MUROS
O PUENTES: Nada será como siempre
Raúl Caballero
Los
mexicanos hemos vivido un agosto lleno de suspenso, el
paso de los días nos deja el sabor de la incertidumbre
y cada vez más, en contraposición, la conciencia de
que algo grande está por pasar una vez que el Tribunal
Electoral informe su fallo de la elección presidencial.
Pero tal como están las cosas, con Fox chachalaqueando
(diría el opositor), que ya hay un ganador ("es
Calderón", lo dijo con todas sus letras a
periodistas alemanes); con el candidato oficial encerrándose
en el "yo gané, punto"; y el candidato y
hasta hoy virtual perdedor desvirtuando al tribunal,
pues el fallo como que ha pasado a segundo término, si
bien todos vivimos pendientes de él como aferrándonos
a la justicia que, sin embargo, sigue en vilo.
A estas alturas postelectorales ya no es posible el
"todo sigue igual". Ahora nada será como
siempre (es decir como cuando el PRI imponía, los
beneficiarios avalaban y el pueblo callaba, agachando la
cabeza); ahora si Calderón gana se detona un movimiento
democrático ya formado en asambleas populares; si se
falla por el recuento o se anulan las elecciones, se
aplaza la confrontación ideológica en puerta; y en el
improbable pero no imposible caso de que se falle
ganador López Obrador, se desatará una rabia, la de la
extrema derecha, hasta ahora agazapada.
Cuando se declare un ganador, la próxima semana, antes
del día 6 de septiembre, comenzará a verse la clase de
sexenio que nos espera.
Desde acá se ve el país en pugna o, si se prefiere, se
ven los dos Méxicos en clara confrontación: el que
respalda a la ultra derecha y el que espera el recuento,
las dos gamas de diversos tonos de azul o amarillo.
Por una parte, en lo más tenue del azul (y hacia lo más
intenso) los mexicanos que se dejaron persuadir por la
campaña del miedo impulsada a favor del PAN y que
apoyan involuntariamente al proyecto oligárquico que
representa Calderón, jalado por la dirigencia panista
de extrema derecha, su clientela el empresariado que
decide lo conveniente para el país a través de Vicente
Fox y, últimamente, los grandes medios a su disposición
(incluidas todas sus plantillas de noticieros, cuánta
pena), a todas luces Televisa y Televisión Azteca y sus
redes en el país y en el extranjero (Notimex ya ni se
diga).
Por la otra los seguidores de Andrés Manuel López
Obrador, cuyas bases se componen, principalmente, de indígenas
y obreros que bien pueden ubicarse en el sector de la
contraparte de la prosperidad, los que se quedan afuera
de Foxilandia, es decir, los jodidos, los pobres, los
obreros.
Esos dos Méxicos, el very nice y el naco, los pirruris
y los indios, los afortunados y los desarrapados, los de
arriba y los de abajo se reparten dosis de odio,
esperanzas, frustración y violencia contenida; esos dos
Méxicos, el de la derecha y el de la izquierda, el que
busca prolongar el México de los privilegios para unos
cuantos y el compuesto por el que tradicionalmente ha
estado sin privilegios tendrían que recomponerse,
superar acaso a través de la confrontación anunciada
sus mutuas intransigencias, encontrar el espacio para un
nuevo proyecto de país democrático, con justicia
social real… se apunta fácil, lo deseable siempre
parece cerca y la realidad siempre está más allá.
Hoy no es diferente, más allá de la calificación de
la elección presidencial, las lecturas están dadas y
se han repetido a lo largo de los últimos dos meses,
dejando en el caldeado ambiente (aun antes del fallo,
ciertamente) dudas que se vuelven certezas: hay algo
anormal, sospechoso, truculento en la persistente
negativa de Manuel Espino (dirigente del panismo) y el
candidato Calderón al recuento; de igual manera —ya
se ha señalado aquí mismo— la disfunción del IFE
con el PREP, el señalamiento de Ugalde que virtualmente
le levantó la mano a Calderón, y los empresarios, el
presidente del país, los jerarcas de la Iglesia Católica,
todos en bola han dejado —y cómo no— la percepción
de que maniobraron en contra de López Obrador.
Todo ello generó la resistencia nunca vista antes que,
guste o no, convierte a López Obrador en un líder
respaldado y acaso más porque avanza contra la poderosa
corriente de intereses. En esa fuerza, probablemente, se
concentra lo que está por venir; no, no es gratuito que
ese México hable de "fraude descomunal", de
"imposición de un presidente espurio", de que
se juega "el destino de la nación" y con ello
su dignidad antes siempre vapuleada sin que nunca pasara
nada.
Raúl Caballero es director editorial del diario La
Estrella de Fort Worth/Dallas, Texas.
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Nota de/para los amigos que me escriben:
De:
Luis Matos
Asunto: Poema
En esta foto, Fidel,
hace contacto en la tierra,
como ayer lo hizo en la Sierra
junto al rebelde fiel.
Porque confiamos en él
comprendemos su intención,
que no es por satisfacción
de un placer particular,
y sí, para con ello dar
más fuerza a la Revolución
No es descanso, ni caída
de un líder digno y gigante,
es calor de un comandante
a la naturaleza herida.
Es demostrar, que en la vida,
tiene sentido y valor,
dar a la tierra calor
y cuidarla con esmero,
para que en el mundo entero
reine la paz y el amor.
De: Isaac
Bigio
Asunto: México se “bolivianiza”y viceversa
LONDRES.-
El 2 de julio se realizaron elecciones generales en México
y para una asamblea constituyente en Bolivia. Estas han
generado una inversión de roles.
En Hispanoamérica
tradicionalmente el sistema politico más estable ha
sido el mexicano, mientras el más inestable ha sido el
boliviano. Si México logró ello en base a haber sido
dominado por un solo partido (el PRI), Bolivia solía
tener muchos partidos (todos chicos) y presidentes que
en las urnas no habían llegado ni al 25% o al 20% de
los votos emitidos.
Hoy México pasa por
una situación inédita. Tiene a dos presidenciables que
se proclaman ganadores y a un Presidente que no puede
rendir su informe final en el Congreso.
Mientras ese país va
adoptando rasgos de la ingobernabilidad y “dualidad de
poderes” como los que solía tener Bolivia, este último
viene adoptando elementos que tuvo México
cuando su sistema estuvo basado en la gran hegemonía de
un autoproclamado “partido revolucionario”.
El MAS de Morales ahora
tiene un control total sobre la elaboración de una
nueva Constitución, la que hará a su medida, pues
controla más del 50% de los votos de la
constituyente, y ha logrado que baste mayoría absoluta
para modificar la Carta Magna.
Mientras México viene
saliendo de la era del monopolio de un solo partido
(1928-2000) para entrar a un multipartidismo con dos
gobiernos paralelos, en Bolivia se busca superar su
tradicional ingobernabilidad adoptando un sistema de
partido único “antiimperialista”, nacionalista e
indigenista, como en sus inicios quiso ser el Partido
Revolucionario Institucional (PRI) Mexicano.
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