Crítica

Río Místico

La sociedad de la ambigüedad

 

 

María Lorena Meléndez

5to año

 

Sean, Jimmy y Dave, tres jovencitos que se divierten escribiendo en el pavimento húmedo sus nombres, una de esas travesuras de chiquillo que quiebra las reglas del buen comportamiento. Jimmy es al parecer el más tremendo, pues incita a los demás a cometer la falta. Mientras lo hacen, un automóvil se estaciona a su lado, un hombre con placa de policía los asusta y hace que Dave suba al vehículo. La mente de Dave nunca podrá escapar de este viaje en donde fue secuestrado y violado por dos depravados.

 

Río Místico es la historia de estos tres amigos que 25 años después se reúnen nuevamente movidos por el asesinato de la hija de Jimmy (Sean Penn), quien es, aparentemente, un comerciante común. Sean (Kevin Bacon) es el policía intachable que se encarga del caso de asesinato y Dave (Tim Robbins) lleva una vida tranquila con su esposa e hijo, pero las circunstancias lo convierten en uno de los sospechosos del crimen.

 

Aunque el misterio del asesinato pareciera ser el centro del film, son las historias de cada uno de estos tres compañeros las que marcan cada centímetro de celuloide. Las vidas cruzadas de los tres amigos son apenas una especie de escudo ante la sociedad: Dave se refugia en una rutina y un estilo de vida común para olvidarse del trauma de su infancia que nunca supera; Jimmy tiene una bella familia y es propietario de una tienda de víveres, una fachada que construyó luego de salir de la cárcel por un robo jamás esclarecido, y Sean es un agente de policía correcto que está destrozado por el abandono de su esposa y que se convierte en cómplice de dos crímenes. Dos vidas al margen de la ley y otra tortuosa que sufre porque la ley no lo pudo proteger.

 

La amistad entre Jimmy y Sean no se rompe sino que se convierte en complicidad. Dave es la figura desamparada que sigue solitario, con el grave peso del recuerdo en su memoria. Los cuestionamientos de los individuos sobre sus acciones le aportan a la trama momentos de angustia y desasosiego que se transmiten eficientemente al espectador.

 

La mentira parece ser el elemento esencial de un film que esconde un misterio tan sutil como un velo, pues a pesar de que el crimen se resuelva, nada parece estar esclarecido ante la ley. La ambigüedad juega con los personajes - que se delinean poco a poco en la pantalla y se descubren por medio de pequeñas reacciones - y juega, vale decir, con el mismo espectador que intenta atar cabos sin solución aparente. 

 

La metáfora del film se explaya sobre sus propios protagonistas que siguen siendo tan cómplices como lo fueron cuando escribieron sus nombres en el pavimento. Jimmy sigue siendo la oveja negra, Sean sigue callado sus pasos y Dave es una persona incompleta, o mejor dicho es otra persona, trastornado por aquella fatídica tarde en la que dejó su nombre, también incompleto, sobre el cemento fresco.

 

Clint Eastwood, director del film, nos ofrece su visión sobre una sociedad resquebrajada por hacer justicia con la propia mano, por componerse de familias incompletas e incomunicadas y por encubrir los secretos, tan bien guardados, entre dos amigos. Sus acertados planos detalle y sus zoom in tan frecuentes hacia los rostros de los personajes cuentan una historia que mantiene la tensión y la atención del espectador durante toda la película.

 

Las inmejorables actuaciones de Penn – con su cara de travieso e intrigante- , Bacon – cuyo personaje se mueve por la frialdad e indiferencia ante los hechos - y Robbins – cargando la cruz de su pesadilla infantil - pasan a completar el cuadro de virtudes de una cinta que dista mucho de las producciones norteamericanas a las que nos ha acostumbrado la maquinaria hollywoodense.

 

Río Místico es una obra negra que destiñe los colores de la bandera estadounidense que aparece al final, es una mirada crítica a nuestros estilos de vida, a nuestros valores humanos y a una sociedad sumida en el pesimismo de seres oscuros que se arropan con la cotidianidad.

 


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 María Lorena Meléndez
Página construida por: Ericka Lobo y Exis Edgardo Rujano
San Cristóbal, marzo de 2004

 

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES - TÁCHIRA

Departamento de Comunicación Social

 
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