Revista Electrónica del CRC
 

LA MEDIACIÓN: En el transcurso de nuestras vidas establecemos redes que cubren infinitas posibilidades y, según nuestros compromisos, nuestras opciones y nuestros intereses, las vamos entrelazando, tejiendo y destejiendo una malla social que a la vez que nos cubre de la frialdad existencial, nos va definiendo los gustos y los disgustos, el desarrollo y la historia, la compañía y la soledad. Todo esto genera conflictos, de tipo interpersonal, de carácter gremial, de convivencia familiar, de insatisfacciones y de enfrentamientos a otras concepciones de la relación, a otras miradas sobre el mismo horizonte.

Recorrer estos caminos es difícil, complicado y lento, nos arrima a las controversias de la libertad, al vértigo de la autoconciencia, al peso de las responsabilidades; pero a cambio de ello nos otorgamos lucidez, resistencia, calor y estímulos para la vida.

De las relaciones establecidas unas son de carácter privado, otras abarcan las esferas de lo público, algunas de ellas son difíciles de separar en estos ámbitos: El entendimiento de los vínculos establecidos entre lo público y lo privado, la comprensión de los alcances de la interdependencia social, la claridad para observar, medir y participar en los cambios ultrarrápidos de nuestros tiempos, es lo que nos ha llevado a emprender nuevas rutas que conduzcan a la paz, a la estabilidad elemental y a la concordia, es lo que nos ha motivado a inventar alternativas a la concepción y aplicación de las leyes sociales.

Nuestra cultura fomenta, en lo general, tendencias hacia el conformismo, la apatía y la miopía existencial. Todo esto atribuye las vías de la participación, vuelve distante la opción de tomar decisiones y limita la maduración y los avances de la democRACia.

A lo anterior se debe que la mediación, como recurso alternativo de resolución de conflictos, genere resistencias, que se prefiera la cultura legal que impone delegar potestades, y se tenga temor a un procedimiento desconocido que mantiene el poder de decisión en las partes en disputa y exige responsabilidad y buena fe.

El acercamiento y preocupación por conceptualizar las técnicas para resolver conflictos apenas están comenzando. Nuestra sociedad jalisciense está a punto de tener el impacto de una revolución: vivir las resoluciones justas, participar en la justicia, resolver los litigios sin tener que acudir a los juzgados, a los tribunales o a las venganzas. La mediación permite ver al conflicto como un sistema que comporta en sí mismo al problema y a su solución.

Los sistemas en general son resistentes al cambio. Infinidad de fuerzas contradictorias ejercen su presión sobre sociedades e individuos y envuelven lo que podría ser una placentera vida cotidiana en un remolino de pasiones, en un profundo pozo de insatisfacciones y en callejones sin salida.

Bastante falta por hacer, vamos empezando. Se necesita mayor y mejor investigación que nos ayude a conocernos más para encontrar salidas, próximas y bonancibles para todos, sin vernos disminuidos o minusvaluados, sin quedar recluidos en la espiral del medio, el rencor o de la esperanza. Se requiere producir más colaboración. Debemos incorporar procesos formales de resolución de disputas.

Nos hemos propuesto comenzar en nuestros orígenes, en las marcas dejadas por quienes han hecho nuestra historia, sin transcripciones de estereotipos ni de modelos no propios. Confiamos en la amplia disposición de nuestra sociedad, en la habilidad de los jaliscienses para trabajar con otros cuando se reconocen las ligas comunes y los intereses recíprocos.

Sandra Ratkovich-Dragoni