ECONOMÍA

Esta lectura es una reflexión en torno a lo que es un problema constante entre el estudiar y el estudiante

(Extractados del Libro "The Growth Of Economic Thought: Autor Henry William Spiegel)

Lectura y Aprendizaje.

La sociedad de hoy, impulsada por la tecnología, la opulencia y la publicidad, se ha visto transformada de manera importante. Ahora la pregunta no es ya "¿estás haciendo algo valioso, interesante o importante?" La pregunta es hoy ¿te estás divirtiendo?.

Hoy día dos temas consumen nuestro tiempo, trabajo y distracción. Las mismas fuerzas que han reducido la carga de trabajo de la mayor parte de los hombres han incrementado también sus distracciones, llegándose a un punto tal que se han orientado la cultura y la actitud hacia la vida de manera tal que hace imposible mantener la atención por más de media hora. Pero es que estar atento más de media hora representa un esfuerzo, y esforzarse no es divertido. La diversión se identifica con la distracción, la ausencia de presiones sobre mente y cuerpo.

Grandes cambios han ocurrido en este siglo para mejorar la vida del hombre. Se ha reducido en un tercio la semana de trabajo y la vida laboral se ha reducido en ambos extremos por la prohibición del trabajo de los menores, la prolongación de la educación obligatoria y la jubilación. Pero el tiempo libre de que ahora se dispone ha sido transferido, casi con precisión matemática a la televisión o los video juegos.

Pero en un ambiente universitario es de esperar, por lo menos un común denominador, el que Aristóteles señalaba en su Metafísica: "Todos los hombres por naturaleza tienen el deseo de saber." Lo que Aristóteles quería significar es que todos los hombres desean entender. El entendimiento es una actividad de la mente, y demanda un esfuerzo de ella.

La mayor diversión humana está en el descubrimiento. Todo descubrimiento es sinónimo de aprendizaje. Así el filósofo Scott Buchanan definía el aprendizaje como el descubrimiento de los mundos posibles.

Para aprender hay que leer. Y leer puede no ser divertido. Lo único que aparta a la lectura del aburrimiento es el aprendizaje. El aprendizaje, en parte, ha sido desacreditado por el mal uso de los libros de texto. Existe un impresión demasiado extendida de que el conocimiento consiste en datos. Si la educación es la adquisición de conocimientos, debiera entonces consistir en la memorización de los datos.

La mayoría de los libros de texto debieran por tanto consistir en una larga lista de datos para memorizar. Añádase a esto que los exámenes frecuentemente requieran la memorización de datos y se comprenderá por qué es inevitable que los libros de texto resulten aburridos.

Es claro que los datos no son el conocimiento. No tenemos conocimiento sino hasta que tenemos organización. Un mundo posible es la organización de ideas y datos.

Las últimas décadas han visto un impresionante mundo de los datos disponibles. Hace algunos años el Presidente de la Columbia University y el Presidente de la American Statistical Association anunciaron, simultánea pero independiente-mente, que se habían descubierto tantos datos que sería necesario prolongar la adolescencia por lo menos hasta los 45 años para que el estudiante los absorbiera. Sólo las publicaciones científicas suman más de 36,000. La cuestión, por ello, no es si el individuo conoce los últimos descubrimientos de la ciencia sino cómo los comprende.

Vivimos en la Era de la Obsolescencia. Una educación que busque sólo trasmitir la información corriente e inculcar las prácticas presentes ha de fracasar necesariamente porque pronto tales datos y prácticas estarán obsoletas, muchas aún antes de que el alumno concluya sus estudios profesionales. Una educación útil, por otra parte, es aquella que conduce a la comprensión. Debemos enseñar a aprender. El entrenamiento para una carrera o una vocación, consistente en el aprendizaje de rutinas que deberán ejecutarse en la práctica, resulta ineficaz a la luz de la velocidad de los cambios presentes. Es peor, tal aprendizaje puede incapacitar al alumno para ejercer su profesión porque las técnicas aprendidas pueden resultar anticuadas cuando tenga que usarlas.

En segundo lugar, encaramos ahora por vez primera en la historia de la humanidad la probabilidad de que el trabajo no tenga que ocupar la mayor proporción del tiempo y la atención del individuo. La mira de la

educación debe ponerse ahora en preparar a la gente para hacer un uso inteligente de su tiempo libre.

En este nuevo mundo, la educación formal e institucional debe en consecuencia consistir en preparar al individuo para una vida de aprendizaje. Su objeto debe ser desarrollar hábitos que promuevan y sostengan la vida de la mente.

Algunos Consejos para una Mejor Lectura.
Adquirir un libro es sólo el preludio una posesión auténtica del mismo. Poseer un libro implica mucho más que pagar por él y ponerlo en el librero. La posesión absoluta viene cuando lo hemos hecho parte de nosotros mismos absorbiéndolo y digiriéndolo. Las bien marcadas páginas de un libro son clara prueba de que esto ha tenido lugar. Marcar un libro no es una mutilación sino un acto de amor.

Demasiadas personas cometen el error de sustituir la propiedad económica por la propiedad intelectual. Colocan una sensación de poder físico sobre el libro ante una genuina comprensión de su contenido. Tener una buena biblioteca no prueba que su propietario legal haya visto su mente enriquecida por el contenido de sus libros.

¿Por qué es tan importante marcar un libro? Ayuda a mantenerse alerta mientras se lee, no sólo consciente, sino mentalmente alerta. Puesto que la lectura es un proceso activo involucra el pensamiento expresado en palabras escritas. Marcar un libro permite al lector expresar sus pensamientos mientras lee. Así el lector de un libro se con-vierte en coescritor del mismo, como en una conversación con el autor.

Al leer un libro, según se descubren los términos, argumentos y proposiciones en la exposición, puede marcarlas el lector subrayándolas o mediante cualquier símbolo adecuado al margen. El lector no debe dudar en usar los márgenes o los espacios libres al principio y al final de la página para registrar las preguntas o comentarios que la lectura del libro despierte en él.

Diferentes clases de lectura.

Los distintos tipos de material impreso requieren de distintos tipos de lectura. Cada uno de ellos debe ser enfocado con una actitud especial, un marco mental diferente. Una pieza literaria tiene unidad. El lector debe comprender esta unidad. Puede ser la unidad de una pieza de teatro, de una historia narrativa, una teoría científica, un análisis matemático o un argumento filosófico. El lector debe plantearse las siguientes preguntas:

1.- ¿De qué trata esta obra? ¿Cuál es su tema central? ¿Qué trata de decir?
2.- ¿Cómo expresa lo que trata de decir? ¿Cómo aborda el escritor el tema central?
3.- ¿Es o no cierto lo que el autor expresa? ¿Estamos de acuerdo con lo que dice o provoca nuestro rechazo?
4.- ¿Cómo contribuye el libro a formar o modificar nuestras opiniones o actitudes?

El autor de una exposición usualmente presenta un problema o conjunto de problemas. Debemos primero descubrir los términos con los que el autor trata de exponer su tema central. Un término es una palabra usada sin ambigüedad. Es una palabra ligada a un significado igual y único que no cambia dentro del contexto de la obra. Los términos expresados por una persona e identificados por la otra producen comunicación. Los términos son los ladrillos de la construcción de las proposiciones y estas forman a su vez los argumentos.

El lector debe descubrir lo que al autor afirma o niega. Para ello debe ubicar en el texto las frases cruciales, aquellas en las que el autor expresa el punto central de su opinión. Una manera de saber si hemos entendido tales frases es tratar de repetirlas en nuestros propios términos.

En tercer lugar el lector debe identificar los párrafos que contienen los argumentos básicos del autor para respaldar sus puntos de vista.

Hecho lo anterior el lector entra ya en la fase de decidir si está o no de acuerdo con lo expresado por el autor. Para ello existen ciertas reglas simples.

a) El lector no debe tratar de estar de acuerdo o desacuerdo con el autor sino hasta que comprenda con claridad lo que el autor está diciendo.
b) No tiene sentido el tratar de ganar un argumento si no tenemos la certeza sobre nuestro propio punto de vista.
c) El lector no debe tomar esta actitud crítica a menos que esté preparado mentalmente para convenir o estar en desacuerdo. Podemos discrepar: (1) porque pensamos que el autor no está bien informado respecto a puntos de importancia para sus conclusiones; o (2) porque no lo consideramos informado acerca de alguna consideración esencial, que cambiaría el curso de su argumentación si la conociera; o (3) porque consideramos que existe algún error o falacia en su razonamiento, o (4) porque pensamos que su análisis, sin importar qué tan sólidas sean las bases para su razonamiento, está incompleto.

Finalmente, es importante señalar que la lectura de una obra de exposición requiere la lectura de otras obras por diferentes autores para poderla comprender con plenitud.

Disponible en: http://www.uas.mx/departamentos/publicaciones/TEXTOS/pensamiento.htm

 

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