Pedro Campos |
Cuba,
dilema y esperanza
Pedro Campos Santos.
“…de
justificaciones estamos cansados en esta Revolución…” Raúl
Castro. (*)
El
crecimiento del 12,5 %, impacto en la cotidianeidad y
significado reales.
Siempre se
ha dicho y la práctica lo ha demostrado, que los datos sobre el
crecimiento o decrecimiento del PIB, poco a casi nada dicen de
la realidad económica por la que atraviesan los pueblos.
El anunciado
crecimiento de la economía cubana de 12.5 en el 2006,
sirve a nuestros amigos fuera de Cuba para “demostrar” los
avances de nuestro socialismo a pesar del bloqueo.
Nuestros enemigos usarán el mismo número para tratar de
demostrar como en Cuba se “manipulan los datos” y atacar la
credibilidad del Gobierno Revolucionario, no importa que se diga
siempre la verdad.
Muchos artículos
alabando el abultado crecimiento han sido ya escritos. Comparar
estos datos sobre crecimiento, con el resto de América Latina,
está muy bien para la propaganda fuera de Cuba. Los amigos
desearían que en muchos países de la región, las mayorías
vivieran como la media cubana. Pero este criterio no alimenta la
Revolución dentro de Cuba, al contrario, la envenena. Los
cubanos queremos, necesitamos, por lo menos recuperar los
niveles de vida previos al período especial, y tales números y
comparaciones nada dicen sobre esto. Las comparaciones caben
solo con nosotros mismos, lo que fuimos y lo que aspiramos ser.
El
conformismo autocomplaciente de tales balances, hace el juego al
estancamiento burocrático, nos puede llevar a la aberrante
conclusión de que así como estamos, estamos tan bien, que no
necesitamos esforzarnos mucho más, cambiar nada y muchos menos
avanzar al socialismo que necesitamos, al nuevo, al del Siglo
XXI. Y sabido es que quien no avanza, retrocede.
En realidad
este crecimiento tuvo un impacto positivo pero modesto sobre los
aspectos que más golpean al cubano de a pié a saber
salud, alimentación, electricidad, vivienda y transporte. Podría
resumirse de la siguiente manera: los servicios de salud
han mejorado mucho materialmente, aunque en no pocos lugares se
sintió la ausencia de personal especializado; la alimentación
normada se ha estabilizado, el resto sigue deficitaria y con
altos precios; desaparecieron los apagones aunque aumentó el
costo de la electricidad; por primera vez en muchos años se
fabricaron o completaron más de 100 mil viviendas mientras que
el existente fondo habitacional sigue deteriorándose y el
transporte urbano es pésimo, si bien mejoró el
interprovincial aunque a altos precios. En algunos
aspectos estamos mejor que cuando el período especial, en otros
la situación se mantiene igual, pero en general todavía
andamos lejos de los años previos.
Según se
informó en el recién concluido 8vo periodo de sesiones
de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el crecimiento se había
logrado gracias al control del despilfarro y a los servicios
prestados, fundamentalmente. Se dijo también que la
productividad general estuvo por debajo del crecimiento medio
del salario, lo cual no es muy fácil de entender en un país de
bajísimos sueldos para la mayoría; que la agricultura tuvo
malos resultados a pesar de la benevolencia climática, que la
producción industrial fue deficiente y está retrasada la
inversión. Se comunicó que el plan de viviendas
se incumplió en un 30 % habiéndose destinado todos los
recursos que se consideraron necesarios, que el turismo no
creció, la industria azucarera no se recupera, el
programa de la revolución energética no avanza al ritmo
deseado y el trasporte, según Raúl dijo, casi había
colapsado.
Tal
crecimiento, por abultado que sea, originado en el ahorro y los
servicios, mientras vaya aparejado a dichas ineficiencias en el
resto de las ramas, no evidencia una clara incidencia específica
en los pilares de una economía sólida que, -para serlo- debe
ser mayoritariamente autosuficiente y proporcionalmente
desarrollada.
Nos estamos
engañando nosotros mismos si nos creemos que el crecimiento
implica desarrollo económico, y también nos equivocamos si
creemos que desarrollo social es más hospitales y centros
docentes, más médicos y maestros, más subsidios, más
asistencia social, más beneficencia de un Estado paternal.
La URSS llegó
al cosmos, era una gran potencia nuclear y no logró
desarrollar las relaciones económico-sociales socialistas de
producción basadas en la autogestión socialista, se quedaron
en el trabajo asalariado que caracteriza al capitalismo. Por
eso, fundamentalmente, el proceso se revirtió.
El Programa
energético, se espera, echará las bases para el
desarrollo. No se expresó claro si es para más
“desarrollismo industrial” sobre las mismas relaciones de
producción actuales apoyadas en el trabajo asalariado, o para
el avance de las relaciones de producción sustentadas en la
autogestión socialista, que no necesitan un centavo más de
inversión, ni de un metro más de cable eléctrico para
caminar, sino de una clara disposición del Partido y el
Gobierno.
Si algo dejó
claro este crecimiento unido a tantas ineficiencias señaladas,
es la insospechada capacidad de los productores y la economía
cubana, una vez logrado que funcione sobre la base del interés
de los trabajadores, la autogestión obrera socialista (el
cooperativismo, la autogestión y la cogestión obrera-estatal).
Lo más
importante de la Asamblea fue el señalamiento de las
deficiencias.
Lo más
importante que ocurrió en el 8vo periodo de sesiones de la
Asamblea del Poder Popular no fue ese anuncio de crecimiento en
12,5 %, sino el aumento de los señalamientos sobre deficiencias
y los intentos de encontrar soluciones. Ese resultado, que no
llegó a ser el debate abierto que pidió Raúl puede ser el
inicio del camino a la solución de nuestros múltiples
problemas, y el que pudiera conducirnos a un franco
proceso renovador, para el cual son necesarios todavía muchos
cambios en el actual sistema de dirección de la política y la
economía.
Esta vez la
Asamblea no fue, como otras, tan autocomplaciente. Siempre
hubo intervenciones dedicadas al halago pero lo publicado indica
que se señalaron problemas no resueltos, deficiencias
concretas, incumplimientos, muchas cosas fueron llamadas por sus
nombres y si no se llegó al fondo de los problemas, se estuvo
rozando.
En una
muestra clara del espíritu de los debates Raúl dijo: “de
justificaciones estamos cansados en esta revolución”,
“revolución es no mentir”, “las imprecisiones, los datos
inexactos, enmascarados consciente o inconscientemente, no
pueden continuar”(*)
Raúl fue
preciso al criticar el burocratismo que ha impedido el pago a
los campesinos y cooperativistas, que aportan el 65 % de los
productos agropecuarios y pidió un informe concreto a la
Asamblea en su próxima reunión sobre las causas y soluciones
de este importante conflicto y se identificó como el promotor
de recientes trabajos investigativos publicados en el periódico
Granma sobre los problemas en la producción, acopio y
comercialización de alimentos.
El Ministro
de Economía y Planificación José Luís Rodríguez dijo
que resolver los problemas… “…será con el
esfuerzo de todos…la participación de los trabajadores en la
toma de decisiones en cada centro de trabajo…” (*) No
hizo precisiones, pero hablar de participación de los
trabajadores en las decisiones es empezar a abordar el camino
correcto. Su discurso fue más análisis de problemas que loas.
En esa misma
dirección, la Ministra de Finanzas y Precios, Georgina
Barreiro, al presentar el proyecto del presupuesto del Estado
para 2007, dijo “que las reuniones periódicas en los
colectivos laborales para discutir el presupuesto y controlar su
ejecución se convierten en una herramienta para alcanzar los
objetivos.” (**)
El espíritu
autocrítico, este interés de identificar los problemas y
buscar soluciones en la participación de los trabajadores, es
el primer paso para encontrarlas. No por esos avances reales en
el abordaje de los temas podemos estar plenamente
satisfechos con las discusiones y sus resultados. Se dejaron
muchas preguntas sin respuestas, bastantes inquietudes en
el aire y no pocas preocupaciones.
Raúl
interpretó muy acertadamente los sentimientos populares
con esa frase que encabeza este artículo. El pueblo también
está cansado ya de justificaciones y quiere resultados
palpables. Siguiendo ese espíritu, hay algunos asuntos
claves que es preciso analizar, puesto que de la forma en que
evolucionen dependerá en mucho, el futuro de la revolución,
la patria y el socialismo, que son una y la misma cosa.
El debate
necesario, las discrepancias.
En el VII
Congreso de la FEU, Raúl planteó la necesidad del debate y el
análisis para buscar soluciones a los problemas en el marco de
la discusión colectiva. Dijo entonces el General de Ejército: “A
veces hay quien le teme al término discrepar, pero yo soy de
los que digo que mientras más se discuta, mientras más se
discrepe…de esas discrepancias siempre saldrán las mejores
decisiones.”
Las
informaciones publicadas en la prensa plana, digital y
televisiva sobre la reciente sesión de la Asamblea del Poder
Popular, no dejan lugar a dudas de que se han incrementado los
señalamientos críticos, pero el debate se quedó lejos de lo
esperado, de esas discrepancias que pidió Raúl. Hablaron sí
los representantes del aparato burocrático del gobierno, los
que deberían hablar en nombre del pueblo no se escucharon ¿Acaso
eran los mismos?
Si bien se
observa un aumento del reconocimiento de las deficiencias por
los funcionarios gubernamentales, sigue ausente el papel
inquisidor de los delegados elegidos por el pueblo. Tanto los
acuerdos del reciente XIX Congreso de la CTC, como los
discursos publicados, de los dirigentes principales en el VII
Congreso de la FEU y las intervenciones de los cuadros
fundamentales del aparato estatal en la reciente sesión de la
Asamblea Nacional del Poder Popular, sugieren que las
discusiones y soluciones se están orientando al marco de lo
fenoménico, sin llegar a las raíces de los problemas.
No se trata
solo de debatir, sino de establecer la libertad de discusión
suficiente, sin intentar orientar ni controlar desde arriba los
debates y las eventuales soluciones, de manera que posibilite
llegar a las causas profundas de los problemas, ir hasta
el final en los análisis. Si lo que se orienta es debatir sobre
la corrupción y la indisciplina y no sobre sus causas económicas
y sociales, la dirección del debate es unilateral, no
multilateral. Mientras no discutamos los problemas de fondo, las
verdaderas causas de las insuficiencias, no encontraremos las
correctas soluciones.
Si para
buscar las profundas causas de los problemas y las crisis en el
Capitalismo, debemos remitirnos a las relaciones económico-sociales
que contraen los hombres en el proceso de producción, lo mismo
debemos hacer, si queremos encontrar las verdaderas razones sistémicas
que están generando estos problemas en el funcionamiento de
nuestro actual orden económico-social.
En
consecuencia deben debatirse los problemas de la propiedad, la
forma en que se realiza la gestión empresarial, la manera en
que se toman las decisiones y se controlan los recursos,
la forma en que se paga a los trabajadores, el modo en que se
distribuye el excedente, y la participación directa de todos
los trabajadores en las discusiones y en la toma de decisiones
para todos los efectos en una empresa, en una entidad productiva
cualquiera.
Las
consideraciones públicas que se ofrecieron en estos debates,
no abordan estos temas esenciales y siguen relacionadas con los
graves problemas de corrupción y la disciplina, con la
actitud de los funcionarios administrativos y los trabajadores,
factores no primarios, sino dependientes, relacionados con la
conciencia social, como la ética, elementos todos de la
superestructura que siempre dependen de la base sobre la cual
descansa, compuesta por el modo de producción. La forma de análisis
que evade estos profundos temas, nos conduce a un círculo
vicioso.
Se reconoce
que Raúl está imponiendo un cambio de estilo en la dirección.
La Revolución, el pueblo, esperan, necesitan más. El cambio
debe ir al fondo, y particularmente al sistema de
organización de la producción y a reivindicar el papel
dirigente efectivo de los trabajadores en la dirección
empresarial y al del pueblo en el control directo del
autogobierno a todos los niveles.
Se culpa de
las deficiencias a la indisciplina laboral y por tanto,
indirectamente, a los trabajadores.
La única
causa común que se ha estado señalando para todas las
deficiencias, es el problema de la indisciplina laboral y las únicas
dos medidas importantes, en las que se ha hecho énfasis para
resolverlas son la aplicación de las dos resoluciones del Comité
de Trabajo y Seguridad Social sobre el cumplimiento del horario
de trabajo y la jornada laboral. Quizás sin darse cuenta este
discurso está haciendo recaer toda la responsabilidad de esos
problemas en los hombros de los trabajadores, los únicos que en
verdad en este país, no tienen nada que ver con las decisiones
en ningún nivel.
Si alguna
responsabilidad tienen los trabajadores en todo esto, es haber
soportado durante tantos años a todo este aparato burocrático
de gobierno demostradamente ineficiente, despilfarrador, que
todo lo complica y no mucho resuelve, pues en la práctica
las acciones y decretos efectivos los ha hecho todos el Consejo
de Estado que centralmente ha tomado todas las decisiones que la
Asamblea solo sanciona en dos días de reuniones. La Asamblea en
verdad solo aprueba decretos y leyes ya elaboradas por el
gobierno.
Y desde
luego, no hay referencia a ningún compañero en particular,
sino al sistema burocrático verticalmente centralizado de
ordeno y mando como tal. En ese aparato hay multitud de compañeros,
cuadros valiosos, revolucionarios, trabajadores que han
entregado sus vidas a la causa de la Revolución y nada tienen
que ver con el grupito de corruptos que se han estado sirviendo
de sus posiciones para provecho personal.
La
responsabilidad de los trabajadores está en no haber buscado la
forma de reformarlo, cambiarlo o reestructurarlo, no para dar
cabida a planes contrarrevolucionarios como el Proyecto Varela o
a porquerías seudo democráticas por el estilo, que buscan
restaurar el capitalismo, sino para evitar el estancamiento
actual, garantizar el avance de la Revolución y el Socialismo y
sobre todo el control popular efectivo del pueblo sobre las
instituciones de gobierno. La institucionalización no puede ser
sinónimo de burocratización.
En cierta
forma, librarse de esa burocratización, es lo que trataron de
hacer Fidel con su Batalla de Ideas y Raúl con sus programas de
producciones militares, sacándolos del sistema de gobierno, el
primero para garantizar las obras y tareas que consideraba más
importantes en beneficio del pueblo, y el segundo para
garantizar la autosuficiencia del aparato militar. Ellos sabían
que allí, donde abundan las trabas burocráticas, algunas de
las cuales se mencionaron en la sesión, tales planes no
iban a caminar.
Desde fuera
se aprecia que los planes del Consejo de Estado y de las FAR han
sido más eficientes, han contado con más recursos, han
ofrecido más estímulos a los trabajadores y han mantenido
cierta autonomía independiente del resto de la economía. Pero
no encontramos en la Asamblea ningún análisis sobre esto.
Si la
dirección en funciones quiere hacer avanzar el país, tendrá
que tener en cuenta, de alguna manera, las formas
creativas en que Fidel y Raúl han tratado de hacer funcionar
los planes en que ellos concentraron atención y recursos y
realizar alguna revisión sobre la forma en que
funciona actualmente el aparato de gobierno con todo su Consejo
de Ministros, sus Ministerios, Vice-Ministerios,
Direcciones, Delegaciones, uniones de empresas, empresas,
aparatos burocráticos y de cuadros, edificios, transportes,
casas de visita y costos de todo ese andamiaje. Tal análisis
implicaría la relación de subordinación real, efectiva o más
conveniente, de tal aparatazo en relación con las
asambleas correspondientes del Poder Popular.
Hay que
cuidar la cohesión de las fuerzas de la Revolución
Raúl ha
hablado reiteradamente de la necesaria unidad en las actuales
circunstancias que atraviesa la Revolución. La unidad bajo la
guía de Fidel ha tenido unas bases. En las nuevas condiciones
esas bases pueden cambiar. Existe un único Partido en Cuba,
pero eso no quiere decir que exista una línea unánimemente
compartida. Es evidente que siendo todos partidarios del
Socialismo, hay diferencias conciliables sobre las formas de
llevarlo hacia delante y distintos sectores con intereses
propios. No reconocer esto es cerrar los ojos ante la realidad,
tropezar en algún momento con ella, y darse de bruces.
La cohesión
futura probablemente no será sobre la base de nombres y
hombres, sino de principios y fines.
En la última
sesión, la Asamblea -que todos los años aprueba el nombre del
próximo- decidió que el 2007 se denomine Año 49 de la
Revolución y que a partir de ahora todos los años venideros se
llamarán año 50 de la Revolución, 51 de la Revolución y así
sucesivamente.
Esta decisión
viola primero el carácter soberano de cada legislatura, pues se
ha pretendido desde ahora imponer a las futuras, los nombres que
se van a conceder a los próximos años. Pero además y lo más
importante, esta decisión no asume que el 2007 será el
50 Aniversario del Heroico Asalto al Palacio Presidencial, hecho
de trascendencia histórica y revolucionaria, protagonizado por
las fuerzas estudiantiles y juveniles que combatieron la
dictadura y que como dijera el mismo Raúl Castro en el VII
Congreso de la FEU, se trata de la organización revolucionaria
mas antigua de nuestro proceso, pues incluso es anterior a la
formación del Primer Partido Comunista.
Además es
una singularidad del proceso revolucionario cubano, la
participación de los estudiantes y los jóvenes en la
vanguardia de las luchas sociales en esa y en todas las épocas.
De esta
manera, se pasa por alto el significado del Asalto a Palacio, en
un momento tan importante para la cohesión de las fuerzas
revolucionarias signado por la enfermedad de Fidel, y cuando
nuestros estudiantes acaban de enfrentar importantes batallas
orientadas por la máxima dirección y realizar un Congreso que
se ha calificado de histórico, lo cual no solo contraviene la
unión necesaria, sino que afecta la propia credibilidad de los
que dicen profesarla, además de dañar la
sensibilidad de los sobrevivientes de aquella gesta.
El mismo análisis
es válido para el 50 aniversario del Levantamiento de
Cienfuegos. Se podría haber buscado una fórmula que englobara
esos acontecimientos, como “Año de los Aniversarios 50 del
Ataque a Palacio y el Alzamiento de Cienfuegos”. ¿Estamos a
tiempo?
De la misma
manera que estas omisiones pueden afectar a algunos sectores y
fuerzas de la Revolución, responsabilizar a la indisciplina
laboral de los trabajadores, por las graves deficiencias, es
echar agua al molino de la desunión en el seno del pueblo, más
aún cuando la Asamblea resultó bastante benevolente con los
incumplimientos que se identificaron.
En las
nuevas circunstancias, es más necesaria que nunca la cohesión
-no la falsa unanimidad que oculta las diferencias- de las
fuerzas internas de la Revolución. Esa ligazón debe ser
cuidada con esmero y -venga de donde venga- evitarse
cualquier manifestación sectaria de control sectorial,
generacional o de otro tipo. El Imperialismo está atento a las
señales que puedan surgir en este sentido, para fomentarlas y
explotarlas, como ya hicieron otras veces en épocas pasadas.
Solo que ahora con Fidel enfermo, o sin él cuando no esté,
todo puede ser más peligroso.
La
disciplina que necesitamos no es precisamente de tipo militar
En los últimos
meses, se aprecia una clara orientación del aparato estatal a
tratar de resolver los graves problemas económicos y
sociales que enfrentamos, a través del establecimiento de una
mayor disciplina administrativa y laboral, al estilo de las
Fuerzas Armadas. Ese fue el sentido que se imprimió
al XIX Congreso de la CTC y de las dos principales resoluciones
del gobierno en relación con los problemas de la producción,
dictadas por el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social sobre
la disciplina y la jornada laboral. Fue también lo que primó
en esta sesión de la Asamblea Nacional.
El Segundo
Secretario el Partido ha dicho reiteradamente -y con razón- que
la experiencia organizativa y productiva de las FAR debe
ser tenida en cuenta en la vida civil. El también sabe que si
las empresas agrícolas e industriales de las FAR han funcionado
mejor que las civiles no fue precisamente por la disciplina
militar, sino por combinar ésta con métodos de estimulación
económica y gestión colectiva. Esta otra parte, que nada tiene
que ver con lo militar, es la que debe ser tenida en cuenta.
De esas
experiencias debe tomarse lo mejor. En el Perfeccionamiento
Empresarial, que nunca se llegó a aplicar como originalmente
fue concebido para la vida civil, por todas las trabas burocráticas
que impuso el sistema estatal, están presentes elementos básicos
de la autogestión socialista, que solo necesitan ser
completados con una mayor democratización en la gestión
empresarial, y el control colectivo sobre la inversión y el
reparto de utilidades.
La
insistencia de Raúl en la disciplina, es lógica, pues él
ha consagrado su vida a la organización de las Fuerzas Armadas,
donde la disciplina y el mando centralizado son las vías
fundamentales para lograr buenos resultados en la preparación
militar y en los eventuales futuros combates con el enemigo, y
en consecuencia, vea en la indisciplina administrativa y laboral
existente uno de los principales problema de la economía.
Algunos
compañeros temen que su insistencia en la disciplina, lleve a
otros dirigentes a realizar un traslado mecánico de los
aspectos formales de la disciplina y la exigencia de tipo
militar a la vida laboral o civil y estiman que eso sería mal
interpretar sus intenciones, deformar sus orientaciones, y
complicar las relaciones laborales y sociales.
Raúl ha
explicado su método de dirección colectiva con sus Generales y
el colegio de las decisiones importantes. Eso es algo muy bueno
para lo militar, pero insuficiente para el desarrollo de la
sociedad y la economía socialistas que debe basarse en la más
amplia participación democrática en las decisiones a
todos los niveles, de todos los colectivos laborales y sociales,
cada uno de los cuales debe aprobar y ser responsable de sus
planes y presupuestos. Por eso más que por una democracia
participativa deberíamos trabajar por una democracia decisoria,
puesto que la participación, sin decisión es nada.
El Partido y
los órganos del Poder Popular, ya fueron semi militarizados
cuando el Período Especial y al Buró Político se le
confirieron entonces facultades de decisión y cooptación que
se siguen poniendo en práctica cuando lo que corresponde ya es
la celebración del VI Congreso del Partido. Esas experiencias,
que pudieron ser acertadas en tiempo de guerra, deben
cesar, y es un grave error extenderlas al resto de las
actividades de la sociedad.
Que muchos
cuadros, probados revolucionarios, de la vida militar se
incorporen luego a la vida política social y productiva del país,
es lógico en nuestra sociedad, donde tan importante y decisivo
papel jugaron las instituciones armadas en el triunfo de
la Revolución y en su defensa posterior. Pero trasladar con
ellos sus formas y estilos propios a las instituciones y
funciones a las que se incorporan, cuando menos, es
contraproducente y autocrático para un sistema económico y
social que debe tener bases distintas. Los intentos de imponer
una organización disciplinaria en estilo parecido a lo militar
al pueblo, a los trabajadores, a la producción, al Partido,
solo podrían tener efectos desastrosos. Los problemas
sociales, económicos y políticos deben tener soluciones congéneres.
La sociedad
y la economía no funcionan en base a los mecanismos militares.
Si bien es cierto que estamos en un permanente combate con el
enemigo, éste se libra en distintos campos (político, diplomático,
económico, social, cultural, militar y de seguridad, por citar
los más importantes), cada uno de los cuales tiene sus características,
métodos y leyes propios de funcionamiento que deben ser
respetados y no intercambiados. La disciplina, muy importante
para lo militar, también lo es para la vida civil y cualquier
actividad social, productiva y política, solo que cada
actividad tiene su propia disciplina.
La nefasta
experiencia estalinista de subordinar el Partido y la sociedad
al control de los órganos de la seguridad, y no al revés, no
deberá tener aquí ninguna posibilidad. De lo contrario, el
fracaso futuro está garantizado.
Si en lo
militar, la fidelidad a la orden del Jefe, es lo fundamental en
el combate, en lo civil, lo determinante pasa a ser la fidelidad
de los jefes, a los intereses de los ciudadanos. Si la CIM
(Contra Inteligencia Militar) parte de dudar de todos y confiar
solo en los fieles a los mandos militares, en lo civil y
particularmente en la vida política, hay que dudar de todo lo
que no sea fiel a los intereses del pueblo y los trabajadores.
Quien define cuáles son los intereses del pueblo y los
trabajadores, no son los jefes militares, ni los aparatos de
seguridad designados por éstos, sino la voluntad de los
ciudadanos y de los trabajadores libremente asociados y democráticamente
expresada.
Cuando
estaba preparando la “guerra necesaria” –puesto que no
siempre lo es-, Martí quien admiraba como nadie al Generalísimo
Máximo Gómez, le dijo: “No se manda a un pueblo como a un
campamento, General”. No vamos a resolver los problemas de la
economía y la sociedad con más disciplina, como en el Ejército.
Aquí los problemas tienen otra naturaleza, otras leyes. Deben
ser respetadas.
No deberán
repetirse experiencias negativas pasadas, cuando a otras
instituciones y órganos del Estado se les impusieron sistemas y
métodos militares ajenos a sus funciones. El
rechazo del pueblo y los trabajadores a la insistencia en la
disciplina, como vía de solución a los problemas económicos y
sociales del país, ya se palpa con el desacuerdo de las bases a
aceptar las dos resoluciones sobre disciplina que se han querido
imponer.
En el
socialismo los trabajadores producen porque están convencidos
de que su trabajo crea beneficios para la sociedad, la
región, el colectivo de trabajadores y para ellos mismos. La
disciplina productiva debe ser conciente, no impuesta. Pero para
lograrlo la organización de la producción no puede seguirse
basando en la centralización de la propiedad y las decisiones y
en el sistema de trabajo asalariado en forma similar al
capitalismo. Tal organización debe cambiarse a nuevas formas
socialistas de producción basadas en la autogestión social
socialista, la propiedad o el usufructo de los colectivos
laborales y sociales, la gestión democrática de la producción
y la repartición equitativa y no igualitaria del excedente,
colectivamente aprobada.
Las
decisiones necesarias, las que pueden solucionar nuestros
problemas de fondo, no fueron analizadas.
Si es verdad
que fueron muy positivos los señalamientos relativos a las
muchas deficiencias, problemáticas y carencias que
afrontamos, también lo es que no hubo ninguna convincente
explicación sobre sus causas. Sólo el informe pedido por
Raúl sobre la agricultura, apunta en esa dirección. Tampoco se
aprobó ninguna medida de fondo específica para enfrentar estos
problemas, pues todo se confía a las nuevas inversiones
posibles, al ahorro, a futuros análisis y a más disciplina.
Según lo publicado, la Asamblea admitió esencialmente como
bueno todo lo que se dijo. La responsabilidad de las
muchas ineficiencias quedó diluida.
Se supone
que la Asamblea Nacional deba pronunciarse sobre todas estas
graves insuficiencias y exigir a los responsables en nombre de
los electores que les confirieron un mandato. Y no solo sobre
responsabilidades individuales o colectivas, sino sobre
mecanismos, métodos que facilitan o posibilitan los
incumplimientos. Las consecuencias las está pagando el
pueblo y el costo en prestigio, fuerza y popularidad va con números
rojos a la cuenta ya afectada que atesora el capital político
de la Revolución que todos debemos cuidar.
En noviembre
del 2005 hace ya más de un año, Fidel dijo que si no resolvíamos
los problemas que teníamos los propios revolucionarios
podríamos destruir la Revolución. Esta Asamblea no hizo mención
al respecto, que se sepa, ni recuento alguno de las
medidas tomadas para enfrentar ese llamado, salvo los ataques a
la corrupción y la indisciplina, la concentración del gasto de
la divisa en una cuenta estatal única, la Revolución energética,
el envío de los estudiantes a las gasolineras y de los dúos
del Partido que pocas cosas importantes resolvieron, medidas
todas tomadas mientras Fidel no estaba enfermo. ¿Qué nuevo se
ha hecho en los últimos 6 meses para responder al discurso del
Jefe de la Revolución en la Universidad?
La clase
trabajadora, el pueblo, la Revolución están necesitando que se
tomen acciones concretas efectivas en cuanto a la doble
circulación monetaria, las políticas de salarios y precios,
una revisión de las formas de propiedad y producción así como
del sistema de trabajo asalariado típico del capitalismo,
la descentralización de los recursos y las decisiones, lo que
significaría el verdadero control del Poder Popular a su
respectivo nivel y un conjunto de otras medidas cuya postergación
ya se hace insostenible so pena de que se haga
realidad lo señalado por el propio Comandante en Jefe en
noviembre del 2005.
Ninguno de
estos problemas de fondo fue abordado en esta
Asamblea. Ninguna solución se ofreció en esas direcciones.
Se sabe que
a nivel de base existe una casi total apatía en relación
con la asambleas de rendición de cuenta del Poder Popular, pues
siempre ocurre lo mismo: un rosario, cada vez menor de
solicitudes de los electores, que en la próxima reunión -en su
mayoría- no tienen una respuesta efectiva, pues su solución
depende de estructuras ajenas. Los delegados elegidos por cada
Municipio a la Asamblea Nacional, rara vez se reúnen con sus
electores y todos sabemos que fueron incluidos en las
candidaturas no atendiendo a los problemas y necesidades
municipales, sino a los intereses “generales” de los que
decidieron la integración de las candidaturas municipales, las
que luego se nos pidió que votáramos “unidas”.
De continuar
siendo estos los resultados de la Asamblea Nacional, ésta
corre el riesgo de seguir la misma suerte que las asambleas de
rendición de cuentas de delegados de base y que en las próximas
elecciones, la gente no vote por los propuestos
oficialmente o simplemente no vote y se aumente el numero de
boletas en blanco y anuladas, todo lo cual unido, ha venido
creciendo y llegó a cerca del 15 % en las últimas elecciones.
Si como dijo
el Presidente de la Asamblea Nacional, el compañero Alarcón,
el Poder Popular debe ser la mayor expresión de
democracia y participación popular, la primera que debe
garantizar que sus acciones reflejen esa democracia y esa
participación, es precisamente la Asamblea Nacional. Esta sesión
que avanzó en cuanto al enunciado de problemas, no ofreció las
soluciones nuevas que está demandando el pueblo. Un artículo
de Juventud Rebelde, del 2 de enero del 2007, “Dibujo de la
Cuba Futura”, así lo demuestra.
Es posible
que estos señalamientos no sean compartidos o simplemente no
interesen a algunos compañeros que allá arriba, en sus cargos,
se creen muy seguros. Pero los revolucionarios que estamos en
las base, que estamos sintiendo el aliento del pueblo, estamos
observando que cada vez más avanza un proceso de separación
gradual entre los intereses, visiones y proyecciones del
aparato central del Estado y los del pueblo. Y desgraciadamente
esto nos puede conducir al fatídico resultado presagiado por
Fidel.
El Poder
Popular debe asumir su papel de representante de los intereses
del Pueblo, de fiscalizador del aparato de gobierno, de cuidador
de los recursos, bienes y dineros del pueblo; debe discutir a
profundidad los problemas y ofrecer alternativas tangentes ante
las situaciones en que nos encontramos. Si la Asamblea
Nacional del Poder Popular sigue por el camino de no aportar
soluciones, dejarlo todo a la iniciativa del gobierno, y por el
inocuo trillo de quedarse en la superficie de los problemas,
estará haciendo un flaco servicio a la causa de la Revolución.
Siempre se
ha dicho que no se puede ser juez y parte y ocurre que los
diputados de la Asamblea Nacional, son también los ejecutores
del presupuesto, a los que debe fiscalizar. Quizás sin caer en
la trilogía de poderes, debería pensarse en algo así como que
los representantes del pueblo, queden para fiscalizar a los
ejecutantes. De manera que no se pueda ser fiscalizador y
ejecutante a la vez. Debería analizarse la conveniencia de
dividir esas dos funciones a todos los niveles del Poder
Popular.
Hacia donde
vamos
Ya no es
posible seguir diciendo que no hay experiencias de cómo
construir la nueva sociedad, para justificar un aferramiento a
viejos y anquilosados métodos. Hay claras experiencias de cómo
NO debe ser construida y bastante material teórico, que
rescatando las esencias del marxismo-leninismo y los
aportes sintéticos y prácticos de revolucionarios
posteriores, permiten definir con claridad los rasgos más
generales del nuevo socialismo, el del Siglo XXI (participación,
democracia, inclusión, autogestión e integración).
Cosas hay
que decir, aunque no gusten, si queremos honestamente “amar y
construir”: silenciar las diferencias bajo el supuesto de que
discutirlas favorecen al enemigo o postergarlas
indefinidamente, solo sirve para obstaculizar el avance
revolucionario, y consolidar el burocratismo, la corrupción, y
el autoritarismo, echando a un lado precisamente a los obstáculos
y a los opositores de todo eso. La incultura del debate y la
intolerancia, nada tienen que ver con el centralismo
democrático, tan cercenado siempre en su segunda pero más
importante parte.
Raúl ha
manifestado y la práctica de estos meses le ha dado la razón,
que el único capaz de sustituir al Comandante en Jefe, es el
Partido Comunista de Cuba. Pero en verdad, con los métodos y
criterios predominantes actuales, ni el Partido parece
estar en condiciones de enfrentar esa colosal tarea. Para llenar
ese vacío y convertirse en el sujeto apropiado de las
necesarias transformaciones socialistas, el Partido deberá
cambiar muchas cosas internas aceleradamente, abandonar el
burocratismo y los métodos antidemocráticos, dirigir a través
de sus militantes y no institucionalmente, aprender de los
trabajadores en lugar de criticarlos y asumir las concepciones
generales del nuevo socialismo o socialismo del Siglo XXI, entre
otras cosas.
Especialmente
esa unificación práctica que existe Partido-Estado,
imposibilita al Partido jugar su verdadero papel, desgastado en
cada acción burocrática y administrativa del Estado,
responsabilizado con cada hecho que ocurre. A los dirigentes del
Partido se les ha convertido en burócratas del aparato estatal
responsables de todo. Eso, que en América Latina lo
llaman partidocracia, debe superarse.
Ya cuando el
Llamado democrático de Raúl al IV Congreso del Partido
en 1990, éstas y otras deficiencias en el trabajo del Partido y
los Poderes Populares fueron expresadas. Sería conveniente
retomar aquellos señalamientos y hacer las readecuaciones
necesarias, entonces postergadas.
Los errores
pasados no se resuelven enterrándolos en el olvido de quienes
los cometieron, sino enmendándolos, para que puedan recibir
adecuada sepultura en el recuerdo de los perjudicados. Esto
también es muy importante para la cohesión interna de la
Revolución.
La reacción
popular ante la enfermedad y la proclama de Fidel, no debe
interpretarse como la extensión de un cheque en blanco al
equipo que aparece en la Proclama, sino más bien como una
muestra de respeto y cariño al Jefe histórico, y en todo caso
la aceptación de un indefinido compás de espera, con la
esperanza de que los “continuadores” aporten soluciones a
los graves problemas que enfrenta nuestro pueblo. Esto es una
realidad palpable en las masas.
Es un grave
error pensar que más subsidios para la alimentación, el
transporte y la vivienda, van a resolver las
insatisfacciones de las masas. No debe menospreciarse el
grado de maduración política y cultural de nuestro pueblo, de
nuestros trabajadores. Más que mejoras materiales subsidiadas,
los trabajadores demandan respeto y reconocimiento real a su
trabajo y a su autocapacidad reproductiva. Si se quiere que la
gente viva de su faena, respétese el trabajo que es su medio de
vida y aplíquese en buena ley el pago por trabajo, pero
no por la burocrática definición de un salario desvinculado de
los resultados concretos de la producción, sino en forma
equitativa y democráticamente decidida por el colectivo de
trabajadores, de acuerdo con las nuevas relaciones
socialistas de producción. Esto es impostergable.
Seguir
creyendo que el Estado todo poderoso, todo poseedor, benefactor,
con una “mejor” distribución del ingreso, podría
satisfacer las acumuladas necesidades materiales y espirituales
de nuestro pueblo, podría llevarnos -en breve- al desastre que
se quiere evitar. Más que un Estado “benevolente y
repartidor” la gente, la sociedad y la propia economía
necesitan un Estado que propicie más participación y decisión
popular. Ya Martí, en 1884, hace 123 años nos previno
contra el Estado paternalista. Entiéndase que sin Fidel al
mando, nada podrá ser, ni hacerse igual.
En
particular, los presupuestos y las inversiones tanto a nivel
empresarial, como en las distintas instancias del Poder Popular,
incluido el Presupuesto Nacional, deben ser aprobados por todos
los interesados y no solo por los representantes de estos. Así
el presupuesto de una empresa debe ser aprobado por todo su
colectivo y el Presupuesto Nacional, luego de amplia discusión,
sometido a referendo nacional.
Los peligros
que advirtiera el Comandante en Jefe, en la Universidad en
Noviembre del 2005 no han desaparecido, pues ningún cambio
trascendente hacia más socialismo, ha ocurrido aún. En todo
caso, pueden acrecentarse con su ausencia y pudieran aumentar aún
más con eventuales modificaciones en la política –no en los
objetivos- del Imperialismo estadounidense hacia el aflojamiento
de tensiones y el desbloqueo, que harían menos
justificables la escasez y la continuación de políticas
autoritarias y estato centristas.
Con más de
lo mismo, no lograremos avanzar. Tampoco con un desarrollismo
que siga acrecentando el potencial del capital productivo en
manos del aparato estatal. Solo la más amplia
participación democrática de los trabajadores y
ciudadanos en la propiedad colectiva, directa o usufructuaria,
sobre los medios de producción; en la administración, la
gestión y las decisiones que los afectan; y en el control y
distribución de la riqueza producida, permitirá superar la
corrupción y el despilfarro, hacer que la gente sienta suya la
propiedad y avanzar a nuevos estadios de desarrollo social.
Acójase
todo lo aquí expresado como otra exhortación más a la
necesidad de encarar en conjunto, pensar todos, como ya nos pidió
Fidel cuando la celebración del VI Pleno del CC, para encontrar
la manera de enfrentar colectivamente estos problemas de la
construcción socialista en las nuevas condiciones. Para muchos
parece estar ya claro, que no podemos seguir con el sistema
burocrático excesivamente centralizado actual, basado en el
trabajo asalariado y la propiedad estatal que es de todos y
nadie responde por ella. Las ideas básicas, centrales del
Socialismo del Siglo XXI existen, se conocen, se manifiestan en
nuestra sociedad, ya echan raíces en tierra americana ¿Hay
alguna otra opción?
Al hombre
que ha representado una Revolución, solo puede sustituirlo otra
Revolución, la que no hemos terminado y nos corresponde hacer
en las relaciones de producción, distribución y consumo,
dejando atrás las viejas concepciones del socialismo de Estado
basadas en la propiedad estatal y el trabajo asalariado y
avanzar a las socialistas, sustentadas en que los colectivos
laborales y sociales detenten la propiedad o el usufructo de los
medios de producción, la gestión democrática y el control del
excedente, proceso que debe extenderse socialmente.
La ausencia
física del Comandante en Jefe, transitoria, prolongada o
indefinida, solo nos puede servir de estímulo para buscar la
forma de garantizar la continuidad de su obra.
La
irreversibilidad de la Revolución podemos y tenemos que
conquistarla; pero solo estará garantizada cuando también lo
esté la autogestión social socialista.
La Habana, 4
de Enero del 2007.
perucho1949@yahoo.es
*
Informaciones aludidas sobre el 8vo Periodo de sesiones de la
Asamblea Nacional del Poder Popular, tomadas del periódico
Granma del 23 de diciembre del 2006.
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Intervención de la Ministra en la Asamblea del Poder Popular
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