Delirios
de un maniático homicida
Juana Carrasco Martín
Cada
guerra cuando viene, o antes de que llegue, es representada
no como una guerra sino como un acto de defensa propia
contra un maniático homicida". La sentencia es del
escritor norteamericano George Orwell y es un sayo cortado a
la medida para George W. Bush cuando inició los dos
episodios de su peculiar guerra contra el terrorismo: las
invasiones contra Afganistán e Iraq. Personalizó al
enemigo en Osama bin Laden y en Saddam Hussein y puso en práctica
su propia versión de criminal trastornado.
Como
resultado son miles los afganos e iraquíes muertos —no
hay cifras exactas, porque no tienen el más mínimo interés
para el equipo de la Casa Blanca—, y el número de los
soldados estadounidenses sacrificados en ese altar bélico
va creciendo a diario: 1 873 en Iraq y 229 en Afganistán.
Pero con
canallesca arrogancia, el mandatario ha dicho que no habrá
retirada de tropas de Iraq mientras él esté a cargo de los
destinos de Estados Unidos. Su gran problema es que no
quiere reconocer que tiene un gran problema, y este le mina
el mandato y resta todavía más al ya deteriorado prestigio
de su país; divide a la sociedad norteamericana, enluta a
miles de familias, y a no muy largo plazo está encaminando
a la economía a un atolladero. Pero nada de eso importa,
puesto que otros llenan sus arcas... y Bush es su
representante en el círculo de poder político.
En estos días
de vacaciones y petulancia, Bush dedicó un tiempo a
arremeter con saña contra Cindy Sheehan —en lo que estuvo
acompañado por una parte de los medios de comunicación y
por grupos de apoyo a la guerra— y dijo que las familias
de los soldados en Iraq no pensaban como esta mujer que
levantó el campamento
Casey, en honor a su hijo caído en esa guerra, y sin proponérselo
ha catalizado el sentimiento antibelicista de la nación.
Tres
discursos con público preferentemente de militares o ex
militares y su audiencia radial sabatina, fueron utilizados
por el W. para reafirmar su política beligerante, al mismo
tiempo que asumía dos de las posiciones de los monos de la
fábula: cerrar ojos y oídos a una parte ya sustancial de
los latidos del país.
Muchos
norteamericanos consideran que la administración no está
manejando la guerra en forma debida. Lo dice una encuesta
AP-Ipsos recién realizada, en la que el 59 por ciento
desaprobó esa conducción. El 50 por ciento cree que las
acciones militares de EE.UU. en Iraq han incrementado la
amenaza de terrorismo alrededor del mundo, y el 52 por
ciento asegura que Estados Unidos cometió un error al ir a
esa guerra.
El apoyo
se erosiona, las actitudes cambian dramáticamente, y el
nivel de quienes la asumen como un error, es ya idéntico al
número que se expresaba así en agosto de 1968 respecto a
la guerra en Vietnam, seis meses después de la ofensiva del
Tet, punto de viraje en aquel largo conflicto armado que
culminó con la victoria vietnamita, e hito que abrió las
puertas del más amplio disenso dentro de la población
norteamericana.
Pero Bush
se empeña a fondo: "Transformar a un país que estaba
dirigido por un dictador opresivo que apoyaba al terror, en
una nación libre que es aliada en la guerra contra el
terror, tomará más tiempo, más sacrificio...".
Para
completar esa disposición anímica del pueblo
estadounidense, un abrumador número de personas dice que
quienes critican la guerra en Iraq deben expresar libre y públicamente
sus objeciones. Nueve de cada diez personas encuestadas por
AP-Ipsos le dieron el visto bueno a las manifestaciones
antibélicas.
Otro
problema que Bush no quiere ver es mostrado por las
encuestas: la erosión del apoyo a la guerra se está
registrando más rápido en Iraq que en la década de los
60, cuando Vietnam.
Todo esto
debiera levantar una bandera de alerta roja para la
administración republicana; sin embargo, George W. Bush
insiste en que una inmediata retirada de las tropas
estadounidenses de Iraq "solamente estimularía a los
terroristas y haría a Estados Unidos y a sus aliados más
vulnerables a los ataques". Aseveración tan engreída
como su respuesta a la petición de Cindy Sheehan:
"Mientras yo sea el presidente, nos quedaremos,
lucharemos y ganaremos la guerra sobre el terror". Y
cerró la semana embargado por ese optimismo estúpido y con
un llamado a la paciencia respecto a la misión militar de
Estados Unidos en Iraq, demostrando sencillamente que su
visión es irreconciliable con la realidad.
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