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ANÁLISIS SOCIO-ECONÓMICO DEL SENTIDO DEL VOTO
CIUDADANO
Luz Lomelí Meillón
En México, durante la última
década del siglo XX, la participación ciudadana y las reformas electorales
transformaron los comicios en contiendas competitivas. El triunfo de la
oposición en la última elección del Presidente de la República (julio de
2000) y en los comicios para elegir gobernador en varios estados (entre
ellos, Jalisco 1995) confirman el tránsito de un sistema electoral no
competitivo, a uno competitivo donde la alternancia es un hecho posible,
donde las elecciones son la vía de acceso al poder público y donde la
decisión de quién o quiénes asumen el gobierno recae en los ciudadanos que
acuden a las urnas. En este nuevo escenario se vuelve importante conocer
al electorado y el sentido del voto. La proximidad de las elecciones
locales en el Estado de Jalisco centra el interés en el ámbito
jalisciense. En el contexto mexicano la temática es reciente, por lo
que la búsqueda se incorpora a la que realizan los estudiosos de países
con tradición en sistemas competitivos. En ellos, la expansión del
sufragio universal y la consolidación de los sistemas de partidos
propiciaron los estudios sobre el voto.
El sentido del
voto
El interrogante sobre el sentido del voto puede formularse de
la siguiente manera: ¿Cuál es el factor que (determina o) incide en la
orientación del voto? Los estudios sobre esta temática suelen buscar la
respuesta en factores como la clase social, los intereses de los
electores, en cuestiones políticas o socioeconómicas y en la
identificación partidaria.
La clase social
La perspectiva
clásica1 explica el comportamiento electoral a partir de las grandes
líneas divisorias de la sociedad: clase, religión y etnia, e intenta dar
cuenta del surgimiento de los partidos políticos en Europa. En la fase de
extensión de los derechos políticos, la confrontación política se centró
en las divisiones de clase y de ella surgieron identidades fuertes: los
partidos obreros frente a los conservadores, que marcarían la política
europea y configurarían los sistemas de partido2. Este planteamiento
inicial suscitó una polémica que dio lugar a una amplia literatura,
tendiente a explicar la conducta electoral a partir de esta perspectiva
clásica o a demostrar que ésta ya no es válida. Los principales argumentos
que se esgrimen en su contra son el uso polisémico que tiene el término
clase3 , la existencia de diversas identidades políticas dentro de un
mismo espacio de clase4 y la improbabilidad de que, hoy día, los
partidos definan su estrategia electoral en torno a los intereses de
clase5 . Sin embargo, autores como Manza, Hout y Brooks6 han
mostrado que, después de la Segunda Guerra Mundial, “en ningún país
capitalista democrático el voto ha llegado a ser completamente
independiente de la clase social en unas elecciones nacionales7”. Para
salir de este callejón sin salida, Ludolfo Paramio propone reconocer que
la estructura de clase condiciona los intereses de los electores por lo
que “no es fácil imaginar una confrontación electoral en la que las
distintas opciones no tengan implicaciones específicas para los intereses
colectivos definidos en términos de clase8 ”; pero propone que el
mapa de intereses que se puede derivar de la estructura de clase, es tan
sólo el punto de partida para el estudio (no la explicación última) de la
conducta electoral. De igual forma, acepta que la posición de clase
configura un amplio espacio político dentro del cual pueden competir
diferentes identidades por lo que propone asumir una perspectiva dual:
aceptar que la clase determina los intereses materiales y estudiar después
cómo las identidades sociales y políticas crean el marco para la
interpretación de tales intereses y de las metapreferencias9 , a
partir de las cuales algunas cuestiones se convierten en cruciales a la
hora de decidir el sentido del voto. Los intereses materiales: El voto
económico
La aproximación teórica más usual al comportamiento
electoral toma como punto de partida el enfoque de Downs y plantea la
decisión de votar como un problema de elección racional. En su forma más
simple, se supone que el elector busca maximizar su propio beneficio
material y que decide su voto según las perspectivas económicas que para
sus intereses ofrecen los diferentes programas partidarios. A este
planteamiento se le suele llamar voto económico. En la teoría de la
decisión racional, al elector se le presentan dos alternativas para
efectuar el balance que determinará la orientación de su sufragio: el voto
prospectivo o el voto retrospectivo. En el primero, el voto prospectivo,
el elector debe valorar no sólo las promesas sino también la probabilidad
de que éstas sean cumplidas. En su estimación debe contemplar la situación
de la economía y sus perspectivas futuras, las posibilidades del partido,
la capacidad de los candidatos y la viabilidad de su triunfo. Los críticos
de este enfoque consideran que estas exigencias representan dificultades
difíciles de salvar (¿Cómo valorar la sinceridad y los efectos posibles de
las promesas electorales? ¿Cómo saber si un programa será llevado a la
práctica, si funcionará como se espera o si sus efectos no previstos
anularán sus ventajas esperadas?). Para sortear estas dificultades, la
teoría del voto económico adoptó la perspectiva del voto
retrospectivo10 según la cual los electores no basan la decisión de
su voto en una estimación del futuro sino en la evaluación del gobierno
anterior. Lo juzgan por sus resultados y de acuerdo a éstos, lo castigan
votando a la oposición o lo premian revalidando su
mandato11 . Otra variante del voto económico es la distinción
entre el voto egotrópico que presupone que el elector emite su juicio a
partir del estado de su propio bolsillo y el voto sociotrópico resultante
de la percepción que el elector tiene del estado general de la
economía.
Algunos autores como Leithner12 y Paramio13 ,
sostienen que los estudios acumulados muestran que el estado de la
economía no decide necesariamente la orientación del voto; se trata de un
factor de influencia contingente que debe analizarse dentro de un contexto
político más amplio.
Respuesta a situaciones concretas
Una
perspectiva distinta a la del voto económico es la que sostiene que la
orientación del voto depende de la respuesta que dan los electores a las
propuestas que se le ofrecen con relación a situaciones concretas como
sería la seguridad pública, la migración internacional, la cuestión
racial, etc. Esta propuesta se sustenta en el análisis de los
resultados de las campañas que aportan razones para pensar que los
electores deciden sobre cuestiones concretas a partir de su valoración
previa respecto de ellas. Esta perspectiva da relevancia a la estrategia
política y a las campañas electorales, además de evidenciar los límites de
las explicaciones económicas y mostrar la insuficiencia de las
explicaciones únicas.
Las preferencia de los electores
Otro
enfoque considera que el voto se emite de acuerdo a la preferencia
electoral del votante. En él, la economía es sólo una de las cuestiones o
conjunto de cuestiones sobre las que los ciudadanos deciden su voto o bien
un parámetro que interviene en la valoración de las cuestiones sobre las
que basa su elección. Por otro lado, considera que la posición estructural
condiciona (para algunos, determina) los intereses individuales de las
personas, pero no sus preferencias, y que las decisiones individuales se
toman en función de los intereses percibidos. Estos son el resultado de la
interpretación de los intereses materiales en el marco individual de las
preferencias. Paramio14 propone que para reducir el margen de
arbitrariedad se puede suponer que las preferencias también son definidas
por la posición estructural, y que la interpretación individual se refiere
a su agregación u ordenación; y esta agregación se da en torno a
determinados ejes, a los que llama
metapreferencia.15
Inglehart sostiene que desde los años
setenta, las preferencias de los electores se agrupan a lo largo de dos
ejes, uno tradicional relacionado con el bienestar material y otro de
nuevos valores posmaterialistas relacionados con la calidad de vida y la
autonomía personal. En un horizonte tradicional, los intereses materiales
del elector determinarían sus preferencias. Eso no impediría que también
deseara conservar el medio ambiente o que también valorara altamente su
autonomía personal, pero aceptaría soluciones de compromiso entre los dos
ejes de preferencias, dando prioridad al bienestar material. Este
compromiso no sería aceptable por quienes mantienen los nuevos
valores16 . La hipótesis central es que la diferenciación social
lleva a las personas a moverse simultáneamente en varias situaciones
sociales (el trabajo, en el consumo, en el ocio, como residentes, como
ciudadanos). La variedad situacional priva a las preferencias individuales
de un anclaje único y se traduce en el auge de identidades colectivas
(culturales, lingüísticas, étnicas, organizaciones o movimientos de
objetivo único). Estas identidades colectivas deben entenderse como
metapreferencias u ordenaciones de los ordenamientos de preferencias
individuales17 . Paramio señala que la multiplicación de
metapreferencias equivale a la multiplicación de los ejes de preferencias,
que los procesos de autoidentificación social y política afectan a las
metapreferencias individuales y éstas son las que deciden el voto18 .
El reto de las campañas electorales es influir en la ordenación de las
metapreferencias de segmentos de electores de acuerdo a una metaordenación
compatible con el programa partidario19 Factores politicos Los
estudios acumulados muestran que el estado de la economía no decide el
voto en forma necesaria sino que sólo constituye un factor de influencia
que debe ser analizado dentro de un determinado contexto político20 . Las
variables específicamente políticas son las que determinan la
interpretación que los electores hacen de los hechos económicos y entre
estas variables se encuentra la reputación de los distintos partidos, los
niveles de identificación con ellos o la capacidad de los gobernantes para
convencer a los ciudadanos de que los males de la economía son causados
por factores ajenos a la administración pública21 . La posibilidad de
adscribirse a más de una identidad social hace que la percepción de los
intereses y, en consecuencia, la ordenación de las preferencias no se
encuentre determinado por la posición dentro de la estructura social sino
que puede variar en función de los factores políticos22 . Por otro lado,
la influencia que ejercen los factores políticos en la decisión de votar
es lo que da sentido a las estrategias políticas de los partidos y a las
campañas electorales23 .
La identificacion partidaria
El
concepto de identificación partidaria se desarrolla en Estados Unidos en
los años cincuenta para dar cuenta de la estabilidad de las preferencias
electorales en ese país24. Mientras que en Europa las actitudes políticas
aparecen asociadas a las grandes divisorias sociales (clase, religión y
etnia), en Norteamérica no es perceptible esta correlación. En esta zona
del mundo, la gran estabilidad de las preferencias se explica a partir de
la identificación partidaria: los electores no son fieles a un partido en
función de su clase social, su raza o su religión, sino porque se sienten
identificados con él. En esta perspectiva, la decisión de votar y el
sentido del voto se explica a partir de la satisfacción expresiva que el
voto proporciona al elector: la gente vota porque al hacerlo, expresa y
reafirma su identificación con los principios democráticos y/o con el
partido de su elección. Por lo tanto, la identificación partidaria es uno
de los factores de mayor importancia en la orientación del voto25 . En
la actualidad, los cambios en el peso de la familia en la socialización,
la diversificación y la diferenciación del grupo o los grupos de pares
influyen para que sea menor el ascendiente de la familia en la definición
política de los jóvenes. Los cambios en el entorno familiar (escuela,
trabajo, ambiente de ocio, etc.) también contribuyen a intensificar la
diversidad cultural. En consecuencia existe una disminución relativa del
alineamiento político. Sin embargo, las identificaciones partidarias
parecen mostrar una muy notable estabilidad26 . Muchos de los problemas
que plantea la elección racional se superan cuando existe una relación de
identificación entre los electores y los partidos porque dota al votante
de una regla de actuación (la racionalidad limitada) que le permite tomar
una opción satisfactoria a la luz de las experiencias pasadas, en términos
de programas y candidatos y porque la reafirmación de esta relación de
identificación, les proporciona un incentivo expresivo para votar27
. Dentro del enfoque de la elección racional, la identificación con un
partido sería como una cuenta corriente de confianza en dicho partido a
partir de una evaluación retrospectiva, es decir, a partir de sus
actuaciones anteriores. Desde el enfoque de la Escuela de Michigan, en
cambio, sería una actitud psicológica adquirida inicialmente por medio de
la socialización en la familia y reforzada por el hecho de votar a ese
partido a través del tiempo28 . Para Paramio29 los procesos de
autoidentificación social y política afectan a las metapreferencias
individuales y éstas serían las que decidirían el voto. Las
identificaciones afectan en forma desigual, según su fuerza, a las
metapreferencias individuales. Las identificaciones fuertes llevan a
aceptar como válido y como adecuado para los propios intereses, el
ordenamiento incluido en la propuesta partidaria; mientras que las
identificaciones débiles llevan solo a sobrestimar los aspectos positivos
y descontar parcialmente los negativos30 . La metapreferencia del
cambio en los comicios jaliscienses
Cuando se teoriza sobre el
sentido y la orientación del voto se suele hablar del elector como
individuo. Cuando se analizan comicios parece más conveniente hablar de
votos y de electores. En las últimas elecciones jaliscienses,
particularmente los comicios locales de 1995 y los federales del año 2000,
las razones individuales para sufragar a favor de uno u otro partido son
diversas. Algunas de ellas pueden ser explicadas como respuesta a
situaciones concretas. Este es el caso de quienes sufragaron para
manifestar su descontento por la inseguridad pública o su insatisfacción y
enojo por las consecuencias de las explosiones del 22 de abril o por el
asesinato del cardenal Posadas. Otros emiten un voto retrospectivo al
votar para manifestar su rechazo a un estilo de gobernar calificado como
autoritario y corrupto. En los comicios pueden coincidir en forma
simultánea diversas racionalidades individuales. Sin embargo, los votos
coinciden en alguna opción que logra el triunfo. La agregación se da en
torno a determinados ejes que operan como metapreferencias. En las
elecciones de febrero de 1995 y julio del 2000, “la voluntad de cambio”
operó como una “metapreferencia” que canalizó los votos a favor de Acción
Nacional porque, en la percepción de los electores, era el partido
opositor con mayores posibilidades de triunfar. Esta “voluntad de cambio”
se encuentra asociada a la percepción de que el tránsito a la democracia
en México, más en particular en el estado de Jalisco, exigía un cambio en
la esfera política. Este es interpretado por los electores de diferentes
maneras. Algunas de sus formas son las siguientes: 1.- La alternancia en
el gobierno. 2.- La derrota del PRI. 3.- La sustitución del partido en el
gobierno por otro partido. 4.- La desaparición del PRI. 5.- La sustitución
del grupo gobernante. 6.- La ampliación de la oferta electoral. 7.- La
realización de comicios competitivos. 8.- El fin de la corrupción y La
conformación de gobiernos honestos. Cada una de estas interpretaciones
del cambio democrático funcionó como un eje en torno al cual se agregaron
los votos de cierto número de electores, quienes convirtieron dicho eje en
una meta electoral por considerar que sus intereses individuales o
sociales se encontraban asociados a ella. El punto de convergencia de esta
diversidad de ejes de agregación de votos es el cambio democrático
convertido en una meta electoral. El cambio operó como un “ordenador de
ordenadores”, es decir, como una metapreferencia que orientó los votos a
favor del partido que, en la percepción de los electores, ofrecía mayores
posibilidades de alcanzar la meta. En las dos elecciones mencionadas,
febrero de 1995 y julio del 2000, Acción Nacional obtuvo un holgado
triunfo dentro del estado de Jalisco. Sin embargo, los resultados de las
elecciones del año 1994 pusieron de manifiesto la similitud de dos fuerzas
electorales con capacidad de triunfar, PAN y PRI. Los comicios de 1991
Y1997 mostraron una recuperación del Partido Revolucionario Institucional,
notable sobre todo después de su debacle en 1995, un ascenso del Partido
de la Revolución Democrática y un descenso del partido Acción Nacional.
Ello indica que las metapreferencias agregan sobre todo los votos
volátiles y obedecen a situaciones coyunturales. Los diferentes resultados
que obtienen los partidos a lo largo de la década de los años noventa
responden al funcionamiento de un formato de partidos bipartidista que se
sustenta en el voto consistente y en la concentración de las preferencias
a favor del PAN y del PRI. El PRD se revela como una tercera fuerza en
crecimiento que todavía no alcanza a ser competitiva pero de continuar su
ascenso transformaría el formato de partidos que opera en la
entidad. En consecuencia, al iniciarse el tercer milenio, el escenario
de las elecciones jaliscienses nos presenta un formato de partidos
bipartidista donde el triunfo se disputa entre PAN y PRI y el área no
conurbada a la metrópoli, ofrece al PRD la posibilidad de incrementar su
competitividad. En vísperas de los comicios locales, Acción Nacional goza
de la ventaja que le proporciona el éxito electoral de la metapreferencia
“cambio democrático” que en las elecciones de 1995 y 2000 sumó a los votos
panistas, los votos de otros ciudadanos que sufragaron por “el cambio
democrático” en cualquiera de sus modalidades “La alternancia en el
gobierno”, “Sacar al PRI de los Pinos”, “Fin de la corrupción”, etc. Sin
embargo, esta situación no asegura el triunfo porque la alternancia en la
presidencia de la república puede incidir en las elecciones locales, al
menos en dos vertientes. 1) Lograda la alternancia (identificada con el
cambio democrático), la contienda local reflejará el equilibrio de fuerzas
electorales manifestada en los comicios de los años 1991, 1994 y 1997 o
bien, 2) La percepción de “éxito democrático” continuará canalizando los
votos a favor de Acción Nacional, intensificando con ello las tendencias
de la década pasada que indican un constante aumento de los votos panistas
y un descenso de los príistas. Las dos posibilidades están abiertas y no
existe un determinismo electoral. La decisión corresponde a los
jaliscienses que el próximo 12 de noviembre (año 2000) acudirán a las
urnas.
1. Ludolfo Paramio señala que un estudio clásico dentro
de esta perspectiva es el realizado por S.M. Lipset y S. Rokkan en 1967.
En él discuten en qué medida la conducta electoral continúa siendo
explicada por las grandes divisorias sociales (de clase, religión, etnia y
cultura nacional) que surgieron en Europa como líneas de fractura en los
procesos de formación del Estado nacional, la industrialización y la
ampliación de la democracia. Ver en S.M. Lipset y S. Rokkan, “Cleavage
structures, party systems, and voter alignments”, Free Press, Nueva York
1967. Además, en G.A. Almond y otros, “Estructuras de división, sistemas
de partidos y alineamientos electorales”, en “Diez textos básicos de
ciencia política”, Ed. Ariel, Barcelona 1992. Citado por L. Paramaio en
“Clase y voto: intereses, identidades y preferencias”, Documentos IESA,
diciembre 1988. 2. Paramio encuentra en esta confrontación política en
torno a intereses de clase, el punto de arranque del proceso histórico que
da sentido al razonamiento de Lipset y Rokkan, pero subraya que la
discusión sobre la pertenencia explicativa actual de las divisorias de
clase debe circunscribirse a dos posibilidades: la correlación entre
posición de clase y voto, o entre posición de clase e identificación
partidaria (cfr. L. Paramio, “Clase y voto…”, Op. Cit., pág. 2). 3. La
clase suele ser definida en términos de la renta y/o el status (corriente
norteamericana); de oportunidades en el mercado (Weber); o de posición en
las relaciones de producción (Marx). La adopción de uno y otro enfoque
conduce al análisis por caminos diferentes que imposibilitan el consenso
sobre la correlación existente entre posición de clase y conducta
electoral. 4. L. Paramio ilustra la coexistencia de diferentes partidos
dentro de un mismo espacio de clase con la coexistencia en Europa, desde
1921 de partidos socialdemócratas (en un sentido amplio del
término). 5. L. Paramio argumenta que hoy día es improbable la
definición de la confrontación electoral en torno a la oposición entre
intereses de clase porque “si un partido convierte la divisoria de clase
en eje de su programa o de su campaña electoral, renuncia automáticamente
al apoyo de segmentos del electorado que podrán beneficiarse del contenido
objetivo de sus propuestas programáticas, pero se sentirán simbólicamente
rechazados e incluso amenazados en su propia identidad social” (Cfr. L.
Paramio, “Clase y voto…”, Op. Cit., pág. 2). 6. J. Manza, M. Hout y C.
Brooks, “Class voting in capitalist democracies since World War II:
dealignment, realignment, or trendless fluctuation?”, Annual Review of
Sociology, núm. 21, 1995. Citado por L. Paramio, “Clase y voto…”, Op.
Cit., pág. 4. 7. J. Manza y otros (1995). Citado por L. Paramio, “Clase
y voto…”, Op. Cit., pág. 4. 8. Idem. pág. 6. 9. L. Paramio define
las metapreferencias como la ordenación de los ordenamientos de las
preferencias individuales. En L. Paramio, “Clase y voto...”, Op. Cit. Pág.
6). 10. M.P. Fiorina, “Economic retrospective voting in American
national elections: a microanalysis”, en “American Journal of Political
Science”, núm. 22, 1978. Citado por L. Paramio, “La democracia tras las
reformas económicas en América Latina”, en Anales de la Cátedra Francisco
Suárez, núm. 33, 1999, págs. 19-20. 11. M.S. Lewis-Beck, “Economics and
elections: the major Western democracies”, 2ª. Edición, Ed. Ann-Arbor,
University of Michigan Press, 1990. Citado por L. Paramio, “Clase y
voto…”, Op. Cit., pág. 8. 12. C. Leithner, “Economic conditions and the
vote: a contingent rather than a categorical influence”, en “British
Journal of Political Science, núm. 23, 1993. Citado por L. Paramio, “Clase
y voto…”, Op. Cit., pág. 9. 13. Idem. pág. 6. 14. Ibidem., pág.
8. 15. Idem. 16. E. Inglehart, “El cambio cultural en las sociedades
industriales avanzadas”, Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid
1991. Citado por L. Paramio, “Cambios sociales y desconfianza política; el
problema de la agregación de preferencias”, en Revista Española de Ciencia
Política, núm. 1, 1999, págs. 81-98. 17. A Sen, “Los tonos racionales:
una crítica de los fundamentos conductistas de la teoría económica”, en F.
Hahn y M. Hollis, “Filosofía y Teoría Económica”, Ed. Fondo de Cultura
Económica, México 1986. Citado por L. Paramio, “Clase y voto…”, Op. Cit.,
pág. 8. 18. Citado por L. Paramio, “Clase y voto…”, Op. Cit., pág.
8. 19. Idem. 20 Leithner, C. “Economic conditions and the vote: a
contingent rather than a categorical inluence”, British Journal of
Political Science “23, 1993. Citado por Ludolfo Paramio en “Clase y voto:
intereses, identidades y preferencias” Documento IESA, diciembre de
1988 21. Idem., pág. 6 22 Idem., pág. 6 23 Idem., pág.
6 24Campbell, A et al. The american voter, Edit. Wiley, Nueva York,
1960. Citado por Ludolfo Paramio en “Cambios sociales y desconfianza
política el problema de la agregación de preferencias” en Revista Española
de Ciencia Política No.1 año 1999. 25 Ludolfo Paramio “Cambios sociales
y desconfianza política el problema de la agregación de preferencias” en
Revista Española de Ciencia Política No.1 año 1999. Pág.4. 26
Schickler, E et al “The stability of party identification in western
democracies: results from eight panel surveys” Comparative Political
Studies “ # 30, 1997. Citado por Ludolfo Paramio en “Cambios sociales y
desconfianza política el problema de la agregación de preferencias” en
Revista Española de Ciencia Política No.1 año 1999. 27 Fiorina, M.P.,
“Economic retrospective voting in American national elections: a
microanalysis” en American Journal of Political Science #22, 1978. Citado
por Ludolfo Paramio en “La democracia tras las reformas económicas en
América Latina” en Anales de la Cátedra Francisco Suárez 33, año 1999,
Págs. 191-207. 28 Ludolfo Paramio en “La democracia tras las reformas
económicas en América Latina” en Anales de la Cátedra Francisco Suárez 33,
año 1999, Págs. 191-207. 29 Idem. Pág.8 30 Idem.
Pág.8
Luz Lomelí Meillon es Doctora En Ciencias Sociales. Es
catedrática de la Universidad del Valle de Atemajac.
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