa y sus hijos, el Safari, el Mavicure, Humberto "El Cronista", sus amigos de los letreros, el párroco, el padre Caliche, el grupo juvenil de la Iglesia, Rosalba y todas las secretarias, Luis Troya, mis arrendadores, el policía que llegó con nosotros, la operaria de Telecom, el cajero de la Caja Agraria, Arnaldo Rojas Tomedes, Doña Martha, su esposo, sus hijos y las colaboradoras de su restaurante, el dueño del Morichal y su esposa, Sáenz del CRIGUA, el rubio delgado de los Libertadores, don Campo Elías, la presidenta de la junta de acción comunal de Los Libertadores, su hija y su familia, el militar que almorzaba donde los Rojas y su esposa, el periodista de La Nación 15 días, los profesores, la gente de El Paujil, de los barrios Los Libertadores, la Zona Indígena, La Esperanza, Berlín, El Puerto, La Maceta, El Proveedor... Todo Inírida. Amanavén, Cacahual, todas las comunidades por el Inírida hasta Remanso, Chorro Bocón, los capitanes de los ríos Inírida y Atabapo, la gente del Guaviare, del Isana-Cuyarí y del río Guainía, de los caños... de todo el Guainía.

A ellos y a todos los que no recuerdo, les pido perdonen mi demora, mi ingratitud y mi mala memoria. Algún día volveré, no sé cuando, puede ser en este milenio o en el otro, pero lo haré. Ojalá sea para corregir todas mis ineficiencias y mis fallos. Gracias por su amabilidad, su paciencia, su hospitalidad y su humildad. Aquí les dejo algo para leer, no como una cátedra (no es tan buena como para eso), sino como un primer paso para todo lo que vendrá de ustedes mismos.

Que progresen y sean felices, que  los bendiga y los guarde, les muestre su rostro y les conceda la Paz.

Yauju, Noa Kenao, Hasta Luego  
 
 
 

 
 "agua"

He andado muchos caminos
he andado muchos caminos
He buscado mil tesoros
he buscado mil tesoros
Yo te digo que la vida
vale más que todo el oro (bis)

Dicen que vivo en la luna
dicen que vivo en la luna
Que casi no tengo nada
que casi no tengo nada
Yo tengo una gran fortuna
y es la vida enamorada (bis)

Agua, que no has de beber
déjala nacer (bis 4 veces)

Agua, que no has de beber (bis 4 veces)

Mi cama será de hierba
mi cama será de hierba
Mi techo será de estrellas
mi techo será de estrellas
Mi casa cualquier camino
mi patria toda la tierra (bis)

(Benavides/Ocampo)
Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Dadnos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.
Dios te salve María, llena eres de gracia. El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.