La telefonía móvil ha supuesto un avance
técnico para el desarrollo de las telecomunicaciones, pero cuando el desarrollo
técnico se hace pensando en la riqueza que va a producir a las compañías
propietarias y no se tiene en cuenta el bienestar de los ciudadanos, surge una
confrontación de intereses.
Las sumas astronómicas
que mueven las nuevas tecnologías han llevado a una carrera desenfrenada de las
compañías telefónicas por llegar lo antes posible y coger la mayor cuota de
mercado y la captación del mayor número de clientes en el menor tiempo
posible. Esto ha llevando a un desarrollo anárquico de las
infraestructuras que requiere estas tecnologías y a la ausencia de controles
sobre las emisiones electromagnéticas y sobre las condiciones de las
instalaciones. Así las antenas base de telefonía móvil proliferan por
doquier, y se instalan sin licencias, sin cumplir las normas urbanísticas, a
escondidas de las instituciones, sin informar ni consultar a las poblaciones
afectadas, y poniendo en peligro la seguridad colectiva. Con unas prácticas que
nada tienen que ver con un desarrollo civilizado, racional, democrático y
ordenado.
La inhibición de las
instituciones y la escasa normativa actual en vigor, solo facilitan los
objetivos de las empresas de
telefonía y descuidan la protección del medioambiente y del ciudadano.
El peso del poder económico
de las empresas que mueven la telefonía móvil, ha hecho que florezcan estudios
clínicos para tranquilizar a la población, estudios en muchos casos
subvencionados por ellas y que responden a sus fines. A la vez han silenciado,
minimizado u ocultado aquellos otros estudios clínicos independientes que
evidencian los riesgos sanitarios que producen estas radiaciones.
No sorprende que las
antenas base se instalen, siempre, en barriadas populares, con total desprecio a
las familias trabajadoras y a sus edificios. Y ante la duda de daños para la
salud humana, el principio de precaución solo se aplique a las zonas
residenciales y a los edificios donde están ubicadas las instituciones públicas
que permanecen libres de estas antenas.
Las compañías
utilizan acusaciones burdas y simplistas, de “que quienes se oponen a las
antenas base dentro de las poblaciones, están en contra de los teléfonos móviles,
en contra del desarrollo y son alarmistas”. Así colocan las antenas dentro de
los núcleos de población, solo para ahorrar costes, y ocultan que sí es
posible el uso del teléfono móvil, colocando antenas fuera de la población
como sucede Suiza, por ejemplo.
Las recomendaciones en
vigor, aprobadas por el Consejo de Ministros de Sanidad de la Unión Europea (CUE)
y elaboradas por el Comité Internacional para la Protección ante las
Radiaciones No Ionizantes (ICNIRP) solo tienen en cuentan el efecto térmico de
este tipo de ondas y ha establecido que 450 microwatios por centímetro
cuadrado, umbral que consideran no causa daño calorífico a los tejidos. Sin
embargo múltiples investigadores y organismos independientes ponen sobre aviso
a la población por las interacciones de estas ondas con los mecanismos biológicos,
que suponen un peligro sanitario. Y son muchos los analistas que han alarmado de
los fuertes lazos del ICNIR con el ejercito y la industria de las
telecomunicaciones, incluyendo el director de este comité el Dr. Rapacholi,
quien después de ser nombrado en su cargo, se desdice de sus investigaciones
sobre causa-efecto de la telefonía móvil y el cáncer en ratas de laboratorio.
Las recomendaciones del
ICINRP, asumidas por España, han provocado una inercia burocrática en su
aplicación y un seguidismo de las mismas que beneficia a las operadoras, al
ignorar las consecuencias epidemiológicas que están surgiendo en la población
y que contribuyen a incrementar la alarma social.
Situaciones tales como:
Que los consorcios de seguros no quieran asegurar los posibles daños a la salud
que causen estas antenas; que las ondas de los teléfonos móviles alteren los
registros electrocardiográficos, electromiográficos, electroencefalográficos,
dispositivos electrónicos implantados en los pacientes; que puedan producir
desencadenamiento de crisis epilépticas; que en los lugares donde estén
instaladas las antenas móviles desaparezcan los pájaros; que la emisión de
ondas electromagnéticas de la telefonía móvil es constante y que los efectos
en los seres vivos son acumulativa; que se incremente la incidencia de cáncer y
de otras patologías (fatiga, depresión, desordenes del sueño, problemas
cardiovasculares, problemas en la piel, etc, etc.) , en las poblaciones
próximas a las instalaciones de las antenas base. Nos lleva a pensar que la
aplicación de estas tecnologías en la forma en que se están implantando, no
se está haciendo bien y que el reduccionismo a explicaciones simplistas e
interesadas y la apelación a la aplicación de la recomendación, no ofrece
garantías de inocuidad de las radiaciones electromagnéticas de estas antenas.
Desde las instituciones
públicas se está legislando en beneficio de las grandes compañías con
intereses en este sector ya que no tienen en cuenta o ignoran:
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Las conclusiones de la Conferencia Internacional de Salzburgo sobre Instalación
de Emisoras de Telefonía Móvil, Ciencias Aplicadas & Salud Pública,
celebrada en Salzburgo (Austria) el 7-8 de junio del 2000, (donde se recomendó
niveles 4500 veces inferior al de la formativa en vigor.
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Las conclusiones de la Conferencia Internacional sobre el Estado de la
Investigación sobre los Campos Electromagnéticos – Cuestiones Científicas y
Legales, celebrada en Catania (Italia) el 13 – 14 de Septiembre del 2002,
(donde plantean los efectos que suceden en los organismos sometidos a
radiaciones por debajo de los niveles propuestos por la ICNIRP y aprobados por
la U.E.
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Los resultados del programa REFLEX, (estudio financiado por la U.E.
durante cuatro años (1/02/2000 al 31/05/2004) y en el que participaron 12
paises, incluido España, que concluye diciendo que “las ondas
electromagnéticas de la telefonía móvil produce alteraciones del ADN que
transforma la información genética en el núcleo de las células y cambios en
éstas”.
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Múltiples estudios independientes que demuestran la peligrosidad de las
ondas electromagnéticas de la telefonía móvil.
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El informe del Defensor del Pueblo, que señala en él. “que la inocuidad de
las radiaciones radioeléctricas se encuentran lejos de una demostración
concluyente”, lo que exigía que para esta institución, el principio de
precaución se debía invocar con generalidad.
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Ni las demandas de instituciones locales, colectivos sociales y ciudadanos
afectados.
En consecuencia los
firmantes de este manifiesto desde la convicción de que lo que faltan son
garantías de seguridad y de inocuidad, demandamos de las instituciones públicas,
las siguientes medidas:
1.- Suspender todo tipo
de licencias para instalar nuevas antenas de telefonía móvil en los núcleos
de población.
2.- Sancionar y
desmantelar aquellas instaladas sin los permisos y las licencia respectivas.
3.- Se legisle para
bajar la potencia admitida a menos de un microwatio por centímetro cuadrado,
(siguiendo las recomendaciones de la conferencia de expertos celebrada en
Salzburgoen el 2002, como la ha hecho Italia), y la instalación de las antenas
bases a no menos de 600 metros de las zonas habitadas.
4.- Que las
instituciones locales y autonómicas desarrollen ordenanzas para regular la
utilización del espacio electromagnético y prevea la instalación de las
infraestructuras necesarias dentro del PGOU y los Planes de Ordenación del
Territorio. Y creen unidades de inspección de las antenas base y medición de
ondas.
5.- Se informe a la
población afectada de cualquier petición para colocar este tipo de antenas.
6.- Se promuevan
estudios independientes, desligados de los intereses comerciales y patrocinados
por instituciones sanitarias públicas y universitarias.
7.- Que se realicen
estudios epidemiológicos que tengan en cuenta la diversidad de la población,
el grado de madurez de los sistemas inmunitarios, la reactividad individual de
la población a las ondas, los estratos poblacionales, los grupos susceptibles
con patologías asociadas, las exposiciones continuas y las interacciones de
estas ondas con los efectos biológicos.
8.- Que las
instituciones sanitarias recojan en la historia clínica de los pacientes,
si están expuestos a la influencia de los campos magnéticos de las antenas
base de telefonía móvil. La medicina de familia estudie de forma prospectiva,
las patologías de la población próxima a las antenas móviles.
9.- Dado que el espacio
electromagnético que utilizan las operadoras es de dominio público, se grave
la utilización de dicho espacio con impuestos que administraría las
instituciones públicas en proyectos específicos, destinados al desarrollo de
la seguridad de las telecomunicaciones, y al estudio de la contaminación
electromagnética.
10.- Se promueva un
debate en los profesionales de la sanidad, relativo al problema sanitario,
la objetividad y las buenas prácticas de los estudios clínicos existentes.
Los firmantes de este
manifiesto creemos que el desarrollo técnico civilizado no está reñido con el
bienestar social y la protección a la salud y para garantizar esto pedimos a
las autoridades sensatez, responsabilidad, precaución, planificación,
protección a la salud y no dejen en manos de las empresas interesadas la
ordenación de las infraestructuras que requieren las nuevas tecnologías.