EL
TABLÓN: El artículo de hoy
La
Vieja Europa: ¿Blasfema o tolerante?
Adrián Mac Liman
La
celebración estos días en París del juicio
contra el semanario humorístico Charlie Hebdo,
acusado por la plana mayor del Consejo de
Asociaciones Musulmanes de Francia de haber
“difamado al Islam” al publicar unas
caricaturas irreverentes del profeta Mahoma,
vuelve a abrir el cacareado debate sobre la
libertad de expresión en la mayoría de los países
del viejo continente. Curiosamente, esta vez no
se trata sólo de la defensa de los sacrosantos
derechos de los ciudadanos, sino también y ante
todo de una pugna entre el “derecho de
blasfemar” y… la tolerancia.
Para los intelectuales galos que abogan en pro
del sobreseimiento de la causa contra el
semanario, el derecho de recurrir a la blasfemia
para criticar posturas retrógradas (léase, el
radicalismo islámico) es tan lícito como el
simple humor o la burla. Recuerdan que en el
pasado los medios de comunicación publicaron
caricaturas ridiculizando al Papa y/o a los
prelados de la iglesia católica, sin que ello
genere grandes movimientos de protesta en el
seno de las agrupaciones religiosas ni la
presentación de querellas criminales. También
recuerdan que las críticas contra la política
racista llevada a cabo por Israel quedaron
zanjadas con simples acusaciones de…
antisemitismo primario. Sin embargo, en el caso
de las caricaturas de Mahoma, la tolerante
Francia se divide en dos grandes bloques. Los
partidarios de la libertad de expresión,
incluido el derecho de blasfemar, se enfrentan
al bloque “radical”, integrado no sólo por
organizaciones religiosas islámicas, sino también
por exponentes de una opinión pública cansada
de oír la argumentación simplista que defiende
el principio del “todo vale”.
¿Todo vale? Quienes han vivido en otras
latitudes, saben positivamente que las
diferencias culturales suelen obstaculizar el diálogo
entre civilizaciones, que la cuestión religiosa
suele generar interminables debates entre filósofos
y teólogos, suele alimentar los conflictos
intercomunitarios. En aquellas latitudes, no tan
lejanas, la blasfemia se convierte, casi automáticamente,
en una condena a muerte.
Sin embargo, las cosas parecen distintas aquí,
en la libre y tolerante Europa, donde el derecho
a blasfemar forma parte, según los exponentes
de esa “inteligensia progre”, del legado de
una civilización abierta e integradora.
Curiosamente, quienes se consideran víctimas de
nuestra excesiva amplitud de miras, interpretan
el concepto de “todo vale” como una agresión
contra sus valores tradicionales. Ficticia o
real, esta agresión genera una actitud de
rechazo.
Según un informe publicado recientemente en el
Reino Unido, el 40% de los musulmanes menores de
55 años residentes en las islas británicas serían
partidarios de la introducción de la Shari’a
(ley islámica) en Inglaterra. Más aún: dos
tercios de los jóvenes estiman que la mujer
musulmana debería llevar velo. Por ende, un 20%
de los musulmanes entre 16 y 24 años apoyan el
ideario de Al Qaeda, y un 36% aseguran que el
abandono de la religión mahometana debería
castigarse con… la pena de muerte. Según la
emisora británica BBC, el Islam es la religión
que más progresa en el Viejo Continente. En
efecto, se calcula que el número de musulmanes
– 30 millones actualmente – podría duplicar
de aquí a 2030. En Francia, donde los
mahometanos representan alrededor del 9% de la
población, el islamismo radical está a punto
de modificar los logros del laicismo, es decir,
de la hasta ahora sacrosanta separación de
poderes entre la Iglesia y el Estado.
En los Países Bajos, que cuentan con un 5,8% de
residentes musulmanes, se contempla la creación
de un Ministerio de Integración, capaz de
gestionar la cada vez más difícil convivencia
intercomunitariua.
El común denominador de la ira de los jóvenes
musulmanes: la arrogancia de los occidentales.
En resumidas cuentas, es obvio que el “todo
vale” y/o el derecho a la blasfemia sólo
sirven para ensanchar aún más la brecha entre
Occidente e Islam, entre la frustración y la
irresponsabilidad.
* Escritor y periodista, miembro del Grupo de
Estudios Mediterráneos de la Universidad de La
Sorbona (París)
maclahor@gmail.com
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Nota
de/para los amigos que me escriben:
De: Aren, La
Habana
Asunto: El Duende: LA NUEVA CIFARRA EDITORIAL DE
MONTANER.
Aunque el periodista Carlos Alberto Montaner es
columnista del Miami Herald y hasta ya tiene
contratado publicar en ese diario periódicamente
un suplemento político pagado, a un costo de
varios miles de dólares por edición , sin
embargo no todos en ese periódico tienen por él
grandes simpatías.
¿Razón? Es que Montaner se ha convertido en un
“tracalero”- palabrita con que los
venezolanos identifican a los tramposos- le dijo
a El Duende uno que trabaja allí, que lo conoce
muy bien y que era antes gran amigo suyo.
Mire señor Duende, nos dijo el ex amigo del
escritor. Lo último que me he enterado es que
Montaner ha ordenado la impresión de no se
cuantos miles de libritos de bolsillos con sus
Pronósticos sobre lo que el dice que va a pasar
en Cuba, para venderlos al público en Miami a
siete dólares cada uno y que los que lo
compren, se lleven los libritos a La Habana en
los vuelos de la comunidad para allí
repartirlos como material de propaganda
clandestina contra el gobierno.
Le argumentamos al colega periodista diciéndole
que nadie iba a ser tan tonto como para servir
de instrumento, poniéndose en riesgo en la
Aduana cubana , mientras Montaner no corría
ninguno y se quedaba en Miami gozado la
papeleta. Los cubanos ya están cansados de
“capitanes araña”, le dijimos.
A lo que el reportero ex amigo de Montaner nos
respondió diciéndonos: “Eso no le importa a
él y ahí es donde está su trácala y la
cifarra. Si Montaner le vende sus libritos al
por mayor a unos cuantos empresarios cubanos de
Miami, con el cuento de que él se va a encargar
de meterlos en Cuba por sus canales
“clandestinos”, estamos hablando de unos
cuantos cientos de miles de dólares para su
bolsillo”.
Recuerde señor Duende que por cada vivo hay mil
idiotas. Y Montaner idiota no es.
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