Una
batalla por el corazón y el alma del futuro de Miami
Álvaro F. Fernández
alfernandez@the-beach.net
Miami se encuentra en una encrucijada
--otra vez. En esta oportunidad lo que está en juego probablemente sea la
institución más importante de la ciudad, su único periódico diario. The
Miami Herald y su bravucón hermanito en español, El Nuevo Herald.
También se encuentra en juego el futuro de la ciudad.
Hay un dicho: se puede jugar con la cadena, pero no con el mono. El mono puede
morderlo a uno. Lo que ha estado sucediendo durante las últimas semanas en One
Herald Plaza, donde residen The Miami Herald
y El Nuevo Herald, tendrá consecuencias que pueden afectar a todos los
miamenses en el futuro. Y si usted es un miamense que ama esta ciudad y desea
verla crecer y prosperar, debe decidir a favor de quién está en esta discusión.
La actual batalla en The Herald puede parecer nueva, pero ha estado
creciendo durante años. Parte de nuestro trabajo en Progreso Semanal ha
sido el de monitorear a los dos Heralds una semana tras otra, y cuando ha sido
necesario criticar la cobertura parcializada de ciertos temas, cuando a menudo
se presenta una cosa en inglés mientras que, por arte de magia de la edición
y eliminación de párrafos claves, aparece algo diferente en español --ambas
versiones a veces escritas por el mismo reportero. Hace unos años, como
resultado de esto, iniciamos nuestro “Detector de Tretas” para señalar
esas discrepancias.
Unas semanas atrás el reportero Oscar Corral escribió un artículo para The
Miami Herald donde reportaba que numerosos reporteros y columnistas de El
Nuevo Herald recibían dinero de Radio y TV Martí para que hicieran
trabajos para esas emisoras. Esos medios son la creación del gobierno
norteamericano. Su trabajo es transmitir propaganda hacia Cuba.
Jesús Diaz Jr., el director de The Miami Herald, despidió a los
empleados de El Nuevo por conflicto de interés. Y entonces se armó la gorda.
Según informes del propio The Miami Herald, ahora resulta que hay más
tela por donde cortar que lo que percibe la mayoría, incluido un intento por
parte de Díaz de impedir la publicación de una columna “sarcástica”
escrita por Carl Hiaasen para The Miami Herald, en relación con las secuelas
del caso de Radio y TV Martí. Hiaasen ganó esa batalla en contra de la
censura. Esta semana, Díaz renunció bajo presión.
Posteriormente se ha reportado que los editores ejecutivos de The Miami
Herald y El Nuevo Herald difieren en materia de filosofía periodística.
Tom Fiedler de The Miami Herald ha declarado que “El gobierno de EEUU está
de un lado… Nosotros realmente nos suscribimos a la norma de que somos los
que vigilamos al gobierno”. Pero Humberto Castelló, de El Nuevo Herald,
respondió que los cubanos dependen de Radio y TV Martí para recibir información,
al declarar: “Ellos no tienen una prensa libre”. Como tal, Castelló se
adhiere a una filosofía periodística distinta a la practicada en EEUU.
Mientras tanto, las estaciones cubanas privadas de radio y TV en Miami, así
como sus conductores de programas, a menudo demasiado propagandistas, han
estado adjudicándose el crédito de haber presionado y por tanto se achacan a
su labor el regreso a sus empleos de los reporteros despedidos por los nuevos
propietarios de los Heralds, McClatchy Company.
Y por eso me referí al principio a la encrucijada. Esto se ha convertido en
una batalla de voluntades y de filosofías periodísticas. Me atrevería a
decir que el concepto de democracia en Miami --ya de por sí tambaleante--
también se encuentra en la línea de fuego. El resultado final de este asunto
ayudaría a definir a Miami por muchos años.
Lamentablemente, hay muchos que desean convertir esto en una discusión entre
los cubanos y el resto de ustedes. No lo es ni debiera serlo. Lo que debiera
ser es una batalla por el corazón y el alma del futuro de Miami. Y si ese es
el caso, no me cabe duda de que la filosofía de El Nuevo Herald de periodismo
“sesgado” está equivocada.
Todas las grandes ciudades necesitan al menos un periódico que esté de
guardia. Durante la última década los Heralds parecen haberse cubierto los
ojos. Han dejado pasar muchas cosas. A menudo ellos también han cedido a
la presión de una minoría de cubanos en esta ciudad cuya idea de la justicia
se define en su diccionario de únicas definiciones. El resultado es la pudrición
que a veces se reporta en el propio Miami Herald.
Soy cubano y me siento orgullos de serlo. Vivo en Miami desde 1960. Amo esta
ciudad; es mi ciudad. Trabajo diariamente para verla crecer y prosperar.
Quisiera que ofreciera oportunidades a todos los que viven aquí. Pero
desprecio lo que le ha sucedido a la estructura de nuestra sociedad aquí --y
culpo en parte a algunos de estos cubanos. A menudo me sorprendo de cuántos
de mis hermanos y hermanas critican tanto lo que sucede en Cuba. Luego dan la
vuelta y exigen que en Miami exista un control similar al que ellos critican en
Cuba.
Estos y otros temas son parte de lo que hace tan importante la batalla de los
Heralds. El buen periodismo puede hacer mucho bien. Cuando el objetivo de un
periódico es el de ser un vigilante, la ciudad en la que trabajan parece
funcionar mucho mejor.
The Miami Herald y El Nuevo Herald pueden hacer que eso suceda en
Miami. Pero deben decidirse a crear en los propios periódicos una atmósfera
donde la diversidad de opinión sea bienvenida y, como instituciones, deben
comprender que la reforma es necesaria dentro y fuera del edificio de The
Miami Herald.
Si esto es así, estoy dispuesto a ayudar. Es más, en un artículo en The
Miami Herald, David Landsberg, el nuevo director de los dos periódicos,
dice que él “escucha todas las opiniones”. Puede que le haga una
llamada.
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Nota de/para los amigos que me escriben:
De: Andrés Gómez, director
de Areítodigital
Asunto: Artículo
Entre el derroche, la
miseria y la muerte
4 de octubre del 2006
Miami.- En días
recientes el Congreso federal autorizó otros 70 mil millones de dólares como
fondos de emergencia para costear la guerra en Iraq y Afganistán hasta
principios del año entrante. Como si esto fuera poco, y el dinero
creciera como hojas en frondosos árboles en billetes de las más altas
denominaciones, la Cámara y el Senado acordaron aprobar un total de 463 mil
millones de dólares para el presupuesto --de lo que eufemísticamente se llama
el Departamento de Defensa-- para el año fiscal 2007; un aumento del 3.6 por
ciento sobre el presupuesto del año anterior.
El costo total de la guerra en Iraq y Afganistán asciende, después de estas
aprobaciones, a 507 mil millones de dólares. Estas astronómicas cifras
de dinero, incomprensibles a la mayoría de los mortales, no las desembolsan
los representantes, los senadores, ni los asesores, los ministros o el propio
presidente, sino que su pago es y será la responsabilidad de la totalidad del
pueblo estadounidense, quien vive al margen de estas extraordinarias
decisiones, a no ser, claro, a través de transparentes elecciones cada dos o
cuatro años, según a quien le toque, garantizadas por este tan democrático
sistema político.
Para cualquiera que anteriormente dudara, en el transcurso de las últimas
semanas se ha hecho evidente, que a pesar del gasto de esas increíbles sumas
de dinero y de la utilización de otros muchos fantásticos mortíferos
recursos, la guerra en Iraq está perdida para los Estados Unidos. La
resistencia nacional iraquí a la invasión y ocupación de su país, a un
elevadísimo costo para ese sufrido pueblo en vidas y haciendas, ha logrado
deshacer las pretensiones imperiales de la Administración Bush, no sólo de
dominio iraquí, sino de dominio mundial.
Aunque la suerte está echada, la guerra no terminará pronto. La hecatombe, el
carnaje, en Iraq continuará aún. Decenas de miles de más iraquíes,
estadounidenses y otros, muy principalmente iraquíes, morirán como
consecuencia de la continuación de esa guerra, y otros cientos de miles de
millones de dólares se gastarán para continuar manteniéndola. Es así como
funciona este tan democrático sistema político imperial bipartidista.
Mientras que el Congreso aprueba estos inverosímiles presupuestos para
continuar desarrollando la industria de la guerra todos los programas
nacionales de asistencia social, de salud, de educación, de cultura, todos
aquellos programas que tienen que ver con el bienestar y el desarrollo
del ser humano sufren profundos recortes presupuestarios.
Entretanto, de acuerdo a las cifras del Buró del Censo, hoy más de 37
millones de estadounidenses viven en la pobreza. Uno de cada ocho
personas en el país. Un aumento de un millón cien mil personas sobre el
año 2005; esta cifra equivale a más que la población del estado de
California, el más poblado de la Unión. Hay más personas viviendo en
la pobreza que nunca antes.
Desde el año 2000, cuando es electa por vez primera la Administración Bush,
el número de personas viviendo en la pobreza ha aumentado en más de seis
millones de personas.
Siempre de acuerdo a las cifras del Buró del Censo, de entre estos 37 millones
de personas, 13 millones son muchachos y niños menores de 17 años de edad.
20.5 millones son personas entre las edades de 18 a 64 años; y 3.5 millones
son mayores de 64 años de edad.
Entre los latinoamericanos y sus descendientes -los hispanos-, 9.1 millones, el
22%, vivimos en la pobreza. Y entre los afroamericanos, el 24.7%, 8.8
millones, 1 de cada 4, viven en la pobreza.
7.9 millones de familias, el 10.2% de todas las familias en el país, viven en
la pobreza. Y de los 37 millones de personas en la pobreza, según los estudios
realizados por el Buró del Censo, 15.6 millones viven en la extrema pobreza.
Y la pobreza en este país también quiere decir que se vive sin seguro médico
alguno.
Todo esto a pesar de que 9 de cada 10 estadounidenses considera que el gobierno
federal tiene la responsabilidad de aliviar o eliminar la pobreza, según una
encuesta realizada este año por la Campaña Católica a favor del Desarrollo
Humano, un órgano de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos.
Y así estamos viviendo, o malviviendo, en este, el más económicamente
desarrollado país del mundo, entre el derroche a favor de la industria de la
guerra, la miseria que sufren tantos millones de seres humanos y la muerte
producto de tanta injusticia.
De: Fòrum
Memòria PV
CONFERENCIA:
“Los juicios sumarísimos del
franquismo y la impunidad”
Jueves 5 de octubre, a las 19,30 h.,
Aula Magna de la Universidad (c/ La Nave)
INTERVENDRÁN:
- CARLOS JIMÉNEZ VILLAREJO, ex fiscal anticorrupción
- VICENTE MUÑIZ CAMPOS, hijo de fusilados por el
franquismo y autor del libro “Agualimpia. Hijos de la
República”
- MERCÉ TEODORO PERIS, abogada del Fòrum per la Memòria
del País Valencià
PRESENTARÁ EL ACTO:
- AMPARO
SALVADOR VILLANOVA, presidenta del Fòrum per la Memòria
del País Valencià
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