Estudios de Género

MARTÍN-CANO ABREU, F. B. (2001): Adquisición del rol sexual tras la institución del matrimonio. Enciclopedia Libre Universal en Español. http://culturaarcaica.iespana.es/matrimon.html y http://enciclotest.us.es/index.php/Ensayo:Rol_sexual_y_matrimonio, http://eltaller.us.es/index.php/Rol_sexual_y_matrimonio

Resumen: Tras la imposicion del matrimonio en nuestra cultura greco-romana, cada miembro de la pareja se repartio el trabajo. Al exigirsele a la mujer traer muchos hijos y quedarse embarazada, se obligo al cuidado de los hijos, mientras el varon compartia con ella los alimentos conseguidos. Estos roles de cada genero fue causa de la subordinacion femenina.

 

ADQUISICIÓN DEL ROL SEXUAL TRAS LA INSTITUCIÓN DEL MATRIMONIO

Por Francisca Martín-Cano Abreu

IDENTIFICACIÓN FEMENINA DEL ROL OBSERVADO; MASCULINA DEL ROL ESTEREOTIPADO

A lo largo de nuestra historia occidental greco-romana, cada miembro de la pareja se repartió el trabajo, lo que facilitó la formación de tradiciones. Obviamente, tras la institución del matrimonio, al exigírsele a la mujer traer muchos hijos y quedarse embarazada, se obligó al continuo cuidado de los hijos, mientras el varón compartía con ella los alimentos conseguidos.

La mujer se quedó en casa vigilada y prisionera para evitar ser violada o para evitar el adulterio y evitar traer hijos ajenos.

Y los varones salían al exterior para buscar el sustento, para reunirse con otros varones, para desarrollarse física y mentalmente, para descubrir armas potentes, para defender del pillaje sus posesiones materiales y sus riquezas y para proteger a sus mujeres de las violaciones y del adulterio. Y para hacer la guerra.

Los varones se reunían a planear, coordinar y compartir los conocimientos de los más experimentados. Se generaban lealtades que cohesionaban las relaciones varón-varón. Y lo que es más importante transmitían sus saberes a los adolescentes varones, además de romper la ligadura que unía a los hijos varones al hogar, en el que dominaba la mujer y rompían la solidaridad con la madre. Y se les enseñaba a dar por sí solos los pasos decisivos en la vida.

En tanto que los adolescentes varones eran enseñados en el mundo exterior por el grupo adulto masculino, las niñas se quedaban en unas condiciones diametralmente opuestas y condicionaron unas actuaciones diferentes. Las adolescentes permanecían en el hogar encerradas al cuidado único de sus respectivas madres o parientes femeninas y bajo su supervisión y trabajando constantemente con ellas.

Y así cada sexo iba adquiriendo desde la infancia pautas discriminadas de comportamiento. Iniciándose de este modo una evolución diferenciada de las características adecuadas a cada sexo, que ha configurado nuestra cultura occidental.

El sexo femenino se identificaba con un rol sexual observado y transmitido culturalmente directamente por sus madres. Se conformaban e imitaban sus conductas, en las que estaban implicadas exclusivamente prácticas en relación a su Fertilidad, al cuidado de los hijos y al de proporcionar a los varones el mayor bienestar, embelleciéndose y siendo el descanso del guerrero. Y proporcionando consuelo.

El sexo masculino se identificaba con el estereotipo cultural de lo que era masculino. De lo que debía hacer y de lo que no debía hacer porque era "afeminado". Se adecuaba a lo que se consideraba varonil. Los varones aprendían a adaptarse a lo que se esperaba de ellos: que proporcionasen sustento.

Las niñas vivían encerradas en una pobre atmósfera doméstica, y tanto si eran de clase alta como si eran de clase baja, tenían las mismas y limitadas pocas variaciones perceptivas: las que les proporcionaban sus viviendas y familias. Crecían en ambientes cerrados, con un entorno falto de complejidad, sin estímulos culturales e imaginativos. Ambientes en los que resultaba difícil se les estimulase la creatividad. O el afán de aventura. En que se degradaba la imaginación y las posibilidades de expresión y del razonamiento lógico. En los que se esfumaba el desarrollo de las facultades críticas. Y que favorecía conductas herméticas. Y las adolescentes en ausencia de una educación sistematizada, imitaban las conductas de las mayores con las que convivían y pronto adoptaban el repertorio de respuestas propios de "su sexo".

Además a las adolescentes no se les desarrollaba la tendencia a competir y a luchar por el éxito, y sólo obtenían refuerzo por conductas sociales o domésticas. Sus esfuerzos en otras tareas intelectuales nunca tenían aprobación, sólo se las reforzaba por su buen comportamiento, por ser "una señorita muy bien educada". En referencia de ESTER BARBERÁ [BARBERÁ Heredia, Ester. (1982): La diferenciación masculino-femenino: Un mito y una realidad. Estudios de Psicología, Nº 10, Madrid] (1982, 122): "Matina Horner (1972) sugiere que la mujer desarrolla motivación para evitar el éxito, produciéndose en ella, a diferencia del varón, un conflicto o incompatibilidad entre búsqueda del éxito y sentimiento de femineidad."

De ahí que a las niñas educadas en estos ambientes segregados, con los peligros que conlleva el desarrollo del pensamiento, resultase fácil imponerles intereses ajenos. Y que esa educación fuese tendente a aceptar la supremacía masculina y con el compromiso de permanecer ligadas a la familia y de cuidarla altruistamente.

Mientras los varones, con sus contactos fuera de la vida doméstica, en la Escuela o mientras practicaban deportes, cazaban o estaban en la guerra, aprendían todo tipo de actividades prácticas y teóricas, en ambientes abiertos que favorecían conductas más libres. Con su misión de transmitir la cultura y un variadísimo repertorio donde elegir para trabajar o contribuir al desarrollo de la civilización. Y eran reforzados por ser "muy machos" o por diferentes actividades.

Y el saber engendra saber. Ya se sabe muy bien hoy día los efectos positivos de la experiencia temprana; los efectos de desarrollarse en medios estimulantes, como en los que se han estado desarrollando los niños varones durante siglos.

Y también se sabe muy bien, hoy día, los efectos negativos que provocan desarrollarse en medios protectores, como en los que se han estado desarrollando las niñas durante cientos de años. Se sabe que el desarrollo nunca es completo en ambientes empobrecidos estimularmente, en medios que ofrezcan pocas oportunidades, que restrinjan las experiencias [los estudios y descubrimientos en este campo han sido reunidos por THOMPSON Y SCHAEFER (1961)]. Y también se sabe del efecto acumulativo, seguido del embrutecimiento debido al inferior ambiente.

Así que las niñas occidentales, educadas durante generaciones en estas condiciones poco favorecedoras, no desarrollaban lógicamente todas sus potencialidades intelectuales. Sin que las expectativas de los adultos les hubiesen marcado otras pautas.

 

MUJER Y MATRIMONIO

La mujer por consiguiente, se dedicó durante cientos de años plenamente a la larga y pesada tarea de cuidar a los hijos y al hogar familiar, arrastrando el miedo al abandono de su pareja. Se quedaron atrapadas en el engranaje de la rutina, exclusivamente reclamadas por el cuidado diario e inaplazable de los bebés y las tareas triviales del hogar, con el lastre de los hijos que mermaban sus fuerzas, su energía, su iniciativa, que bloqueaban sus fantasías.

Y se quedaron esperando a que el varón les resolviese el problema económico para dar alimento a sus crías y las mujeres dedicaron todas sus energías a la búsqueda de la manera de ser mimadas y acariciadas.

Vivían recluidas y eran fácilmente atemorizables; sentían miedo a los cambios; al abandono de su compañero y por consiguiente a que pudiesen morir sus hijos. Y en su triste resignación, sentían pérdida de identidad si se les ocurría realizar actividades desviadas que no debían ser hechas por una "auténtica mujer". Y no se atrevían a elegir actividades no autorizadas, por las que sólo conseguirían una total ausencia de refuerzos, de falta de apoyo y las dejarían en la marginalidad.

Así las mujeres se convirtieron en reprimidas que eran a la vez represoras. Y sufrían y ejercían sobre otras mujeres los fuertísimos mecanismos de control de la sociedad para que no cometiesen infracciones; las presiones del grupo hacia la conformidad; las medidas disuasorias que procuran una sanción informal e inmediata para que sus miembros desviados se adaptasen a sus normas. Sanciones que operaban de forma más eficaz que las penas legales. Y a las que las mujeres se conformaban porque querían estar integradas y ser plenamente aceptadas por su sociedad.

Soportaban como algo normal los sometimientos y las humillaciones masculinas y no las contestaban. Huían de toda conducta opuesta al poder masculino, para evitar que los varones tuviesen que competir con ellas, ya que la realidad les mostraba que "eran las más complacientes" las que obtenían mayores ventajas económicas.

Seguían el consejo "si eres sensata te someterás como nosotras".

También se iba seleccionando determinadas conductas femeninas para conseguir parejas adecuadas, para evitar el abandono y para proteger la integridad familiar: como la seducción para lograr el mejor compañero, el más poderoso, el de mayores medios económicos y se dejaban comprar por el varón que poseyese la mayor fortuna. Además se seleccionaba la rivalidad femenina y no la solidaridad. Y se han transmitido de generación en generación.

E igualmente se fueron seleccionando conductas masculinas machistas, a las que el varón se intentaba adecuar, para no convertirse en un perdedor. Trataban de obtener aquellos atributos que importaban a la mujer, para llevarse la más guapa, la más prolífica.

Y dado que los varones también querían que las mujeres los necesitasen, y cuanto más inválidas estuviesen más los necesitaría, ellos eran los primeros que se oponían a toda conducta que persiguiese la autonomía femenina y la independencia fuera del matrimonio.

Y estas conductas egoístas machistas, les han sido reforzadas, incluso, por las mismas mujeres, que en realidad eran las que se encargaban de perpetuarlas, pues se regían por los valores imperantes y ellas mismas las han ido perpetuado.

Así que a lo largo de los siglos, ambos sexos se han adaptado a unos papeles que no son fáciles de erradicar, a los que se han adaptado incluso los varones y las mujeres más revolucionarios, rebeldes y cultas. Supone una solución a la necesidad de vincularse que tiene como ser humano y que aún no es posible hacer uso de otra.

Y la mujer se obligó a sacrificarse en aras de la Fertilidad. Cargó con su responsabilidad y se convirtió en una máquina que sólo valía para traer muchos descendientes al mundo, sobre todo hijos varones para la guerra. Y los varones, aprovechándose de la debilidad en que quedó la mujer, frente a sus gestaciones continuas, consiguió subordinarla.

Y según vemos hoy día, con una población mundial de cinco mil millones de habitantes, con problemas de reparto de alimento y escasez de trabajo no se ha abandonado aún esta tradición.

 

VALORES

De forma, que lo largo de los siglos, las mujeres, al ejercer un determinado y exclusivo papel, terminaron creyéndoselo y asimismo se fueron seleccionando una serie de valores, transmitidos durante generaciones y que han actuado en todos los sujetos de ambos sexos.

Los diferentes valores que tiene cada sexo en una sociedad determinada, no son congénitos, sino que han sido adquiridos por medio del aprendizaje de ciertos modelos, mediante la imitación de los valores que defendían.

Por lo que los dirigentes han promovido todo tipo de medidas para modelar los comportamientos y valores que deseaban imponer, los estereotipos y los símbolos que les ha interesado. Y han manipulado todos los métodos que intervienen en el proceso de adquisición de los patrones culturales. Tanto los sistemáticos e intencionales, como los influjos y agentes ocasionales. Y los han usado tanto de manera sutil, como por medio de otras medidas coactivas.

Sobretodo han elegido potenciar los símbolos que mejor podrían modelar los comportamientos que deseaban imponer, a través de los poderosos medios de comunicación, como han sido: el Arte, la religión, los mitos, las leyendas, los cuentos, la educación, etc. Y han ocultado los símbolos que podrían modelar los comportamientos que intentaban erradicar.

La uniformidad de valores de un grupo social se ha conseguido a fuerza de ciertas medidas de control y mecanismos de los que se ha valido el poder para que se asumiesen como:

- A través del uso de la coacción contra los que se extralimitaban y castigar otras vías expresivas.

- Practicar la intolerancia y ejercer todo tipo de violencia contra lo que no servía a sus deseos.

- Poner trabas a la libertad de expresión.

- Canalizar los fenómenos expresivos a través de cauces permitidos y encorsetados.

- Además del chismorreo, el rumor, el escándalo, etc.

Y cada sexo se ha identificado con el rol sexual observado y transmitido culturalmente directamente o con el estereotipo cultural de lo que es apropiado.

 

ESTEREOTIPOS

Los estereotipos sexuales son valoraciones, respuestas verbales rígidas respecto a los mujeres y varones con las que concuerdan gran porcentaje de personas de una sociedad determinada. El objetivo de un estereotipo es el de comunicar la existencia de una conducta generalizada que posibilita se cumplan sus enunciados. Se hacen afirmaciones que se terminan creyendo y se va modelando una actitud sugiriéndola en las mentes.

En el caso de los estereotipos sexuales de nuestra civilización, son prejuicios que proporcionan a los varones que las practican, sentimientos de superioridad y de autoafirmación, a través de la práctica discriminativa respecto a la mujer. Además de ventajas económicas, ya que niega derechos y oportunidades a las mujeres objetos de discriminación.

Los estereotipos son como una profecía autocumplida. Se piensa "la posición de inferioridad de las mujeres prueba que son realmente inferiores" y los varones se comportan como si ellas fueran inferiores, con lo que determinan que las mujeres se perpetúen en su posición subordinada.

Los estereotipos se han transferido a todas las disciplinas, incluidos al mundo del Arte, a los mitos, a las leyendas, a los cuentos... En los que se concretizan mujeres y varones en papeles bien diferenciados, con manifiestas diferencias de poder según el sexo, en figuras simbólicas: las mujeres cumpliendo una función pasiva y los varones realizando tareas activas. Para dar modelos correspondientes a los símbolos que se pretendían extender y para que fuesen imitados.

En la cultura hoy extendida por occidente, los estereotipos más extendidos y más dañinos de la sociedad han sido loa que incluía la duda acerca de la capacidad intelectual femenina y los estereotipos de diferenciar los rasgos que definen lo femenino, como diferentes a los que definen lo masculino.

Ejemplos paradigmáticos: "los varones no lloran", "son agresivos, fuertes", "son aventureros", "tienen mente investigadora". Y contrariamente los estereotipos de: "las mujeres son delicadas, sumisas", "intuitivas" es decir que no usan la razón, son irracionales; "prefieren quedarse en casa", "aceptan los condicionamientos". Y "la subordinación de la mujer es generalizada", "existe la desigualdad entre los sexos, o "la superioridad masculina y la inferioridad femenina", o el considerar "al varón más agresivo que la mujer", o el creer que "la mujer debido a su inferioridad mental desarrolla pobreza de intereses"...

Estos estereotipos han otorgado a los varones excesivos privilegios y ventajas, a la vez que justificándose en ellos se discriminaba a la mujer y se le negaba un protagonismo activo. Y a pesar de la existencia de numerosas ocasiones en que se evidenciaba que estos estereotipos eran falsos, ya que los casos concretos los desmentían, no lograban ser erradicados. Afortunadamente hoy día en superación.

 

EDUCACIÓN

Ya hemos comentado que no existen diferencias intelectuales entre los sexos, sólo difieren en las características de personalidad adquiridas con la educación. Y precisamente la educación dada a cada sexo ha sido muy diferente a lo largo de los siglos.

El varón ha encontrado desde el comienzo de la constitución de los Estados patriarcales, pocos límites a su educación. Ha tenido oportunidades a lo largos de los siglos de lograr y ampliar otros conocimientos aparte de los adquiridos en familia. El Estado de multitud de países de todos los continentes se ha preocupado de perfeccionarlo de manera sistemática, física y mentalmente. Se ha desvelado en exaltar su superioridad y en premiar públicamente sus logros; le ha dado todas las más ventajas posibles.

Mientras a la mujer generalmente le ha vedado tanto el desarrollo mental como el desarrollo físico durante siglos.

Han sido precisamente las estructuras de la sociedad, con sus necesidades económicas, las que han explotado a la mujer como fuente de riqueza. Y han sido las culpables de las diferencias entre los sexos. Culpables al negar a la mujer derechos y oportunidades de una educación intelectual, para evitar desviase su atención en entretenimientos que la alejaran de su "única obligación" (impuestas por intereses patriarcales): "concentrarse en su función exclusiva de procrear hijos".

El negar la educación a la mujer, se ha debido al egoísmo masculino. Los varones se resistían a perder los privilegios que procuraba el hecho de tener a las mujeres sometidas. Privilegios resultantes del contrato sexual entre mujeres y varones que, en su origen, dio lugar a un reparto de papeles diferentes para cada sexo destinado, a ayudar a la mujer a criar el mayor número de hijos. Pero que, a medida que la sociedad fue avanzando, era innecesario este desigual reparto de papeles, para la supervivencia de la prole. Y sin embargo los varones se resistían a modificarlo; se resistían a perder la certeza de la disponibilidad femenina. Evitaban cambiar las características del contrato y del compromiso con obligaciones, responsabilidades y deberes diferentes para cada sexo.

Y así mantenían permanentemente la pauta de dominio del varón sobre la mujer. La mujer solamente estaba dedicada a "procurar el bienestar masculino", sin que otras responsabilidades fuera del hogar la absorbiesen.

Por lo que la diferente educación dada a cada sexo durante siglos, ha sido la causa de encontrar menos frecuentemente ejemplos de la participación femenina en el desarrollo de la cultura y sean pocas las contribuciones femeninas durante el período de dominio masculino a la Ciencia, a la Literatura, a las Artes,...

La educación de la mujer ha evolucionado por parte del Estado desde:

- No discriminarla en la adquisición educativa como ocurrió en las primeras etapas de los primeros Estados de Mesopotamia y Egipto.

- Negarle totalmente la instrucción como ocurrió en la última etapa de la cultura machista de Grecia.

- Pasando por estar impartida exclusivamente por la familia o la comunidad o la iglesia.

- A una educación dirigida a una minoría muy selecta.

- O limitada a conocimientos restringidos e instrumentales, educación femenina inferior y distinta a la varonil.

- A la actual sistematizada e institucionalizada: la escolarización obligatoria.

Cuando ha empezado a cambiar y a mejorar la educación femenina, ha empezado a desaparecer las diferencias y ha empezado a aparecer la igualdad sexual. El móvil para ello empezó en el momento en que los Estados asumieron la tarea de dar una educación profunda y generalizada a la mujer. Si en el desempeño de algunas actividades las mujeres tienen peor desempeño que los varones, se eliminan sin embargo estas diferencias sexuales, cuando las mujeres consiguen más adiestramiento y experiencia.

Hoy día las diferencias entre los sexos tienden a disminuir, a medida que las mujeres acceden a iguales oportunidades educativas que los varones.

Y sólo se alcanzará disminuir la diferencia entre los sexos, cuando las situaciones en que se desarrollen ambos géneros sean idénticas y las oportunidades, la educación, los mitos, todos los sistemas de propaganda,... dejen de discriminar negativamente al sexo femenino.

Basta observar cuánto hemos prosperado con las oportunidades de las últimas décadas para imaginar las proezas que realizaremos.

 

EN BUSCA DE LA IGUALDAD SEXUAL Y DE UN NUEVO PACTO CULTURAL ENTRE LOS SEXOS

En el proceso de evolución social, desde que la humanidad emprendió el camino de la actividad cultural, cada vez se fue haciendo más independiente de las estructuras biológicas; la evolución humana por tanto, no es biológica, sino psicosocial. Las cualidades innatas humanas, son las mismas que las de nuestros antepasados de hace 30.000 años; no se han modificado las potencialidades; lo que ha cambiado es la cultura.

De ahí que las características del comportamiento, que manifestamos actualmente los seres humanos, tanto occidentales como orientales, del hemisferio norte o del sur, del género femenino o masculino,... no han sido determinadas genéticamente, sino culturalmente. Por lo que, en principio, todas las conductas pueden ser modificadas, en función de los intereses humanos.

La actual desigual división sexual que manifestamos los seres humanos, surgió tras ciertas condiciones aparecidas en una etapa del desarrollo histórico, que produjo un aumento de la violencia, por lo que se decidió colocar a la mujer en posición protegida, para evitar la extinción de la especie.

Fue por tanto, para preservar a la especie y por consiguiente, para preservar la posibilidad procreadora femenina, y para que se multiplicara mucho más deprisa, la razón que colocó a la mujer en posición protegida, que la llevó a una situación subordinada y la convirtió en víctima.

No cabe duda de que la división sexual, logró un gran desarrollo de la humanidad, tanto demográficamente como culturalmente, aunque el precio lo haya tenido que pagar la mitad del género humano: la población femenina, mientras los varones se han beneficiado de la esclavitud femenina.

Con el transcurso de los siglos, los varones se valieron de esta posición circunstancial, y de los privilegios que les reportaban. Y aprovechándose de la dedicación femenina a los hijos y a las tareas domésticas y gracias a ella, ellos se quedaron totalmente libres, para concentrarse en sus trabajos y en sus carreras y así han continuado con el beneficio de perseguir su bienestar, a costa de la mujer y la alejaron definitivamente del acceso al trabajo y de la cultura.

 

YA NO HAY NECESIDAD DE QUE LOS VARONES SE APROVECHEN DE LA SUBORDINACIÓN FEMENINA

Con el progreso se ha modificado la situación original de lucha por la sobrevivencia. En esta etapa histórica que vivimos hoy día, dada la explosión demográfica actual del planeta Tierra, y en el que no impera la violencia en un grado tal, que ponga en peligro la misma continuidad humana, las necesidades de multiplicación de la especie humana, no son perentorias.

Ya no es tan necesaria la exclusiva dedicación a la procreación por parte de la mujer, además de que las cargas de los hijos no son tan agobiantes, ni necesitan toda la atención femenina.

Si con el sacrificio femenino y su dedicación plena al aumento de la población, se ha logrado el objetivo de asegurar la sobrevivencia de la especie humana y de propagarla, es hora ya de que a la mujer se la descargue de esa exclusiva tarea y se le permita de nuevo contribuir al desarrollo de la humanidad, dedicándose a trabajos más creativas, intelectuales y científicas.

Ya no es necesario esa división tan radical, con diferenciación de funciones entre los sexos. Ya no hay necesidad de que los varones se sigan aprovechando indefinidamente de su situación privilegiada de acceso al poder y a la jerarquía y de la subordinación femenina al varón.

No se puede seguir manteniendo artificialmente esa subordinación, sólo por el mero hecho de que en la época en que ha existido la dominación patriarcal, tuviera éxito. Debe acabarse por fin con el sentimiento hacia la mujer de que es una carga económica y una necesidad, de superar el estereotipo de que las "mujeres son sumisas y un lastre económico" y "los varones dominantes y agresivos". Y se debe permitir que las mujeres dejemos de ser una carga, para no inferiorizarnos.

Además, si queremos que las relaciones varón-mujer sean más satisfactorias, y si queremos lograr una convivencia mejor; si queremos que en la interacción de la pareja haya equidad; que el intercambio entre mujer-varón no sea tan desigual e injusto como lo es todavía hoy día,... ya va siendo hora de abandonar la posición subordinada y protegida en que se nos ha mantenido a las mujeres y debemos dejar de ser convertidas en víctimas y recuperar una posición más elevada.

No se puede seguir manteniendo la discriminación sexual. Dada la gran versatilidad humana y su capacidad para cambiar actitudes según las circunstancias, es llegado el momento de un cambio. Por lo que es llegado el momento de desterrar los estereotipos sexuales y de eliminar las discriminaciones sexuales.

Sin que el único modelo práctico de vincularse a los géneros de la especie humana sea el arquetipo del matrimonio, con su implícita orden a la mujer de convertirse en madre.

Sin que tampoco ya sea exclusivamente el intercambio y la disponibilidad sexual femenina y la dependencia económica al varón, la causa de la vinculación a los varones.

Ni tampoco las motivaciones materiales, de seguridad o económicas, ni la contribución exclusiva del varón al sustento y cuidado de los hijos, las causas para la formación de la pareja, además de las procreadoras.

Afortunadamente uno de los principales cambios acaecidos en esta última década del siglo XX, es que ya no existe rechazo a las reivindicaciones justas de las mujeres.

Reivindicaciones de querer seguir avanzando en mayores cotas de igualdad. Y así se están superando las limitaciones y se está alcanzando la igualdad sexual. La mujer empieza a disfrutar de mayor libertad y autonomía y está consiguiendo su independencia.

Ya empieza a surgir un nuevo mundo, en el que las mujeres tratan de liberarse del sometimiento que la dirigía hacia la única vía del matrimonio. En el que el trabajo femenino, los avances en métodos anticonceptivos y posibilidades y técnicas abortivas, están modificando las pautas de formación y las causas de mantenimiento de la pareja.

 

AYUDAR A LA REVOLUCIÓN FEMENINA

Los tratados internacionales contribuyen a la igualdad, como el convenio para la eliminación de la discriminación femenina de la Comunidad Europea. Los gobiernos promueven cambios en la legislación e incorporan las recomendaciones de la Comunidad Europea, con acciones políticas para eliminar las prácticas discriminatorias, con medidas a favor de la efectiva igualdad de la mujer, con políticas de discriminaciones positivas, con igualdad de oportunidades en la educación y la socialización, en el proceso general de desarrollo.

Todos: integrantes de los gobiernos, intelectuales, expertos... edifican día a día y ayudan a proseguir el camino de tal revolución. La tendencia es una propensión imparable y casi universal; la marcha del mundo va hacia la igualdad y el cambio de las actitudes.

Pero la revolución de la mujer por acabar con la subordinación y esclavitud femenina, no conseguirá el éxito solo porque sea justa, sino porque se presione. La clave para ayudar a la revolución femenina está en el compromiso de las de nuestro propio sexo, en la presión femenina solidaria, en el activismo individual y la participación en grupos, para que presionando suficientemente, consigamos apropiarnos de lo que es nuestro y ganarnos entrar al lugar al que tenemos derecho, por justicia y "obligar a los varones a dejarnos las sillas". Las mujeres conseguiremos el éxito, si luchamos solidariamente.

Casi se ha roto el muro de resistencia masculina, que evitaba a toda costa perder sus privilegios. El varón casi cede ante los derechos de las mujeres. Y terminarán de oponer resistencia, si se ven forzados a ello. Por lo que habremos de convencerlos para que, por justicia, se solidaricen con nuestras reivindicaciones de querer adquirir autonomía económica. Y hemos de pedirles que pacten con nosotras las características del nuevo contrato sexual y la forma de vincularnos. Que no teman perder con el cambio, que ganarán más con el éxito femenino.

Es nuestro derecho conseguir que los varones adquieran el sentido ético suficiente, para que se solidaricen con las mujeres y nos aproximemos a la igualdad de derechos.

En la civilización occidental ha desaparecido la esclavitud y se ha acabado con la dominación sobre la clase obrera y está a punto de acabarse con la subordinación femenina.

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Bibliografía citada

BARBERÁ Heredia, Ester. (1982): La diferenciación masculino-femenino: Un mito y una realidad. Estudios de Psicología, Nº 10, Madrid.

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