Pedro Campos |
Armas
conjuntas del imperialismo y el estancamiento
La
disidencia y el diversionismo ideológico
Pedro Campos Santos
Miércoles, 14 de junio de
2006
El término disidencia,
fue acuñado por la propaganda imperialista en la época del
“socialismo real” europeo, en la segunda mitad del siglo
pasado para nombrar a grupos de personas que, por distintas
razones, se oponían o criticaban las desviaciones, errores y
barbaridades que se hacían en aquellas sociedades.
En la “disidencia” unían
la contrarrevolución y las críticas hechas desde posiciones
revolucionarias a aquellos regímenes que, después, se
demostraron incapaces de hacer avanzar el socialismo, en nombre
de un estancado estatismo que no pasó de ser un mal intento de
construir la nueva sociedad.
La guerra sicológica de los
servicios especiales del imperialismo tuvo éxito
incuestionable, al lograr aquel efecto de unión, en un mismo término,
a enemigos y partidarios del progreso, que, gracias a las
violaciones del centralismo democrático, especialmente, la
libertad de discusión, fueron cometidas por las instituciones
del socialismo fracasado, donde se instauró la intolerancia
como política oficial y toda visión distinta de socialismo
fue tildada de diversionismo ideológico.
El imperialismo internacional,
con esa contradictoria pero explosiva unión de enemigos y
partidarios del socialismo en una misma palabreja, contribuyó a
que los propios representantes del poder revolucionario
reprimieran a la izquierda crítica, interesada en hacer avanzar
al socialismo a nuevas fases en la socialización de la
propiedad y la apropiación, para garantizar la continuidad y
desarrollo de la nueva sociedad.
El resultado de todo aquello
favoreció, conjuntamente, las posiciones traidoras de los
intereses corruptos y burocráticos del estancamiento, y a la
vez, los fines imperialistas contra el socialismo por vía de la
autodestrucción.
Este conjunto de acciones de
desinformación y manipulación sobre la “disidencia” es la
más importante macro-operación de guerra sicológica en la
historia de los Servicios de Inteligencia del Imperialismo, en
su lucha por evitar el triunfo de las ideas del Socialismo. Tuvo
peores, más devastadores e irreversibles efectos, que la más
exitosa operación diversionista de la inteligencia nazi, que
utilizó y guió la paranoia de Stalin y lo llevó a fusilar
varios de sus principales mariscales y generales y a cientos de
oficiales, con lo que prácticamente destruyó la capacidad de
dirección del Ejército Rojo antes del inicio de la invasión
militar fascista.
En las condiciones actuales de
Cuba, el único reducto del socialismo nacido en el Siglo
pasado, y contra el cual están enfiladas todas las armas ideológicas
del imperialismo, es de importancia estratégica, establecer
con absoluta transparencia el significado de disidencia.
Pareciera una simple cuestión semántica; pero no lo es. Es
asunto, de profundo contenido, implica al futuro mismo de la
Revolución, como ha demostrado la historia del socialismo hasta
el presente.
Según la Real Academia de la
Lengua Española disidencia, significa acción
y efecto de disidir, grave desacuerdo de opiniones; y diferencia,
expresa, variedad entre cosas de una misma especie.
Si nos atenemos a estos
conceptos que rigen nuestro lenguaje, es bien distinto
disidencia que diferencia. ¿Existen en Cuba disidencia y
diferencia? Si no existieran, no fuéramos cubanos.
Disidencia es la oposición
contrarrevolucionaria que busca derrotar la Revolución, desviar
y destruir el proyecto socialista cubano, restaurar el
capitalismo, devolver las propiedades a sus antiguos dueños o
entregarlas a otros nuevos para explotarlas de forma
capitalista. Unos más y otros menos, buscan retrotraer a
Cuba a la época neo-colonial, y los más ingenuos, creen que
aquí se podría instaurar un capitalismo “democrático”,
como si las leyes del capitalismo se pudieran controlar.
Una cosa bien distinta y
bien distante a la disidencia, es la diferencia de opiniones en
el seno de la Revolución. El contraste cualitativo entre
cualquier tipo de disidencia contrarrevolucionaria, violenta o
pacífica, pagada o no por el enemigo, y las diferencias de
opiniones dentro de la Revolución, es concluyente y bien
opuesto.
Las diferencias de opinión
pueden, deben y existen entre los revolucionarios, en cuanto a cómo
y qué hacer para estimular el avance y la consolidación del
Socialismo. Son el motor principal del desarrollo de la Revolución.
Siempre hubo diferencias. Todos conocemos las polémicas de los
primeros años de la Revolución entre invertir más en
industria o en agricultura, dar más o menos autonomía y
autogestión a las empresas, si el Estado debía controlar más
o menos tales o cuales porciones de la producción, hasta dónde
permitir la extensión de los mercados internos, la libertad en
las formas de la creación artística o literaria, y en otras
cuestiones.
Pero todas estas discusiones
–diferencias- siempre han tenido el propósito de fortalecer
la Revolución. No hay en esto disidencia, puesto que las
diferencias no son de fines, sino de medios. Para que haya
disidencia, tiene que haber grave desacuerdo de opiniones,
según la definición arriba apuntada. Cuando se trata de
opiniones diversas de una misma especie, lo que hay es
diferencia. Y las especies son Socialismo y Capitalismo. Ser
o no, de la misma especie; perseguir o no, lo mismo, es lo que
hace la distinción entre disidencia y diferencia. Esa es el
agua regia para identificarlas.
El centralismo democrático que
rige los principios generales organizativos de nuestra sociedad,
tiene entre sus bases la unidad dialéctica entre la libertad
de discusión y la unidad de acción. Pero la unidad de acción
sólo es verdadera, si es precedida por la libertad de discusión
que, de ser violada, pone en peligro esa unidad. El alma del
centralismo democrático es la libertad de discusión, sin la
cual la unidad de acción es un plagio como se demostró en el
socialismo fracasado.
La Revolución Cubana tiene una
responsabilidad histórica muy grande con el Movimiento Obrero y
Socialista, por ser la única sobreviviente del Siglo XX. Nosotros
no podemos darnos el lujo de caer en la provocación
diversionista y divisionista enemiga de meter en el mismo saco
de la disidencia a la contrarrevolución y a los
revolucionarios partidarios del socialismo con un enfoque
distinto. Hacerlo sería castrar el futuro.
Hay también diferencias entre
los disidentes que, a título personal, defienden honestamente
su creencia ciega en las leyes del mercado capitalista, e
incluso, las contrastan con nuestras, a veces, débiles
realidades socialistas, y los disidentes agentes del
imperialismo, que escriben pagados por el enemigo y forman parte
de su plan general para destruir la Revolución.
Esos últimos, aunque no los únicos,
son los autollamados “periodistas independientes”; en
realidad “USA-dependientes” por el simple hecho de que son
pagados con el dinero de la NED (National Endowment For
Democracy), y utilizan las computadoras o los equipos de
comunicación que les ha facilitado la Sección de Intereses de
Estados Unidos en Cuba.
Ciertamente en Cuba han sido
encarcelados periodistas y escritores, pero no por el simple
hecho de ser tales y haber expresado desacuerdos, diferencias o
críticas a la Revolución, como ha difundido la prensa
capitalista. Fueron juzgados y encarcelados por haber trabajado
dentro de una maquinaria político-publicitaria organizada y
financiada con dinero del enemigo, con el propósito deliberado
de hacer daño a la Revolución, utilizando y desvirtuando
elementos más menos reales de nuestra vida cotidiana.
Otra discusión es la dureza de
las sanciones, las penas de cárcel, las condiciones de
encarcelamiento, las cuales pueden haber perjudicado más que
beneficiado el prestigio de la Revolución. En cuestión de método
y forma, puede haber diferencias, no en los fines. Sólo que a
veces, los medios contravienen los fines, como lo es el caso de
la pena de muerte.
¿Qué país del mundo en
condiciones normales -no vamos ya a hablar de la lucha, el
combate desigual que sostenemos por la sobrevivencia de la nación
que en Cuba va unida a Revolución y Socialismo- puede permitir
una Quinta Columna financiada por el enemigo, formada por
escritores y periodistas reales o virtuales, publicando todo
tipo de informaciones más menos reales, más menos
tergiversadas?
En tales circunstancias, esto
solo puede admitirlo el Estado que esté dispuesto a suicidarse,
perder el poder y entregarlo al enemigo o sus secuaces en el
patio.
En una sociedad que aspira a
ser la más democrática, cabría preguntar cómo las personas
que disienten honesta y pacíficamente, podrían manifestar,
divulgar sus criterios en un país, donde todos los medios de
comunicación social son controlados por el Estado.
Ciertamente, tales criterios en
esta sociedad tienen muy pocas opciones de proliferación
nacional, y si bien debieran existir más amplias posibilidades
de expresión, no parece procedente ni coherente la idea de que
el estado revolucionario democrático de la clase obrera, la
dictadura del proletariado, facilite las posibilidades que
puedan ser usadas en su contra, ni comparta con la disidencia
-por honesta y pacífica que sea- sus medios masivos de
comunicación.
No analizamos una sociedad
cualquiera, sacada de un contexto inespecífico, ubicada en un
laboratorio virtual, o donde el capitalismo no constituya la
principal fuerza mundial. En la Cuba bloqueada, asediada,
agredida en todas las formas posibles, la clase trabajadora no
tiene porqué, ni debe, invertir un solo centavo en dar
oportunidades de difusión a pensamiento alguno que favorezca la
explotación capitalista y el regreso al pasado.
No es respaldo al criterio
maximalista de que en una sociedad sitiada, cualquier disidencia
es traición. No. A los disidentes pacíficos, no asociados al
enemigo principal -el imperialismo yanqui- no hay por qué
considerarlos traidores que deban ser decapitados, ni
encarcelados. Esos extremos concebidos en la antigüedad, nada
tienen que ver con el pensamiento humanista moderno, del cual el
Socialismo es heredero.
Y si ningún perjuicio de
consideración provoca a la Revolución, la tolerada presencia
de la débil, inconsistente, desbasificada, desorganizada y casi
inexistente disidencia pacífica -no comprometida con el
imperialismo- cualquier tipo de oposición, disidencia, pacífica
o violenta, subvencionada por el Imperialismo debe ser reprimida
en correspondencia con sus actos. Con el enemigo imperialista y
sus agentes no puede haber cuartel.
Que cuatro gatos usen sus
posibilidades personales en Internet para discrepar y cuestionar
no es problema. Quien diga la verdad no tiene a qué temer.
Quien mienta y distorsione debe atenerse a las consecuencias de
sus actos, como todos. En un mundo que tiende a la globalización
de la información y al uso de las redes internacionales de
comunicación, por cualquier persona, antes que perjudicar a la
Revolución, constituyen posibilidades enormes para divulgar las
verdades, y superioridades abrumadoras del socialismo.
El capitalismo es el sistema
casi absoluto que existe en el mundo, pues de socialismo, solo
tenemos intenciones, entre ellas la nuestra, con mucha fuerza
moral, pero sin el control que poseen las transnacionales de la
información. De manera que muchas, infinitas, son las
posibilidades internacionales de difusión y ejercitación de
sus derechos que tienen los defensores nacionales honestos del
capitalismo, para venir nosotros también a ofertarles
posibilidades aquí dentro.
¿Libertad de expresión para
atacar al socialismo, sus fines, sus logros? A ese tipo de
libertad le decimos, no. No podemos estar de acuerdo con una
libertad de expresión en Cuba que, en las condiciones actuales
de agresión y bloqueo, a 90 millas del imperialismo, sirva para
destruir la Revolución, las ansias libertarias de nuestro
pueblo, y sus nobles propósitos martianos de construir aquí la
sociedad más bella, humana, libre, justa, culta, democrática y
solidaria que haya existido jamás.
Libertad de expresión sí,
para discutir cómo hacer mejor el Socialismo y lograr el
bienestar de nuestro pueblo, de nuestros trabajadores, de
nuestra cultura, de nuestra salud, de nuestros campos, de
nuestra naturaleza; para manifestarnos en desacuerdo contra toda
injusticia que se cometa en cualquier parte del mundo, y
defender los derechos humanos, que es un arma natural de los
revolucionarios que nos hemos dejado quitar por el enemigo para
mal usarla en su batalla ideológica contra nosotros.
La sociedad en que vivimos debe
ser la más democrática, la más libre, pero no se entienda por
esto permitir todo tipo de libertades capitalistas de explotación
o divulgación de sus ideas. Ni libertinaje ni democratismo
desprovistos de contenido clasista. Debe ser la nuestra, la
sociedad más democrática porque el poder, que es decir la
propiedad, esté en manos de las mayorías constituidas por los
trabajadores, los manuales e intelectuales, los trabajadores por
cuenta propia también, todos los que producen bienes
materiales, espirituales u ofrecen servicios que, igual, tienen
un gran valor económico y social aunque a veces no se vea así.
Y todos estos trabajadores son los que deben ejercer esta
democracia en beneficio propio, de sus familias, de sus
colectivos laborales y de toda la sociedad.
Por eso Marx y Lenin llamaron a
esta sociedad socialista, el período de tránsito del
capitalismo al comunismo, como la Dictadura del Proletariado, no
por el sentido tiránico, antidemocrático y represivo del término,
sino por el hecho de que todo Estado es una dictadura de la
clase en el poder, que es igual a la clase dueña de los medios
de producción fundamentales.
Los comunistas, los
revolucionarios, tenemos nuestras diferencias internas, sobre
procedimientos, formas, maneras de lograr mejor nuestros fines;
pero ninguno de nuestros enfoques desiguales tiene como propósito
destruir la Revolución. Todas las posiciones dentro de la
Revolución, buscan fortalecer el poder de los trabajadores, el
poder del Estado revolucionario de todos los trabajadores,
fortalecer nuestra defensa, hacer más eficiente nuestra economía,
aumentar la producción, evitar el despilfarro y las condiciones
que propicien la corrupción, garantizar el mejor control de
nuestras finanzas y medios, utilizar más racionalmente los
recursos que, con tanto sacrificio, producen los trabajadores y
le permiten al país poder adquirir materias primas, alimentos,
maquinarias, medios de transporte, y otros necesarios para el
desarrollo económico y social del pueblo.
Las diferencias entre
revolucionarios, no están basadas en ansias de poder, ni en
intereses mezquinos y egoístas. Son consecuencia de enfoques
distintos acerca de lo más conveniente a los fines del
socialismo. En varias intervenciones recientes, el Comandante en
Jefe, el canciller y el ministro presidente del Banco, han señalado
las complicaciones a que podríamos enfrentarnos, si no
resolvemos y atacamos a tiempo los males que actualmente aquejan
a nuestra sociedad. En la forma de enfrentar la solución de
estos problemas, pueden haber distintos enfoques, pero unos
pueden ser más efectivos que otros. Algunos ya demostraron su
ineficacia.
La experiencia ha demostrado
que por muy buenas intenciones que tuvieran los partidarios de
la máxima centralización y la propiedad del Estado en los países
ex socialistas de Europa, en la práctica, se enajenaron el
apoyo de los trabajadores y las masas, que cada vez veían menos
satisfechos y representados sus intereses.
Este factor de separación real
-entre el estado burocrático todoposeedor, y las masas desposeídas
y, entre la apropiación de la propiedad y los resultados de la
producción de un lado y la producción cada vez más social
amplia y especializada, del otro- fue causa fundamental que
condujo al fracaso de las sociedades socialistas europeas.
Hechas estas aclaraciones y
definiciones sobre las muy evidentes distancias, desacuerdos y
contradicciones irreconciliables entre disidencia y diferencia,
y los fines que persiguen en unirlas, imperialismo y
estancamiento, estamos seguros de que las intenciones
imperialistas de repetir acá sus exitosas mañas diversionistas
en terreno europeo, fracasarán estrepitosamente.
La enjundiosa experiencia de
los servicios de inteligencia del imperialismo en su lucha
contra el socialismo, siempre se ha estrellado contra la muralla
de la unidad revolucionaria, forjada por Fidel y nuestro Partido
en torno a los fines socialistas de nuestra Revolución.
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