Un nuevo gobierno para Cuba
La
irreversibilidad de la revolución estará en las nuevas
políticas, métodos y estructuras que posibiliten avanzar
en el socialismo participativo y democrático.
El pueblo
de Cuba espera, expectante, el 24 de febrero cuando la
nueva Asamblea Nacional elegirá al próximo Presidente de
los Consejos de Estado y de Ministros. Mientras, sólo es
posible ofrecer algunas ideas sobre lo que convendría,
para hacer realidad las demandas presentadas por las
bases en las discusiones del discurso de Raúl y resumidas
por éste el 28 de diciembre.
La práctica
ya demostró que más allá de sus logros sociales y
políticos, el viejo esquema del centralismo estatal
asalariado, debe avanzar a un superior estadio
socio-organizativo, donde las bases compartan una mayor
responsabilidad y participación en las decisiones y los
beneficios, capaz de estimular la producción de medios y
servicios para satisfacer en forma estable y segura -para
todos- otras necesidades racionales básicas elementales
espirituales y materiales, ajenas al consumismo
mercantilista anti-ambientalista y alcanzables a pesar
del bloqueo imperialista.
En los
debates que vienen sosteniéndose hace años, acentuados
desde noviembre del 2005 y generalizados recientemente, ha
quedado más que comprobada la necesidad de trascendentales
cambios “estructurales y de métodos” en la sociedad, el
partido, el poder popular y especialmente en el
funcionamiento de la economía, relacionados con las formas
de organizar los medios y recursos para la producción,
los asuntos monetarios y financieros, la agricultura, la
industria y los servicios, algunos de los cuales ya se
vienen estudiando y aplicando. Se ha hecho evidente, que
su dirección no debe ser otra que el socialismo
participativo y democrático.
La
situación interna e internacional demandan la aceleración
del proceso, lo que sería preferible verificar en vida del
Comandante en Jefe y bajo la dirección histórica, por sus
aportes y aval de legitimación. El imperialismo necesita a
Fidel muerto para justificar un cambio hacia a la política
de “acercamiento y penetración” que, en contubernio con
los “reformistas” de ideas liberales burguesas, viabilice
sus propósitos restauradores y anexionistas, no logrados
con la subversión y el bloqueo. Por él mismo y por todo
esto, cuidar su salud es prioritario para los
revolucionarios.
Hasta
ahora, el control de los recursos estatales y la
designación de los jefes intermedios y bajos han
residido en la cadena de mando que parte de los ministros,
parecido a como ocurría antes de 1959 con el control del
presupuesto de la nación y los cargos públicos. No será
así en el socialismo participativo y democrático, (al que
derivaremos, a pesar de titubeos, dogmatismos y desánimos,
pues hundimiento y derrota no están en los planes), en el
cual tales potestades, que implican poder real, deberán
ser asumidas por las asambleas de trabajadores y
ciudadanos en cada instancia correspondiente. Las
funciones de los ministros y demás autoridades netamente
administrativas que se les subordinan, tenderían
naturalmente a ser cada vez más metodológicas, en la
medida en que el destino de los medios y recursos se
descentralice, se controle democráticamente a los
distintos niveles y se concrete, no según un esquema
burocrático centralizado, sino de acuerdo con los
intereses integrados de la nación, las regiones, las
entidades económicas y los trabajadores mismos, y
todos los funcionarios con poder ejecutivo real sean
electos y sometidos a la revocabilidad constitucional
vigente.
El nuevo
rumbo demandaría que una parte de los actuales
funcionarios en los niveles superiores e intermedios
tengan que ceder paso a otros, no sólo ni precisamente por
su mayor o menor edad, sino por su capacidad, disposición
y comprensión relacionadas con las medidas de nuevo tipo
que habrán de aplicarse. Quienes no han defendido ni
asimilado tales necesidades, no han mostrado disposición a
enfrentar esta nueva etapa que asoma en la Revolución,
nada aportaron al debate estimulado por Raúl, hasta
manifestar desdén por propuestas hechas desde abajo y
dudas en que “sirviera para algo”, y siguen con un
discurso ajeno a los tiempos que corren, difícilmente
estén en capacidad de enfrentar los nuevos retos.
El papel de
los que deciden dedicar su vida a hacer revolución, no es
el que cada cual se auto-designe, sino el que el pueblo y
las circunstancias históricas determinen, y el que sea,
asumirlo con dignidad y entrega por la causa de todos. No
pocos compañeros, aun con méritos y resultados, dejaron
atrás cargos y profesiones al ser enviados a cumplir otras
misiones y tareas y han continuado sirviendo a la
revolución desde las más humildes posiciones.
La nueva
cohesión que se viene formando, no por todos entendida,
necesitaría que dejen sus importantes responsabilidades
políticas y administrativas, quienes aún electos, sacaron
las más bajas votaciones en los pasados comicios, a pesar
de las campañas por el voto unido.
Como por un
tiempo indeterminado seguirá predominando el viejo sistema
designativo y debido a que estamos en el umbral de un
nuevo gobierno, por ética política y lógica de las
circunstancias, los ministros actuales podrían poner sus
cargos a disposición del próximo Presidente, para
facilitarle con toda libertad, la integración del futuro
equipo capaz de realizar los planes e ideas derivados del
nuevo consenso que se ha venido formando. Mientras tanto,
deberían abstenerse de tomar medidas que puedan generar
complicaciones o entrar en contradicción con las nuevas
concepciones.
Viejas
costumbres como la imposición de directrices, la
“unanimidad”, el monopolio de la información y el
preelaborado y general discurso indiscutido deberán
desaparecer en la nueva etapa revolucionaria que demanda
otro estilo, caracterizado por la participación activa de
todos en las discusiones y en la toma de decisiones, la
dirección colectiva y la búsqueda democrática del
consenso, aspectos que ha venido señalando Raúl en sus
intervenciones.
Los cambios
de métodos ineludibles tendrán mucho que ver con la
sistematización del libre debate revolucionario recién
efectuado, el cual deberá llegar a la prensa. El análisis
de la práctica social evidencia que el autoritarismo,
propio de lo militar, ha señoreado más, por el carácter
centrista-dirigista antidemocrático de las estructuras
sociales y los sistemas de organización de la producción
en forma asalariada, que por el origen combatiente de los
cuadros. Los estilos personales de dirección -autoritario,
democrático o anárquico- se desarrollan, modifican o
neutralizan según las circunstancias y formas de
organización social. Son pues los mecanismos organizativos
y sistemas de funcionamiento del estado, el partido, la
economía y la sociedad, los que han de ser democratizados,
para garantizar -bajo cualquier circunstancia- que las
figuras elegidas o las imprescindiblemente designadas,
actúen sobre la base de la dirección colectiva, el
consenso y los intereses de las mayorías.
Si
beneficioso para la revolución sería que compañeros con
otras miras asuman posiciones en el nuevo gabinete
ministerial, determinante será que sean cambiadas las
prácticas gubernamentales y que el equipo entrante y sus
cuadros, sean capaces de asumir y desarrollar
–consecuentemente- las nuevas políticas, métodos y
estructuras necesarios para avanzar en el socialismo
participativo y democrático, verdadera garantía de la
irreversibilidad de la revolución. Esperanzas de las
mayorías que no deben ser defraudadas.
Socialismo
por la vida.
La Habana,
15 de febrero de 2008.
perucho1949@yahoo.es
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