«Y el mundo no se da cuenta de que
Yo vengo para preveniros de todo lo
que va a ocurrir, como una buena madre.
Así soy yo, hijo mío: triste y dolorosa
por todos los errores que tan clavados
están en mi Inmaculado Corazón

    
           Mensaje 17.8.1988

 

 
                Las apariciones y los mensajes celestiales  

   Las APARICIONES y los MENSAJES celestiales es una realidad ineludible en nuestros días. Es un hecho con el que sin duda todos nos hemos visto confrontados de una manera u otra. Seguramente usted también. Las reacciones son muy diversas, van desde el rechazo total hasta la acogida más calurosa. 

  
En esta web examinamos algunos de los muchos "mensajes celestiales", recibidos a lo largo y ancho de la geografía mundial; tratamos de esclarecer diversos aspectos de algunas apariciones, y sus mensajes, muy similares todos, incluso con palabras casi idénticas, para que el lector interesado y sincero pueda formarse su propio criterio. Hemos procurado investigar minuciosa e imparcialmente para evitarle desencantos.

   Estos mensajes, suscitan mucha controversia, por una tendencia generalizada a negar radicalmente todo lo que no podemos abarcar con nuestra mente externa. Las almas consagradas, sacerdotes, tapan o minimizan muchas veces, con su autoridad, estas importantes revelaciones y advertencias a la humanidad. 

  Nuestro Señor Jesucristo y su Santísima Madre nos comunican su dolor y angustia, pues sus mensajes y AVISOS no son atendidos. Muy pocos son los que escuchan. Pero nos gusten o no, es una realidad que está ahí, y no la podemos apartar, resurgen una y otra vez. Si nosotros callamos, "hablarían hasta las piedras".  Es inútil esconder la cabeza en la arena y decir:  "esto no va conmigo".  

  Estos mensajes, por su contenido e importancia, es algo que va con todos nosotros, seamos católicos o no. Pues todos habitamos el planeta.

  En tiempo de confusión es imprescindible que el lector sincero examine serenamente el material presentado para formarse su proprio criterio.  Ante todo debemos ser prudentes, y no dejarnos manipular ni por unos, ni por otros.

   No debemos dejarnos envolver fácilmente por los seguidores acérrimos y poco críticos de esta u otra aparición (sea quien sea), ni por los detractores empedernidos que, cegados en su propio pensamiento y sentir, se erigen ellos mismos en jueces de lo que puede o no puede ser.
                                                                                  
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