Pedro Campos |
Evitar
el gran peligro: la usurpación de la Revolución por la
burocracia
Pedro Campos Santos.
¡Mal va un
pueblo de gente oficinista!
José Martí
En
importante análisis publicado en Rebelión, bajo el título
“La Revolución Usurpada” (1), Joaquín Sagaseta y Arturo
Borges recuerdan como Marx, Engels, Lenin, Trotski, Rosa,
Gramsci, el Che, Fidel y otros revolucionarios nos advirtieron
contra el gran peligro de la usurpación de la Revolución por
la burocracia, que ya bastante nos ha costado al socialismo
mundial.
Ese riesgo,
mayoritariamente, ha sido considerado consecuencia de la
vulneración de los principios democráticos en la sociedad, en
el Partido y en el funcionamiento del Estado. Desde Marx y
Engels hasta este importante artículo citado, se vienen
abordando los antídotos democráticos para evitar la usurpación
del poder de los trabajadores por una casta burocrática que
puede, incluso, estar bien intencionada.
Se valoran
los problemas de la democracia, el carácter electivo de los
cargos y su revocación, la necesidad de que los puestos
administrativos tengan los mismos salarios que los trabajadores,
el excesivo centralismo, las elecciones, las formas de votación
y conformación de candidaturas, el avance de los procesos de
abajo hacia arriba y no al revés y otros.
Lo cierto es
que en el Socialismo de Estado neocapitalista, modelo típico de
la ex Unión Soviética, siempre existieron mecanismos
aparentemente democráticos para enfrentar el mal endémico de
la burocracia, pero el aparato que controlaba el poder real
centralizadamente, se las arreglaba para vulnerarlos, con métodos
como las depuraciones, las “promociones” de sus leales
a través de la nomenclatura, la cooptación y la “política
de cuadros”; destrucción, separación o remoción de
“desviados” o indeseables, y otras acciones por el estilo,
en función de sus intereses y permanencia, hasta que el
desastre se hizo inevitable. Todo garantizado por la existencia
de un único empleador, el Estado, único también que tomaba
decisiones -desde arriba- sobre cargos y responsabilidades.
Los
todopoderosos aparatos de seguridad y control de la seguridad,
extendidos sobre toda la sociedad, inicialmente concebidos para
defender la Revolución, se convirtieron en los órganos
encargados de controlar y garantizar las lealtades de
todos a la figura cimera que, a su vez, era identificada con el
Estado y el Partido.
Un papel
importante en estas violaciones era jugado por los
departamentos auxiliares del Comité Central, integrados por
funcionarios designados, elegidos por nadie, los que cada vez más
controlaban funciones correspondientes a cargos por elección,
interviniendo en la vida del Partido con determinaciones e
imposiciones de políticas. La delegación de la
representatividad también tenía un rol importante en aquel
sistema, donde la democracia directa brillaba por su ausencia.
Generalmente
las causas que llevaron a tales violaciones, siguen siendo
achacadas a personas que lograron manipular la democracia, a
individuos perversos incrustados en el seno de los procesos
revolucionarios, o a grupos de individuos que lograron
poner el accionar de los Partidos y la sociedad en función de
sus intereses grupales mezquinos.
En el
Socialismo fracasado, casi todo el desastre se quiere hacer
recaer en la figura de Stalin, los estalinistas y sus métodos
antidemocráticos, como si un hombre o un grupo de ellos fueran
capaces de provocar tanto desastre y como si ellos hubieran
deseado todo aquel sadismo y la catástrofe que sucedió después.
Si bien es cierto que las personalidades juegan importantes
papeles en la Historia, también lo es que ellos mismos son
productos de circunstancias históricas, socioeconómicas
concretas: la histórica discusión sobre la interrelación
entre el ser y la conciencia social, de la que mucho se
habla y poco se entiende.
“El ser
social, determina la conciencia social”, escribió Marx en su
nunca suficientemente estudiada Contribución a la crítica de
la Economía Política. La interpretación de la Historia a
partir de análisis de las importantes figuras “buenas o
malas”, nada tiene que ver con un enfoque científico del
desarrollo de los acontecimientos. Sería como pretender
explicar la actuación criminal actual del imperialismo
norteamericano en Irak, su política “antiterrorista” o los
planes de convertir los alimentos en combustible, por la
mefistofélica personalidad de Mr. Bush y no por las
circunstancias socioeconómicas que están en la base de esas
políticas. Son esas circunstancias socioeconómicas las que hay
que transformar.
Luego de las
nefastas experiencias del siglo XX, los comunistas
necesitamos identificar con toda claridad causas, condiciones,
factores objetivos, materiales, socio económicos, que
posibilitaron al estalinismo imponerse sobre las otras
tendencias, predominar durante tanto tiempo y lograr la
influencia indudablemente duradera en una buena parte de los
Partidos Comunistas y de las masas en muchas partes del mundo.
Es una necesidad teórico-práctica a resolver prioritariamente,
para evitar la repetición de esos graves errores y fracasos en
el Nuevo Siglo.
Historiadores,
economistas, filósofos y muchos otros académicos y teóricos
contemporáneos y posteriores al estalinismo, han valorado
algunos de esos aspectos, sobre todo las condiciones históricas
concretas en que se inicia la Revolución de Octubre en Rusia,
la lucha contra las hordas enemigas, las circunstancias en que
se produjo la enfermedad y muerte de Lenin, los triunfos económicos
inobjetables de los primeros quinquenios, el papel de Stalin en
la II Guerra Mundial y la derrota del Fascismo, el logrado
desarrollo nuclear y espacial obtenido bajo el régimen
estalinista, aunque fuera luego de su muerte y otras.
Especialmente
muchos estudiosos valoran con minuciosidad de detalles la forma
en que el estalinismo violó todas las normas democráticas del
Partido y la sociedad con el control arbitrario policial sobre
todos los órganos del propio Partido y el gobierno, por parte
de un aparato auxiliar de seguridad que respondía únicamente
al Secretario General, la creación de órganos de control sobre
los propios aparatos de seguridad, la súper-centralización de
las decisiones más y menos importantes de todo tipo, las purgas
políticas abiertas o encubiertas de todos los que diferían
de las posiciones del Secretario General, hasta su
encarcelamiento y ejecución en procesos amañados o el
asesinato liso y llano.
El XX
Congreso del PCUS criticó muchos de esos fenómenos, pero no
profundizó en las condicionantes económicas que propiciaron el
estalinismo y a pesar de las reformas que luego se intentaron en
ese campo, nunca –ni siquiera Gorbachov- se cuestionó
seriamente el sistema estatal de propiedad.
Pocos análisis
se refieren al sistema económico que condujo al estalinismo, el
que jugó un papel importante, acaso determinante, en la creación
de las bases objetivas que facilitaron el establecimiento
y predominio de aquella superestructura política,
arbitraria, dogmática, mediocre e inculta, que siempre enarboló
una fachada democrática con la realización de manipulados
Congresos del Partido y del Soviet Supremo.
Las críticas
desde la izquierda al sistema económico del Socialismo de
Estado neocapitalista, esencia del estalinismo económico, eran
consideradas revisionistas, anarquistas y desviadas.
Cualquier reproche al sistema político, era calificado de
“trotskista”, contrarrevolucionario o servidor de los
intereses del enemigo. Los revolucionarios inconformes eran
nominados como “disidentes” y puestos en el
mismo banquillo que los agentes del enemigo imperialista. La catástrofe
de aquel Socialismo estancado y corrupto, ha permitido retomar
todas aquellas críticas y consideraciones desde la propia
izquierda y buscar -con mente amplia y constructiva- la mejor
manera de enfrentar la edificación económica y política del
Socialismo en el Nuevo Siglo.
Condicionantes
socioeconómicas del desarrollo y consolidación de la
burocracia en el socialismo de Estado. El meollo: la propiedad
sobre los medios de producción, el trabajo asalariado y el
control del excedente.
Para Marx,
Engel y Lenin y sus seguidores, la lucha por el control de
la propiedad sobre los medios de producción y del
excedente (plusvalía en el capitalismo), han estado siempre en
el centro de las fuerzas que mueven la Historia. Por ese
control han luchado las clases sociales en todos los períodos
históricos. Sin embargo, en estos tiempos, cuando se analiza el
Socialismo de Estado neocapitalista, estos factores no son
igualmente considerados, como si la sacrosanta propiedad estatal
y su trabajo asalariado hubieran eliminado las luchas en torno
al control sobre los medios de producción y el excedente.
En el
Socialismo de Estado neocapitalista, heredero del
Capitalismo de Estado que la NEP introdujo en el Socialismo,
como la propiedad siguió sin ser socializada (estatizada no
significa socializada) y la organización del trabajo siguió
siendo la asalariada, persistieron las contradicciones entre el
capital (del Estado) y el trabajo, entre el trabajo manual
y el intelectual, entre el trabajo agrícola y el industrial y
continuaron otras formas de producción pre-socialistas que
generaban enfrentamientos de intereses, contradicciones
conciliables que no son otra cosa que manifestaciones de la
lucha de clases no antagónicas en esas nuevas
circunstancias.
La práctica
ha demostrado en Europa que la solución más/menos violenta de
esas contradicciones en el Socialismo de Estado, puede llevar a
la restauración capitalista si llegan a predominar las
relaciones capitalistas de producción, distribución y consumo.
Está por ver que el capitalismo de Estado introducido en el
Socialismo, conduzca a la consolidación de las relaciones
socialistas de producción, no las asalariadas del capitalismo,
sino las que se ponen de manifiesto en el trabajo cooperativo.
Hasta 1921
predominó en la URSS el Comunismo de Guerra, hasta que empezó
la aplicación de la NEP, la Nueva Política Económica, que
confiaba a una serie de mecanismos del capitalismo el desarrollo
económico del socialismo, especialmente la organización del
trabajo asalariado, concentrando al mismo tiempo la propiedad y
el excedente en manos del aparato burocrático del Estado. Desde
1919 y hasta 1923 Stalin fungió como Comisario del Pueblo para
el control del Estado, responsabilidad que le dio la
oportunidad de consolidar sus posiciones en el aparato estatal y
en 1922 se convirtió en Secretario General del Partido
Comunista ante la enfermedad de Lenin.
De manera
que la consolidación de la figura de Stalin al frente del
Estado Soviético, se relaciona estrechamente en tiempo y
espacio con el surgimiento y desarrollo de la Nueva Política
Económica que tenía al capitalismo de Estado como eje central.
Por eso ya Stalin se encontraba en pleno control del aparato del
Partido y del Estado desarrollando el capitalismo de Estado de
la NEP, cuando en 1923 Lenin dicta su última y por tanto
más acabada obra teórica relativa a la construcción del
Socialismo “Sobre la Cooperación” (2) -que los manuales
estalinistas se encargaron de desaparecer del vocabulario
marxista leninista- en la que establecía la necesidad de
desarrollar las relaciones socialistas de producción, la
cooperativización, en toda la economía del país y crear una
gran unión de cooperativas.
Su posición,
le permitió al entonces Secretario General minimizar la
importancia y los efectos de esa obra clásica del Leninismo,
hasta hoy preterida. A Lenin nadie podía acusarlo de anarquista
o anarcosindicalista por defender el cooperativismo (la
autogestión) empresarial y social, simplemente fue
ignorado, con lo cual fue sellado el amargo destino del
socialismo soviético.
La
“utilización” del cooperativismo empresarial y social
defendido por Lenin, se circunscribió -luego de su muerte- a la
cooperativización forzosa de los pequeños campesinos,
presentada como un gran logro del período estalinista.
Toda la acción
posterior del georgiano devenido una especie de Zar político,
estuvo dirigida a consolidar, argumentar y generalizar la noción
del Socialismo de Estado neocapitalista, que por mantener el
trabajo asalariado y poseer centralizadamente los medios de
producción, podía continuar concentrando el excedente en el
aparato burocrático. Ya en el orden práctico su acción
estuvo encaminada a concentrar en ese aparato el control de
todas las actividades económicas, políticas, militares, de
seguridad y de todo tipo, eliminando en forma política,
judicial o paramilitar a todos los que tenían diferencias
con él, en nombre de la unidad necesaria ante el enemigo y los
“intereses y la seguridad del Estado”.
Dada la
inter-actuación existente entre forma y contenido que tiende a
manifestarse como correspondencia, la forma antidemocrática en
que se mostraba el estalinismo, no era más que la expresión
misma del contenido (propiedad y relaciones de producción) del
sistema económico en el que se sustentaba.
El patrón
del sistema estalinista dictatorial de dirección del Partido y
la sociedad, se repitió más menos en todos los países
socialistas de Europa donde predominó también, por imposición
externa y militar el Socialismo de Estado neocapitalista, basado
en la propiedad del Estado y el trabajo asalariado, hijo de la
Nueva Política Económica (NEP), santificado por Stalin, como
el nuevo régimen de producción social.
Ni el más
trascendente de los contendientes comunistas de Stalin, León
Trotski abordó las bases socioeconómicas del estalinismo, pues
tanto él como otros dirigentes bolcheviques estaban convencidos
de que estatismo era sinónimo de socialización de la
propiedad, en verdad un oxímoron (3), concentrando sus críticas
en las violaciones al centralismo democrático (deformado al
priorizar el centralismo sobre la democracia) y en la forma de
conducir el Estado.
El líder
bolchevique asesinado en México en 1940 por un agente del
aparato de Inteligencia de Stalin, consideraba que el
“control obrero” podría ser el seguro contra la usurpación,
pero nunca argumentó las bases objetivas que garantizaran su
ejercicio, todo dependería de la buena voluntad de los
dirigentes comunistas. El gran revolucionario que fue Trotski,
tampoco entendió la extraordinaria importancia que tenía el
llamado de Lenin a fomentar el cooperativismo en toda la
sociedad. La Historia le ha dado la razón a Trotski sobre la
necesidad del control obrero, pero también ha demostrado que éste
precisa de una base objetiva para su aplicación, que no parece
ser otra que la propiedad directa o usufructuaria de los
colectivos de trabajadores sobre los medios de producción,
compartida o no con el Estado.
De suyo
pudiera afirmarse que “el cooperativismo, la autogestión, es
la manera del control obrero”.
A la
propiedad de todo el pueblo se habrá de llegar en el Comunismo,
en un proceso más o menos prolongado denominado indistintamente
por los clásicos “período de tránsito”, “primera
fase de la sociedad comunista” o “socialismo”, cuyo
sistema político debería ser la Dictadura del Proletariado,
dictadura porque todo Estado es en última instancia una
dictadura de la clase en el poder, pero se trataría del Estado
más democrático tanto por su esencia como por su forma. A la
propiedad de “todo el pueblo” se irá avanzando en la medida
en que las formas genéricas socialistas de producción se
extiendan, se impongan, se generalicen, se integren y conduzcan
a la desaparición paulatina de las leyes y categorías de las
relaciones mercantiles, el intercambio de equivalentes sustituya
el intercambio de mercancías, y vayan desapareciendo también
las diferencias de clases y del propio Estado. Ese además, será
un proceso, no un acto, que sólo podrá realizarse
completamente en forma internacional.
La
concentración de la propiedad y del excedente en manos del
Estado-gobierno y no en las de los colectivos de trabajadores y
ciudadanos, demandó –naturalmente- un ejército de
funcionarios encargados de controlar todos los medios de
producción y los recursos económicos, contabilizarlos, velar
porque fueran bien usados en función de los intereses
determinados por el Comité de planificación del Estado (GOSPLAN)
y no para otros fines, hacer que fueran rentables y que
los trabajadores rindieran los beneficios esperados. En fin,
sustituir las encomiendas de los administradores, capataces,
listeros, contadores, pagadores, policías y demás auxiliares
de los capitalistas.
Ese ejército
de funcionarios, encargado de hacer cumplir la planificación
decidida centralmente, fue sobornado con prebendas y
mejores salarios y se convirtió en el aliado natural más
importante de la dirección política-militar-económica del
Gobierno-Partido, en el cuidador de sus intereses, en
contraposición a los trabajadores que siguieron siendo
explotados y vistos como otros tantos tornillos más del proceso
de producción. Las clases y la lucha de clases adquirieron así
nuevas formas en el Socialismo de Estado, pues aparecieron otras
características que diferenciaban a los hombres según
su papel y función respecto a los medios de producción (unos
dirigían y controlaban y otros producían) y de acuerdo con su
participación en el excedente siempre decidida por los que
controlaban y dirigían sin participar ellos directamente en la
producción. (4)
Sin embargo,
no siempre que hay concentración de la propiedad en el
Estado hay estalinismo y usurpación, pues objetivamente en la
primera fase política de toda Revolución verdadera la
expropiación de los expropiadores conlleva a una concentración
transitoria del poder en todos los órdenes, que debe ir
desconcentrándose en la fase social de la Revolución. El
estancamiento del proceso revolucionario en la fase transitoria
de la concentración del poder y la propiedad, proyectó
el burocratismo a nuevos planos.
Así, el
hecho de que la Revolución Rusa no avanzara más allá de la
Fase Política, a la segunda Fase Social de la Revolución, la
desconcentración de la propiedad y el excedente, con la extensión
del cooperativismo como lo pidió Lenin en 1923 – lo cual
hubiera conducido a una verdadera socialización-, fue el otro
factor que dio rienda suelta al estalinismo y facilitó la
ulterior restauración capitalista. Dadas aquellas condiciones
objetivas de la economía soviética, para el desarrollo de la
usurpación burocrática y dictatorial solo faltaba que
apareciera la voluntad de ejercitar la dictadura, o el dictador.
Stalin no
hubiera podido concentrar tanto poder, ni nivel de decisión en
sus manos, ni los principios democráticos del Partido y la
sociedad hubieran podido ser violentados, si la propiedad
hubiera estado socializada, no concentrada ni dispersa,
sino más repartida y a la vez compartida entre las distintas
formas de propiedad de los colectivos de trabajadores y la
sociedad, (las empresas cogestionadas de propiedad estatal
con usufructo de los trabajadores, las cooperativas y las
empresas controladas por los diferentes niveles de la
comunidad), integradas en un sistema de autogestión social,
donde la planificación fuera producto de la participación de
todos y no de un grupo centralizado de burócratas
bienintencionados.
Tampoco
Stalin hubiera podido contar con los recursos económicos
necesarios para alimentar todo su aparato burocrático de
control y contra-control policial sobre el Partido y el Estado,
si no hubiera podido disponer arbitrariamente -como hacía- de
todo el excedente, de haber estado éste mejor repartido y
distribuido bajo dominio obrero y de la sociedad, entre
los colectivos de trabajadores, las regiones y las necesidades
racionales de la Defensa y la Seguridad Nacional, de acuerdo con
las relaciones socialistas (cooperativas o autogestionadas) de
distribución y no las asalariadas.
Fueron la
concentración de la propiedad, el trabajo asalariado y la
centralización de la decisión en manos del aparato central del
Estado sobre cómo distribuir el excedente, los factores que
caracterizaron el modo en que se organizó la producción en el
Socialismo de Estado neocapitalista, base sobre la cual se erigió
toda la superestructura burocrática y estatal del estalinismo.
En el Prólogo a la Contribución a la crítica de la Economía
Política, Marx escribió: “El conjunto de estas relaciones
de producción forma la estructura económica de la sociedad, la
base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y
política y a la que corresponden determinadas formas de
conciencia social. El modo de producción de la vida material
condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual
en general”. (5)
En
consecuencia, esos elementos objetivos en la base de la
sociedad, fueron los que posibilitaron el desarrollo del
burocratismo usurpador, los que llevaron a que todos los
nombramientos y todas las decisiones económicas medianamente
importantes quedaran igualmente concentradas y pudieran
ser manipuladas desde un poder único y personal, el consabido
desarrollo del totalitarismo con sus purgas, su control pleno
sobre todo el aparato del Estado, el Partido y toda la sociedad.
Fue el control absoluto de la burocracia sobre la economía, lo
que le permitió el control absoluto sobre la política y de las
instituciones del Estado.
Pudiera
argumentarse que sin aquel nivel de centralización hubiera sido
imposible enfrentar y ganar la II Guerra Mundial. Debe
recordarse que en la conducción de aquella guerra, los más
grandes éxitos soviéticos, se obtuvieron cuando el General en
Jefe empezó a tener más en cuenta las consideraciones de los
altos jefes militares y el Estado Mayor después del reajuste
del sistema de dirección estratégica en julio-agosto de 1941
(6), un mes después del inicio de la invasión fascista, que
posibilitó las decisiones colegiadas para los posteriores éxitos
en las decisivas batallas de Moscú, Stalingrado y el Arco de
Kursk. Hasta ahora la concepción más efectiva del arte
militar, es la que se basa en la discusión colectiva de los
especialistas.
El
nacionalismo y las tácticas militares rusas también derrotaron
a Napoleón en 1815, cuando no soñaban allí con
Socialismo alguno.
Pero una
cosa es la guerra y otra la conducción política y económica
de una nueva sociedad socialista, pero peor, ni siquiera aquella
concepción de discusión colectiva de los asuntos militares,
fue tomada en cuenta por el estalinismo en los ámbitos de la
política y la economía internas, puesto que todas las
tendencias discrepantes simplemente fueron eliminadas,
acalladas, censuradas como hicieron con el propio Lenin. Los
funcionarios de los aparatos económicos y políticos, de
antemano, respondían a la línea del Gran Jefe. Actuaba el
funcionarismo de los aparatos auxiliares y no la democracia
partidista.
Contrariamente
al Socialismo de Estado neocapitalista, el Cooperativismo
Socialista o Autogestión Social Socialista, elimina la
contradicción entre el capital y trabajo, entre los medios de
producción y los trabajadores, entre las funciones de dirección
y producción, pues todos participan de la propiedad, la
gestión administrativa y el reparto de utilidades. La
preeminencia de la democracia sobre el centralismo aquí está
garantizada por la participación colectiva real de los
trabajadores en la propiedad y la distribución del excedente.
El Estado sería entonces no un ente encaramado sobre la
sociedad o colgado quien sabe de dónde, sino el resultado de la
nueva organización productiva, donde los colectivos laborales
(cooperativas, empresas autogestionadas y cogestionadas y sus
uniones) y sociales (comunales, regionales y nacional)
desarrollarían y resolverían democráticamente, ahora sí
posible, sus intereses y contradicciones.
Igualmente
el cooperativismo socialista generalizado en sus distintas
formas no permite la concentración del poder, la propiedad ni
del excedente económico en unas pocas manos, pero sí unir los
recursos en uniones (de empresas socialistas cooperativas,
autogestionadas o cogestionadas) cada vez mayores, para
potenciar el desarrollo económico y social colectivamente
concebido y aprobado por los implicados todos; imbricar las
relaciones socialistas de producción con la nueva forma
de sociedad democrática, participativa, inclusiva e integrista;
crear las condiciones para el surgimiento y desarrollo del
hombre nuevo; armonizar los intereses de la sociedad con
los de las regiones, los colectivos, los hombres y la
naturaleza; y transitar a la fase superior de la sociedad
comunista, con la natural desaparición paulatina de la economía
mercantil, las diferencias de clases, la contradicción entre el
trabajo manual y el intelectual y del Estado mismo.
Igual que la
verdadera democracia es una falacia mientras exista
predominantemente la propiedad capitalista sobre los medios de
producción, sólo será posible la democracia socialista cuando
se haga una realidad el predominio de las formas genéricas de
propiedad socialistas (directa o usufructuaria) de los
colectivos de trabajadores o colectivos sociales. La socialista
será la única sociedad verdaderamente democrática, no por
definición, sino porque la propiedad de los colectivos,
garantizarán su ejercicio. Por eso es imposible la democracia
sin Socialismo, como es imposible el Socialismo sin democracia.
Por todas
esas razones el Cooperativismo Socialista o Autogestión Social
Socialista, parece ser el antídoto socio económico más
efectivo contra el desarrollo del burocratismo y sus amenazas de
usurpar el poder revolucionario.
La Habana, 4
de abril del 2007
perucho1949@yahoo.es
1- http://www.rebelion.org/noticia.php
?id/=39235
2- V.I.
Lenin. Sobre la Cooperación. O.C. T- XXXIII. Editora Política.
La Habana.1964
3-La plena
socialización de la propiedad, solo será posible con la
desaparición del Estado, por lo que es una negación en sí
misma considerar la propiedad del Estado como la genérica del
socialismo, y no como una forma más de propiedad. La propiedad
genéricamente socialista parece ser la del colectivo de
trabajadores, en asociación o no con el Estado.
4-Definición
leninista de clases sociales. V.I. Lenin. Una gran iniciativa.
O.C. T-XXIX. Editora Política. La Habana, 1963: “Las clases
son grandes grupos de hombres que se diferencian unas de otras
por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente
determinado, por las relaciones en que se hallan con respecto a
los medios de producción (relaciones que, en gran parte son
establecidas y fijadas por leyes), por su papel en la organización
social del trabajo y, en consecuencia por el modo y la proporción
en que obtienen la parte de la riqueza social de que disponen.
Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede
apropiarse el trabajo del otro en virtud de los diferentes
lugares que uno y otro ocupan en un determinado régimen de
economía social.”
5- C. Marx.
Prólogo de la Contribución a la crítica de la Economía Política.
C. Max y F. Engels O.E. en tres tomos. T-I. Editorial Progreso.
Moscú 1973.
6- Mariscal
G. K: Zhucov, Memorias y Meditaciones. T-I. Instituto Cubano del
libro, 1971
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