El
Táchira ha sido una especia de cuna de artistas que han
logrado proyectarse nacional e internacionalmente, pero, quizás
haya sido la música - esa
musa que envuelve el oído a través de sonidos mágicos y
sublimes - el arte que ha dado más hijos en esta región de
montañas. Hablar de la música en el Táchira, significa
hablar de cuerdas insignes y hechiceras, de mandolinas nostálgicas,
de guitarras dulces, de cuatros melodiosos.
Para una pequeña
muestra de esas cuerdas, bastaría con señalar el nombre de
una agrupación venezolana que le ha dado la vuelta al mundo,
llevando nuestros ritmos autóctonos a distintas latitudes: el
grupo “Raíces de Venezuela”, cuyas mandolinas pertenecen
a los andes. David Medina es uno de los ejecutantes de este
instrumento y miembro de “Raíces...”. Se ha dedicado,
además, a la enseñanza de la música en diversas
instituciones, como la Escuela de Música “Miguel Ángel
Espinel”, a dirigir diversos coros y estudiantinas, como la
de la Universidad Nacional Experimental del Táchira, y a
componer, tímidamente, algunas piezas que parecieran dibujar
las montañas de los andes venezolanos. Es un músico
entregado a su arte, de voz agradable y una sonrisa que
pareciera estar eternamente en su rostro, mientras su cabello
se va cubriendo poco a poco de gris. Medina habla de la música
como si hablase de su alma, mostrándose – a veces – tímido
de abrirla por completo, con un matiz de idealista en sus
palabras y en lo que debería ser la apreciación de nuestros
valores culturales.
La
pregunta más básica de una entrevista para un artista es
preguntarle la definición sobre su arte,
¿Qué es la música?
La
música es un arte bello... un arte bello que nos permite
valorar el paisaje, y que nos permite reflejar y recrearlo,
crear para recrear. Es el arte que permite unirnos y
proyectarnos.
Usted
ha tenido contacto con este arte desde su infancia...
Toda
mi vida porque papá (Don Eufrasio Medina) era músico, y en
la casa él estaba constantemente llevando música, haciendo música.
Papá fue un profesional de la música, vivió de eso y fue
buen músico, entonces lo que nosotros recibimos de eso fue
una carga de afecto por la música, desde niños hemos sido músicos.
¿Cómo
es que decide entregar, finalmente su vida a este arte, y a la
enseñanza de este arte?
Papá,
Eufrasio Medina, que fue quien nos encaminó en la música,
tenía el don del pedagogo sin haber estudiado pedagogía, la
didáctica musical. Era un maestro innato que sin devengar un
centavo hacía y enseñaba, y nos enseñó a enseñar. De ahí
nace la vocación por la pedagogía musical.
Conociendo
la música se abren muchísimas puertas, yo entré a la
educación por la música. Entré siendo maestro de aula pero
a la vez maestro de música, organizador estudiantinas para
instrumentos y organizaba coritos. Esto ya lo traía de pequeño,
de modo que esto me facilitó el trabajo docente. He alternado
el trabajo docente con el trabajo musical y aún cuando yo
estudié en la universidad para enseñar castellano y
literatura, también enseñaba y organizaba estudiantinas y
coros cada vez que iba a trabajar.
Me
imagino que siempre lo identifican a usted como una referencia
a su padre, Don Eufrasio Medina, y a su música, a una familia
musical...
Sí,
porque ellos, y digo ellos porque no fue solamente mi papá
sino también mis tíos que eran músicos, y músicos
profesionales. Mi tío Pánfilo fue compositor, director de
bandas; papá fue ejecutante, compositor y siempre fueron muy
destacados, autodidactas, pero lograron ocupar y escalar
posiciones en el arte muy importantes: papá fue el primer
clarinete de la Banda del Estado; creador de la cátedra de
clarinete de la escuela de música; organizador y director de
coros, el coro Rafael Izasa, y trabajó y dirigió
estudiantinas en institutos educacionales y murió siendo
director de la estudiantina universitaria de la UNET, que
ahora lleva su nombre y que es la que actualmente dirijo yo
también.
¿Cómo
ha sido esa experiencia con la estudiantina?
Enriquecedora.
Yo siempre he dicho que a mí me pagan por disfrutar. Trabajo
con mucho agrado, trabajo con gusto en lo que estoy haciendo.
Enriquecedora porque uno siempre esta recibiendo muchas
informaciones, muchas sesiones y muchas gratificaciones, sobre
todo, por lo que
uno hace. Uno siempre está pendiente, está mejorando, tiene
la preocupación por hacer cada vez las cosas mejor; uno tiene
que estar investigando y teniendo relación con buenos músicos.
Pareciera
que fuese abstracta la enseñanza de un arte como la música...
El
arte como arte no es ningún abstracto. Si tú estás en
contacto con un instrumento musical, si tú estás haciendo música,
si estás en contacto y en comunicación con otros músicos o
con la gente que te aplaude, eso nunca puede ser abstracto.
Quizás lo que es abstracto es la música como arte
espiritual, como crecimiento espiritual, eso es otra cosa, eso
es fundamentalmente la música como arte. Pero la música le
permite a uno comunicarse, tocar la gente, oírla, verla, lo
que no tienen otras artes, por lo menos la pintura, que es un
arte bellísimo y extraordinario. El pintor es como solitario,
parece que la pintura hace su papel aparte.
¿Como
una barrera?
No
como una barrera, tiene que haber ese puente de comunicación
con el arte, que es lo que está pintado. Él se puede ir y
allí está la obra. Pero el músico no, él tiene que estar,
necesariamente, en comunicación con la gente. Y también sus
obras, para el que es compositor, quedan a disposición del
que quiera disfrutarlas, tiene esa doble vía de comunicación.
Para mí es muy tangible, aún cuando sea muy espiritual,
siempre hay la oportunidad de estar en contacto una persona.
La gente lo ve a uno, lo aplaude, lo conoce y disfruta de lo
que es el arte. Y nosotros especialmente, los músicos,
necesitamos muchísimo ese lazo, somos como privilegiados.
El
músico ¿Nace o se hace?
El
músico nace. Hay condiciones innatas que no tiene todo el
mundo, sin embargo, no basta. Hay que desarrollar y meterse en
ese campo, bien sea desde niño por los padres o por
iniciativa propia, se debe desarrollar ciertas habilidades,
sino se queda solamente con esa condición natural y se
pierde. De modo que hay mucho músico que tiene mucha condición,
pero es anónimo. El músico nace, primero, pero también se
hace. Yo estoy convencido de que los niños, en el vientre de la madre, aprende las primeras lecciones de música y la
inclinación por este bello arte.
Ya ha mencionado varias veces la composición ¿Cómo es
ese proceso para usted?
Muy
lindo, es como un juguete para quienes hacemos música.
Realmente yo no he sido un compositor destacado, pero tengo
mis composiciones que no he sacado mucho a la luz, pero las
tengo: mis
valsesitos, mis bambuquitos, y disfruto mucho haciéndolas.
Estoy en un mundo donde lo que queremos es precisamente
creatividad, el grupo “Raíces de Venezuela”, donde
tenemos la posibilidad de apreciar lo que significa la
creatividad artística; Pablo Camacaro que es un valor, es un
ser que tiene la música por lo poros, por todos lados y a
cada ratico tiene una composición musical, entonces tenemos
la posibilidad de tocarla, de apreciarla y de disfrutarla;
Domingo (Moret) también, Héctor Valero, Orlando Moret, todos
componemos, pero unos tienen mayor facilidad que otros. Pero
no importa la facilidad que tenga uno de componer, crear es súper
bellísimo, súper hermoso, es como crear un hijo, tener una
hija, que uno cada día aprecia, no importa si es chiquitica,
si es gordita, no importan sus características, así es la música,
uno la quiere con el alma y hacerlo es un disfrute.
Siempre
hay historias tras esas composiciones ¿Cuáles han sido las
suyas? ¿Cuáles han sido sus fuentes de inspiración?
El
paisaje, a mí me gusta mucho el paisaje, los árboles, las
matas, por ejemplo, “Los bucares”... “La Villa”,
dedicada a mi ciudad que la quiero tanto donde tantas
experiencias uno tiene. Composiciones a amigas, a mi familia,
a mis nietos, otras de tipo espiritual, el mismo “Canto al
amanecer”. Siempre las composiciones pertenecen a una
experiencia, a un paisaje, a un sentimiento afectivo, pero
esas son las motivaciones
que originan las composiciones musicales.
¿Cómo es esa comunidad y esa experiencia en el grupo
“Raíces de Venezuela”?
De
hermanos, nos queremos mucho. Una de las recomendaciones que
siempre hacemos a los jóvenes que hacen música y grupos, es
esa, que para constituir un grupo no basta ser buen músico,
tienen que respetarse, tienen que quererse, tener un
sentimiento afectivo como familia para que el grupo se
mantenga. La experiencia ha sido gratificante, desde el punto
de vista afectivo y eso es lo que ha permitido que el grupo
dure tanto tiempo, ya tenemos 27 años -¡Vamos para 28 años!
- y seguimos, todavía, haciendo. Y mis hijos, los de mis
compañeros nos dicen tíos a todos, son como hijos de todos.
El aprendizaje es creciente cada vez.
Siempre
se forma una comunidad entre artistas, entre músicos,
pintores, escultores...
Los
artistas nos admiramos todos. Viajamos tanto, salimos a tantas
partes, siempre nos conseguimos con gente que nos conoce, nos
quiere y nos admira. Entonces como que la familia se amplía,
y todos nos relacionamos, nos comunicamos, nos llamamos, nos
admiramos, entonces el aspecto afectivo es bien amplio, bien
agradable, bien bello.
Con
“Raíces de Venezuela” usted ha tenido la experiencia de
viajar ¿Cómo se proyecta la música venezolana en el
exterior?
Yo
tengo la impresión de que la fuerza cultural de otras
regiones, es mucho más resistente a la penetración de la música
nuestra, pero no porque nosotros no hagamos bella música,
porque Venezuela tiene grupos musicales de los cuales tiene
que sentirse inmensamente orgullosa, empezando por las
Orquestas Sinfónicas Infantiles - por cierto uno de los
proyectos musicales que ningún país del mundo lo tiene como
lo tiene Venezuela. - lo cual ha permitido incrementar las
estudiantinas universitarias, las agrupaciones corales, ha
tenido mucho que ver con lo cuartetos, sobre todo con los
ensambles que ahora están tan de moda en Venezuela. Pero
cuando vamos a cada país vemos que ellos difunden su música,
tienen muy arraigados sus principios, ¿Por qué? Por la
escuela y por los medios de comunicación. Nosotros hemos
tenido, lamentablemente, en contra, que no se difundan los
valores culturales del país, y eso no significa que no haya
quien lo haga porque tenemos buenos amigos, emisoras y
programas bien conocidos que lo hacen, pero normalmente tú
oyes otra música: el vallenato, lo mexicano, que no es mala música,
es buena música; pero si nuestra música se difundiera con el
mismo interés con que se difunde la música foránea sería
otra cosa. Sin embargo, el trabajo que hacemos nosotros cuando
salimos del país, siempre nos da la posibilidad de mostrar lo
que nosotros somos y lograr que la gente se agrade y se
maraville o se encante de lo que hacemos aquí. Un ejemplo de
esto es nuestra visita a Puerto Rico, allá conocían al grupo
“Raíces de Venezuela”, y cuando fuimos los músicos se
maravillaron de saber que nos estaban conociendo e incluso,
algunos de ellos tocaron la música nuestra. El hecho de que
estemos allá nos permite ir a otro sitio, hacer otra familia
y no solamente mostrar, sino también decir cuáles son
nuestras motivaciones y hacer como la didáctica para
demostrar lo que tenemos en este país tan bello.
Y
en el resto del mundo ¿Cómo los ha recibido el público?
Los
que son músicos, y los que no también, les gusta, porque la
forma musical nuestra es bien difícil, además de
encantadora, bien difícil de interpretar. Un pajarillo, un
joropo y hasta un bambuco, solamente lo sabemos hacer
nosotros. Es igual a la impresión que tenemos nosotros cuando
vemos un calypso, o cuando oímos un bossa nova, que solamente
el brasileño puede hacerlo. Cuando uno va, ellos admiran la
forma, los pasajes y los fragmentos de la ejecución de la música
venezolana. Claro, esto se está hablando cuando lo música se
hace con seguridad, con propiedad; grupos como “Raíces...”
la hacemos de manera responsable, cuidando mucho la limpieza,
la ejecución, la armonía, la presentación de la obra, para
que la gente aprecie y emita opiniones favorables a lo que
estamos haciendo.
¿Cómo
ha sido esa experiencia de explorar tanto ritmos a través del
grupo? ¿Cómo describiría nuestra riqueza musical?
Nosotros
tenemos un híbrido en el grupo. Yo, por ejemplo, fui formado
en una región del país donde el bambuco y los valses románticos
son lo que nos identifican, y eso no significa que no hayamos
hecho galerones o joropos, pero corresponde el joropo, más
bien, al llanero que tiene una forma distinta, diferente de
hacer su música, con más naturalidad.
Tenemos un compañero que es llanero y él nos ha enseñado
a ejecutar, a interpretar la música llanera. Tenemos un
caroreño, que es Pablo Camacaro, que vivió y trabajó en el
Zulia, además, que maneja muy bien la danza venezolana, la
danza zuliana, con él aprendimos a interpretarla. Y nosotros
somos músicos que hemos estado impregnados e influenciados
por mucha música de afuera. Hay esa riqueza musical en el
grupo, son como varias tendencias en cinco integrantes.
Actualmente
se están generando ritmos y música de fusión, que tratan de
mezclar distintas tendencias, ritmos venezolanos con los foráneos
¿Qué opina usted sobre ellas?
Me
parece que las influencias siempre han existido y son
positivas. Es cuando uno siente que la música se va
renovando. Lo que hay que tener cuidado es con no cambiar la
forma de forma definitiva, por ejemplo, si el bambuco es una
obra tan lenta, no podemos tocarla mucho más rápido porque
pasaría a ser como un merengue, porque la dos tienen el mismo
origen, o podría ser como una gaita o una danza porque
cambiaría la forma. Pero la influencia, bien sea del sur, del
jazz, como ya la tiene la música venezolana, o de Brasil, o
la de oriente que ha influido en la nuestra (la tachirense), y
nosotros en la de ellos, eso siempre es ganancia. Colombia
tuvo también una gran influencia sobre nosotros, la música
que hacemos, pero nunca ha dejado ser. La influencia de la música
de afuera enriquece las formas nuestras.
¿Qué
necesitamos, entonces, los venezolanos para poder
enriquecernos con nuestra propia música y proyectarnos con
mayor fuerza hacia el exterior?
Primero,
conocerla, y allí juegan un papel importante los medios de
comunicación. y luego, en los institutos de educación
superior, media, especialmente en los niños tiene que haber
una materia fundamental para que los niños conozcan y quieran
el arte y para que conozcan y quieran a su país, sin eso no
podemos hacer más nada, porque el movimiento musical parece
que va caminando y que va avanzando muchísimo por una parte;
tú no te imaginas la cantidad de niños que son fanáticos
del grupo “Raíces...” en los conciertos, y de jóvenes
que interpretan la música venezolana, tan virtuosos, tan
buenos, que ciertamente nos han dejado un poco atrás a
nosotros, aunque seguimos siendo escuela. Si ese movimiento
tuviera esa difusión no pasaría lo que apreciamos, comúnmente,
en los universitarios: usted le pregunta a cualquier
universitario, a cualquier profesional, cuáles son los
ensambles de música venezolana y nadie sabe responder. Tú le
pones a escoger entre un merengue y un bambuco y un valse y no
los saben diferenciar, pero sí saben lo que es una ranchera,
un vallenato, un tango. Entonces eso te dice a ti que no hay
una formación desde la escuela, incluso, desde la familia,
que se forma a la luz de lo que le dan los medios de
comunicación. Y lo otro que es querer un poquito a este país,
aquí tenemos posibilidades de ir a todas partes del mundo,
aunque cada vez más limitadas, y venimos maravillados de la música
y del paisaje. Somos de aquí de los andes y tenemos paisajes
tan lindos... tenemos llanos preciosos, mares bellos, playas,
y estamos hablando de Acapulco, de las montañas de Suiza y
obviamos lo que tenemos acá, y sobre todo, gente tan
maravillosa. Es empezar a conocernos y a querernos un poquito.
Eso es lo que nos hace falta.
Raíces
sería Venezuela y más...
Esa
es la meta nuestra, es un proyecto hecho realidad, tangible,
que ha permitido llevar este mensaje a todos los rincones que
hemos visitado, especialmente dentro de Venezuela, a
universidades, a instituciones, a corporaciones, a cualquier
estado del país donde hemos tocado: de querer la música
nuestra, de disfrutarla y de enseñar también, cuáles son
las formas de la música venezolana.
David
Medina se ha quedado, por un instante, con una sonrisa en el
rostro luego de la entrevista, pensando quizás en cómo sería
Venezuela si realmente proyectase con fuerza sus valores
culturales. Sólo que Medina no es el único músico que
piensa así, sino también sus hermanos de arte de “Raíces...”,
quienes por medio de cuerdas y flauta reflejan, con sonidos,
lo que hemos sido y somos. La mandolina de Medina no descansa
para poder transmitir su amor por el arte.
|