Macoco, EL PLAYBOY DEL SIGLO | |||||||||||||||||
por Viviana Gorbato -Para ser playboy hay que tener mucha plata, cultura, amistades, simpatía, decencia y mundo. Los viajes son imprescindibles. Yo me río de los playboys criollos de ahora. ¡Qué van a ser playboys! Son garuferos, garuferos locales. Una carrera de autos cada tanto, y después a emborracharse a 05. ¡Por favor!"- le comenta en una nota Macoco Alzaga Unzué al periodista Alfredo Serra en diciembre de 1967, poco antes de su muerte. Para Macoco, un playboy no es tal hasta que no haya participado de un safari africano y desconozca los placeres de dar la vuelta al mundo en el yate de un príncipe hindú. Es probable que muchos hoy ni siquiera sepan quién fue Macoco Alzaga Unzué, pero su nombre era ya leyenda en la década del '60. Cuando Alfredo Serra lo entrevista, vive casi de prestado en un modesto departamento de Barrio Norte, en Peña al 3100. No es exactamente el departamento de un playboy, o lo que se supone debe ser el departamento de un playboy. Es inútil buscar huellas de excitantes batallas contra el sexo femenino: no hay botellas vacías, ni vasos en el suelo, ni colillas manchadas de rouge, ni prendas sospechosas asomando por cajones mal cerrados. Los muebles denuncian un antiguo esplendor, aunque los pelos de Isabel, Alicia y Rayita, tres gatas que desde hace un lustro comparten la intimidad del dueño de casa, traten de desmentirlo clavándose tenazmente en el terciopelo rojo de los sillones. Cierto desorden aristocrático mezcla pesadas piezas de plata vieja con fotografías amarillentas de hermosas mujeres. Al pie de esas fotografías se lee casi invariablemente "Darling Mac" o "I love you". El playboy luce un cuerpo todavía atlético, casi 1,80 m. de estatura, enfundado en pantalones de hilo y una camisa azul con pintas blancas, pelo ralo engominado y ojos celestes continuamente ayudados por anteojos. Su fama de play-boy lo llevó a la ruina. Dos tías millonarias, horrorizadas por las andanzas de Macoco en Nueva York, lo desheredaron sin darle siquiera la oportunidad de defenderse. |
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Mercedes
Benz sport diseñado por Macoco... un estilo irremplazable |
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"Me
perdí dos fortunas en tres segundos, los que tardó el escribano
en firmar el nuevo testamento. Lo peor es que mis tías me desheredaron
porque leyeron en los diarios norteamericanos que yo me había casado
siete veces, cuando en realidad fueron solamente dos. Lo que pasa es que en
EE.UU. un tipo no puede salir una semana seguida con una mujer sin que todos
crean que se ha casado o que se casará con ella".
Pero no son sólo siete matrimonios los que apuntalan el curriculum de Macoco. Por largos años, testigos de la Bs.As. de los años locos han repetido esta historia: "Un día, Macoco fue a Gath y Chaves a cambiar un par de guantes, pero en lugar de entrar caminando y por la puerta, entró en automóvil y por la vidriera. Después, en medio del escándalo, pagó los daños y se fue sin perder el señorío. Lo hizo porque sí, por pura diversión". Además otros biógrafos del playboy recuerdan sus picadas frente al hipódromo, que no dejaban dormir al presidente Marcelo T.de Alvear, su amistad con Al Capone, el caso de una rubia que quiso tirarse de cierto piso 25 y otros tormentosos acontecimientos que de algún modo duermen encerrados en polvorientos álbumes fotográficos. Su verdadero nombre era Martín Alzaga Unzué y había nacido en 1901 en Mar del Plata, de casualidad porque su padres estaban veraneando allí. El sobrenombre Macoco se lo puso su padre cuando era chico, pero años después en un viejo mapa de Africa descubrió que había en ese continente un lugar que se llamaba Reino de Macoco donde había todavía caníbales. (...) Conoció los mejores colegios argentinos y europeos, pero fue prácticamente echado de todos. Cuando dos tías lo dejaron internado en una escuela inglesa, no encontró mejor manera de liberarse que prenderle fuego a medio colegio. Gran entusiasta del automovilismo, corrió en importantes premios internacionales. En 1924, conoce al boxeador Luis Angel Firpo y gracias a él frecuenta a los gansters que manejan el negocio. -Llegué incluso a ser amigo de Al Capone ignorando realmente quién era. Un día, después que muchos amigos me vieron tomando copas con él, uno de ellos me dijo: '¿Vos sabés con quién andás, Macoco? Tené cuidado, ése es el tipo más peligroso de Norteamérica'. También estuve un tiempo con una rubia que era al mismo tiempo amiga de un notorio pistolero. Yo lo ignoraba, y creo que por eso me perdonaron la vida - le explica con cierta maliciosa ingenuidad a Serra. Pasada la época gloriosa del Armenoville, Buenos Aires le parece chata. Entonces va y viene de París a Buenos Aires, como en un tranvía. LLegó a hacer cuarenta viajes de ida y vuelta. En los cabarets porteños, hacía cerrar las puertas y él pagaba todo el gasto de la noche. Se llevaba elencos enteros del teatro de revistas a sus aguantaderos. Conseguía permisos de importación intercambiando queridas por decretos o reglamentos, ya que era amigo de ministros y embajadores. Trajo los modelos más lujosos y la última novedad en coches de carrera. Introdujo los esquíes acuáticos y las primeras lanchas deportivas. Viajaba repentinamente a París nada más que para comer con Sarah Bernhardt. Otras veces viajaba a Norteamérica para administrar el laberinto de sus boites. Su verdadera fuente de ingresos, le confiesa a Serra, era el Morocco, el club nocturno más caro del mundo. -Pero esa historia empezó en 1926. Ese año conocí a John Perona, un ítaloyanqui que empezó como lavacopas y llegó a tener una fortuna. Tenía un spaghetti house, una cantina, en la calle 46 de New York. Allí, junto a una ventana, Luis Ángel Firpo comía media docena de platos de tallarines sin respirar, y una multitud lo miraba asombrada a través de la vidriera. Nos hicimos muy amigos y al poco tiempo abrimos el Bath Club, un cabaret de superlujo con bar giratorio: de un lado, despacho de bebidas; del otro, con sólo apretar un botón, espejos y bailarinas. Lo hicimos así para eludir las inspecciones de la famosa Ley Seca. Pero una noche de 1928, una banda de gángsters destrozó el club a hachazos porque nos negamos a comprarles su mala bebida". De todas maneras, el éxito obtenido los impulsó a seguir incursionando en la noche norteamericana. -En 1931, recorriendo la ciudad, descubrimos un local casi derruido que era de un anticuario. Lo compramos, lo decoramos, forramos los asientos con piel de cebra (un impacto increíble) y lo llamamos Morocco. Fue el más célebre y exclusivo del mundo entero. No hubo artista, periodista, millonario, príncipe o rey que no integrara la clientela. Ganamos una fortuna, pero tuve que retirarme porque la ley me exigía pagar impuestos dobles: por mis bienes en EE.UU. y en la Argentina". Antes de abrir el Morocco, Macoco Alzaga Unzué fue a un safari al Africa para cazar las cebras con cuya piel forraría los sillones del club. En el Morocco solían encontrarse Marilyn Monroe y Truman Capote. En 1941 Macoco se casa en segundas nupcias con Kay Williams, la más cotizada de las modelos de New York, que posaba para los anuncios de los cigarrillos Chesterfield. Tres años después se divorcian. Ella se casó con Clark Gable, al que Macoco llama " el orejudo". Entre sus hazañas, figura haberse traído El Lido completo de París a actuar a Buenos Aires y haber lanzado enanos desnudos por la calle Florida simplemente para divertirse. "Noche tras noche" de Viviana Gorbato |
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