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conflicto 


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Secuencias Conductuales en la Efectividad de la Gestión del Conflicto.

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Behavioral Sequences in Conflict Effectiveness.

Autores:

Francisco J. Medina

Miguel A. Dorado

Inmaculada F.J. de Cisneros

Alicia Arévalo

Lourdes Munduate

Departamento de Psicología Social

Universidad de Sevilla

Correspondencia de los autores:

Francisco J. Medina

Departamento de Psicología Social.

Facultad de Psicología.

Universidad de Sevilla.

C/ Camilo José Cela s/n

41005-Sevilla.

E-mail : fjmedina@us.es

Aceptado para su publicación en la revista Psicothema, vol. 14, 2002. Referencia

2001/165.

1

Esta investigación ha sido parcialmente financiada por la Dirección General de Enseñanza Superior e

Investigación Científica (DGESIC). Proyecto PB96-1302-CO4-01, y por el Consejo Andaluz de

Relaciones Laborales.


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Resumen.

El propósito del presente estudio fue analizar si los negociadores efectivos e

inefectivos difieren en sus respuestas al escalamiento del conflicto. Los negociadores

desarrollaron un rol play, mediado por ordenador, con un oponente ficticio que escalaba

el episodio de conflicto en tres niveles: trivialización -utilizando conductas de evitación;

ataques a las normas de la empresa –utilizando conductas de lucha indirecta- y ataques

personales –utilizando conductas de lucha directa-. Las conductas de gestión del

conflicto utilizadas por los sujetos experimentales y la efectividad diádica, se analizaron

mediante la observación de las interacciones. Los resultados, derivados del análisis

secuencial de la interacción, mostraron que los sujetos efectivos responden de forma

complementaria tanto a las conductas de lucha directa, como a las conductas de

evitación utilizadas por el oponente.

PALABRAS CLAVE: Gestión del conflicto; Conductas de Gestión del Conflicto;

Efectividad; Reciprocidad; Análisis Secuencial.

Abstract.

The aim of this study was to analyze whether the use of conflict behavior over

the stages of an escalated conflict episode differentiates between effective and

ineffective subjects. Subjects were asked to solve –via on-line- an organizational

conflict with a subordinate. The subordinate was a confederate who was instructed to

escalate the conflict episode in three levels: trivialization –using avoiding behaviors-;

norms attacks –using indirect fighting behaviors-, and personal attack –using direct

fighting behaviors-. Conflict behavior and effectiveness were assessed through

observational measures. Sequential analysis showed that it is possible to further

differentiate the effective and ineffective subjects. Effective subjects reacted

complementarily both to avoiding and direct fighting behavior.

KEYWORDS : Conflict management; Conflict Behavior; Effectiveness; Reciprocity;

Sequential Analysis.


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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

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Introducción.

La negociación es uno de los medios más eficaces para gestionar y solucionar las

disputas existentes entre los individuos. No obstante, en determinados casos, este

proceso falla, y las consecuencias para ambas partes pueden resultar desastrosas

(Munduate, 1993). El análisis del proceso de acciones y reacciones, que sucede a lo

largo de un episodio de conflicto, ha gozado de un interés creciente en los últimos años,

por parte de los investigadores (v.g. Weingart, Prietula, Hyder y Genovese, 1999). Este

interés reside, básicamente, en dos cuestiones: (a) permite un análisis preciso de las

conductas utilizadas por los sujetos como respuestas al oponente a lo largo de la

interacción, y (b) posibilita la realización de inferencias sobre los efectos

intensificadores o mitigadores de las conductas de gestión del conflicto. Siguiendo esta

línea de trabajo, en el presente estudio se analizan aquellas conductas de gestión del

conflicto que se manifiestan más efectivas para gestionar un conflicto, cuando éste

resulta escalado o estimulado por el adversario.

Una de las definiciones de conflicto más utilizadas por los investigadores es la

propuesta por Putnam y Poole, (1987), los cuales definen el conflicto como una

reacción del individuo ante la percepción de que las partes tienen distintas

aspiraciones que no pueden ser logradas de forma simultánea. Dicha definición se basa

en la premisa de que el conflicto tiene tres propiedades inherentes: (a) la interacción, (b)

la interdependencia, en el sentido de que cada parte tiene cierto potencial de interferir en

la otra, y (c) la percepción de la existencia de una oposición o incompatibilidad en los

fines perseguidos por los elementos en disputa.

La tendencia general en los estudios realizados tradicionalmente sobre los estilos

o conductas de gestión del conflicto, ha sido la búsqueda e identificación de las

predisposiciones conductuales de los sujetos (v.g. Rahim y Bonoma, 1979, Sternberg y


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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

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Soriano, 1984). Dichos estudios parten de la base de que el sujeto tiene una

predisposición determinada ante la utilización de un determinado estilo de gestión del

conflicto, a lo largo de un episodio de conflicto (Nicotera, 1994). No obstante, algunos

autores han cuestionado esta línea de investigación apuntando la necesidad de observar

el propio proceso de interacción social, entre las partes enfrentadas en un episodio de

conflicto, para comprender las razones que sustentan la elección de determinados modos

de conducta por parte de los sujetos (Knapp, Putnam y Davis, 1988; Munduate, Luque y

Barón, 1997); y la incidencia de dichas conductas sobre la efectividad del mismo (Van

de Vliert, 1997). En este sentido, el presente estudio tiene como finalidad analizar las

secuencias conductuales en el curso de un conflicto interpersonal diádico, y el modo en

que dichas secuencias inciden sobre la efectividad de la gestión del mismo.

Efectividad de las conductas de gestión del conflicto

El análisis de la efectividad de las conductas de gestión del conflicto ha sido

abordado, tradicionalmente, desde una triple perspectiva: la perspectiva única, la

perspectiva contingente y la perspectiva compleja (Van de Vliert, 1997).

La perspectiva única parte de la base de que hay estilos de gestión del conflicto

más efectivos que otros. En este sentido, se considera que la solución de problemas es el

estilo más constructivo de gestión del conflicto, ya que posibilita que las partes unan sus

intereses, con el objetivo de lograr un acuerdo satisfactorio para todos los elementos en

disputa (Van de Vliert et al., 1995). Por el contrario, los resultados más perjudiciales

ocurren cuando el sujeto adopta una orientación más dominadora o competitiva, la cual

se manifiesta por una utilización táctica de la información o un incremento de los

ataques personales (Olekalns, Smith y Walsh, 1996; Van de Vliert et al.,1995).

La perspectiva contingente de la gestión del conflicto sostiene que cada uno de

los modos de conducta de gestión del conflicto es apropiado en función de la situación


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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

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(Thomas 1992). Una dificultad relevante que se deriva de la perspectiva contingente

reside en su falta de consideración de que la gestión del conflicto se produce a lo largo

de un proceso de interacción, durante el cual, las partes cambian muy a menudo de una

conducta a otra en un mismo episodio conflictivo (Munduate, Ganaza, Peiró y Euwema,

1999; Nicotera, 1994; Pruitt y Carnevale, 1993). Este enfoque tampoco asume que la

efectividad puede estar determinada por la pertinencia del momento o de la secuencia en

el que se utiliza una estrategia determinada (Olekalns, Smith y Walsh, 1996). Por este

motivo, algunos autores han propuesto una nueva vía de estudio de la efectividad,

denominada la perspectiva compleja, que describimos a continuación.

El análisis de la perspectiva compleja ha orientado las investigaciones sobre

efectividad de las conductas de gestión del conflicto en tres dimensiones: (a) la primera

trata de analizar la complejidad simultánea, asumiendo que modos de conducta

interdependientes pueden predecir la efectividad de la gestión del conflicto (v.g.

Munduate et al.,1999; Van de Vliert et al.,1995); (b) la segunda analiza la complejidad

temporal, abordando el estudio de las fases por las que transcurre la conducta del sujeto,

y asumiendo que el conocimiento de la efectividad requiere estudiar el momento en el

que son empleadas dichas conductas (v.g. Olekalns et al., 1996), y (c) la tercera trata la

complejidad secuencial, asumiendo que la efectividad diádica depende no sólo de la

combinación de modos de conducta, sino también de cómo estas se suceden durante la

interacción (v.g. Van de Vliert, Nauta, Giebels y Janssen, 1999; Weingart, Thompson,

Bazerman y Carroll, 1990). El presente trabajo se orienta a analizar algunas cuestiones

articuladas a la tercera de las dimensiones derivadas de la perspectiva compleja, la

complejidad secuencial.

Así, y siguiendo a Van de Vliert et al. (1999), consideramos que la efectividad

diádica no es únicamente el resultado derivado de la combinación de determinadas


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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

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conductas de gestión del conflicto, sino también de cómo estas se suceden durante la

interacción. En este sentido, Weingart et al. (1990) distinguen dos tipos de patrones

secuenciales: la reciprocidad, entendida como la respuesta a la otra parte con el mismo

comportamiento que ésta utilizó en el turno previo; y la complementariedad, entendida

como la reacción a las acciones del adversario empleando conductas opuestas. Muchas

conductas tienden a ser recíprocas dentro de un episodio de conflicto, como los

comentarios sobre asuntos de procedimiento, la comunicación de estados afectivos o

determinadas conductas de evitación (v.g. Weingart et al., 1990). Del mismo modo,

otras conductas tienden a ser complementarias, como las respuestas defensivas ante un

ataque, o viceversa (v.g. Putnam y Jones, 1982).

Siguiendo esta línea de trabajo, Brett, Shapiro y Lyttle (1998) analizan si la

reciprocidad de las conductas de enfrentamiento desplegadas por los negociadores,

modifica el curso de la interacción de negociación. Estos autores hallan evidencias a

favor de que, en una situación de enfrentamiento, existe una tendencia general a la

reciprocidad, es decir, a utilizar conductas agresivas o de dominación ante los ataques

recibidos del oponente. Este resultado aparece, también, en otros estudios previos

(Nauta, Van de Vliert y Siero, 1995; Weingart et al., 1990). Una segunda línea de

investigación en el estudio de la complejidad secuencial, es el análisis de la efectividad

de los patrones secuenciales empleados en un episodio de conflicto. En este sentido,

Brett et al. (1998) constatan que la reciprocidad ante las conductas de enfrentamiento

produce resultados muy desfavorables para las partes en litigio, ya que suelen

desencadenar una situación de impass o estancamiento del conflicto. Por el contrario,

las conductas complementarias ante dicha hostilidad, parecen ejercer un papel muy

importante en la mitigación del conflicto, ya que reducen la intensidad del mismo y

permiten la comunicación fluida entre las partes (Janssen y Van de Vliert, 1996).


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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

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No obstante, la mayor parte de los estudios que han analizado la reciprocidad o

complementariedad ante las conductas de enfrentamiento, han optado por situaciones en

las que dicho enfrentamiento aparece desde el primer momento de la interacción. En

este sentido, Brett et al. (1998) apuntan que sería interesante estudiar la relación entre la

reciprocidad y/o la no reciprocidad ante las conductas de enfrentamiento, cuando ésta se

produce una vez avanzada la interacción. Recogiendo esta última propuesta, el presente

trabajo se centra en situaciones de conflicto en la que va creciendo paulatinamente la

intensidad del enfrentamiento entre las partes. En este contexto de escalamiento del

conflicto, el objetivo del trabajo es el de analizar las conductas de reciprocidad y

complementariedad ante las respuestas del oponente, así como su articulación con la

efectividad de los negociadores.

Basándonos en la literatura expuesta previamente, las hipótesis que planteamos

son las siguientes:

Hipótesis 1: Los negociadores utilizarán más patrones de reciprocidad que de

complementariedad ante un conflicto escalado.

Hipótesis 2: Los negociadores efectivos utilizarán menos patrones de reciprocidad que

los negociadores inefectivos ante un conflicto escalado.

Hipótesis 3: Los negociadores efectivos utilizarán más patrones de complementariedad

que los negociadores inefectivos ante un conflicto escalado.

METODOLOGÍA.

Sujetos.

Para la realización del estudio se seleccionaron 87 personas (33 hombres –

37,9%- y 54 mujeres –61,1%-) de una población de sujetos inscritos en programas de

Tercer Ciclo de la Universidad de Sevilla y Valencia, y del Consejo Andaluz de


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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

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Relaciones Laborales. Un alto porcentaje de los mismos (97.7%) se encontraba

realizando, en su puesto de trabajo habitual, tareas directivas, es decir, de

responsabilidad sobre personas. Las edades de los sujetos estaban comprendidas entre

los 22 y los 56 años, con una media de 29.95 años, y una desviación tipo de 6.96. Todos

los sujetos desconocían los objetivos del estudio, que les era presentado como un

ejercicio práctico sobre gestión del conflicto.

Procedimiento

Los sujetos eran recibidos por los investigadores en una sala, donde se les

informaba de las fases por las cuales iba a transcurrir el ejercicio y se les

proporcionaban instrucciones de carácter general sobre la tarea. Se les indicaba que la

tarea consistía en gestionar un conflicto con un subordinado, que no se encontraba

presente en el mismo lugar, por lo que la comunicación era mediada por ordenador. En

este primer contacto se registraban los datos sociodemográficos (género, edad, nivel de

estudios), se les insistía en que prestaran mucha atención a los mensajes que irían

apareciendo en la pantalla de ordenador, se les pedía que leyesen con mucho

detenimiento su papel en el rol-play, y que se preparasen antes de comenzar las

interacciones de modo que no se les indujera presión temporal. Tras recibir estas

instrucciones, los sujetos eran ubicados ante el terminal de ordenador, donde comenzaba

la tarea de negociación.

Cada sujeto recibía en pantalla las instrucciones acerca de su papel en el rol-play

negociador. Además, disponía de papel y lápiz que tenía como objetivo la elaboración

de un curso de acción y que le pudiera servir de guía en la interacción, si así lo deseaba,

sin existir ningún tipo de restricción temporal para la preparación de la negociación.

Como se ha indicado anteriormente, el sujeto debía resolver un conflicto mediado por

ordenador, con un subordinado. El conflicto estaba relacionado con un grave problema


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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

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ocurrido recientemente entre dicho subordinado -comercial de la empresa-, y el cliente

más importante de la organización. Este subordinado era siempre un cómplice de los

investigadores, con lo cual sus respuestas estaban estandarizadas y previamente

diseñadas por los experimentadores con el fin de escalar el conflicto en tres niveles.

Estos tres niveles consistían en una primera fase de trivialización, en la que se

relativizaba el incidente- utilizando para ello conductas de evitación, con frases como:

en realidad no ha ocurrido nada, el Sr. Sage y yo nos conocemos bastante y eso no es

más que fruto de la confianza’; una segunda fase de ataques a las normas de la

empresa, en la que se cuestionaba la política comercial de la empresa- utilizando

conductas de lucha indirecta, con frases como: ‘yo comprendo su preocupación por lo

acontecido con el Sr. Sage, pero sería más útil para todos centrarnos en el origen del

problema, que está en la política de la empresa’; y una tercera fase de ataques

personales, donde se cuestionaba la conducta del oponente y sus intenciones, utilizando

para ello conductas de lucha directa, con frases como: ‘la calle, la realidad es bien

distinta a lo que usted ve en su despacho’. La estandarización de las respuestas del

cómplice se llevó a cabo por los investigadores para asegurar que todos los sujetos

seguían el mismo proceso de estimulación del conflicto, y fue validada en un estudio

previo realizado con una decena de estudiantes. Se recogían las transcripciones de todas

las interacciones desarrolladas, para su posterior codificación y análisis.

Una vez finalizada la tarea experimental, los sujetos recibían completa

información acerca de la finalidad de la misma y eran interrogados acerca de si su

conducta sería similar a la que desarrollarían en una situación real, y si habían

detectado, en algún momento, artificialidad en las respuestas del oponente. Se les

agradeció a los sujetos su participación, y se les solicitó que no comentasen con los

compañeros, el objetivo y el contenido del experimento. Ninguno de los sujetos que


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componía la muestra consideró como artificiosas las intervenciones que su adversario

utilizaba para escalar el conflicto, e informaron que se comportarían de forma

semejante en una situación real.

Evaluación de las Variables

Las variables analizadas en el presente estudio fueron dos: a) las conductas de

gestión del conflicto y b) la efectividad diádica.

Las conductas de gestión del conflicto se operativizaron mediante el análisis

observacional de las interacciones, utilizando, para ello, un sistema de categorías

elaborado a tal efecto, a partir de la tipología conductual de Van de Vliert y Euwema

(1994). Seis jueces entrenados para la codificación, efectuaron el análisis de las

conductas de gestión del conflicto. La fiabilidad interjueces fue medida mediante la

prueba K de Cohen. El índice k medio fue de 0.90 (rango 0.87-0.93). Un resumen de

dicha tipología puede observarse en la tabla 1.

-----------------------------------------------

INSERTAR TABLA 1 AQUÍ

-----------------------------------------------

El análisis de la efectividad negociadora se realizó mediante el análisis

observacional de las interacciones, utilizando, para ello, la escala de apreciación

desarrollada a partir de los indicadores propuestos por Van de Vliert y colaboradores

(v.g. Van de Vliert et al., 1995). Se utilizaron, así, ocho escalas de apreciación con cinco

opciones de respuesta: (a) importancia de los asuntos en conflicto; (b) proximidad de la

solución; (c) calidad de una posible solución acordada; (d) posibilidad de un nuevo

conflicto entre las partes; (e) confianza entre las partes; (f) comprensión mutua; (g)

clima entre las partes y (h) relaciones personales. Dos observadores entrenados

realizaron la codificación de la efectividad negociadora. Las correlaciones entre ellos


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fueron muy elevadas, con una media de 0.79, un mínimo de 0.66, y un máximo de 0.88.

A partir de la puntuación obtenida por los sujetos en la efectividad negociadora, se

diferenciaron dos grupos: el primero denominado grupo efectivo, cuyas puntuaciones se

encontraban por encima del percentil 50, y el segundo denominado grupo inefectivo,

cuyas puntuaciones se encontraban por debajo del percentil 50.

RESULTADOS

Para analizar las secuencias de conductas de gestión del conflicto se llevó a cabo

un análisis secuencial de retardos (Sackett, Holm, Crowley y Henkins, 1979). En dicho

análisis cada acción o conducta, en este caso cada turno de palabra, es considerada

como una observación. El análisis secuencial de retardos reconoce patrones

conductuales de negociación al identificar diferencias estadísticamente significativas

entre las frecuencias observadas y las frecuencias esperadas de las hipotéticas

secuencias de gestión del conflicto. Dichas secuencias se componen de una conducta

antecedente y una subsecuente separadas por un retardo. Un retardo se define como el

número de comportamientos que median entre la conducta antecedente y la subsecuente

(Bakeman y Gottman, 1989). En este caso las emisiones estandarizadas del oponente

(cómplice de los investigadores) son siempre las conductas antecedentes y las

respuestas inmediatas de los participantes (sujetos que componían la muestra) las

subsecuentes. Se trata por tanto de un retardo 1 ya que los dos elementos de la secuencia

son consecutivos.

Para llevar a cabo el análisis secuencial de los datos se eligió el programa

estadístico Generalized Sequential Querrier (GSEQ) desarrollado por Bakeman y Quera

(1996). Este programa lee, describe y analiza datos secuenciales que siguen la norma

SDIS -Sequential Data Interchange Standard-. El programa permite el análisis de

varios tipos de datos; los analizados en el presente estudio pertenecen al tipo de datos


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secuenciales de Eventos (EDS), caracterizados por contener información sobre el orden

en el que se suceden los eventos.

En la tabla 2 se muestran las frecuencias observadas y esperadas de las

conductas de gestión del conflicto desplegadas por los participantes ante las emisiones

del interlocutor (cómplice de los investigadores). Las conductas de lucha directa,

solución de problemas, y lucha indirecta son las más frecuentes, seguidas por la

acomodación y la evitación. Como se desprende de los resultados de la tabla 2, el patrón

de reciprocidad sólo aparece ante las conductas de lucha indirecta. Es decir, cuando los

sujetos reciben una conducta de lucha indirecta, por parte de su oponente, responden

con un mensaje similar. Por el contrario, no se evidencian patrones recíprocos cuando el

oponente evita el conflicto o muestra una conducta de lucha directa. No se confirma, por

tanto, la hipótesis 1 del presente trabajo, en la que se predecía un mayor empleo de la

reciprocidad, ante el enfrentamiento del oponente. Resulta interesante observar que los

sujetos responden complementariamente a las conductas de evitación de la otra parte,

empleando la lucha directa de modo significativamente mayor a lo esperado. A su vez,

los participantes también responden complementariamente a las conductas de lucha

directa de la otra parte, empleando un mayor número de conductas de evitación y de

acomodación, con respecto a lo esperado. Es decir, si observamos conjuntamente las

reacciones ante las conductas de evitación y de lucha directa, encontramos patrones

complementarios de los mismos. Los sujetos reaccionan con conductas de lucha directa

ante la evitación, y con conductas de evitación ante la lucha directa.

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INSERTAR TABLA 2 AQUÍ

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En la tabla 3 se muestran las frecuencias de las conductas observadas y

esperadas, utilizadas por los participantes efectivos e inefectivos. Cuando el cómplice


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de los investigadores utiliza conductas de evitación, los sujetos efectivos hacen un

mayor uso, con respecto a lo esperado, de conductas de lucha directa, y un menor uso de

mensajes de acomodación y de solución de problemas. Los sujetos inefectivos, por el

contrario, utilizan en menor medida conductas recíprocas de evitación y conductas de

acomodación. Cuando el cómplice de los investigadores emite mensajes de lucha

indirecta, los sujetos más efectivos utilizan, en mayor medida, conductas recíprocas de

lucha indirecta y muestran un menor uso de conductas de lucha directa. En los sujetos

inefectivos también se pone de manifiesto el patrón de reciprocidad para las conductas

de lucha indirecta emitidas por el oponente. Por último, ante mensajes de lucha directa,

los sujetos efectivos muestran un mayor uso de las conductas de solución de problemas,

acomodación y evitación. Estos sujetos también muestran un menor uso de conductas de

lucha directa. En cuanto a los sujetos inefectivos se pone de manifiesto que ante

conductas de lucha directa por parte de su oponente, éstos hacen un uso

significativamente mayor de lo esperado de las conductas de evitación.

Si nos centramos en los patrones de reciprocidad y complementariedad

empleados por los negociadores efectivos e inefectivos, destaca, con relación a la

reciprocidad, que ante las conductas de lucha directa, los negociadores efectivos

emplean menos conductas de reciprocidad. Estos datos confirman parcialmente la

hipótesis 2 del presente trabajo. Se confirma, en este sentido, el menor empleo de

conductas de reciprocidad por parte de los negociadores efectivos ante las conductas de

lucha directa, pero no se confirma ante las conductas de lucha indirecta. Con relación a

la complementariedad, los negociadores efectivos emplean conductas de

complementariedad ante las conductas de evitación y lucha indirecta; esto es, ante la

evitación emplean más conductas de lucha directa, y ante la lucha directa emplean más

conductas de evitación, acomodación y solución de problemas. Se observa, en este


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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

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sentido, que los sujetos efectivos responden complementariamente a los ataques

recibidos del oponente. Sin embargo, los negociadores inefectivos sólo emplean la

complementariedad mediante respuestas de evitación ante la lucha directa. Estos datos

confirman la hipótesis 3, en la que se predecía un mayor empleo de las conductas de

complementariedad, por parte de los negociadores efectivos.

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INSERTAR TABLA 3 AQUÍ

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DISCUSIÓN

La finalidad del presente estudio ha sido, en primer lugar, el análisis de los

patrones de reciprocidad y complementariedad entre los negociadores, ante un conflicto

escalado; y, en segundo lugar, articular estos patrones a la efectividad e inefectividad de

dichos negociadores. El hallazgo más relevante del estudio se refiere a la capacidad que

muestran los negociadores efectivos de romper el curso de acción establecido por el

oponente para escalar el conflicto, utilizando para ello conductas complementarias a las

de su adversario.

Expondremos los hallazgos más relevantes siguiendo dos etapas: en la primera

comentaremos los patrones de reciprocidad y complementariedad encontrados ante el

escalamiento del conflicto; y en segundo lugar, comentaremos la efectividad diádica de

los mismos. En cuanto al primero de estos aspectos, los hallazgos más relevantes han

sido los siguientes: (a) las conductas de lucha indirecta tienden a ser recíprocas, (b) las

conductas de evitación elicitan, en el oponente, conductas de lucha directa, mientras que

inhiben el uso de las conductas de evitación, acomodación y compromiso; y (c) las

conductas de lucha directa producen, en el oponente, una mayor utilización de

conductas de acomodación y evitación, y una menor utilización de conductas de lucha

indirecta.


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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

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Así, se constata que los sujetos tienden a actuar de forma recíproca ante las

conductas de lucha indirecta del oponente, lo cual nos sugiere que, cuando alguna de las

partes en conflicto pretende reorientar el discurso hacia asuntos colaterales -controlando

el proceso o mostrando resistencia para la discusión abierta- existe una tendencia

general, por parte de su adversario, a impedir que esto ocurra, reorientando de nuevo la

discusión hacia el aspecto central sobre el que se discute. Este patrón de reciprocidad

conductual ante las estrategias o cuestiones de procedimiento ha sido descrito

previamente por algunos autores (v.g. De Dreu et al., 1999).

Además, se observa la tendencia, por parte de los sujetos, a responder

complementariamente a las conductas de lucha directa con conductas de evitación y

viceversa. Así, cuando el sujeto desea evitar o aplazar el conflicto, el oponente suele

responder mediante acusaciones, reproches u órdenes directas; y, por el contrario,

cuando el sujeto recibe ataques personales, los sujetos tienden a evitar el conflicto. Este

resultado puede tener dos interpretaciones distintas. Por un lado, es posible que los

sujetos respondan espontáneamente, mediante conductas de lucha directa a su

adversario, cuando éste intenta aplazar el conflicto y no afrontarlo abiertamente. En este

sentido, algunos autores consideran que la conducta de dominación es una conducta

muy estable, la cual depende, en mayor medida, de la orientación motivacional del

sujeto, que de las intervenciones del adversario (Rhoades y Carnevale, 1999); por este

motivo, esta conducta puede formar parte del repertorio natural de respuesta, cuando el

sujeto se enfrenta a un conflicto que crece en intensidad. En esta misma línea, algunos

autores asumen, en todo episodio de conflicto, dos etapas bien diferenciadas: una etapa

inicial de diferenciación, donde cada parte defiende sus propios intereses, y una etapa de

integración, donde las partes defienden intereses conjuntos (Van de Vliert et al., 1999).

Así, es posible que los sujetos tiendan a diferenciar sus posiciones en las primeras


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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

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etapas del conflicto, por lo cual las conductas de lucha directa tenderán a formar parte

del repertorio conductual al inicio de la interacción. Una segunda interpretación apunta

a que es posible que el sujeto utilice la lucha directa porque perciba una cierta debilidad

en el oponente, al observar que éste emplea conductas de evitación (Pruitt y Carnevale,

1993). En cuanto a la complementariedad de las conductas de lucha directa, mediante

respuestas de evitación y acomodación, merece destacar que estas conductas forman

parte, en otras tipologías (v.g. Putnam y Wilson, 1982), del estilo de no confrontación.

Este deseo de no confrontación, que aparece en una etapa en la que el conflicto tiene

una elevada intensidad, puede ser entendido por el adversario, como una respuesta

defensiva ante un ataque recibido del oponente y ser considerada como una forma de

seguir manteniendo las relaciones en un futuro (Ohbuchi y Takahashi, 1994).

Estos resultados no confirman en su totalidad la primera de las hipótesis

planteadas, es decir, la utilización de la reciprocidad ante un conflicto escalado. No

obstante, si analizamos las conductas utilizadas por los sujetos basándonos en la teoría

de los intereses –concern theory-, la cual sustenta los modelos bidimensionales de los

estilos de gestión del conflicto –véase, por ejemplo, la tipología de estilos de gestión del

conflicto de Rahim y Bonoma, (1979)-, podemos encontrar una explicación de este

aspecto. Así, se observa que tanto las conductas utilizadas en el escalamiento del

conflicto en el presente estudio –evitación, lucha indirecta, y lucha directa-, como las

respuestas con una frecuencia mayor a la esperada, forman parte de la misma

dimensión: la consecución de los intereses personales. Este hecho apunta a que los

sujetos, en una situación de escalamiento del conflicto, parecen responder de forma

recíproca al interés que motiva la conducta del oponente, en concreto, a la obtención del

interés propio. Los resultados encontrados en otros trabajos, acerca de la reciprocidad

ante las conductas distributivas (v.g. Weingart et al.,1999), podrían tener esta misma


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explicación, ya que las conductas distributivas consideradas por estos autores (v.g.

mantenerse firme; argumentar la propia posición de forma insistente y persuasiva)

pretenden también maximizar los intereses personales, a expensas de los intereses del

oponente.

En cuanto al análisis de la efectividad diádica de las secuencias conductuales

utilizadas por los sujetos como respuesta al escalamiento del conflicto, el hallazgo más

relevante del presente estudio reside en que los sujetos efectivos responden, de forma

complementaria, a las intervenciones realizadas por el oponente para escalar el

conflicto.

Los sujetos efectivos utilizan las conductas de lucha directa cuando el oponente

trivializa el incidente. Como apuntan algunos autores (Rubin, Pruitt y Kim,1994), este

patrón conductual de respuesta en el que los sujetos emplean la lucha directa ante los

intentos de trivialización o de evitación, resulta efectivo, por las siguientes razones: (a)

permite la diferenciación entre las diversas posiciones presentes en el episodio de

conflicto; y (b) minimiza la probabilidad de que el conflicto se aplace o se estanque. El

patrón conductual de diferenciación-integración, comentado anteriormente, ha mostrado

su efectividad en la gestión de un conflicto escalado (Van de Vliert et al.,1999). Según

este planteamiento, la resolución efectiva de un conflicto escalado debería iniciarse con

una primera etapa, en la que los sujetos diferencien sus posiciones, para continuar con

una segunda etapa, en la cual intenten la integración de sus necesidades subyacentes en

la solución final al conflicto. La utilización de las conductas de lucha directa permite la

diferenciación entre las posiciones iniciales de ambos, por lo que, una vez establecida

dicha diferenciación, los intentos de integración pueden ser mejor aceptados por el

adversario, ya que son percibidos como conductas constructivas dirigidas hacia la

consecución de un acuerdo beneficioso para ambos (Van de Vliert et al., 1999).


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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

16

Otro de los resultados interesantes del presente estudio es que los sujetos más

efectivos suelen responder a la lucha directa complementariamente, mediante conductas

de acomodación y solución de problemas. En cuanto a la acomodación, este resultado

sugiere que, en determinadas ocasiones, la cesión unilateral puede ser una conducta

efectiva para mitigar los efectos perjudiciales del escalamiento del conflicto. El uso de

la acomodación es una forma muy sencilla de resolver conflictos, que puede ser válida

ante determinadas circunstancias contextuales (v.g. Thomas 1992). Si bien es cierto que

la cesión unilateral, sin que estén presentes en los resultados los intereses de la parte que

cede -de forma que sus problemas queden sin ressolver y sus necesidades insatisfechas-

es una solución poco óptima y creativa (Friedman, Tidd, Currall y Tsai, 2000;

Spitzberg, Canary y Cupach, 1994), existen algunos componentes de la conducta

servilista, que pueden ser productivos para gestionar un conflicto escalado. Esta

conducta puede ser percibida por el oponente como una señal del deseo de llegar a un

acuerdo, más que una señal de debilidad (Van de Vliert, 1997), y puede facilitar el

afecto positivo entre los oponentes, así como la valoración positiva mutua entre ambos

(Wayne, Liden, Graf y Ferris, 1997).

En cuanto a las conductas de solución de problemas, el presente trabajo pone de

manifiesto que es más productivo que el sujeto responda a las provocaciones del

oponente, y a sus ataques personales, intentando comprender sus razones y buscando

una solución creativa que pueda satisfacer a ambas partes. Así, los negociadores más

efectivos responden de forma complementaria a las conductas distributivas de su

oponente (v.g. Weingart et al., 1990), es decir, los negociadores efectivos intentan

compaginar los intereses conjuntos, como respuesta a los deseos discriminativos y

competitivos del adversario. Se ha constatado en este sentido, que los estilos más

integradores reducen la experiencia de conflicto y estrés en el trabajo, mientras que los


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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

17

estilos de dominación y evitación incrementan la experiencia de conflicto y la

percepción de estrés en el trabajo (Friedman et al., 2000).

En definitiva, tanto las conductas de solución de problemas como las conductas

de acomodación tienen una gran ventaja con respecto a otras conductas de gestión del

conflicto: son capaces de reducir la intensidad del conflicto, y por consiguiente, el

escalamiento del mismo. Algunos estudios han mostrado que ambas conductas

producen efectos mitigadores del conflicto, en mayor grado que otras conductas como el

compromiso o la evitación (v.g. Janssen y Van de Vliert, 1996; Rubin et al., 1994)

Van de Vliert (1997) propone una explicación sobre el poder mitigador de la

acomodación y la solución de problemas, basándose en la teoría de los intereses –

concern theory-, citada anteriormente. Así, un cambio en la dimensión de interés propio

a la dimensión de interés ajeno -lo que sucede cuando el sujeto utiliza la conducta de

acomodación o solución de problemas como respuesta a la lucha directa-, tiene efectos

mitigadores en la dinámica de conflicto, mientras que un cambio conductual dentro de

la misma dimensión, lo que sucede cuando el sujeto cambia de la evitación a la lucha

directa, por ejemplo, no produce cambios en la tendencia de escalamiento o

desescalamiento, sino que únicamente produce un cambio en la dinámica de

cooperación entre las partes. Es este sentido, los resultados del presente trabajo están en

consonancia con los hallazgos de Janssen y Van de Vliert (1996) quienes demuestran,

mediante diversas metodologías, que un elevado interés ajeno, manifestado mediante

conductas como la acomodación o la solución de problemas produce una reducción de

la intensidad del conflicto y una mejora en las relaciones entre las partes. En definitiva,

el presente estudio pone de manifiesto que los negociadores efectivos tienen en

consideración, al realizar sus propuestas, el interés de la otra parte en una situación de


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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

18

escalamiento del conflicto, a pesar de que la respuesta del adversario vaya orientada a la

consecución de sus intereses personales.

Alguna limitación del presente estudio ha podido tener incidencia en los

resultados encontrados. Es posible que el curso conductual irreversible utilizado por el

cómplice de los investigadores, haya motivado que el sujeto utilice unas conductas

concretas como respuesta al mismo, y que dichas conductas podrían haber tenido una

probabilidad menor en una situación más natural. Efectivamente, una mayor flexibilidad

en el proceso de escalamiento del conflicto, podría ayudar en futuras investigaciones. Se

trataría de que la conducta de evitación, por parte del comparsa, no apareciese

exclusivamente en el inicio del episodio de conflicto – coincidiendo, por tanto, con la

fase de diferenciación -, y de que la conducta de lucha directa no apareciese

exclusivamente en la fase final – y coincidiendo, por tanto, con la fase de integración.

A pesar de las consideraciones señaladas para futuras investigaciones sobre las

secuencias conductuales, merece destacarse que el diseño del presente estudio ha

permitido hallazgos relevantes con grandes implicaciones prácticas. El hecho de que los

sujetos efectivos respondan con conductas complementarias a los ataques recibidos del

oponente, sugiere la necesidad de formar a los negociadores en el sentido de romper el

curso de acción establecido por el oponente para escalar el conflicto. La estrategia de no

replicar posiciones de amenaza, y desarmar a la otra parte mediante conductas de

complementariedad, ha mostrado ser efectiva para gestionar un conflicto escalado.

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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

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Tabla 1. Conductas de Gestión del Conflicto. Modelo de Van de Vliert y Euwema, (1994).

Conductas de Gestión del Conflicto. Modelo de Van de Vliert y Euwema, (1994)

Evitación.

- Trivializar.

- Hacer preguntas irrelevantes y fuera de lugar con el fin de terminar el diálogo.

- Intentar posponer el problema para reflexionar.

Ejemplo: ‘¿por qué no aplazamos este problema hasta hablar con el cliente?’

Acomodación

- Acatar las sugerencias de su oponente.

- Actuar como desea el oponente.

- Realizar concesiones a la otra parte.

Ejemplo: ‘creo que tienes razón y sería conveniente hacer lo que dices’.

Compromiso

- Tratar de encontrar caminos intermedios para avanzar hacia una solución del

conflicto.

- Proponer soluciones que satisfagan a ambas partes.

- Ceder en algunos puntos a cambio de otros.

Ejemplo: ‘si te disculparas ante el cliente, yo podría hablar con la dirección sobre lo

que tú planteas’

Solución de

Problemas

- Buscar información que permita un acercamiento profundo al problema.

- Analizar conjuntamente la situación con el oponente.

- Integrar las ideas propias y las del oponente para alcanzar una decisión conjunta.

Ejemplo: ‘¿y a ti qué te parecería si yo hablara con el cliente e intentara arreglar este

problema?’

Lucha Directa - Discutir abiertamente sobre los temas en conflicto, sus causas y las actitudes

adoptadas durante el mismo.

Ejemplo: ‘estoy perplejo e indignado por tu actitud. No comprendo como hiciste esa

acción tan extraña’.

- Actuar directamente orientando su actuación hacia la consecución de los objetivos,

ignorando las necesidades y expectativas del adversario.

Ejemplos: amenazar, acusar, presionar, utilizar un lenguaje abusivo, agredir

verbalmente al otro, hacer comentarios presuntuosos o hirientes.

Lucha Indirecta - Poner trabas a los planes de la otra parte.

- Desviar conscientemente el asunto en conflicto.

- Enfrascarse en asuntos procedimentales.

Ejemplos: ‘debemos hablar de las reglas, de los procedimientos de asignación de

clientes, no acerca de temas tan concretos como los que tú propones’.


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Secuencias conductuales y efectividad del conflicto.

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Tabla 2. Frecuencias de las conductas de gestión del conflicto de los participantes.

Emisiones del Cómplice de los Investigadores

Respuestas del sujeto

Evitación

Lucha indirecta

Lucha directa

Evitación

4/12 ++

9/10

17/8 **

Lucha indirecta

43/45

52/39 **

23/33 +

Lucha directa

249/213 **

162/183 ++

142/157

Acomodación

3/11 ++

13/10

13/8 *

Compromiso

2/7 +

9/6

6/5

Solución de problemas

158/171

149/147

136/125

Nota: Probabilidades de las frecuencias observadas menores a las esperadas + p< .05 ++ p< .01

Probabilidades de las frecuencias observadas mayores a las esperadas * p< .05 ** p< .01


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Tabla 3. Frecuencias de las conductas de gestión del conflicto y efectividad de los participantes

Emisiones del cómplice de los investigadores

Evitación

Lucha indirecta

Lucha directa

Respuestas del sujeto

Efectivos

Inefectivos

Efectivos

Inefectivos

Efectivos

Inefectivos

Evitación

1/3

3/8 +

3/3

6/7

5/3 *

12/6 **

Lucha indirecta

14/17

29/29

22/15 *

30/23 *

9/13

14/20

Lucha directa

102/72 **

147/144

54/66 +

108/115

38/56 ++

104/100

Acomodación

3/8 +

0/2 +

9/8

4/2

11/7 *

2/2

Compromiso

1/4

1/3

5/3

4/2

4/3

2/2

Solución de problemas

102/119 ++

56/49

113/110

36/39

107/93 *

29/34

Nota:

Probabilidades de las frecuencias observadas menores a las esperadas + p< .05 ++ p< .01

Probabilidades de las frecuencias observadas mayores a las esperadas * p< .05 ** p< .01