Selección de Información Referativa y Factográfica
Servicio personalizado de Auto-Hermes
 

Links con información para amigos y conocidos

Actualmente se distribuye a periodistas, especialistas en Información y Comunicación, órganos de prensa, ONG y personal dedicado a la toma de decisiones, en Argelia, Argentina, Bélgica, Bielorrusia, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, Estados Unidos de América, Francia, Italia, Kazajstán, México, Panamá, Perú, República Dominicana, Turquía, Ucrania, Uruguay, Venezuela y Vietnam

INFORMACIÓN

General

Especializada

Base de datos

voltairenet.org

Telesur Net

Los 5

ESTE BOLETÍN INFORMATIVO HA SIDO ELABORADO exclusivamente para mis amigos y conocidos en la Red 
*********
Si su dirección electrónica ha sido incluida en mi base de datos, es por haberme llegado a través de un correo electrónico enviado por usted o por otro amigo o persona que ya lo recibía. Si considera que este correo no ha sido solicitado por favor comuníquelo a: autohermes03@yahoo.com indicando en el asunto (subject): Retirar de la lista.

 

Pedro Campos

Cuba, dilema y esperanza
Pedro Campos Santos.

“…de justificaciones estamos cansados en esta Revolución…” Raúl Castro. (*)

El crecimiento del 12,5 %, impacto en la cotidianeidad y significado reales.

Siempre se ha dicho y la práctica lo ha demostrado, que los datos sobre el crecimiento o decrecimiento del PIB, poco a casi nada dicen de la realidad económica por la que atraviesan los pueblos.

El anunciado crecimiento de la economía cubana  de 12.5 en el 2006, sirve a nuestros amigos fuera de Cuba para “demostrar” los avances de nuestro socialismo  a pesar del bloqueo. Nuestros enemigos usarán el mismo número para tratar de demostrar como en Cuba se “manipulan los datos” y atacar la credibilidad del Gobierno Revolucionario, no importa que se diga siempre la verdad.

Muchos artículos alabando el abultado crecimiento han sido ya escritos. Comparar estos datos sobre crecimiento, con el resto de América Latina, está muy bien para la propaganda fuera de Cuba. Los amigos desearían que en muchos países de la región, las mayorías vivieran como la media cubana. Pero este criterio no alimenta la Revolución dentro de Cuba, al contrario, la envenena. Los cubanos queremos, necesitamos, por lo menos recuperar los  niveles de vida previos al período especial, y tales números y comparaciones nada dicen sobre esto. Las comparaciones caben solo con nosotros mismos, lo que fuimos y lo que aspiramos ser.

El conformismo autocomplaciente de tales balances, hace el juego al estancamiento burocrático, nos puede llevar a la aberrante conclusión de que así como estamos, estamos tan bien, que no necesitamos esforzarnos mucho más, cambiar nada y muchos menos avanzar al socialismo que necesitamos, al nuevo, al del Siglo XXI. Y sabido es que quien no avanza, retrocede.

En realidad este crecimiento tuvo un impacto positivo pero modesto sobre los aspectos que más  golpean al cubano de a pié a saber salud, alimentación, electricidad, vivienda y transporte. Podría resumirse de la siguiente  manera: los servicios de salud han mejorado mucho materialmente, aunque en no pocos lugares se sintió la ausencia de personal especializado; la alimentación normada se ha estabilizado, el resto sigue deficitaria y con altos precios; desaparecieron los apagones aunque aumentó el costo de la electricidad; por primera vez en muchos años se fabricaron o completaron más de 100 mil viviendas mientras que el existente fondo habitacional sigue deteriorándose y el transporte urbano  es pésimo, si bien  mejoró el interprovincial aunque a altos precios.  En algunos aspectos estamos mejor que cuando el período especial, en otros la situación se mantiene igual, pero en general  todavía  andamos lejos de los años previos.

Según se informó en  el recién concluido 8vo periodo de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el crecimiento se había logrado gracias al control del despilfarro y a los servicios prestados, fundamentalmente. Se dijo también que  la productividad general estuvo por debajo del crecimiento medio del salario, lo cual no es muy fácil de entender en un país de bajísimos sueldos para la mayoría; que la agricultura tuvo malos resultados a pesar de la benevolencia climática, que la producción industrial fue deficiente y está retrasada la inversión. Se comunicó  que el plan de  viviendas  se incumplió en un 30 % habiéndose destinado todos los recursos que se consideraron  necesarios, que el turismo no creció, la industria azucarera  no se recupera, el programa de la revolución energética no avanza al ritmo deseado y el trasporte, según  Raúl dijo, casi había colapsado.

Tal crecimiento, por abultado que sea, originado en el ahorro y los servicios, mientras vaya aparejado a dichas ineficiencias en el resto de las ramas, no evidencia una clara incidencia específica en los pilares de una economía sólida que, -para serlo- debe ser mayoritariamente autosuficiente y proporcionalmente desarrollada.

Nos estamos engañando nosotros mismos si nos creemos que el crecimiento implica desarrollo económico, y también nos equivocamos si creemos que desarrollo social es más hospitales y centros docentes, más médicos y maestros, más subsidios, más asistencia social, más beneficencia de un Estado paternal.

La URSS llegó al cosmos, era una gran potencia nuclear y no logró  desarrollar las relaciones económico-sociales socialistas de producción basadas en la autogestión socialista, se quedaron en el trabajo asalariado que caracteriza al capitalismo. Por eso, fundamentalmente, el proceso se revirtió.

El Programa energético, se espera, echará las bases para  el desarrollo. No se expresó claro si es para más  “desarrollismo industrial” sobre las mismas relaciones de producción actuales apoyadas en el trabajo asalariado, o para el avance de las relaciones de producción sustentadas en la autogestión socialista, que no necesitan un centavo más de inversión, ni de un metro más de cable eléctrico para caminar,  sino de una clara disposición del Partido y el Gobierno.

Si algo dejó claro este crecimiento unido a tantas ineficiencias señaladas, es la insospechada capacidad de los productores y la economía cubana, una vez logrado que funcione sobre la base del interés de los trabajadores, la autogestión obrera socialista (el cooperativismo, la autogestión y la cogestión obrera-estatal).

Lo más importante de la Asamblea fue el señalamiento de las deficiencias.

Lo más importante que ocurrió en el 8vo periodo de sesiones de la Asamblea del Poder Popular no fue ese anuncio de crecimiento en 12,5 %, sino el aumento de los señalamientos sobre deficiencias y los intentos de encontrar soluciones. Ese resultado, que no llegó a ser el debate abierto que pidió Raúl puede ser el inicio del camino a la solución de nuestros múltiples problemas, y el que  pudiera conducirnos a un franco proceso renovador, para el cual son necesarios todavía muchos cambios en el actual sistema de dirección de la política y la economía.

Esta vez la Asamblea no fue, como otras, tan  autocomplaciente. Siempre hubo intervenciones dedicadas al halago pero lo publicado indica que se señalaron problemas no resueltos, deficiencias concretas, incumplimientos, muchas cosas fueron llamadas por sus nombres y si no se llegó al fondo de los problemas, se estuvo rozando.

En una muestra clara del espíritu de los debates Raúl  dijo: de justificaciones estamos cansados en esta revolución”, “revolución es no mentir”, “las imprecisiones, los datos inexactos, enmascarados consciente o inconscientemente, no pueden continuar”(*)

Raúl fue preciso al criticar el burocratismo que ha impedido el pago a los campesinos y cooperativistas, que aportan el 65 % de los productos agropecuarios y pidió un informe concreto a la Asamblea en su próxima reunión sobre las causas y soluciones de este importante conflicto y se identificó como el promotor de recientes trabajos investigativos publicados en el periódico Granma sobre los problemas en la producción, acopio y comercialización de alimentos.

El Ministro de Economía y Planificación José Luís Rodríguez dijo  que resolver los problemas…  “…será con el esfuerzo de todos…la participación de los trabajadores en la toma de decisiones en cada centro de trabajo…” (*) No hizo precisiones, pero  hablar de participación de los trabajadores en las decisiones es empezar a abordar el camino correcto. Su discurso fue más análisis de problemas que loas.

En esa misma dirección, la Ministra de Finanzas y Precios, Georgina Barreiro, al presentar el proyecto del presupuesto del Estado para 2007, dijo “que las reuniones periódicas en los colectivos laborales para discutir el presupuesto y controlar su ejecución se convierten en una herramienta para alcanzar los objetivos.” (**) 

El espíritu autocrítico, este interés de identificar los problemas y buscar soluciones en la participación de los trabajadores, es el primer paso para encontrarlas. No por esos avances reales en el abordaje de los temas podemos estar plenamente  satisfechos con las discusiones y sus resultados. Se dejaron muchas preguntas sin respuestas,  bastantes inquietudes en el aire y no pocas preocupaciones.

Raúl interpretó muy acertadamente  los sentimientos populares con esa frase que encabeza este artículo. El pueblo también está cansado ya de justificaciones y quiere resultados palpables. Siguiendo ese  espíritu, hay algunos asuntos claves que es preciso analizar, puesto que de la forma en que  evolucionen dependerá en mucho, el futuro de la  revolución, la patria y el socialismo, que son una y la misma cosa.

El debate necesario, las discrepancias.

En el VII Congreso de la FEU, Raúl planteó la necesidad del debate y el análisis para buscar soluciones a los problemas en el marco de la discusión colectiva. Dijo entonces el General de Ejército: “A veces hay quien le teme al término discrepar, pero yo soy de los que digo que mientras más se discuta, mientras más se discrepe…de esas discrepancias siempre saldrán las mejores decisiones.”

Las informaciones publicadas en la prensa plana, digital y televisiva sobre la reciente sesión de la Asamblea del Poder Popular, no dejan lugar a dudas de que se han incrementado los señalamientos críticos, pero el debate se quedó lejos de lo esperado, de esas discrepancias que pidió Raúl. Hablaron sí los representantes del aparato burocrático del gobierno, los que deberían hablar en nombre del pueblo no se escucharon ¿Acaso eran los mismos?

Si bien se observa un aumento del reconocimiento de las deficiencias por los funcionarios gubernamentales, sigue ausente el papel inquisidor de los delegados elegidos por el pueblo. Tanto los acuerdos del reciente  XIX Congreso de la CTC, como los discursos publicados, de los dirigentes principales en el VII Congreso de la FEU y las intervenciones de los cuadros fundamentales del aparato estatal en la reciente sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, sugieren que las discusiones y soluciones se están orientando al marco de lo fenoménico, sin llegar a las raíces de los problemas.

No se trata solo de debatir, sino de establecer la libertad de discusión suficiente, sin intentar orientar ni controlar desde arriba los debates y las eventuales soluciones, de manera que posibilite llegar a las causas  profundas de los problemas, ir hasta el final en los análisis. Si lo que se orienta es debatir sobre la corrupción y la indisciplina y no sobre sus causas económicas y sociales, la dirección del debate es unilateral, no multilateral. Mientras no discutamos los problemas de fondo, las verdaderas causas de las insuficiencias, no encontraremos las correctas soluciones.

Si para buscar las profundas causas de los problemas y las crisis en el Capitalismo, debemos remitirnos a las relaciones económico-sociales que contraen los hombres en el proceso de producción, lo mismo debemos hacer, si queremos encontrar las verdaderas razones sistémicas que están generando estos problemas en el funcionamiento de nuestro actual orden económico-social.

En consecuencia deben debatirse los problemas de la propiedad, la forma en que se realiza la gestión empresarial, la manera en que se toman  las decisiones y se controlan los recursos, la forma en que se paga a los trabajadores, el modo en que se distribuye el excedente, y la participación directa de todos los trabajadores en las discusiones y en la toma de decisiones para todos los efectos en una empresa, en una entidad productiva cualquiera.

Las consideraciones públicas que se ofrecieron en estos debates,  no abordan estos temas esenciales y siguen relacionadas con los graves problemas  de corrupción y la disciplina, con la actitud de los funcionarios administrativos y los trabajadores, factores no primarios, sino dependientes, relacionados con la conciencia social, como la ética, elementos todos de la superestructura que siempre dependen de la base sobre la cual descansa, compuesta por el modo de producción. La forma de análisis que evade estos profundos temas,  nos conduce a un círculo vicioso.

Se reconoce que Raúl está imponiendo un cambio de estilo en la dirección. La Revolución, el pueblo, esperan, necesitan más. El cambio debe ir  al fondo, y particularmente al sistema de organización de la producción y a reivindicar el papel dirigente efectivo de los trabajadores en la dirección empresarial y al del pueblo en el control directo del autogobierno a todos los niveles.

Se culpa de las deficiencias a la indisciplina laboral y por tanto, indirectamente, a los trabajadores.

La única causa común que se ha estado señalando para todas las deficiencias, es el problema de la indisciplina laboral y las únicas dos medidas importantes, en las que se ha hecho énfasis para resolverlas son la aplicación de las dos resoluciones del Comité de Trabajo y Seguridad Social sobre el cumplimiento del horario de trabajo y la jornada laboral. Quizás sin darse cuenta este discurso está haciendo recaer toda la responsabilidad de esos problemas en los hombros de los trabajadores, los únicos que en verdad en este país, no tienen nada que ver con las decisiones  en ningún nivel.

Si alguna responsabilidad tienen los trabajadores en todo esto, es haber soportado durante tantos años a todo este aparato burocrático de gobierno demostradamente ineficiente, despilfarrador, que todo lo complica y  no mucho resuelve, pues en la práctica las acciones y decretos efectivos los ha hecho todos el Consejo de Estado que centralmente ha tomado todas las decisiones que la Asamblea solo sanciona en dos días de reuniones. La Asamblea en verdad solo aprueba decretos y leyes ya elaboradas por el gobierno.

Y desde luego, no hay referencia a ningún compañero en particular, sino al sistema burocrático verticalmente centralizado de ordeno y mando como tal. En ese aparato hay multitud de compañeros, cuadros  valiosos, revolucionarios, trabajadores que han entregado sus vidas a la causa de la Revolución y nada tienen que ver con el grupito de corruptos que se han estado sirviendo de sus posiciones para provecho personal.

La responsabilidad de los trabajadores está en no haber buscado la forma de reformarlo, cambiarlo o reestructurarlo, no para dar cabida a planes contrarrevolucionarios como el Proyecto Varela o a porquerías seudo democráticas por el estilo, que buscan restaurar el capitalismo, sino para evitar el estancamiento actual, garantizar el avance de la Revolución y el Socialismo y sobre todo el control popular efectivo del pueblo sobre las instituciones de gobierno. La institucionalización no puede ser sinónimo de burocratización.

En cierta forma, librarse de esa burocratización, es lo que trataron de hacer Fidel con su Batalla de Ideas y Raúl con sus programas de producciones militares, sacándolos del sistema de gobierno, el primero para garantizar las obras y tareas que consideraba más importantes en beneficio del pueblo, y el segundo para garantizar la autosuficiencia del aparato militar. Ellos sabían que allí, donde abundan las trabas burocráticas, algunas de las cuales se mencionaron en la sesión,  tales planes no iban a caminar.

Desde fuera se aprecia que los planes del Consejo de Estado y de las FAR han sido más eficientes, han contado con más recursos, han ofrecido más estímulos a los trabajadores y han mantenido cierta autonomía independiente del resto de la economía. Pero no encontramos en la Asamblea ningún análisis sobre esto.

Si la dirección en funciones quiere hacer avanzar el país, tendrá que tener en cuenta, de alguna manera,  las formas creativas en que Fidel y Raúl han tratado de hacer funcionar los planes en que ellos concentraron atención y recursos y realizar alguna revisión sobre la forma en  que  funciona actualmente el aparato de gobierno con todo su Consejo de Ministros, sus  Ministerios, Vice-Ministerios, Direcciones, Delegaciones, uniones de empresas, empresas, aparatos burocráticos y de cuadros, edificios, transportes,  casas de visita  y costos de todo ese andamiaje. Tal análisis implicaría la relación de subordinación real, efectiva o más conveniente, de tal aparatazo  en relación con  las asambleas correspondientes del Poder Popular.

Hay que cuidar la cohesión de las fuerzas de la Revolución

Raúl ha hablado reiteradamente de la necesaria unidad en las actuales circunstancias que atraviesa la Revolución. La unidad bajo la guía de Fidel ha tenido unas bases. En las nuevas condiciones esas bases pueden cambiar. Existe un único Partido en Cuba, pero eso no quiere decir que exista una línea  unánimemente compartida. Es evidente que siendo todos partidarios del Socialismo, hay diferencias conciliables sobre las formas de llevarlo hacia delante y distintos sectores con intereses propios. No reconocer esto es cerrar los ojos ante la realidad, tropezar  en algún momento con ella, y darse de bruces.

La cohesión futura probablemente no será sobre la base de nombres y  hombres, sino de principios y fines.

En la última sesión, la Asamblea -que todos los años aprueba el nombre del próximo- decidió que el 2007 se denomine Año 49 de la Revolución y que a partir de ahora todos los años venideros se llamarán año 50 de la Revolución, 51 de la Revolución y así sucesivamente.

Esta decisión  viola primero el carácter soberano de cada legislatura, pues se ha pretendido desde ahora imponer a las futuras, los nombres que se van a conceder a los próximos años. Pero además y lo más importante,  esta decisión no asume que el 2007 será el 50 Aniversario del Heroico Asalto al Palacio Presidencial, hecho de trascendencia histórica y revolucionaria, protagonizado por las fuerzas estudiantiles y juveniles que combatieron la dictadura y que como dijera el mismo Raúl Castro en el VII Congreso de la FEU, se trata de la organización revolucionaria mas antigua de nuestro proceso, pues incluso es anterior a la formación del Primer Partido Comunista.

Además es una singularidad del proceso revolucionario cubano, la participación de los estudiantes y los jóvenes en la vanguardia de las luchas sociales en esa y en todas las épocas.

De esta manera, se pasa por alto el significado del Asalto a Palacio, en un momento tan importante para la cohesión de las fuerzas revolucionarias signado por la enfermedad de Fidel, y cuando nuestros estudiantes acaban de enfrentar importantes batallas orientadas por la máxima dirección y realizar un Congreso que se ha calificado de histórico, lo cual no solo contraviene la unión necesaria, sino que afecta la propia credibilidad de los que dicen profesarla,  además de dañar  la sensibilidad de los sobrevivientes de aquella gesta.

El mismo análisis es válido para el 50 aniversario del Levantamiento de Cienfuegos. Se podría haber buscado una fórmula que englobara esos acontecimientos, como “Año de los Aniversarios 50 del Ataque a Palacio y el Alzamiento de Cienfuegos”. ¿Estamos a tiempo? 

De la misma manera que estas omisiones pueden afectar a algunos sectores y fuerzas de la Revolución, responsabilizar a la indisciplina laboral de los trabajadores, por las graves deficiencias, es echar agua al molino de la desunión en el seno del pueblo, más aún cuando la Asamblea resultó bastante benevolente con los incumplimientos que se identificaron.

En las nuevas circunstancias, es más necesaria que nunca la cohesión -no la falsa unanimidad que oculta las diferencias- de las fuerzas internas de la Revolución. Esa ligazón debe ser cuidada con esmero y -venga de donde venga-   evitarse cualquier manifestación sectaria de control sectorial,  generacional o de otro tipo. El Imperialismo está atento a las señales que puedan surgir en este sentido, para fomentarlas y explotarlas, como ya hicieron otras veces en épocas pasadas. Solo que ahora con Fidel enfermo, o sin él cuando no esté, todo puede ser más peligroso.

La disciplina que necesitamos no es precisamente de tipo militar

En los últimos meses, se aprecia una clara orientación del aparato estatal a tratar de resolver los graves problemas económicos  y sociales que enfrentamos, a través del establecimiento de una mayor disciplina administrativa y laboral, al estilo de las Fuerzas Armadas. Ese fue el sentido que se imprimió   al XIX Congreso de la CTC y de las dos principales resoluciones del gobierno en relación con los problemas de la producción, dictadas por el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social sobre la disciplina y la jornada laboral. Fue también lo que primó en esta sesión de la Asamblea Nacional.

El Segundo Secretario el Partido ha dicho reiteradamente -y con razón- que la experiencia  organizativa y productiva de las FAR debe ser tenida en cuenta en la vida civil. El también sabe que si las empresas agrícolas e industriales de las FAR han funcionado mejor que las civiles no fue precisamente por la disciplina militar, sino por combinar ésta con métodos de estimulación económica y gestión colectiva. Esta otra parte, que nada tiene que ver con lo militar, es la que debe ser tenida en cuenta.

De esas experiencias debe tomarse lo mejor. En el Perfeccionamiento Empresarial, que nunca se llegó a aplicar como originalmente fue concebido para la vida civil, por todas las trabas burocráticas que impuso el sistema estatal, están presentes elementos básicos de la autogestión socialista, que solo necesitan ser completados con una mayor democratización en la gestión empresarial, y el control colectivo sobre la inversión y el reparto de utilidades.

La insistencia de Raúl en la disciplina, es lógica, pues  él ha consagrado su vida a la organización de las Fuerzas Armadas, donde la disciplina y el mando centralizado son las vías fundamentales para lograr buenos resultados en la preparación militar y en los eventuales futuros combates con el enemigo, y en consecuencia, vea en la indisciplina administrativa y laboral  existente uno de los  principales problema de la economía.

Algunos compañeros temen que su insistencia en la disciplina, lleve a otros dirigentes a realizar un traslado mecánico de los aspectos formales de la disciplina y la exigencia de tipo militar a la vida laboral o civil y estiman que eso sería mal interpretar sus intenciones, deformar sus orientaciones, y complicar las relaciones laborales y sociales.

Raúl ha explicado su método de dirección colectiva con sus Generales y el colegio de las decisiones importantes. Eso es algo muy bueno para lo militar, pero insuficiente para el desarrollo de la sociedad y la economía socialistas que debe basarse en la más amplia participación  democrática en las decisiones a todos los niveles, de todos los colectivos laborales y sociales, cada uno de los cuales debe aprobar y ser responsable de sus planes y presupuestos. Por eso más que por una democracia participativa deberíamos trabajar por una democracia decisoria, puesto que la participación, sin decisión es nada.

El Partido y los órganos del Poder Popular, ya fueron semi militarizados cuando el Período Especial y al Buró Político se le confirieron entonces facultades de decisión y cooptación que se siguen poniendo en práctica cuando lo que corresponde ya es la celebración del VI Congreso del Partido. Esas experiencias,  que pudieron ser acertadas en tiempo de guerra,  deben cesar, y es un grave error extenderlas al resto de las actividades de la sociedad.

Que muchos cuadros, probados revolucionarios,  de la vida militar se incorporen luego a la vida política social y productiva del país, es lógico en nuestra sociedad, donde tan importante y decisivo papel jugaron  las instituciones armadas en el triunfo de la Revolución y en su defensa posterior. Pero trasladar con ellos sus formas y estilos propios a las instituciones y funciones a las que se incorporan, cuando menos, es contraproducente y autocrático para un sistema económico y social que debe tener bases distintas. Los intentos de imponer una organización disciplinaria en estilo parecido a lo militar al pueblo, a los trabajadores, a la producción, al Partido, solo podrían  tener efectos desastrosos. Los problemas sociales, económicos y políticos deben tener soluciones congéneres.

La sociedad y la economía no funcionan en base a los mecanismos militares. Si bien es cierto que estamos en un permanente combate con el enemigo, éste se libra en distintos campos (político, diplomático, económico, social, cultural, militar y de seguridad, por citar los más importantes), cada uno de los cuales tiene sus características, métodos y  leyes propios de funcionamiento que deben ser respetados y no intercambiados. La disciplina, muy importante para lo militar, también lo es para la vida civil y cualquier actividad social, productiva y política, solo que cada actividad tiene su propia disciplina.

La nefasta experiencia estalinista de subordinar el Partido y la sociedad  al control de los órganos de la seguridad, y no al revés, no deberá tener aquí ninguna posibilidad. De lo contrario, el fracaso futuro está garantizado.

Si en lo militar, la fidelidad a la orden del Jefe, es lo fundamental en el combate, en lo civil, lo determinante pasa a ser la fidelidad  de los jefes, a los intereses de los ciudadanos. Si la CIM (Contra Inteligencia Militar) parte de dudar de todos y confiar solo  en los fieles a los mandos militares, en lo civil y particularmente en la vida política, hay que dudar de todo lo que no sea fiel a los intereses del pueblo y los trabajadores. Quien define cuáles son los intereses del pueblo y los trabajadores, no son los jefes militares, ni los aparatos de seguridad designados por éstos, sino la voluntad de los ciudadanos y de los trabajadores libremente asociados y democráticamente expresada.

Cuando estaba preparando la “guerra necesaria” –puesto que no siempre lo es-, Martí quien admiraba como nadie al Generalísimo Máximo Gómez, le dijo: “No se manda a un pueblo como a un campamento, General”. No vamos a resolver los problemas de la economía y la sociedad con más disciplina, como en el Ejército. Aquí los problemas tienen otra naturaleza, otras leyes. Deben ser respetadas.

No deberán  repetirse experiencias negativas pasadas, cuando a otras instituciones y órganos del Estado se les impusieron sistemas y métodos militares ajenos  a sus funciones.  El rechazo del pueblo y los trabajadores a la insistencia en la disciplina, como vía de solución a los problemas económicos y sociales del país, ya se palpa con el desacuerdo de las bases a aceptar las dos resoluciones sobre disciplina que se han querido imponer.

En el socialismo los trabajadores producen porque están convencidos de que su trabajo  crea beneficios para la sociedad, la región, el colectivo de trabajadores y para ellos mismos. La disciplina productiva debe ser conciente, no impuesta. Pero para lograrlo la organización de la producción no puede seguirse basando en la centralización de la propiedad y las decisiones y en el sistema de trabajo asalariado en forma similar al capitalismo. Tal organización debe cambiarse a nuevas formas socialistas de producción basadas en la autogestión social socialista, la propiedad o el usufructo de los colectivos laborales y sociales, la gestión democrática de la producción y la repartición equitativa y no igualitaria del excedente, colectivamente aprobada.

Las decisiones necesarias, las que pueden solucionar nuestros problemas de fondo, no fueron analizadas.

Si es verdad que fueron muy positivos los señalamientos relativos a las muchas  deficiencias, problemáticas y carencias que  afrontamos, también lo es que no hubo ninguna convincente explicación sobre sus  causas. Sólo el informe pedido por Raúl sobre la agricultura, apunta en esa dirección. Tampoco se aprobó ninguna medida de fondo específica para enfrentar estos problemas, pues todo se confía a las nuevas inversiones posibles, al ahorro, a futuros análisis y a más disciplina. Según lo publicado, la Asamblea admitió esencialmente como bueno todo lo que se dijo.  La responsabilidad de las muchas  ineficiencias quedó diluida.

Se supone que la Asamblea Nacional deba pronunciarse sobre todas estas graves insuficiencias y exigir a los responsables en nombre de los electores que les confirieron un mandato. Y no solo sobre responsabilidades individuales o colectivas, sino sobre mecanismos, métodos que facilitan o posibilitan los incumplimientos.  Las consecuencias las está pagando el pueblo y el costo en prestigio, fuerza y popularidad va con números rojos a la cuenta ya afectada que atesora el capital político de  la Revolución que todos debemos cuidar.

En noviembre del 2005 hace ya más de un año, Fidel dijo que si no resolvíamos los problemas que teníamos  los propios revolucionarios podríamos destruir la Revolución. Esta Asamblea no hizo mención al respecto,  que se sepa, ni  recuento alguno de las medidas tomadas para enfrentar ese llamado, salvo los ataques a la corrupción y la indisciplina, la concentración del gasto de la divisa en una cuenta estatal única, la Revolución energética, el envío de los estudiantes a las gasolineras y de los dúos del Partido que pocas cosas importantes resolvieron, medidas todas tomadas mientras Fidel no estaba enfermo. ¿Qué nuevo se ha hecho en los últimos 6 meses para responder al discurso del Jefe de la Revolución en la Universidad?

La clase trabajadora, el pueblo, la Revolución están necesitando que se tomen  acciones concretas efectivas en cuanto a la doble circulación monetaria, las políticas de salarios y precios, una revisión de las formas de propiedad y producción así como del sistema  de trabajo asalariado típico del capitalismo, la descentralización de los recursos y las decisiones, lo que significaría el verdadero control del Poder Popular  a su respectivo nivel y un conjunto de otras medidas cuya postergación ya se hace  insostenible  so pena de que se haga realidad lo señalado por el propio Comandante en Jefe en noviembre del 2005.

Ninguno de estos problemas  de fondo fue abordado  en esta Asamblea. Ninguna solución se ofreció en esas direcciones.

Se sabe que a nivel de base  existe una casi total apatía en relación con la asambleas de rendición de cuenta del Poder Popular, pues siempre ocurre lo mismo: un rosario, cada vez menor de solicitudes de los electores, que en la próxima reunión -en su mayoría- no tienen una respuesta efectiva, pues su solución depende de estructuras ajenas. Los delegados elegidos por cada Municipio a la Asamblea Nacional, rara vez se reúnen con sus electores y todos sabemos que fueron incluidos en las candidaturas no atendiendo a los problemas y necesidades  municipales, sino a los intereses “generales” de los que decidieron la integración de las candidaturas municipales, las  que luego se nos pidió que votáramos “unidas”.

De continuar siendo estos los resultados de la  Asamblea Nacional, ésta corre el riesgo de seguir la misma suerte que las asambleas de rendición de cuentas  de delegados de base y que en las próximas elecciones, la gente  no vote por los propuestos oficialmente o simplemente no vote y se aumente el numero de boletas en blanco y anuladas, todo lo cual unido, ha venido creciendo y llegó a cerca del 15 % en las últimas elecciones.

Si como dijo el Presidente de la Asamblea Nacional, el compañero Alarcón, el Poder Popular debe ser  la mayor expresión de democracia y participación popular, la primera que debe garantizar que sus acciones reflejen esa democracia y esa participación, es precisamente la Asamblea Nacional. Esta sesión que avanzó en cuanto al enunciado de problemas, no ofreció las soluciones nuevas que está demandando el pueblo. Un artículo de Juventud Rebelde, del 2 de enero del 2007, “Dibujo de la Cuba Futura”, así lo demuestra.

Es posible que estos señalamientos no sean compartidos o simplemente no interesen a algunos compañeros que allá arriba, en sus cargos,  se creen muy seguros. Pero los revolucionarios que estamos en las base, que estamos sintiendo el aliento del pueblo, estamos observando que cada vez más avanza un proceso de separación gradual entre los intereses, visiones  y proyecciones del aparato central del Estado y los del pueblo. Y desgraciadamente esto nos puede conducir al fatídico resultado presagiado por Fidel.

El Poder Popular debe asumir su papel de representante de los intereses del Pueblo, de fiscalizador del aparato de gobierno, de cuidador de los recursos, bienes y dineros del pueblo; debe discutir a  profundidad los problemas y ofrecer alternativas tangentes ante las situaciones en que nos encontramos.  Si la Asamblea Nacional del Poder Popular sigue por el camino de no aportar soluciones, dejarlo todo a la iniciativa del gobierno, y por el inocuo trillo de quedarse en la superficie de los problemas, estará haciendo un flaco servicio a la causa de la Revolución.

Siempre se ha dicho que no se puede ser juez y parte y ocurre que los diputados de la Asamblea Nacional, son también los ejecutores del presupuesto, a los que debe fiscalizar. Quizás sin caer en la trilogía de poderes, debería pensarse en algo así como que los representantes del pueblo, queden para fiscalizar a los ejecutantes. De manera que no se pueda ser fiscalizador y ejecutante a la vez. Debería analizarse la conveniencia de dividir esas dos funciones a todos los niveles del Poder Popular.

Hacia donde vamos

Ya no es posible seguir diciendo que no hay experiencias de cómo construir la nueva sociedad, para justificar un aferramiento a viejos y anquilosados métodos. Hay claras experiencias de cómo NO debe ser construida y bastante material teórico, que rescatando las esencias del marxismo-leninismo y  los aportes  sintéticos y prácticos de revolucionarios posteriores, permiten definir con claridad los rasgos más generales del nuevo socialismo, el del Siglo XXI (participación, democracia, inclusión, autogestión e integración).

Cosas hay que decir, aunque no gusten, si queremos honestamente “amar y construir”: silenciar las diferencias bajo el supuesto de que  discutirlas favorecen al enemigo o postergarlas  indefinidamente, solo sirve para obstaculizar el avance revolucionario, y consolidar el burocratismo, la corrupción, y el autoritarismo, echando a un lado precisamente a los obstáculos y a los opositores de todo eso. La incultura del debate y la intolerancia, nada tienen que ver  con el centralismo democrático, tan cercenado siempre en su segunda pero más importante parte.

Raúl ha manifestado y la práctica de estos meses le ha dado la razón, que el único capaz de sustituir al Comandante en Jefe, es el Partido Comunista de Cuba. Pero en verdad, con los métodos y criterios predominantes actuales, ni  el Partido parece estar en condiciones de enfrentar esa colosal tarea. Para llenar ese vacío y convertirse en el sujeto apropiado de las necesarias transformaciones socialistas, el Partido deberá cambiar muchas cosas internas aceleradamente, abandonar el burocratismo y los métodos antidemocráticos, dirigir a través de sus militantes y no institucionalmente, aprender de los trabajadores en lugar de criticarlos y asumir las concepciones generales del nuevo socialismo o socialismo del Siglo XXI, entre otras cosas.

Especialmente esa unificación práctica que existe Partido-Estado, imposibilita al Partido jugar su verdadero papel, desgastado en cada acción burocrática y administrativa del Estado, responsabilizado con cada hecho que ocurre. A los dirigentes del Partido se les ha convertido en burócratas del aparato estatal responsables de todo. Eso, que en América  Latina lo llaman partidocracia, debe superarse.

Ya cuando el Llamado democrático de Raúl al IV  Congreso del Partido en 1990, éstas y otras deficiencias en el trabajo del Partido y los Poderes Populares fueron expresadas. Sería conveniente retomar aquellos señalamientos y hacer las readecuaciones necesarias, entonces postergadas.

Los errores pasados no se resuelven enterrándolos en el olvido de quienes los cometieron, sino enmendándolos, para que puedan recibir adecuada sepultura en el recuerdo de los perjudicados. Esto también es muy importante para la cohesión interna de la Revolución.

La reacción popular ante la enfermedad y la proclama de Fidel, no debe interpretarse como la extensión de un cheque en blanco al equipo que aparece en la Proclama, sino más bien como una muestra de respeto y cariño al Jefe histórico, y en todo caso la aceptación de un indefinido compás de espera, con la esperanza de que los “continuadores” aporten soluciones a los graves problemas que enfrenta nuestro pueblo. Esto es una realidad palpable en las masas.

Es un grave error pensar que más subsidios para la alimentación, el transporte y  la vivienda,  van a resolver  las insatisfacciones de las masas.  No debe menospreciarse el grado de maduración política y cultural de nuestro pueblo, de nuestros trabajadores. Más que mejoras materiales subsidiadas, los trabajadores demandan respeto y reconocimiento real a su trabajo y a su autocapacidad reproductiva. Si se quiere que la gente viva de su faena, respétese el trabajo que es su medio de vida  y aplíquese en buena ley el pago por trabajo, pero no por la burocrática definición de un salario desvinculado de los resultados concretos de la producción, sino en forma equitativa y democráticamente decidida por el colectivo de trabajadores, de  acuerdo con las nuevas relaciones socialistas de producción. Esto es impostergable.

Seguir creyendo que el Estado todo poderoso, todo poseedor, benefactor, con una “mejor” distribución del ingreso, podría satisfacer las acumuladas necesidades materiales y espirituales de nuestro pueblo, podría llevarnos -en breve- al desastre que se quiere evitar. Más que un Estado  “benevolente y repartidor” la gente, la sociedad y la propia economía necesitan un Estado que propicie más participación y decisión popular.  Ya Martí, en 1884, hace 123 años nos previno contra el Estado paternalista. Entiéndase que sin Fidel al mando, nada podrá ser, ni hacerse igual.

En particular, los presupuestos y las inversiones tanto a nivel empresarial, como en las distintas instancias del Poder Popular, incluido el Presupuesto Nacional, deben ser aprobados por todos los interesados y no solo por los representantes de estos. Así el presupuesto de una empresa debe ser aprobado por todo su colectivo y el Presupuesto Nacional, luego de amplia discusión, sometido a referendo nacional.

Los peligros que advirtiera el Comandante en Jefe, en la Universidad en Noviembre del 2005 no han desaparecido, pues ningún cambio trascendente hacia más socialismo, ha ocurrido aún. En todo caso, pueden acrecentarse con su ausencia y pudieran aumentar aún más con eventuales modificaciones en la política –no en los objetivos- del Imperialismo estadounidense hacia el aflojamiento de tensiones  y el desbloqueo, que harían menos justificables  la escasez y la continuación de políticas autoritarias y estato centristas.

Con más de lo mismo, no lograremos avanzar. Tampoco con un desarrollismo que siga acrecentando el potencial del capital productivo en manos del aparato estatal.  Solo  la más amplia participación democrática de los trabajadores  y ciudadanos en la propiedad colectiva, directa o usufructuaria, sobre los medios de producción; en  la administración, la gestión y las decisiones que los afectan; y en el control y distribución de la riqueza producida, permitirá superar la corrupción y el despilfarro, hacer que la gente sienta suya la propiedad y avanzar a nuevos estadios de desarrollo social.

Acójase todo lo aquí expresado como otra exhortación más a la necesidad de encarar en conjunto, pensar todos, como ya nos pidió Fidel cuando la celebración del VI Pleno del CC, para encontrar la manera de enfrentar colectivamente estos problemas de la construcción socialista en las nuevas condiciones. Para muchos parece estar ya claro, que no podemos seguir con el sistema burocrático excesivamente centralizado actual, basado en el trabajo asalariado y la propiedad estatal que es de todos y nadie responde por ella. Las ideas básicas, centrales del Socialismo del Siglo XXI existen, se conocen, se manifiestan en nuestra sociedad, ya echan raíces en tierra americana ¿Hay alguna otra opción?

Al hombre que ha representado una Revolución, solo puede sustituirlo otra Revolución, la que no hemos terminado y nos corresponde hacer en las relaciones de producción, distribución y consumo, dejando atrás las viejas concepciones del socialismo de Estado basadas en la propiedad estatal y el trabajo asalariado y avanzar a las socialistas, sustentadas en que los colectivos laborales y sociales detenten la propiedad o el usufructo de los medios de producción, la gestión democrática y el control del excedente, proceso que debe extenderse socialmente.

La ausencia física del Comandante en Jefe, transitoria, prolongada o indefinida, solo nos puede servir de estímulo para buscar la forma  de garantizar la continuidad de su obra.

La irreversibilidad de la Revolución podemos y tenemos que conquistarla; pero solo estará garantizada cuando también lo esté la autogestión social socialista.

La Habana, 4  de Enero del 2007.

perucho1949@yahoo.es

* Informaciones aludidas sobre el 8vo Periodo de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, tomadas del periódico Granma del 23 de diciembre del 2006.

** Intervención de la Ministra en la Asamblea del Poder Popular