«El hombre es el lobo del hombre»
La adaptación de la economía a la
escasez de petróleo
THIERRY MEYSSAN
La opinión pública occidental ha dejado de tomar
en serio la perspectiva, tantas veces anunciada, de un agotamiento de los
recursos petrolíferos. Pero, aunque queda aún petróleo
para rato, ese recurso alcanzará rápidamente un costo muy elevado y las
cantidades disponibles no podrán satisfacer el crecimiento económico mundial.
La transición hacia otras fuentes de energía exigirá difíciles adaptaciones
y ya está dando lugar a las guerras por el control de los recursos que ha
emprendido la Coalición.
La toma de conciencia, en los años 70, sobre un
posible agotamiento de las reservas mundiales de petróleo sirvió a diferentes
corrientes filosóficas de argumento para justificar su propia moral. Para los
maltusianos del Club de Roma, la ideología del crecimiento conduce al fin de la
humanidad.
Al no ser posible modificar la civilización
industrial, es necesario limitar la población. Pero el descubrimiento de nuevos
yacimientos (sobre todo en el Mar del Norte) y la aparición de nuevas técnicas
más eficaces de explotación retrasaron la aparición de dificultades y
pusieron en ridículo a los profetas de la desgracia. Siendo así, cuando se
recuerda hoy el problema a los encargados de las decisiones políticas, la opinión
pública no lo toma en cuenta.
Las fuentes de combustibles fósiles (carbón,
petróleo, gas) son limitadas y sólo se tiene una idea inexacta del volumen de
reservas que puede quedar aún en el planeta. Sabiendo que la consideración de
la que gozan ciertos Estados en el seno de las instituciones internacionales, así
como en las bolsas de valores, depende de la capacidad petrolera que se les
atribuye, cada uno de ellos tiende a exagerar la importancia de su propio
patrimonio, y a exagerarla más aún cuando los rivales alcanzan volúmenes
similares al suyo.
En pocas palabras, es notorio que las cifras
oficiales son falsas. No presentan balances objetivos sino que son parte de un
engañoso juego de póquer entre Estados y compañías petroleras. La evaluación
se hace aún más difícil debido a la existencia de diferentes tipos de petróleo.
Por comodidad, se distingue un petróleo
convencional, fácil de extraer y de refinar, y un petróleo no convencional
cuya explotación es más o menos interesante. Los economistas subrayan que,
debido al principio de la oferta y la demanda, yacimientos cuya explotación
resulta hoy demasiado costosa se harán rentables cuando suba el precio del
crudo.
Pero los técnicos señalan que, sea cual sea el
precio de venta, ciertos yacimientos no serán explotados nunca porque ello
exigiría más energía que la que producirían los hidrocarburos extraídos. En
ese caso, la termodinámica impone límites a la ley del mercado.
Como quiera que sea, si bien se desconocen las
cantidades explotables de petróleo no convencional, los expertos hacen una
evaluación de la cantidad de petróleo convencional que queda aún. Esta no
pasa de lo que puede caber en el lago de Ginebra. O sea, que teniendo en cuenta
el crecimiento económico y el alza permanente de la demanda a la que éste da
lugar, habremos agotado ese tipo de petróleo de aquí a cuatro o cinco años.
Entraremos así en un periodo en que esa fuente de energía se hará
definitivamente más cara.
El momento en que la producción alcanzará su
apogeo, y después del cual comenzará la crisis del petróleo, se designa con
el término «Peak Oil» (pico petrolero). Numerosos investigadores han tratado
de definir con precisión en qué momento se producirá. Sin embargo, a nivel
general, el concepto carece de sentido. Si se puede hablar objetivamente de «pico»
de producción para un pozo de petróleo en particular, no es posible hacer lo
mismo con respecto a un mercado.
Numerosos yacimientos han alcanzado ya su pico
de producción. Muchos se han agotado definitivamente. Sin embargo, el concepto
ilustra aún una realidad bien definida: por el momento, la explotación de las
reservas de petróleo de calidad se hace cada vez más costosa y los precios
siguen subiendo. Aún estableciendo los precios, en breve tiempo la producción
será inferior a la demanda. Entraremos entonces en una economía de escasez.
Ese factor no cambiará mucho la situación en
lo tocante a las ganancias de las compañías petroleras, que recuperarán
-gracias a la diferencia del precio de ventta- lo que pierdan en volumen. Pero no
habrá suficiente combustible para los transportes y la industria, incluyendo la
industria agroalimentaria.
Habrá que volverse entonces hacia otras fuentes
de energía y adaptarse a ellas. Al contrario de lo que sugieren ciertas
expresiones, no hay energías alternativas al petróleo sino fuentes de energía
alternativas: todos los tipos de energía son equivalentes pero no se puede
hacer funcionar un avión con paneles solares, ni fabricar fertilizantes con un
molino de viento. En muchos casos el gas (también limitado) reemplazará con éxito
al petróleo [1].
Eso perturbará los flujos comerciales ya que,
si bien es fácil transportar petróleo en supertanqueros, no sucede lo mismo
con el gas metano y, cuando se trata de transportar grandes volúmenes de gas,
no queda más remedio que recurrir a los gasoductos. Estados Unidos, que no
tiene gas en su propio territorio, ni en el de sus vecinos inmediatos, no podrá
importar ese tipo de combustible mientras que Europa occidental será
aprovisionada por Rusia, perspectiva que implica profundos cambios de alianzas.
Mucho más que el nivel de desarrollo industrial
son los estilos de vida lo que determina el consumo de energía de un país. Los
estadounidenses consumen el doble de energía por habitante que los europeos y
la utilizan principalmente para el transporte. Es por esa razón que el
aprovisionamiento de petróleo se ha convertido en la gran prioridad de la
administración Bush [2].
Desde su llegada a la Casa Blanca, George W.
otorgó al vicepresidente Dick Cheney un mandato para dirigir un estudio de
fondo y determinar ciertas decisiones políticas. Es evidente que se edulcoró
el informe público del equipo de Cheney [3]
y que existe un conflicto entre la Casa Blanca y el Congreso sobre ese tema.
Según el lema de la Casa Blanca, el estilo de
vida de los estadounidenses no es negociable [4].
Por consiguiente, hay que ser capaz de proveer el petróleo que el mercado
interno necesita mientras estén en circulación los aviones, camiones, automóviles,
etc. que utilizan la tecnología actual, y hay que fabricar nuevos medios de
transporte adaptados a otras fuentes de energía que reemplacen progresivamente
los anteriores.
Teniendo en cuenta que la vida útil de un vehículo
es de alrededor de veinte años, Estados Unidos tendrá que confiscar dentro de
poco todo el petróleo convencional que queda y parte del petróleo no
convencional. Sin hablar del uso masivo del petróleo en la agricultura
(fertilizantes y pesticidas), que será muy difícil de reemplazar con otras técnicas.
La falta de preparación de las economías
desarrolladas para esa crisis es evidente. Las reflexiones de los líderes
ecologistas sobre el abandono de los medios individuales de transporte para
pasar al transporte colectivo tienen que ver con la ética individual, no con la
política general. Cuando no haya gasolina para los autos deportivos, tampoco la
habrá para los autobuses. Será necesario, eso sí, reestructurar enteramente
grandes sectores de la economía global. Por ejemplo, ya no será rentable fabricar en países
lejanos los componentes de determinado producto. En el caso específico de
Francia, habrá que renunciar a la determinación de los precios de los
productos alimentarios en el mercado parisino de Rungis, proceso que actualmente
implica el transporte de todos esos productos hacia ese sitio desde donde se
transportan de nuevo hacia los lugares en que serán consumidos.
Aunque falten aún algunos años antes de que
lleguemos al «pico petrolero», o más bien al principio de la escasez, las
guerras por los recursos ya han empezado. Al tomar el control de Afganistán e
instalar bases en los países vecinos [5],
los anglo-norteamericanos se han garantizado un corredor de evacuación antes de
invertir masivamente en la explotación del petróleo del Mar Caspio. Al
colonizar Irak, se apoderaron de una parte de las reservas del Golfo y ahora
miran hacia Irán.
Al cabo de los años, la «doctrina
Kissinger» cambia de sentido. En los 70, se trataba de controlar el acceso
a los recursos naturales para disponer de un medio de presión sobre el conjunto
de las economías desarrolladas y obtener, desde la fuente, la máxima cantidad
de comisiones.
Hoy en día, el objetivo del control es acaparar
los recursos no para que pueda adquirirlos el que más pague sino para que sean
utilizados por el conquistador. Los recursos que ayer fueron recompensa se
convierten hoy en botín.
En ese contexto, los únicos otros Estados que
podrán mantener y acrecentar su nivel de vida son los que dispongan de sus
propias fuentes de energía, ya sean recursos naturales (el gas de Qatar, el
petróleo de Rusia, etc.) o de otro tipo (la energía nuclear de Francia). Los
demás enfrentarán crisis de adaptación que sólo podrán ser resueltas
mediante el progreso técnico.
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