David Medina

Raíces de cuerda, 
música  y enseñanza

 

 

 

María Lorena Meléndez 

5to año


El Táchira ha sido una especia de cuna de artistas que han logrado proyectarse nacional e internacionalmente, pero, quizás haya sido la música -  esa musa que envuelve el oído a través de sonidos mágicos y sublimes - el arte que ha dado más hijos en esta región de montañas. Hablar de la música en el Táchira, significa hablar de cuerdas insignes y hechiceras, de mandolinas nostálgicas, de guitarras dulces, de cuatros melodiosos. 

Para una pequeña muestra de esas cuerdas, bastaría con señalar el nombre de una agrupación venezolana que le ha dado la vuelta al mundo, llevando nuestros ritmos autóctonos a distintas latitudes: el grupo “Raíces de Venezuela”, cuyas mandolinas pertenecen a los andes. David Medina es uno de los ejecutantes de este instrumento y miembro de “Raíces...”. Se ha dedicado, además, a la enseñanza de la música en diversas instituciones, como la Escuela de Música “Miguel Ángel Espinel”, a dirigir diversos coros y estudiantinas, como la de la Universidad Nacional Experimental del Táchira, y a componer, tímidamente, algunas piezas que parecieran dibujar las montañas de los andes venezolanos. Es un músico entregado a su arte, de voz agradable y una sonrisa que pareciera estar eternamente en su rostro, mientras su cabello se va cubriendo poco a poco de gris. Medina habla de la música como si hablase de su alma, mostrándose – a veces – tímido de abrirla por completo, con un matiz de idealista en sus palabras y en lo que debería ser la apreciación de nuestros valores culturales.

 

La pregunta más básica de una entrevista para un artista es preguntarle la definición sobre su arte,  ¿Qué es la música?

La música es un arte bello... un arte bello que nos permite valorar el paisaje, y que nos permite reflejar y recrearlo, crear para recrear. Es el arte que permite unirnos y proyectarnos.

 

Usted ha tenido contacto con este arte desde su infancia...

Toda mi vida porque papá (Don Eufrasio Medina) era músico, y en la casa él estaba constantemente llevando música, haciendo música. Papá fue un profesional de la música, vivió de eso y fue buen músico, entonces lo que nosotros recibimos de eso fue una carga de afecto por la música, desde niños hemos sido músicos.

 

¿Cómo es que decide entregar, finalmente su vida a este arte, y a la enseñanza de este arte?

Papá, Eufrasio Medina, que fue quien nos encaminó en la música, tenía el don del pedagogo sin haber estudiado pedagogía, la didáctica musical. Era un maestro innato que sin devengar un centavo hacía y enseñaba, y nos enseñó a enseñar. De ahí nace la vocación por la pedagogía musical.

Conociendo la música se abren muchísimas puertas, yo entré a la educación por la música. Entré siendo maestro de aula pero a la vez maestro de música, organizador estudiantinas para instrumentos y organizaba coritos. Esto ya lo traía de pequeño, de modo que esto me facilitó el trabajo docente. He alternado el trabajo docente con el trabajo musical y aún cuando yo estudié en la universidad para enseñar castellano y literatura, también enseñaba y organizaba estudiantinas y coros cada vez que iba a trabajar.

Me imagino que siempre lo identifican a usted como una referencia a su padre, Don Eufrasio Medina, y a su música, a una familia musical...

Sí, porque ellos, y digo ellos porque no fue solamente mi papá sino también mis tíos que eran músicos, y músicos profesionales. Mi tío Pánfilo fue compositor, director de bandas; papá fue ejecutante, compositor y siempre fueron muy destacados, autodidactas, pero lograron ocupar y escalar posiciones en el arte muy importantes: papá fue el primer clarinete de la Banda del Estado; creador de la cátedra de clarinete de la escuela de música; organizador y director de coros, el coro Rafael Izasa, y trabajó y dirigió estudiantinas en institutos educacionales y murió siendo director de la estudiantina universitaria de la UNET, que ahora lleva su nombre y que es la que actualmente dirijo yo también.

 

¿Cómo ha sido esa experiencia con la estudiantina?

Enriquecedora. Yo siempre he dicho que a mí me pagan por disfrutar. Trabajo con mucho agrado, trabajo con gusto en lo que estoy haciendo. Enriquecedora porque uno siempre esta recibiendo muchas informaciones, muchas sesiones y muchas gratificaciones, sobre todo,  por lo que uno hace. Uno siempre está pendiente, está mejorando, tiene la preocupación por hacer cada vez las cosas mejor; uno tiene que estar investigando y teniendo relación con buenos músicos.

 

Pareciera que fuese abstracta la enseñanza de un arte como la música...

El arte como arte no es ningún abstracto. Si tú estás en contacto con un instrumento musical, si tú estás haciendo música, si estás en contacto y en comunicación con otros músicos o con la gente que te aplaude, eso nunca puede ser abstracto. Quizás lo que es abstracto es la música como arte espiritual, como crecimiento espiritual, eso es otra cosa, eso es fundamentalmente la música como arte. Pero la música le permite a uno comunicarse, tocar la gente, oírla, verla, lo que no tienen otras artes, por lo menos la pintura, que es un arte bellísimo y extraordinario. El pintor es como solitario, parece que la pintura hace su papel aparte.

 

¿Como una barrera?

No como una barrera, tiene que haber ese puente de comunicación con el arte, que es lo que está pintado. Él se puede ir y allí está la obra. Pero el músico no, él tiene que estar, necesariamente, en comunicación con la gente. Y también sus obras, para el que es compositor, quedan a disposición del que quiera disfrutarlas, tiene esa doble vía de comunicación. Para mí es muy tangible, aún cuando sea muy espiritual, siempre hay la oportunidad de estar en contacto una persona. La gente lo ve a uno, lo aplaude, lo conoce y disfruta de lo que es el arte. Y nosotros especialmente, los músicos, necesitamos muchísimo ese lazo, somos como privilegiados.

 

El músico ¿Nace o se hace?

El músico nace. Hay condiciones innatas que no tiene todo el mundo, sin embargo, no basta. Hay que desarrollar y meterse en ese campo, bien sea desde niño por los padres o por iniciativa propia, se debe desarrollar ciertas habilidades, sino se queda solamente con esa condición natural y se pierde. De modo que hay mucho músico que tiene mucha condición, pero es anónimo. El músico nace, primero, pero también se hace. Yo estoy convencido de que los niños, en el vientre de  la madre, aprende las primeras lecciones de música y la inclinación por este bello arte.


Ya ha mencionado varias veces la composición ¿Cómo es ese proceso para usted?

Muy lindo, es como un juguete para quienes hacemos música. Realmente yo no he sido un compositor destacado, pero tengo mis composiciones que no he sacado mucho a la luz, pero las tengo:  mis valsesitos, mis bambuquitos, y disfruto mucho haciéndolas. Estoy en un mundo donde lo que queremos es precisamente creatividad, el grupo “Raíces de Venezuela”, donde tenemos la posibilidad de apreciar lo que significa la creatividad artística; Pablo Camacaro que es un valor, es un ser que tiene la música por lo poros, por todos lados y a cada ratico tiene una composición musical, entonces tenemos la posibilidad de tocarla, de apreciarla y de disfrutarla; Domingo (Moret) también, Héctor Valero, Orlando Moret, todos componemos, pero unos tienen mayor facilidad que otros. Pero no importa la facilidad que tenga uno de componer, crear es súper bellísimo, súper hermoso, es como crear un hijo, tener una hija, que uno cada día aprecia, no importa si es chiquitica, si es gordita, no importan sus características, así es la música, uno la quiere con el alma y hacerlo es un disfrute.

 

Siempre hay historias tras esas composiciones ¿Cuáles han sido las suyas? ¿Cuáles han sido sus fuentes de inspiración?

El paisaje, a mí me gusta mucho el paisaje, los árboles, las matas, por ejemplo, “Los bucares”... “La Villa”, dedicada a mi ciudad que la quiero tanto donde tantas experiencias uno tiene. Composiciones a amigas, a mi familia, a mis nietos, otras de tipo espiritual, el mismo “Canto al amanecer”. Siempre las composiciones pertenecen a una experiencia, a un paisaje, a un sentimiento afectivo, pero esas son las motivaciones  que originan las composiciones musicales.


¿Cómo es esa comunidad y esa experiencia en el grupo “Raíces de Venezuela”?

De hermanos, nos queremos mucho. Una de las recomendaciones que siempre hacemos a los jóvenes que hacen música y grupos, es esa, que para constituir un grupo no basta ser buen músico, tienen que respetarse, tienen que quererse, tener un sentimiento afectivo como familia para que el grupo se mantenga. La experiencia ha sido gratificante, desde el punto de vista afectivo y eso es lo que ha permitido que el grupo dure tanto tiempo, ya tenemos 27 años -¡Vamos para 28 años! - y seguimos, todavía, haciendo. Y mis hijos, los de mis compañeros nos dicen tíos a todos, son como hijos de todos. El aprendizaje es creciente cada vez.

 

Siempre se forma una comunidad entre artistas, entre músicos, pintores, escultores...

Los artistas nos admiramos todos. Viajamos tanto, salimos a tantas partes, siempre nos conseguimos con gente que nos conoce, nos quiere y nos admira. Entonces como que la familia se amplía, y todos nos relacionamos, nos comunicamos, nos llamamos, nos admiramos, entonces el aspecto afectivo es bien amplio, bien agradable, bien bello.

 

Con “Raíces de Venezuela” usted ha tenido la experiencia de viajar ¿Cómo se proyecta la música venezolana en el exterior?

Yo tengo la impresión de que la fuerza cultural de otras regiones, es mucho más resistente a la penetración de la música nuestra, pero no porque nosotros no hagamos bella música, porque Venezuela tiene grupos musicales de los cuales tiene que sentirse inmensamente orgullosa, empezando por las Orquestas Sinfónicas Infantiles - por cierto uno de los proyectos musicales que ningún país del mundo lo tiene como lo tiene Venezuela. - lo cual ha permitido incrementar las estudiantinas universitarias, las agrupaciones corales, ha tenido mucho que ver con lo cuartetos, sobre todo con los ensambles que ahora están tan de moda en Venezuela. Pero cuando vamos a cada país vemos que ellos difunden su música, tienen muy arraigados sus principios, ¿Por qué? Por la escuela y por los medios de comunicación. Nosotros hemos tenido, lamentablemente, en contra, que no se difundan los valores culturales del país, y eso no significa que no haya quien lo haga porque tenemos buenos amigos, emisoras y programas bien conocidos que lo hacen, pero normalmente tú oyes otra música: el vallenato, lo mexicano, que no es mala música, es buena música; pero si nuestra música se difundiera con el mismo interés con que se difunde la música foránea sería otra cosa. Sin embargo, el trabajo que hacemos nosotros cuando salimos del país, siempre nos da la posibilidad de mostrar lo que nosotros somos y lograr que la gente se agrade y se maraville o se encante de lo que hacemos aquí. Un ejemplo de esto es nuestra visita a Puerto Rico, allá conocían al grupo “Raíces de Venezuela”, y cuando fuimos los músicos se maravillaron de saber que nos estaban conociendo e incluso, algunos de ellos tocaron la música nuestra. El hecho de que estemos allá nos permite ir a otro sitio, hacer otra familia y no solamente mostrar, sino también decir cuáles son nuestras motivaciones y hacer como la didáctica para demostrar lo que tenemos en este país tan bello.

 

Y en el resto del mundo ¿Cómo los ha recibido el público?

Los que son músicos, y los que no también, les gusta, porque la forma musical nuestra es bien difícil, además de encantadora, bien difícil de interpretar. Un pajarillo, un joropo y hasta un bambuco, solamente lo sabemos hacer nosotros. Es igual a la impresión que tenemos nosotros cuando vemos un calypso, o cuando oímos un bossa nova, que solamente el brasileño puede hacerlo. Cuando uno va, ellos admiran la forma, los pasajes y los fragmentos de la ejecución de la música venezolana. Claro, esto se está hablando cuando lo música se hace con seguridad, con propiedad; grupos como “Raíces...” la hacemos de manera responsable, cuidando mucho la limpieza, la ejecución, la armonía, la presentación de la obra, para que la gente aprecie y emita opiniones favorables a lo que estamos haciendo.

 

¿Cómo ha sido esa experiencia de explorar tanto ritmos a través del grupo? ¿Cómo describiría nuestra riqueza musical?

Nosotros tenemos un híbrido en el grupo. Yo, por ejemplo, fui formado en una región del país donde el bambuco y los valses románticos son lo que nos identifican, y eso no significa que no hayamos hecho galerones o joropos, pero corresponde el joropo, más bien, al llanero que tiene una forma distinta, diferente de hacer su música, con más naturalidad.  Tenemos un compañero que es llanero y él nos ha enseñado a ejecutar, a interpretar la música llanera. Tenemos un caroreño, que es Pablo Camacaro, que vivió y trabajó en el Zulia, además, que maneja muy bien la danza venezolana, la danza zuliana, con él aprendimos a interpretarla. Y nosotros somos músicos que hemos estado impregnados e influenciados por mucha música de afuera. Hay esa riqueza musical en el grupo, son como varias tendencias en cinco integrantes.

 

Actualmente se están generando ritmos y música de fusión, que tratan de mezclar distintas tendencias, ritmos venezolanos con los foráneos ¿Qué opina usted sobre ellas?

Me parece que las influencias siempre han existido y son positivas. Es cuando uno siente que la música se va renovando. Lo que hay que tener cuidado es con no cambiar la forma de forma definitiva, por ejemplo, si el bambuco es una obra tan lenta, no podemos tocarla mucho más rápido porque pasaría a ser como un merengue, porque la dos tienen el mismo origen, o podría ser como una gaita o una danza porque cambiaría la forma. Pero la influencia, bien sea del sur, del jazz, como ya la tiene la música venezolana, o de Brasil, o la de oriente que ha influido en la nuestra (la tachirense), y nosotros en la de ellos, eso siempre es ganancia. Colombia tuvo también una gran influencia sobre nosotros, la música que hacemos, pero nunca ha dejado ser. La influencia de la música de afuera enriquece las formas nuestras.

 

¿Qué necesitamos, entonces, los venezolanos para poder enriquecernos con nuestra propia música y proyectarnos con mayor fuerza hacia el exterior?

Primero, conocerla, y allí juegan un papel importante los medios de comunicación. y luego, en los institutos de educación superior, media, especialmente en los niños tiene que haber una materia fundamental para que los niños conozcan y quieran el arte y para que conozcan y quieran a su país, sin eso no podemos hacer más nada, porque el movimiento musical parece que va caminando y que va avanzando muchísimo por una parte; tú no te imaginas la cantidad de niños que son fanáticos del grupo “Raíces...” en los conciertos, y de jóvenes que interpretan la música venezolana, tan virtuosos, tan buenos, que ciertamente nos han dejado un poco atrás a nosotros, aunque seguimos siendo escuela. Si ese movimiento tuviera esa difusión no pasaría lo que apreciamos, comúnmente, en los universitarios: usted le pregunta a cualquier universitario, a cualquier profesional, cuáles son los ensambles de música venezolana y nadie sabe responder. Tú le pones a escoger entre un merengue y un bambuco y un valse y no los saben diferenciar, pero sí saben lo que es una ranchera, un vallenato, un tango. Entonces eso te dice a ti que no hay una formación desde la escuela, incluso, desde la familia, que se forma a la luz de lo que le dan los medios de comunicación. Y lo otro que es querer un poquito a este país, aquí tenemos posibilidades de ir a todas partes del mundo, aunque cada vez más limitadas, y venimos maravillados de la música y del paisaje. Somos de aquí de los andes y tenemos paisajes tan lindos... tenemos llanos preciosos, mares bellos, playas, y estamos hablando de Acapulco, de las montañas de Suiza y obviamos lo que tenemos acá, y sobre todo, gente tan maravillosa. Es empezar a conocernos y a querernos un poquito. Eso es lo que nos hace falta.

 

Raíces sería Venezuela y más...

Esa es la meta nuestra, es un proyecto hecho realidad, tangible, que ha permitido llevar este mensaje a todos los rincones que hemos visitado, especialmente dentro de Venezuela, a universidades, a instituciones, a corporaciones, a cualquier estado del país donde hemos tocado: de querer la música nuestra, de disfrutarla y de enseñar también, cuáles son las formas de la música venezolana.

 

David Medina se ha quedado, por un instante, con una sonrisa en el rostro luego de la entrevista, pensando quizás en cómo sería Venezuela si realmente proyectase con fuerza sus valores culturales. Sólo que Medina no es el único músico que piensa así, sino también sus hermanos de arte de “Raíces...”, quienes por medio de cuerdas y flauta reflejan, con sonidos, lo que hemos sido y somos. La mandolina de Medina no descansa para poder transmitir su amor por el arte.

 


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María Lorena Meléndez
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San Cristóbal, febrero de 2004

 

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES - TÁCHIRA

Departamento de Comunicación Social