Iglesia
partidista
José A. Alemán
No es cierto que los
obispos españoles planeen, tras la manifestación
contra la reforma educativa, salir también a la
calle contra el hambre y la miseria en el mundo,
la tortura, la corrupción política, el paro, la
precariedad laboral, etcétera. Éstos son asuntos
menores frente a que la asignatura de Religión
pueda dejar de computar en la nota media.
El Gobierno trata, dicen, de eliminar la
libertad de los padres para darle formación
religiosa a sus hijos, dentro de su programa de
persecución a la Iglesia. Que el Estado la provea
de fondos, pague los sueldos a los profesores de
Religión, le otorgue incontables beneficios
fiscales y le restaure monumentos, cediéndole los
beneficios de su explotación turística, no basta
para encubrir esa persecución.
Por eso los obispos van a manifestarse. Y han
exhortado a los fieles para que acudan en masa a
encrespar más aún a la gente en beneficio del
PP, guardián de las esencias sin mezcla de mal
alguno del catolicismo verdadero. Que no es
verdadero, a lo que se ve, el de otros obispos,
curas y no pocos católicos tan en desacuerdo con
esas actitudes que se indignan ante las soflamas
de la COPE, la cadena de radio de la Iglesia, que
no ha dejado fuera ni a los inmigrantes con
caritativas alocuciones de justo racismo y
justificada xenofobia.
Frente a esta actuación de los obispos, que
pretenden salvarnos a todos el alma aunque sea a
la fuerza, no sé qué decir. Sobre todo porque no
es el PP ni son los obispos quienes convocan la
manifestación sino la federación o asociación
de Padres Católicos, que nada tiene que ver con
los populares y el Episcopado, qué va. Esas
conexiones bajo cuerda, es fama, sólo las
establece el siniestro mester de rojería, que no
descansa, nunca la derecha portadora de valores
universales y dos piedras. Si el PP y el
episcopado se suman, lo hacen por razones de
estricta conciencia cristiana, no por motivos políticos
o porque haya nexo alguno con los convocantes. Y
si alguien no se lo cree, sea anatema, oye.
Uno, por cuestiones culturales y personales que no
vienen al caso, ha procurado siempre respetar a la
Iglesia y sus valores, que los tiene. Recuerdo lo
que supuso el Vaticano II y la figura de monseñor
Tarancón y sus esfuerzos de concordia. Sirvan
estas evocaciones para señalar cuan alejada está
la Iglesia actual de aquellos presupuestos. Hoy
parece más cercana a la nacionalcatólica, la que
bendecía los ejércitos y los cañones de Franco
con la mano izquierda para desembarazar el brazo
derecho y hacer el saludo fascista. La misma
Iglesia, en fin, que amargó la juventud de
generaciones y que ni siquiera se ha disculpado
por ello.
No se le niega a la Iglesia, bonito fuera, el
derecho a discrepar de lo que estime contrario a
sus intereses. Ni meto en el mismo saco a todos
los obispos, los curas, las monjas y los católicos,
que, sin dejar de ser Iglesia, discrepan del
alineamiento partidista de quienes la dirigen hoy.
A estos católicos les indigna la utilización de
medias verdades y la tolerancia respecto a
formidables mentiras para ayudar al acoso y
derribo de un Gobierno, que de eso se trata. Pero
poco pueden hacer en una organización fuertemente
jerarquizada y antidemocrática.
Desde esas posiciones los obispos coadyuvan a que
la eventual caída de los psocialistas, la que
procuran, sea supuesto cada vez más alejado de un
relevo democrático normal. Están abriendo
demasiadas heridas.
aleman@canariasahora.com |