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Félix Sautié

 

MORAL BÁSICA FUNDAMENTO DE TODA ÉTICA. LA ÉTICA DE LA HOSPITALIDAD, LA ACOGIDA Y LA SOLIDARIDAD HUMANA, (XI)

Ética Política, Cristiana y Revolucionaria.

En el mundo que nos ha tocado vivir, las prisas, las urgencias impostergables y la lucha del día a día para lograr una subsistencia mínima, que cada vez se nos hace más difícil por motivo entre otras cosas, de la creciente mercantilización y del consumismo que se genera en consecuencia con la óptica mercantilista que la ideología neoliberal y relativista propugnan a escala planetaria, marcan sensiblemente a la sociedad contemporánea e impiden que se tomen muy en cuenta cuestiones que son de vital importancia para la especie humana. En muchas ocasiones, estas circunstancias y coyunturas provocan que como parte de la andadura diaria, una gran mayoría de la población se abstenga de detenerse aunque sea unos instantes para mirar hacia los demás que marchan a su lado, que se cruzan en medio de nuestro peregrinaje y/o que acuden a nosotros para plantearnos algo a veces tan solo un saludo, una frase amable o un reclamo justo al que deberíamos atender.

Estas complicaciones cotidianas que apunto y que considero que aún son más complejas de lo que yo les pueda plantear al respecto, nos inducen a dirigirnos con cierto recelo hacia al nuevo o la nueva que se nos acerca, pues nuestras realidades ocasionalmente son tan duras, que nos insuflan una tendencia muchas veces inconsciente, de mirar al nuevo (a) que se nos acerca más como a un (a) posible enemigo (a) que a un (a) posible amigo (a). Es un dilema duro y cruel del cual no puedo decir que estemos muy conscientes sobre su importancia e influencia intersubjetiva en la realidad cotidiana en la que nos desenvolvemos. Esta práctica propia del instinto de conservación y del temor o terror umbral al decir teológico con que todos los humanos sin excepción alguna venimos al mundo, muchas veces actúa sobre nuestras motivaciones personales, sin que tengamos plena conciencia sobre la dimensión espacio temporal en que nos encontramos insertados en esos momentos, ni mucho menos sobre cuáles son los límites o marcos de referencias que delimitan natural y socialmente a nuestros desenvolvimientos y acciones. Fíjense que no hablo de nuestros pensamientos, de nuestras conciencias, ni de nuestras posibilidades de decir cosas, pues todas esas son cuestiones directamente relacionadas con el libre albedrío que nos es inherente a la condición humana de todos sin excepción y sobre lo cual ya lo hemos ido hablando en algunos de los anteriores capítulos, aunque es un tema que no se agota y que requiere de muchas reiteraciones al respecto de sus más diversas formas de expresarse y de la trascendencia que en sí mismo tiene para lo relativo a la definición de la condición humana. 

Hay una expresión muy directa sobre la importancia del tema de la acogida moral y ética que tiene que ver con el tema de la acogida y que textualmente expresa “era forastero y me acogisteis” (Mateo 25, 35 en adelante), que deviene uno de los mandatos específicos que Jesús nos plantea cuando nos describe como habrá de ser El Juicio Universal al final de todos los tiempos y que la Biblia de Jerusalén en su traducción al español plantea con la explícita palabra acogida, lo que resulta ser preciso y directo. Jesús frente a los odios y los rencores que inmemorialmente se han manifestado entre los seres humanos, nos plantea un nuevo concepto del amor y de un volcarse hacia los demás, hacia el prójimo como centro básico de nuestros actos. Sobre eso ya hemos hablado con detenimiento en algunos de los capítulos anteriores. En la propia perícopa de Mateo 25 en adelante, se le da un cierre magistral a todo el concepto, cuando los justos interrogan a Cristo sobre en qué momento ellos le hicieron a él personalmente todo eso, a lo que Jesús les responde: “En verdad os digo que cuánto hicisteis a uno e estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” (Mt.2, 40) de igual forma pero en sentido inverso se lo dice a quienes no lo hicieron con sus prójimos durante sus respectivas vidas.

En otra parábola, quizás una de las más hermosas de todas, que compite en belleza y profundidad con la del Hijo Pródigo y la de El Sembrador, Jesús relata lo que hizo un buen samaritano con un prójimo tirado al borde del camino, junto al cual habían pasado dándole de lado un levita y un sacerdote, sin tomar en consideración que cruzaban sin detenerse negando el auxilio imprescindible a un ser humano herido y abandonado en el camino por donde ellos transitaban. El levita y el sacerdote se preocuparon por no contaminarse, lo que demostró su falsedad y su egoísmo así como se apego esquemático a una ley rígida e inconsecuente. En tanto que los samaritanos en la época de Jesús eran considerados por los judíos como lo peor de lo peor. Entonces vemos que la enseñanza que transmite la parábola fue que precisamente un samaritano que, para los judíos era un apestado y un pecador, resultó ser quien precisamente cumplió con el mandato de Dios sobre la acogida al prójimo. Esta parábola como todas las de Jesús tiene una gran multiplicidad de lecturas y cada vez que la volvemos a leer le encontramos nuevas enseñanzas y nuevas posibles aplicaciones que no se agotan. (Ver el texto completo en Lucas 10, 29-37).

En esta parábola hay un aspecto generalizador muy importante que Lucas nos expone, pues si leemos el texto detenidamente podremos comprender que las circunstancias en que Jesús la manifiesta, según lo que plantea el texto evangélico parten de una pregunta que le hace un Legista para tentarlo (o sea un especialista de la Ley de esa época) en lo referido a lo que deberíamos hacer para tener herencia eterna. Jesús le responde claro y directo (Lucas 10, 1 en adelante). Su contenido requiere de un profundo estudio con vistas a la mejor comprensión de las bases esenciales de la ética cristiana.

Cuando termina la exposición de su parábola, según el relato de Lucas, Jesús le dirige al Legista que lo cuestionó la siguiente pregunta: “¿Quién de estos te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los salteadores? El le dijo (el legista): <<El que practicó la misericordia con él>>. Díjole Jesús: <<Vete y haz tú lo mismo>>.” Considero que todo queda explícitamente planteado.

El Evangelio es pródigo de planteamientos sobre la acogida, la solidaridad y el amor hacia el prójimo.

Otro aspecto importante relacionado con la ética de la acogida y la solidaridad, entre los muchos que se plantean en el texto evangélico, es el ejemplo que se nos plantea en la perícopa que nos relata la curación de un leproso. En este pasaje hay que tener en cuenta el significado de la lepra en tiempos de Jesús. Los leprosos tenían que vivir aparte de todo el mundo y llevar una advertencia visible sobre su enfermedad para que los demás lo supieran claramente y se abstuvieran de mantener el menor contacto con alguien que se consideraba un apestado por motivo de sus muchos pecados. A los leprosos no se les podía tocar y ellos mucho menos podían hacerlo con quienes se le acercaran, ni tratar de aproximarse por su cuenta a quienes estaban sanos. 

Las leyes judías de entonces eran muy estrictas y severas al respecto de este asunto. Veamos ahora lo que sucedió con Jesús, según el relato de Lucas, aunque Mateo también lo consigna, pero prefiero usar el de Lucas quien se especializa en subrayar la ternura de su Maestro con los pecadores y los excluidos de toda consideración y reitero que un leproso entonces era considerado un pecador con faltas muy graves que expiar y un verdadero endemoniado, mientras que los ricos que disfrutan al decir evangélico y los orgullosos, son tratados severamente por Jesús. Además Lucas era un hombre de origen pagano que pudo juzgar muy objetivamente la obsesión judía de apego a veces irracional a la Ley legada sus ancestros, que consideraban emanaba totalmente sin hacer una depuración de lo que los hombres habían añadido por su cuenta, de Dios, aún en los aspectos un tanto irracionales y contradictorios que en la extensión de su contenido era posible apreciar. También era una persona muy culta y médico de profesión, que estuvo muy cercano a San Pablo y que en su Evangelio escrito según la fuente de Marcos, se basa lógicamente en la tradición oral expuesta por el documento de Marcos y conjuntamente aporta mucho de su investigación personal científica, así como de apreciaciones propias de su profesión de médico lo que enriquece mucho el esclarecimiento y las circunstancias de lo que planteado en la parábola que estamos analizando. Por tanto, en mi opinión, su testimonio sobre el leproso curado es más valioso al respecto del tema en sí mismo. Cito: “Estando en la ciudad se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús se echó en tierra y le rogó diciendo: <<Señor si quieres puedes limpiarme>>. El extendió la mano, le tocó y dijo: Quiero queda limpio. >> Y al instante desapareció la lepra…” (Lucas 5, 12-14).

Jesús no tuvo ninguna prevención legalista ni mucho menos asco personal en dejar que un leproso se le acercara y más aún lo tocó él mismo con sus propias manos, lo que estaba severamente prohibido desde el punto de vista legal para todos los judíos como ya hemos visto. Esta no es la única anécdota de Jesús acercándose para tocar, dejarse tocar y además sanar a los que se les consideraban personas inmundas dentro del medio en que se desenvolvió. 

Otro aspecto muy importante al respecto de este tema, es el de la acogida paterna y familiar que de acuerdo con la intencionalidad de los relatos evangélicos, bien se puede extender desde el ámbito primario que constituye la familia biológica a la sociedad en su conjunto. El planteamiento más tierno, hermoso y descarnado, se encuentra expuesto en la parábola conocida como la del Hijo Pródigo, en donde el padre de familia es retado e increpado por unos de sus hijos para que le entregue anticipadamente la parte de la herencia que le tocaba. El padre lo hace y se la entrega íntegramente. Entonces mientras que el otro hijo se queda trabajando junto al padre y dentro del seno familiar, el hijo díscolo se marcha a recorrer mundo y lo dilapida todo hasta que cuando mayor miseria tiene, se acuerda del trato de su padre para con sus siervos y se decide a regresar a la casa paterna para pedir perdón y rogarle al padre que lo acoja como a uno de sus servidores. Pero el padre enternecido no solo lo perdona sino que lo acoge de nuevo como su hijo que verdaderamente es suyo, manda a vestirlo con una buena túnica, con sandalias y que le pongan un anillo. Ordena que se prepare un convite asando al ternero más gordo del rebaño y que se invite para un festín por el regreso de su hijo. Cuando el hermano que fielmente se quedó trabajando en la Casa familiar increpa al padre por su actitud bondadosa, entonces el padre le responde en un supremo ejemplo de perdón, reconciliación y acogida: “Hijo tú siempre has estado conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado.”(Ver Lucas 15, 11 en adelante). 

Como nota adicional aprovecho la ocasión para significar el sentido hiperbólico exagerado propio de la cultura de la época en todo el Medio Oriente, mediante el cual la expresión oral se exageraba a ex profeso con el propósito de acentuar la idea que se quería plantear. De ahí la comparación del pecado del hijo con la muerte y de su regreso con la vida, lo cual tiene un profundo sentido teológico en el sentido de la reconciliación que además en el concepto teológico estrictamente cristiano tiene que ver con el concepto de conversión, que no es lo que generalmente se conoce como los convertidos o conversos, sino con algo más sistemático y permanente que significa las constante caídas en el pecado e incluso en pequeñas violaciones éticas de los seres humanos y la siempre posibilidad latente de ser perdonados y restituidos en la misma valoración que se les tenía antes de cometer la falta, si llegan a arrepentirse a plena conciencia con un firme propósito de la enmienda que se hace realidad en la práctica. Lo cual constituye un regreso simbólico en el sentido místico del asunto a la situación espacio temporal concreta en donde habitan los justos que siempre son perdonados y acogidos por el Padre que de acuerdo con en esta concepción resulta ser Dios. Aquí se encuentra expresada la dinámica teológica que podríamos expresar con las palabras claves: pecado, caída, arrepentimiento verdadero, enmienda que significa conversión y regreso, perdón y acogida que significa consecuencia, misericordia, bondad y amor. Todo un ideal de vida a partir de las realidades concretas que inmemorialmente a diario se nos presentan. 

Hay también otros ejemplos de los múltiples tipos de acogida y solidaridad en que Jesús de Nazaret nos conmina a seguirle, como por ejemplo cuando nos dice que “…si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día al día, y siete veces se vuelve a ti diciendo: Me arrepiento, le perdonarás” (Lucas 17, 3,4). Aquí quiero significar como aspecto aclaratorio importante que el número 7 para la cultura judía era un número mágico y simbólico que significaba el concepto de infinito, de ahí el juego de palabras que hace Jesús con el 7 en este y otros pasajes del Evangelio en específico. Así mismo con relación al perdón y al concepto de la constante acogida, veremos que cuando se le preguntó por parte de Pedro que hasta cuántas veces teníamos que perdonar. el responde con su lenguaje significativamente exagerado con la frase de hasta 70 veces 7. (Ver Mateo 18,21).

En Jesús primaron siempre la misericordia, el amor y la acogida, así como su recto sentido de la necesidad de la solidaridad humana. Por eso los escribas, los doctores de la Ley y los fariseos (casta sacerdotal) lo condenaban con saña, rencor y odio, su ejemplo era muy peligroso y no podía permitirse. 

El eminente teólogo Moralista español, Don Benjamín Forcano, a quien vengo citando con insistencia en esta serie, a partir de su obra enciclopédica titulada “El Evangelio como Horizonte” califica la acción de Jesús entre nosotros en tres grandes períodos: Tomo 1.- Del Legalismo a la libertad; Tomo 2: Disidencia Evangélica y Tomo 3.- Subvertir la historia. Esto ya lo he apuntado en otros capítulos, pero lo reitero ahora abundando un poco más en sus razones y contenido, porque constituyen tres etapas cruciales para lograr una profunda comprensión de las esencias básicas que dan fundamento a la Moral y a la Ética cristianas. En su volumen sobre el Legalismo “plantea la Libertad, frente a una tradición moral eminentemente legalística, que desposee al sujeto de autonomía y discernimiento propio, lo amaestra para la pasividad y el sometimiento, lo infantiliza y lo deja dúctil y manejable a merced de cualquier tipo de autoridad.” (Benjamín Forcano. El Evangelio como Horizonte, Presentación. Tomo 1, página 13). Mientras que en el segundo volumen plantea que: “destaca con singular fuerza a la disidencia no como algo coyuntural y caprichoso, sino con imperativo moral que, vista la historia, se convierte en permanente.” (ibidem, pp. 14) .En el tercer volumen, “está patente la alternativa, la lucha por no someterse a la cultura dominante”. (ibidem, pp. 15).

La constante acogida, es un cambio total de concepción en su época que planteó Jesús al mundo dándole un viraje completo al concepto de ojo por ojo, y planteando frente a los rencores y los odios que inmemorialmente han movido y mueven hoy a muchos seres humanos en el desenvolvimiento de sus vidas, el amor, la constante reconciliación, el perdón de los pecados, la posibilidad de rectificación de vida en el sentido de la conversión permanente. El desafío que significó hacia las torcidas y dogmáticas interpretaciones de la Ley, así como al poder establecido de los que medran con la buena voluntad y la fe de los demás, incluyendo a toda la falsedad que representaba del mundo de los fariseos, los doctores de la Ley, la dominación romana y la sojuzgación de los demás, lo llevaron a ser considerado un disidente de su tiempo y todo el proceso que se le hizo para crucificarlo fue un proceso político, a partir del cual con su resurrección de entre los muertos logró subvertir definitivamente la historia.

En nuestra época de grandes avances tecnológicos que nos llevan con gran vertiginosidad hacia una inevitable globalización mundial, dentro de la cual con mayor o menor grado ya estamos inmersos, asistimos a una puja planetaria por parte de los grandes poderes establecidos para controlar esa globalización ineluctable a favor de sus intereses de dominación y sojuzgación universal. Frente a lo cual se impone la concertación de todas las personas de buena voluntad de nuestro mundo de hoy a favor de globalizar la solidaridad y la acogida como respuesta a la cosificación en que nos quieren sumir. 

En esta circunstancia la ética de la acogida y la solidaridad humana habrá de ser una práctica consecuente con el ejercicio de una Ética cristiana que sea consecuentemente política y revolucionaria.

(SEMANARIO DOMINICAL UNICORNIO, PERIÓDICO POR ESTO, MÉRIDA. YUCATÁN, PUBLICADO EL DOMINGO 19 DE AGOSTO DEL 2007)