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Philosophy of Action

Los problemas de D. Davidson con la acción intencional

María del Rosario Hernández Borges
Universidad de La Laguna (Islas Canarias-España)
roherbo@ull.es

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ABSTRACT: Es este trabajo quisiera exponer las dificultades que el modelo de explicación de la acción propuesto por Donald Davidson tuvo a la hora de explicar la intención. En su primer modelo, Davidson había explicado la acción a partie de deseo y creencia, éstas no sólo racionalizaban sino que también causaban la acción; y acción e intención se identificaban. Sin embargo, Davidson repara posteriormente en que, por un lado, a veces el deseo y la creencia parecen tener como resultado la acción y, sin embargo, no se da entre ellos la relación causal 'adecuada,' por lo que no podemos decir de la acción que sea intencional. Son casos de cadenas causales irregulares o no estándar. Por otro lado, a veces tener un deseo y una creencia relacionada no nos conduce necesariamente a la acción. Y, aún en el caso de que nos conduzca a la acción, ésta puede ser contraria a lo que nuestro mejor juicio nos dicta. Este es el problema de las conductas irracionales. Ambos problemas causaron que introdujera algunos cambios en su modelo inicial. Sostengo que estos cambios no mejoraron el modelo. El problema de las cadenas causales irregulares no se resuelve, y el problema de las separación entre deseo-creencia y acción se reformula en términos lógicos, mediante un recurso técnico.

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En 1963, Donald Davidson publica un artículo "Acciones, razones y causas" que significó la reunificación de dos modelos de explicación tradicionalmente separados: el racionalista, según el cual las razones explican la acción porque la justifican; y el causal, que mantiene que la acción sólo se explica mediante sus causas. El planteamiento de Davidson disuelve esa oposición: "la racionalización [dice Davidson] es una especie de explicación causal ordinaria". (1)

No trataré aquí muchas de las críticas y problemas que suscitó y sigue haciéndolo este planteamiento del tema, como la conexión lógica que hay entre razón y acción o la necesidad de que exista una ley que respalde esa conexión. Mi objetivo es observar si este modelo puede dar cuenta de la intención, de ese momento previo a la acción. Los problemas que el tratamiento de la intención supusieron para el modelo causaron una reformulación de éste. Estos problemas fueron (1) las cadenas causales irregulares o no-estándar (externas o internas); y (2) aquellos casos en los que o bien el deseo no conduce necesariamente a la acción o bien los sujetos actúan en contra de su mejor juicio.

El primero de estos problemas, en mi opinión, no se resuelve ni produjo ningún cambio relevante en el modelo. El segundo, sí supuso un cambio, más de tipo lógico que sustantivo.

1

El modelo de explicación que defiende Davidson sigue la forma de un silogismo práctico. El razonamiento o silogismo práctico se formula en términos de lo que Davidson llama "una razón primaria", una actitud favorable y la creencia relacionada, aunque generalmente no es necesario mencionarlas a las dos. Davidson la define de la siguiente manera: "R es una razón primaria por la que el agente realizó la acción A bajo la descripción d, sólo si R consiste en una actitud favorable del agente hacia las acciones que poseen cierta propiedad, y es una creencia suya que A tiene esa propiedad en la descripción d". (2) Conocer una razón primaria por la que alguien actuó de cierta manera, es conocer la intención con la que se hizo la acción. Por ejemplo, la razón por la que Juan opositó fue que Juan tenía una "actitud favorable" ("deseo" en lo sucesivo) hacia aquellas acciones que le permitieran conseguir un trabajo estable y Juan cree que opositar es una forma de conseguir un trabajo estable. En este caso el deseo de Juan de conseguir un trabajo estable y la creencia relacionada coincide con la conclusión del silogismo: (3) Juan oposita. Por tanto, las razones primarias (las actitudes favorables del agente hacia las acciones de cierto tipo) dan cuenta tanto de la intencionalidad como de la acción, que en esta primera formulación de Davidson coinciden en la conclusión del silogismo práctico.

Sin embargo, existen casos donde el deseo y la creencia parecen tener como resultado final la acción deseada, pero, sin embargo, no podríamos decir, acertadamente, que haya sido una acción intencional. Es decir, "la cuestión es que no cualquier conexión causal entre actitudes racionalizantes y un efecto deseado bastan para garantizar que producir el efecto deseado fuera intencional". (4) R. Chisholm ilustra el caso con el siguiente ejemplo: un hombre desea heredar una fortuna; él cree que si mata a su tío, heredará una fortuna; y esta creencia y este deseo lo ponen tan nervioso que conduce excesivamente rápido, con el resultado de que, accidentalmente, atropella y mata a un peatón que, aunque su sobrino no lo sabía, era su tío. Por tanto, para dar buena cuenta de la acción intencional tendríamos que explicitar qué condiciones necesarias y suficientes se han de dar para que la acción intencional se siga siempre del deseo y la creencia que la han causado. Si la satisfacción de esas condiciones conducen siempre a la realización de la acción estaremos en posesión de una ley.

Davidson observa que en la literatura filosófica han sido varios los intentos de formular leyes de ese tipo. (5) Cada uno de esos intentos presenta el mismo problema: cómo conectar el deseo de hacer x con la realización de esa acción x, es decir, qué se añade a "A intentó hacer x" a fin de obtener condiciones suficientes y necesarias para "A hizo x intencionalmente". El mismo Davidson ya había establecido algunas condiciones que debía cumplir la explicación de la acción. Para explicar la conducta (B) en términos de creencias (C) y deseos (D), tendría que darse que:

1) Dado C, B es el mejor medio para llevar a cabo D.

Con esta condición se especifica la razón por la que el agente realizó la acción, pero no cualquier razón es suficiente para que se de la conducta, por ello es necesaria una segunda condición:

2) C y D causaron B, es decir, las razones deben ser también causas de la acción que racionalizan.

Pero aún cumpliéndose esta segunda condición, puede darse el caso de que las creencias y los deseos causen algún estado en el sujeto y que éste de forma involuntaria realice la acción. Este es el caso de las cadenas causales irregulares. Para evitar estos casos tendríamos ahora que añadir una tercera condición:

3) La cadena causal entre C-D y B ha de seguir la ruta correcta.

La cuestión sería que tendríamos que especificar cuál es la ruta correcta. Las "rutas incorrectas" dan lugar a dos tipos de cadenas causales irregulares. Por un lado, las cadenas causales irregulares externas, donde el razonamiento práctico no coincide con la acción, como en el caso que relata Daniel Bennett. Un hombre intenta matar a alguien pegándole un tiro. Sin embargo, al disparar no apunta bien y la bala no le da a la víctima. El sonido del tiro provocó la estampida de una piara de cerdos salvajes que pisotean a la supuesta víctima. En estos casos, según Armstrong, el efecto deseado debe ser producido por una cadena causal que responda al esquema del razonamiento práctico, esa sería "la ruta correcta". Tomando esta condición, el ejemplo de Bennett se analizaría como que el agente tuvo la intención de matar a la víctima disparando la pistola, porque de esa forma la bala penetraría en el cuerpo de la víctima causándole la muerte. Pero el razonamiento práctico no coincide con lo que ocurrió. Ya que el deseo era matar al hombre y la creencia era que la mejor manera de hacerlo era que una bala penetrara en su cuerpo, sin embargo, la víctima no murió porque la bala penetrata en su cuerpo. Davidson no está seguro de que las dificultades que estos casos presentan puedan resolverse; pero el problema más grave es el que presentan las cadenas causales irregulares internas.

Las cadenas causales irregulares internas son aquellas en las que el razonamiento práctico se corresponde con la cadena causal, esto es, deseo y creencia han causado la acción, pero la acción no es intencional. Sería un caso de cadena causal irregular el siguiente: "Un alpinista podría querer quitarse el peso y peligro de sostener a otro hombre de una cuerda y podría saber que soltar la cuerda podría quitarle el peso y el peligro. Esta creencia y este deseo podrían desconcertarlo tanto como para causar que la soltase y, sin embargo, podría suceder que nunca eligiese debilitar su presión, ni hacerlo intencionalmente". (6) En este caso, el deseo de quitarse el peso y el peligro de sostener a otro hombre y la creencia de que soltar la cuerda era una forma de conseguir ese objetivo causan la acción de soltar la cuerda. La cadena causal responde al esquema del razonamiento práctico, pero así y todo no podemos decir que el alpinista haya hecho la acción intencionalmente.

No hay posibilidad de establecer las condiciones causales antecedentes para que se de una ley de la conducta ya que si estas condiciones se formularan en términos mentalistas, la ley parecería analítica y no podríamos saber si la cadena causal entre condiciones especificadas y la acción sería irregular. Por otro lado, si enunciáramos las condiciones en términos físicos, lo que transformaría a la ley en una ley empírica y no analítica, fracasaríamos igualmente porque según la hipótesis del monismo anómalo que defiende Davidson no son posible leyes psicofísicas. Por tanto, el problema de las cadenas causales irregulares (especialmente las internas) como un aspecto del problema más general de lograr una ley que identifique completamente las condiciones causales de la acción intencional es insuperable desde el modelo davidsoniano de explicación de la acción.

Paradójicamente, a pesar de que todos los caminos recorridos por Davidson para llegar a una explicación satisfactoria de la acción intencional no han sido fructíferos, éste no renuncia a su particular versión de la teoría causal de la acción. Ya que su modelo de explicación de la acción deja muchas cuestiones importantes sin resolver, parecería razonable desechar la estrategia que ha seguido.

2

Un segundo problema importante en el tratamiento que Davidson hace de la acción lo constituyen aquellos casos en los que a un deseo no le sigue la acción que le corresponde. Es decir, cuando dadas las dos premisas que forman el silogismo (deseo y creencia) no se da la conclusión (la acción). Por ejemplo, yo tengo el deseo de ser millonaria (puedo tener una actitud favorable hacia aquellas acciones que me permiten llegar a ser millonaria) y la creencia de que hacer quinielas de fútbol es una forma de llegar a ser millonaria, y, sin embargo, no hago quinielas de fútbol.

Como he señalado antes, en el modelo planteado en "Acciones, razones y causas" (1963), la intención coincidía con la acción, era la conclusión del razonamiento práctico. Sin embargo, en "Intending" (1978) el planteamiento cambia, siguiendo una línea que ya se había iniciado en "How is weakness of the will possible?" (1970).

En el primer modelo, la acción se explicaba a partir solamente del deseo y la creencia. Así lo concibió Aristóteles, para quien la conexión deseo-creencia era tan mecánica que "una vez que una persona tiene el deseo y cree que alguna acción lo satisfacerá, inmediatamente actúa". (7) Davidson pensó que "llegar a la conclusión" se identificaba con "la acción" y de esta manera se eliminaban intermediarios entre razones y acciones, intermediarios como actos de voluntad o intenciones. (8) Pero, además, el modelo no sólo tenía dificultades a la hora de dar cuenta de casos como el anterior donde del deseo y la creencia no se sigue la acción, sino que si aplicamos el razonamiento práctico de forma mecánica, podríamos llegar a contradicciones. Supongamos los siguientes silogismos:

(1)

(Deseo) 1. Quiero sentirme relajada cuando tengo que hablar en público.

(Creencia) 2. Sé que si me tomo un ansiolítico fuerte me sentiré relajada.

(Intención/acción) Por tanto, es deseable que yo me tome un ansiolítico fuerte cuando tengo que hablar en público.

(2)

(Deseo) 1. Deseo no dormirme cuando tengo que hablar en público.

(Creencia) 2. Sé que si me tomo un ansiolítico fuerte me dormiré.

(Intención/Acción) Por tanto, no es deseable que yo me tome un ansiolítico fuerte cuando tengo que hablar en público.

El problema que reflejan estos dos silogismos es que las acciones tienen muchos aspectos, algunos de los cuales pueden ser deseables o indeseables. En nuestro ejemplo, el ansiolítico puede dormirme y esa puede ser una consecuencia indeseable si en esa situación tengo que hablar en público; pero, a la vez, me relaja en esa situación tensa y eso es deseable. Es decir, una misma acción puede ser deseable por una razón o indeseable por otra. Y considerada una misma acción (tomar un ansiolítico fuerte) se podría llegar a una conclusión contradictoria (es deseable e indeseable) a partir de premisas plausibles (me hace sentir relajada y me duerme).

A la vista de estas dificultades, Davidson reformula el silogismo de la siguiente manera:

(1) La premisa mayor que corresponde al deseo no se formula en términos de "cualquier acción que me haga sentir relajada en una situación tensa es deseable", sino en términos relativos: una acción es deseable en la medida en que me haga sentir relajada en una situación tensa. Los deseos así formulados son juicios prima facie, relacionales o condicionados. El sujeto puede formular varios juicios prima facie en el proceso deliberativo, considerando todos los aspectos relevantes, deseables e indeseables.

Igualmente, la conclusión del silogismo práctico es un juicio prima facie, ya que la deseabilidad o indeseabilidad es relativa a una característica u otra de la acción. Normalmente no se ha reparado en esto porque frecuentemente se considera que el juicio prima facie tiene forma de ley universal, ya que se llega a él a través de un modus ponens. Sin embargo, Davidson recomienda que no tratemos a los juicios prima facie como si formaran parte de un modus ponens, "o nos encontraremos concluyendo que la acción es simplemente deseable cuando todo lo que está garantizado es la conclusión de que es deseable en cierto respecto". (9)

(2) Una segunda modificación de la formulación inicial responderá la cuestión de por qué aún dándose el deseo no se da la acción.

Cuando decidimos y actuamos ya no consideramos un juicio como deseable por tener un rasgo u otro. Ese ha sido un paso previo. Simplemente lo consideramos incondicionalmente deseable. Es decir, una vez evaluados los pros y los contras, la toma de decisión y la realización de la acción indica su deseabilidad incondicional o global, y el juicio que le corresponde es un juicio global o incondicional, de la forma "Esta acción es deseable".

Distinguiendo estos dos tipos de juicios, Davidson quiere eliminar el problema de que la acción no se siga del deseo y la creencia. Un juicio incondicional no se puede seguir de un juicio prima-facie. En palabras de Davidson: "La dificultad lógica ha desaparecido porque un juicio de que 'a' es mejor que 'b', considerados todos los aspectos, es un juicio relacional, o pf (prima facie) y, por tanto, no puede entrar en conflicto lógicamente con un juicio incondicional". (10)

Creo que el modelo sigue siendo incompleto al resolver únicamente el problema lógico. Aún quedaría otra cuestión por resolver. El silogismo práctico nos lleva hasta un juicio de deseabilidad prima-facie. Una acción o intención se refleja en un juicio de deseabilidad incondicional. La cuestión sería cómo obtenemos juicios del segundo tipo a partir de juicios del primer tipo. (11) Y esto nos conduce a una segunda dificultad, aquellos casos en los que los sujetos no actúan siguiendo su mejor juicios (debilidad de la voluntad).

El paso de un tipo de juicio a otro, es decir, de la deliberación a la acción, se realiza a través del Principio de Continencia que todo ser racional sigue. Este principio dice que he de actuar siempre como mi mejor juicio me dicte (que sería el juicio relativo o prima-facie al que he llegado considerando todo lo relevante). Si no actúo como mi mejor juicio indica estaría siendo irracional, no porque no tenga una razón para actuar (la razón sería el deseo), sino porque estoy ignorando el Principio de Continencia.

El problema que suscitó la reformulación del silogismo queda resuelto en un nivel lógico, mientras la cuestión se traslada a otro problema, el de las conductas irracionales, que, en mi opinión, Davidson también resuelve de forma insatisfactoria: el carácter a priori de los principios de racionalidad (de los que forma parte el Principio de Continencia) y la imposibilidad de estudiarlos empíricamente es sólo uno de los problemas que plantea.

En conclusión, creo que el modelo explicativo que considera a las razones como causas de la acción presenta serias dificultades a la hora de tratar la intención, sea en relación con las razones, sea en relación con la acción. Este modelo tiene como resultado una síntesis entre psicología de sentido común y formalismo lógico (y tiene su máxima expresión en la teoría de la decisión racional), y olvida lo que la psicología empírica puede aportar a la explicación de la acción intencional. Esto debería conducirnos a su rechazo y a buscar modelos alternativos.

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Notes

(1) D. Davidson, (1963): "Acciones, razones y causas", en A.R. White, La filosofía de la acción. Madrid: F.C.E., 1976, pag:117.

(2) op. cit.,118

(3) Esta coincidencia, que del deseo y la creencia se siga lógicamente la acción, es lo que da carácter justificativo a la razón primaria.

(4) D. Davidson, 1973, "Freedom to Act" en Davidson, 1985, Essays on Actions and Events, 1985, Oxford University Press, pag.78.

(5) Paul Churchland en "The Logical Character of Action Explanation", Alvin Goldman en "A Theory of Human Action", y Davidson Armstrong en "Acting and Trying", son los que comenta Davidson.

(6) op. cit., 79.

(7) D. Davidson, 1970, "How is Weakness of the Will Possible?, en Essays on Actions and Events, pag. 39.

(8) La concepción de Davidson de la intención ha cambiado de forma importante. Mientras en el primer modelo, consideró que las expresiones que se refieren a intenciones eran sincategoremáticos, sin referencia a ninguna entidad, estado o disposición; en la segunda formulación el asunto se plantea de otra manera: "[...] no es probable que si un hombre tiene la intención de atrapar un tigre, su intención no sea un estado, disposición o actitud de algún tipo. Sin embargo, si esto es así, es absolutamente increíble que este estado o actitud (y el suceso o acto relacionado de formar una intención) no vaya a desempeñar ningún papel en el actuar con una intención" ("Intending", 1978, en Essays on Actions and Events, p. 89).

(9) D. Davidson, 1978, "Intending" en Essays on Actions and Events, pag.98.

(10) D. Davidson, 1970, "How is Weakness of the Will Possible?, en Essays on Actions and Events, pág.39.

(11) S. Evnine, S., 1991, Donald Davidson, Cambridge: Polity Press.

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