Estudios de Género
MARTÍN-CANO ABREU, F. B. (2001): Adquisición del rol sexual tras la institución del matrimonio. Enciclopedia Libre Universal en Español. http://culturaarcaica.iespana.es/matrimon.html y http://enciclotest.us.es/index.php/Ensayo:Rol_sexual_y_matrimonio, http://eltaller.us.es/index.php/Rol_sexual_y_matrimonio
Resumen: Tras la imposicion
del matrimonio en nuestra cultura greco-romana, cada miembro
de la pareja se repartio el trabajo. Al exigirsele a la
mujer traer muchos hijos y quedarse embarazada, se obligo al
cuidado de los hijos, mientras el varon compartia con ella
los alimentos conseguidos. Estos roles de cada genero fue
causa de la subordinacion femenina.
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ADQUISICIÓN DEL ROL SEXUAL TRAS LA
INSTITUCIÓN DEL MATRIMONIO
Por Francisca Martín-Cano Abreu
IDENTIFICACIÓN FEMENINA DEL ROL
OBSERVADO; MASCULINA DEL ROL ESTEREOTIPADO
A lo largo de nuestra historia occidental
greco-romana, cada miembro de la pareja se repartió
el trabajo, lo que facilitó la formación de
tradiciones. Obviamente, tras la institución del
matrimonio, al exigírsele a la mujer traer muchos
hijos y quedarse embarazada, se obligó al continuo
cuidado de los hijos, mientras el varón
compartía con ella los alimentos conseguidos.
La mujer se quedó en casa vigilada y
prisionera para evitar ser violada o para evitar el
adulterio y evitar traer hijos ajenos.
Y los varones salían al exterior para
buscar el sustento, para reunirse con otros varones, para
desarrollarse física y mentalmente, para descubrir
armas potentes, para defender del pillaje sus posesiones
materiales y sus riquezas y para proteger a sus mujeres de
las violaciones y del adulterio. Y para hacer la guerra.
Los varones se reunían a planear,
coordinar y compartir los conocimientos de los más
experimentados. Se generaban lealtades que cohesionaban las
relaciones varón-varón. Y lo que es más
importante transmitían sus saberes a los adolescentes
varones, además de romper la ligadura que unía
a los hijos varones al hogar, en el que dominaba la mujer y
rompían la solidaridad con la madre. Y se les
enseñaba a dar por sí solos los pasos
decisivos en la vida.
En tanto que los adolescentes varones eran
enseñados en el mundo exterior por el grupo adulto
masculino, las niñas se quedaban en unas condiciones
diametralmente opuestas y condicionaron unas actuaciones
diferentes. Las adolescentes permanecían en el hogar
encerradas al cuidado único de sus respectivas madres
o parientes femeninas y bajo su supervisión y
trabajando constantemente con ellas.
Y así cada sexo iba adquiriendo desde la
infancia pautas discriminadas de comportamiento.
Iniciándose de este modo una evolución
diferenciada de las características adecuadas a cada
sexo, que ha configurado nuestra cultura occidental.
El sexo femenino se identificaba con un rol
sexual observado y transmitido culturalmente directamente
por sus madres. Se conformaban e imitaban sus conductas, en
las que estaban implicadas exclusivamente prácticas
en relación a su Fertilidad, al cuidado de los hijos
y al de proporcionar a los varones el mayor bienestar,
embelleciéndose y siendo el descanso del guerrero. Y
proporcionando consuelo.
El sexo masculino se identificaba con el
estereotipo cultural de lo que era masculino. De lo que
debía hacer y de lo que no debía hacer porque
era "afeminado". Se adecuaba a lo que se consideraba
varonil. Los varones aprendían a adaptarse a lo que
se esperaba de ellos: que proporcionasen sustento.
Las niñas vivían encerradas en
una pobre atmósfera doméstica, y tanto si eran
de clase alta como si eran de clase baja, tenían las
mismas y limitadas pocas variaciones perceptivas: las que
les proporcionaban sus viviendas y familias. Crecían
en ambientes cerrados, con un entorno falto de complejidad,
sin estímulos culturales e imaginativos. Ambientes en
los que resultaba difícil se les estimulase la
creatividad. O el afán de aventura. En que se
degradaba la imaginación y las posibilidades de
expresión y del razonamiento lógico. En los
que se esfumaba el desarrollo de las facultades
críticas. Y que favorecía conductas
herméticas. Y las adolescentes en ausencia de una
educación sistematizada, imitaban las conductas de
las mayores con las que convivían y pronto adoptaban
el repertorio de respuestas propios de "su sexo".
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Además a
las adolescentes no se les desarrollaba la tendencia a competir y a
luchar por el éxito, y sólo obtenían refuerzo
por conductas sociales o domésticas. Sus esfuerzos en otras
tareas intelectuales nunca tenían aprobación,
sólo se las reforzaba por su buen comportamiento, por ser "una
señorita muy bien educada". En referencia de ESTER
BARBERÁ [BARBERÁ Heredia, Ester. (1982): La
diferenciación masculino-femenino: Un mito y una realidad.
Estudios de Psicología, Nº 10, Madrid] (1982, 122):
"Matina Horner (1972) sugiere que la mujer desarrolla
motivación para evitar el éxito, produciéndose
en ella, a diferencia del varón, un conflicto o
incompatibilidad entre búsqueda del éxito y sentimiento
de femineidad."
De ahí
que a las niñas educadas en estos ambientes segregados, con
los peligros que conlleva el desarrollo del pensamiento, resultase
fácil imponerles intereses ajenos. Y que esa educación
fuese tendente a aceptar la supremacía masculina y con el
compromiso de permanecer ligadas a la familia y de cuidarla
altruistamente.
Mientras los
varones, con sus contactos fuera de la vida doméstica, en la
Escuela o mientras practicaban deportes, cazaban o estaban en la
guerra, aprendían todo tipo de actividades prácticas y
teóricas, en ambientes abiertos que favorecían
conductas más libres. Con su misión de transmitir la
cultura y un variadísimo repertorio donde elegir para trabajar
o contribuir al desarrollo de la civilización. Y eran
reforzados por ser "muy machos" o por diferentes actividades.
Y el saber
engendra saber. Ya se sabe muy bien hoy día los efectos
positivos de la experiencia temprana; los efectos de desarrollarse en
medios estimulantes, como en los que se han estado desarrollando los
niños varones durante siglos.
Y
también se sabe muy bien, hoy día, los efectos
negativos que provocan desarrollarse en medios protectores, como en
los que se han estado desarrollando las niñas durante cientos
de años. Se sabe que el desarrollo nunca es completo en
ambientes empobrecidos estimularmente, en medios que ofrezcan pocas
oportunidades, que restrinjan las experiencias [los estudios y
descubrimientos en este campo han sido reunidos por THOMPSON Y
SCHAEFER (1961)]. Y también se sabe del efecto acumulativo,
seguido del embrutecimiento debido al inferior ambiente.
Así que
las niñas occidentales, educadas durante generaciones en estas
condiciones poco favorecedoras, no desarrollaban lógicamente
todas sus potencialidades intelectuales. Sin que las expectativas de
los adultos les hubiesen marcado otras pautas.
MUJER Y MATRIMONIO
La mujer por
consiguiente, se dedicó durante cientos de años
plenamente a la larga y pesada tarea de cuidar a los hijos y al hogar
familiar, arrastrando el miedo al abandono de su pareja. Se quedaron
atrapadas en el engranaje de la rutina, exclusivamente reclamadas por
el cuidado diario e inaplazable de los bebés y las tareas
triviales del hogar, con el lastre de los hijos que mermaban sus
fuerzas, su energía, su iniciativa, que bloqueaban sus
fantasías.
Y se quedaron
esperando a que el varón les resolviese el problema
económico para dar alimento a sus crías y las mujeres
dedicaron todas sus energías a la búsqueda de la manera
de ser mimadas y acariciadas.
Vivían
recluidas y eran fácilmente atemorizables; sentían
miedo a los cambios; al abandono de su compañero y por
consiguiente a que pudiesen morir sus hijos. Y en su triste
resignación, sentían pérdida de identidad si se
les ocurría realizar actividades desviadas que no
debían ser hechas por una "auténtica mujer". Y no se
atrevían a elegir actividades no autorizadas, por las que
sólo conseguirían una total ausencia de refuerzos, de
falta de apoyo y las dejarían en la marginalidad.
Así las
mujeres se convirtieron en reprimidas que eran a la vez represoras. Y
sufrían y ejercían sobre otras mujeres los
fuertísimos mecanismos de control de la sociedad para que no
cometiesen infracciones; las presiones del grupo hacia la
conformidad; las medidas disuasorias que procuran una sanción
informal e inmediata para que sus miembros desviados se adaptasen a
sus normas. Sanciones que operaban de forma más eficaz que las
penas legales. Y a las que las mujeres se conformaban porque
querían estar integradas y ser plenamente aceptadas por su
sociedad.
Soportaban como
algo normal los sometimientos y las humillaciones masculinas y no las
contestaban. Huían de toda conducta opuesta al poder
masculino, para evitar que los varones tuviesen que competir con
ellas, ya que la realidad les mostraba que "eran las más
complacientes" las que obtenían mayores ventajas
económicas.
Seguían
el consejo "si eres sensata te someterás como nosotras".
También
se iba seleccionando determinadas conductas femeninas para conseguir
parejas adecuadas, para evitar el abandono y para proteger la
integridad familiar: como la seducción para lograr el mejor
compañero, el más poderoso, el de mayores medios
económicos y se dejaban comprar por el varón que
poseyese la mayor fortuna. Además se seleccionaba la rivalidad
femenina y no la solidaridad. Y se han transmitido de
generación en generación.
E igualmente se
fueron seleccionando conductas masculinas machistas, a las que el
varón se intentaba adecuar, para no convertirse en un
perdedor. Trataban de obtener aquellos atributos que importaban a la
mujer, para llevarse la más guapa, la más
prolífica.
Y dado que los
varones también querían que las mujeres los
necesitasen, y cuanto más inválidas estuviesen
más los necesitaría, ellos eran los primeros que se
oponían a toda conducta que persiguiese la autonomía
femenina y la independencia fuera del matrimonio.
Y estas
conductas egoístas machistas, les han sido reforzadas,
incluso, por las mismas mujeres, que en realidad eran las que se
encargaban de perpetuarlas, pues se regían por los valores
imperantes y ellas mismas las han ido perpetuado.
Así que
a lo largo de los siglos, ambos sexos se han adaptado a unos papeles
que no son fáciles de erradicar, a los que se han adaptado
incluso los varones y las mujeres más revolucionarios,
rebeldes y cultas. Supone una solución a la necesidad de
vincularse que tiene como ser humano y que aún no es posible
hacer uso de otra.
Y la mujer se
obligó a sacrificarse en aras de la Fertilidad. Cargó
con su responsabilidad y se convirtió en una máquina
que sólo valía para traer muchos descendientes al
mundo, sobre todo hijos varones para la guerra. Y los varones,
aprovechándose de la debilidad en que quedó la mujer,
frente a sus gestaciones continuas, consiguió
subordinarla.
Y según
vemos hoy día, con una población mundial de cinco mil
millones de habitantes, con problemas de reparto de alimento y
escasez de trabajo no se ha abandonado aún esta
tradición.
VALORES
De forma, que
lo largo de los siglos, las mujeres, al ejercer un determinado y
exclusivo papel, terminaron creyéndoselo y asimismo se fueron
seleccionando una serie de valores, transmitidos durante generaciones
y que han actuado en todos los sujetos de ambos sexos.
Los diferentes
valores que tiene cada sexo en una sociedad determinada, no son
congénitos, sino que han sido adquiridos por medio del
aprendizaje de ciertos modelos, mediante la imitación de los
valores que defendían.
Por lo que los
dirigentes han promovido todo tipo de medidas para modelar los
comportamientos y valores que deseaban imponer, los estereotipos y
los símbolos que les ha interesado. Y han manipulado todos los
métodos que intervienen en el proceso de adquisición de
los patrones culturales. Tanto los sistemáticos e
intencionales, como los influjos y agentes ocasionales. Y los han
usado tanto de manera sutil, como por medio de otras medidas
coactivas.
Sobretodo han
elegido potenciar los símbolos que mejor podrían
modelar los comportamientos que deseaban imponer, a través de
los poderosos medios de comunicación, como han sido: el Arte,
la religión, los mitos, las leyendas, los cuentos, la
educación, etc. Y han ocultado los símbolos que
podrían modelar los comportamientos que intentaban erradicar.
La uniformidad
de valores de un grupo social se ha conseguido a fuerza de ciertas
medidas de control y mecanismos de los que se ha valido el poder para
que se asumiesen como:
- A
través del uso de la coacción contra los que se
extralimitaban y castigar otras vías expresivas.
- Practicar la
intolerancia y ejercer todo tipo de violencia contra lo que no
servía a sus deseos.
- Poner trabas
a la libertad de expresión.
- Canalizar los
fenómenos expresivos a través de cauces permitidos y
encorsetados.
- Además
del chismorreo, el rumor, el escándalo, etc.
Y cada sexo se
ha identificado con el rol sexual observado y transmitido
culturalmente directamente o con el estereotipo cultural de lo que es
apropiado.
ESTEREOTIPOS
Los
estereotipos sexuales son valoraciones, respuestas verbales
rígidas respecto a los mujeres y varones con las que
concuerdan gran porcentaje de personas de una sociedad determinada.
El objetivo de un estereotipo es el de comunicar la existencia de una
conducta generalizada que posibilita se cumplan sus enunciados. Se
hacen afirmaciones que se terminan creyendo y se va modelando una
actitud sugiriéndola en las mentes.
En el caso de
los estereotipos sexuales de nuestra civilización, son
prejuicios que proporcionan a los varones que las practican,
sentimientos de superioridad y de autoafirmación, a
través de la práctica discriminativa respecto a la
mujer. Además de ventajas económicas, ya que niega
derechos y oportunidades a las mujeres objetos de
discriminación.
Los
estereotipos son como una profecía autocumplida. Se piensa "la
posición de inferioridad de las mujeres prueba que son
realmente inferiores" y los varones se comportan como si ellas fueran
inferiores, con lo que determinan que las mujeres se perpetúen
en su posición subordinada.
Los
estereotipos se han transferido a todas las disciplinas, incluidos al
mundo del Arte, a los mitos, a las leyendas, a los cuentos... En los
que se concretizan mujeres y varones en papeles bien diferenciados,
con manifiestas diferencias de poder según el sexo, en figuras
simbólicas: las mujeres cumpliendo una función pasiva y
los varones realizando tareas activas. Para dar modelos
correspondientes a los símbolos que se pretendían
extender y para que fuesen imitados.
En la cultura
hoy extendida por occidente, los estereotipos más extendidos y
más dañinos de la sociedad han sido loa que
incluía la duda acerca de la capacidad intelectual femenina y
los estereotipos de diferenciar los rasgos que definen lo femenino,
como diferentes a los que definen lo masculino.
Ejemplos
paradigmáticos: "los varones no lloran", "son agresivos,
fuertes", "son aventureros", "tienen mente investigadora". Y
contrariamente los estereotipos de: "las mujeres son delicadas,
sumisas", "intuitivas" es decir que no usan la razón, son
irracionales; "prefieren quedarse en casa", "aceptan los
condicionamientos". Y "la subordinación de la mujer es
generalizada", "existe la desigualdad entre los sexos, o "la
superioridad masculina y la inferioridad femenina", o el considerar
"al varón más agresivo que la mujer", o el creer que
"la mujer debido a su inferioridad mental desarrolla pobreza de
intereses"...
Estos
estereotipos han otorgado a los varones excesivos privilegios y
ventajas, a la vez que justificándose en ellos se discriminaba
a la mujer y se le negaba un protagonismo activo. Y a pesar de la
existencia de numerosas ocasiones en que se evidenciaba que estos
estereotipos eran falsos, ya que los casos concretos los
desmentían, no lograban ser erradicados. Afortunadamente hoy
día en superación.
EDUCACIÓN
Ya hemos
comentado que no existen diferencias intelectuales entre los sexos,
sólo difieren en las características de personalidad
adquiridas con la educación. Y precisamente la
educación dada a cada sexo ha sido muy diferente a lo largo de
los siglos.
El varón
ha encontrado desde el comienzo de la constitución de los
Estados patriarcales, pocos límites a su educación. Ha
tenido oportunidades a lo largos de los siglos de lograr y ampliar
otros conocimientos aparte de los adquiridos en familia. El Estado de
multitud de países de todos los continentes se ha preocupado
de perfeccionarlo de manera sistemática, física y
mentalmente. Se ha desvelado en exaltar su superioridad y en premiar
públicamente sus logros; le ha dado todas las más
ventajas posibles.
Mientras a la
mujer generalmente le ha vedado tanto el desarrollo mental como el
desarrollo físico durante siglos.
Han sido
precisamente las estructuras de la sociedad, con sus necesidades
económicas, las que han explotado a la mujer como fuente de
riqueza. Y han sido las culpables de las diferencias entre los sexos.
Culpables al negar a la mujer derechos y oportunidades de una
educación intelectual, para evitar desviase su atención
en entretenimientos que la alejaran de su "única
obligación" (impuestas por intereses patriarcales):
"concentrarse en su función exclusiva de procrear hijos".
El negar la
educación a la mujer, se ha debido al egoísmo
masculino. Los varones se resistían a perder los privilegios
que procuraba el hecho de tener a las mujeres sometidas. Privilegios
resultantes del contrato sexual entre mujeres y varones que, en su
origen, dio lugar a un reparto de papeles diferentes para cada sexo
destinado, a ayudar a la mujer a criar el mayor número de
hijos. Pero que, a medida que la sociedad fue avanzando, era
innecesario este desigual reparto de papeles, para la supervivencia
de la prole. Y sin embargo los varones se resistían a
modificarlo; se resistían a perder la certeza de la
disponibilidad femenina. Evitaban cambiar las características
del contrato y del compromiso con obligaciones, responsabilidades y
deberes diferentes para cada sexo.
Y así
mantenían permanentemente la pauta de dominio del varón
sobre la mujer. La mujer solamente estaba dedicada a "procurar el
bienestar masculino", sin que otras responsabilidades fuera del hogar
la absorbiesen.
Por lo que la
diferente educación dada a cada sexo durante siglos, ha sido
la causa de encontrar menos frecuentemente ejemplos de la
participación femenina en el desarrollo de la cultura y sean
pocas las contribuciones femeninas durante el período de
dominio masculino a la Ciencia, a la Literatura, a las
Artes,...
La
educación de la mujer ha evolucionado por parte del Estado
desde:
- No
discriminarla en la adquisición educativa como ocurrió
en las primeras etapas de los primeros Estados de Mesopotamia y
Egipto.
- Negarle
totalmente la instrucción como ocurrió en la
última etapa de la cultura machista de Grecia.
- Pasando por
estar impartida exclusivamente por la familia o la comunidad o la
iglesia.
- A una
educación dirigida a una minoría muy selecta.
- O limitada a
conocimientos restringidos e instrumentales, educación
femenina inferior y distinta a la varonil.
- A la actual
sistematizada e institucionalizada: la escolarización
obligatoria.
Cuando ha
empezado a cambiar y a mejorar la educación femenina, ha
empezado a desaparecer las diferencias y ha empezado a aparecer la
igualdad sexual. El móvil para ello empezó en el
momento en que los Estados asumieron la tarea de dar una
educación profunda y generalizada a la mujer. Si en el
desempeño de algunas actividades las mujeres tienen peor
desempeño que los varones, se eliminan sin embargo estas
diferencias sexuales, cuando las mujeres consiguen más
adiestramiento y experiencia.
Hoy día
las diferencias entre los sexos tienden a disminuir, a medida que las
mujeres acceden a iguales oportunidades educativas que los varones.
Y sólo
se alcanzará disminuir la diferencia entre los sexos, cuando
las situaciones en que se desarrollen ambos géneros sean
idénticas y las oportunidades, la educación, los mitos,
todos los sistemas de propaganda,... dejen de discriminar
negativamente al sexo femenino.
Basta observar
cuánto hemos prosperado con las oportunidades de las
últimas décadas para imaginar las proezas que
realizaremos.
EN BUSCA DE LA IGUALDAD SEXUAL Y DE UN
NUEVO PACTO CULTURAL ENTRE LOS SEXOS
En el proceso
de evolución social, desde que la humanidad emprendió
el camino de la actividad cultural, cada vez se fue haciendo
más independiente de las estructuras biológicas; la
evolución humana por tanto, no es biológica, sino
psicosocial. Las cualidades innatas humanas, son las mismas que las
de nuestros antepasados de hace 30.000 años; no se han
modificado las potencialidades; lo que ha cambiado es la cultura.
De ahí
que las características del comportamiento, que manifestamos
actualmente los seres humanos, tanto occidentales como orientales,
del hemisferio norte o del sur, del género femenino o
masculino,... no han sido determinadas genéticamente, sino
culturalmente. Por lo que, en principio, todas las conductas pueden
ser modificadas, en función de los intereses humanos.
La actual
desigual división sexual que manifestamos los seres humanos,
surgió tras ciertas condiciones aparecidas en una etapa del
desarrollo histórico, que produjo un aumento de la violencia,
por lo que se decidió colocar a la mujer en posición
protegida, para evitar la extinción de la especie.
Fue por tanto,
para preservar a la especie y por consiguiente, para preservar la
posibilidad procreadora femenina, y para que se multiplicara mucho
más deprisa, la razón que colocó a la mujer en
posición protegida, que la llevó a una situación
subordinada y la convirtió en víctima.
No cabe duda de
que la división sexual, logró un gran desarrollo de la
humanidad, tanto demográficamente como culturalmente, aunque
el precio lo haya tenido que pagar la mitad del género humano:
la población femenina, mientras los varones se han beneficiado
de la esclavitud femenina.
Con el
transcurso de los siglos, los varones se valieron de esta
posición circunstancial, y de los privilegios que les
reportaban. Y aprovechándose de la dedicación femenina
a los hijos y a las tareas domésticas y gracias a ella, ellos
se quedaron totalmente libres, para concentrarse en sus trabajos y en
sus carreras y así han continuado con el beneficio de
perseguir su bienestar, a costa de la mujer y la alejaron
definitivamente del acceso al trabajo y de la cultura.
YA NO HAY NECESIDAD DE QUE LOS VARONES SE
APROVECHEN DE LA SUBORDINACIÓN FEMENINA
Con el progreso
se ha modificado la situación original de lucha por la
sobrevivencia. En esta etapa histórica que vivimos hoy
día, dada la explosión demográfica actual del
planeta Tierra, y en el que no impera la violencia en un grado tal,
que ponga en peligro la misma continuidad humana, las necesidades de
multiplicación de la especie humana, no son perentorias.
Ya no es tan
necesaria la exclusiva dedicación a la procreación por
parte de la mujer, además de que las cargas de los hijos no
son tan agobiantes, ni necesitan toda la atención femenina.
Si con el
sacrificio femenino y su dedicación plena al aumento de la
población, se ha logrado el objetivo de asegurar la
sobrevivencia de la especie humana y de propagarla, es hora ya de que
a la mujer se la descargue de esa exclusiva tarea y se le permita de
nuevo contribuir al desarrollo de la humanidad, dedicándose a
trabajos más creativas, intelectuales y
científicas.
Ya no es
necesario esa división tan radical, con diferenciación
de funciones entre los sexos. Ya no hay necesidad de que los varones
se sigan aprovechando indefinidamente de su situación
privilegiada de acceso al poder y a la jerarquía y de la
subordinación femenina al varón.
No se puede
seguir manteniendo artificialmente esa subordinación,
sólo por el mero hecho de que en la época en que ha
existido la dominación patriarcal, tuviera éxito. Debe
acabarse por fin con el sentimiento hacia la mujer de que es una
carga económica y una necesidad, de superar el estereotipo de
que las "mujeres son sumisas y un lastre económico" y "los
varones dominantes y agresivos". Y se debe permitir que las mujeres
dejemos de ser una carga, para no inferiorizarnos.
Además,
si queremos que las relaciones varón-mujer sean más
satisfactorias, y si queremos lograr una convivencia mejor; si
queremos que en la interacción de la pareja haya equidad; que
el intercambio entre mujer-varón no sea tan desigual e injusto
como lo es todavía hoy día,... ya va siendo hora de
abandonar la posición subordinada y protegida en que se nos ha
mantenido a las mujeres y debemos dejar de ser convertidas en
víctimas y recuperar una posición más
elevada.
No se puede
seguir manteniendo la discriminación sexual. Dada la gran
versatilidad humana y su capacidad para cambiar actitudes
según las circunstancias, es llegado el momento de un cambio.
Por lo que es llegado el momento de desterrar los estereotipos
sexuales y de eliminar las discriminaciones sexuales.
Sin que el
único modelo práctico de vincularse a los
géneros de la especie humana sea el arquetipo del matrimonio,
con su implícita orden a la mujer de convertirse en madre.
Sin que tampoco
ya sea exclusivamente el intercambio y la disponibilidad sexual
femenina y la dependencia económica al varón, la causa
de la vinculación a los varones.
Ni tampoco las
motivaciones materiales, de seguridad o económicas, ni la
contribución exclusiva del varón al sustento y cuidado
de los hijos, las causas para la formación de la pareja,
además de las procreadoras.
Afortunadamente
uno de los principales cambios acaecidos en esta última
década del siglo XX, es que ya no existe rechazo a las
reivindicaciones justas de las mujeres.
Reivindicaciones de querer seguir avanzando en mayores
cotas de igualdad. Y así se están superando las
limitaciones y se está alcanzando la igualdad sexual. La mujer
empieza a disfrutar de mayor libertad y autonomía y
está consiguiendo su independencia.
Ya empieza a
surgir un nuevo mundo, en el que las mujeres tratan de liberarse del
sometimiento que la dirigía hacia la única vía
del matrimonio. En el que el trabajo femenino, los avances en
métodos anticonceptivos y posibilidades y técnicas
abortivas, están modificando las pautas de formación y
las causas de mantenimiento de la pareja.
AYUDAR A LA REVOLUCIÓN
FEMENINA
Los tratados
internacionales contribuyen a la igualdad, como el convenio para la
eliminación de la discriminación femenina de la
Comunidad Europea. Los gobiernos promueven cambios en la
legislación e incorporan las recomendaciones de la Comunidad
Europea, con acciones políticas para eliminar las
prácticas discriminatorias, con medidas a favor de la efectiva
igualdad de la mujer, con políticas de discriminaciones
positivas, con igualdad de oportunidades en la educación y la
socialización, en el proceso general de desarrollo.
Todos: integrantes de los gobiernos, intelectuales, expertos... edifican día a día y ayudan a proseguir el camino de tal revolución. La tendencia es una propensión imparable y casi universal; la marcha del mundo va hacia la igualdad y el cambio de las actitudes.
Pero la
revolución de la mujer por acabar con la subordinación
y esclavitud femenina, no conseguirá el éxito solo
porque sea justa, sino porque se presione. La clave para ayudar a la
revolución femenina está en el compromiso de las de
nuestro propio sexo, en la presión femenina solidaria, en el
activismo individual y la participación en grupos, para que
presionando suficientemente, consigamos apropiarnos de lo que es
nuestro y ganarnos entrar al lugar al que tenemos derecho, por
justicia y "obligar a los varones a dejarnos las sillas". Las mujeres
conseguiremos el éxito, si luchamos solidariamente.
Casi se ha roto
el muro de resistencia masculina, que evitaba a toda costa perder sus
privilegios. El varón casi cede ante los derechos de las
mujeres. Y terminarán de oponer resistencia, si se ven
forzados a ello. Por lo que habremos de convencerlos para que, por
justicia, se solidaricen con nuestras reivindicaciones de querer
adquirir autonomía económica. Y hemos de pedirles que
pacten con nosotras las características del nuevo contrato
sexual y la forma de vincularnos. Que no teman perder con el cambio,
que ganarán más con el éxito femenino.
Es nuestro
derecho conseguir que los varones adquieran el sentido ético
suficiente, para que se solidaricen con las mujeres y nos aproximemos
a la igualdad de derechos.
En la
civilización occidental ha desaparecido la esclavitud y se ha
acabado con la dominación sobre la clase obrera y está
a punto de acabarse con la subordinación femenina.
Bibliografía citada
BARBERÁ Heredia, Ester. (1982): La diferenciación masculino-femenino: Un mito y una realidad. Estudios de Psicología, Nº 10, Madrid.
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