Escudo del Pueblo de Tembleque ( Toledo ) Santa Cruz que llevó Fray Francisco a Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela, años de 1643 - 1646

1)Relato primero (infancia) 

                                                 Su padre, por aliviar su necesidad, casó segunda vez en Villamuelas, y no obstante vivía con suma estrechez, por ser los años muy estériles; y así fue menester, para poder pasar con alguna moderación, que también el hijo trabajase, ayudando a su padre, y lo hacía llevando cargas de retama desde Villamuelas a Tembleque, en cuyo ejercicio usaba de una piedad con sus padres digna de notar, y era que en todas las cargas que vendía sacaba por adehala que le habían de dar un pedazo de pan, con el cual se sustentaba, y llevaba el dinero cabal a su padre.

2)Relato segundo (religiosidad)

                                                         También se conoce la asistencia divina que tenía, pues erigiéndose altares con el título de Santa Fe Católica, significada en el cuadro que se referirá, y colocado en ellos en la Alberca, Villarrobledo, San Clemente, Tembleque, Argamasilla, Alcázar de San Juan, Madridejos, Campo de Criptana, Toledo y otras partes, en todas se celebró la festividad de la erección de estos altares con suntuosos aparatos y grandes gastos, siendo tan pobre el fundador que jamás tuvo un real suyo. En la ocasión en que se fundó en Tembleque la dicha Hermandad de la Santa Fe, tuvo el Siervo de Dios un particular desconsuelo, y fue que dos mozos, o inadvertidos o temerarios, viendo que la gente más principal de la villa se inscribían por esclavos de la Fe, le dijeron: -Que ellos no habían menester inscribirse, que bastante Fe tenían; a que Fray Francisco, arrebatado del celo de la Casa de Dios, dijo: -Pues bien; pueden desengañarse que el que tuviere tanta Fe como un grano de mostaza pasará los montes de una parte a otra; exclamación digna de un corazón a quien se le había dado la virtud de la Fe en tan alto grado. También se conoce cuán agradable ha sido a Nuestro Señor el que a su Madre Santísima se le dé nombre de la Fe; pues por sus Imágenes que con este título se han colocado ha obrado muchas maravillas, no sólo en España, sino en el Paraguay, donde una Imagen de Nuestra Señora, con el nombre de la Fe, es la devoción de aquel Nuevo Mundo, participada de la Mancha. La pintura que formó este Venerable Siervo de Dios de los Misterios de nuestra Santa Fe Católica, como materia nueva, por donde otro alguno por aquel lado no había discurrido ni delineado, la reconoció con examen particular el Consejo Real de Castilla, y aprobó y se le dio licencia para que la estampase y publicase por Cédula, firmada por su Majestad en 6 de julio del año de 1637, refrendada de Francisco Gómez de Lasprilla, su Secretario.

3)Relato tercero (Milagro) 

                                                Partió Fray Francisco de la Cruz con el Padre Fray Juan de Camuñas al convento de Santa Ana de la villa de la Alberca (como queda referido) por el camino de Ocaña para Tembleque, y en él fue preciso pasar por la barca el río Tajo, y Nuestro Señor en todas ocasiones oía las voces de su Siervo. Sucedió que al sacar el carro de la barca estaba otro para entrar; el carretero era mozo y poco diestro en su oficio, y habiendo de tomar el camino derecho, torció a un lado y metió el carro a la lengua del agua, con peligro manifiesto (por la disposición del sitio) de ladearse al río; y haciendo esfuerzo con las mulas para arrancarle de aquel lugar, dos veces rompieron las cuerdas, con que todos entraron en turbación y desconfianza. Entonces nuestro Hermano, con gran paz y seguridad, dijo: -Otra vez se han de volver a poner las mulas, que Dios ha de ayudar y saldrá el carro. Volvieron a poner las mulas, atando las cuerdas rotas, y tiraron del carro, sacándole con tal velocidad como si otras tantas se hubieran añadido al tiro; con que todos los presentes lo atribuyeron a milagro; y el Padre Fray Juan de Camuñas, como testigo de vista, en algunos apuntamientos que remitió para este libro, reconoce este suceso por milagroso

4)Relato cuarto (Penitencia) 

                                                    Sus penitencias y mortificaciones eran con mas exceso. De noche andaba por el convento con diferentes penitencias, y la principal era disciplinarse tan rigurosamente, con el reconocimiento de que castigaba a un enemigo, que corría sangre de su cuerpo de suerte que bañaba las paredes y el suelo; y aunque ponía todo su cuidado en lavar las señales que quedaban, nunca se podían encubrir del todo, y algunas veces el mismo encubrirlas lo declaraba.

Volvióse a poner el cilicio de hierro; y como ya era menor la resistencia, era más vehemente el sentimiento; ¡qué mucho, si todo él estaba hecho una llaga!

Entre los papeles escritos de su mano se hallaron unos que acaso guardó en el pecho y conservan hoy las manchas de la sangre; y lo que más se debe reparar es la grandeza del santo temor de Dios que tenía porque aun en aquel estado temía las desobediencias de la carne al freno de la razón, pues todo el intento de nuestro Siervo de Dios era tenerla puesta en servidumbre.

Tanto era lo que se afligía y aniquilaba, que el Padre Fray Juan de Herrera, su Prelado y Maestro espiritual, le puso término, dándole tasa en los ejercicios y en la forma de ejecutarlos, con precepto formal de obediencia; con que viéndose por todas las partes cogidos los puertos, se declaró y le dijo: -Padre mío: yo he de obedecer lo que Vuestra Paternidad me mandare, como súbdito suyo de tantas maneras; pero ha de advertir que en los sentimientos que le tengo insinuados estoy certificado más de que ya tengo muy cerca la partida; y así, lo que no llevare no lo he de hallar, y es justo que la prevención sea la más cumplida, porque no hay recurso de mejorarla; si en todos los lugares de este convento he estado cometiendo tantas y tan graves imperfecciones por tantos años, bien se me debe permitir que en todas procure tomar algún descuento para moderar de alguna manera el peso del cargo, que es tremenda la Majestad que le ha de hacer. Con que el Padre Prior, con el seguro conocimiento que tenía de su conciencia, ahora más declarado, y por no desconsolarle, pareciéndole que fuera del convento, con el menos tiempo, sentiría menos la regla que le había dado de moderación, y por pactar también con los piadosos deseos que tenían los pueblos vecinos de ver en ellos a Fray Francisco por razón de las limosnas que la comarca hacía al convento, le mandó que saliese a San Clemente, Tembleque y otros lugares, a pedir limosnas, como de antes lo hacía, a que él se rindió con la total subordinación que siempre.

5)Relato quinto (De las maravillas con que Nuestro Señor dio a entender el nuevo grado de perfección a que había sublimado a su Siervo)

                                                                                                    En ejecución de lo que el P. Fray Juan de Herrera, Prior y Padre espiritual de nuestro Hermano, le había mandado, salió a pedir limosna para el convento por los lugares de la Mancha, donde la solía pedir antes que partiese a su peregrinación; y si había sido en todos querido y respetado, ahora lo era mucho más, por la santidad que siempre reverenciaban en él, por las aclamaciones que en toda aquella tierra hacían a la Santa Cruz, y por haber conseguido un fin tan sin ejemplar.

Llegó a Tembleque, y después de haber tratado con la justicia y el Cura que se erigiese un Altar con título de Nuestra Señora de la Fe, yendo pidiendo su limosna por las casas entró en la de María Díaz y detúvose a hablar en el portal de ella con Alvaro López, su yerno, a tiempo que salía la susodicha a arrojar en la calle una pájara, que en la Mancha llaman churra y es al modo de una perdiz, aunque algo mayor. Fray Francisco la dijo: -María Díaz, ¿dónde va con este animalito de Dios? Y ella le respondió: -Voy a arrojarla en la calle, porque saltó del corredor y se quebró un ala hará diez días, y debajo de ella se le ha hecho una postema, y la materia se ha corrompido de suerte que ofende lo excesivo del mal olor; y así, pues no tiene remedio, la voy a echar a la calle. El siervo de Dios, compadecido, la tomó en las manos y vio que el tumor era mayor que una nuez, y que se la había caído toda la pluma de aquel lado y mucha parte del otro; y con aquella ternura compasiva que sabe Dios dar a sus amigos, la humedeció con la boca el ala quebrada y toda la parte enferma. Entonces se suspendió, como con un género de desmayo, entorpeciendo o casi muertos los sentidos exteriormente, quedando sin movimiento natural, y al mismo tiempo se soltó la pájara de entre sus manos, saltando por todo el portal de la casa. María Díaz y Alvaro López, su yerno, con una novedad tan rara, acudieron a levantar el ave del suelo y la hallaron soldada el ala, sin tumor ni parte alguna enferma, y toda cubierta de pelo nuevo. Fray Francisco, después que estuvo así por breve espacio de tiempo, recobrado de aquel enajenamiento, recelando su modestia algún género de aclamación en los testigos de vista de un suceso tan extraordinario, diciendo tres veces Jesús, se echó la capilla sobre la cara y se fue con pasos apresurados hasta salir luego del lugar, quedando los susodichos aclamando aquella maravilla de Dios en su Siervo por todo él, con admiración general, los cuales aquel mismo año (después de muerto Fray Francisco), juntamente con la hija de la dicha María Díaz, mujer del dicho Alvaro López, se vinieron a vivir a Madrid, a una casa de arco que está a las espaldas de las Monjas del Sacramento, que llaman del Duque de Uceda, trayendo consigo la misma pájara, donde fueron a verla, con la noticia que había del suceso, muchos Religiosos Carmelitas.

Era tan devota de nuestro Hermano la dicha María Díaz, que sobraba este suceso para confirmar su crédito; la cual, para haber de venir a Madrid a vivir de asiento, hizo copiar el cuadro de los Misterios de nuestra Santa Fe Católica, que él formó por ilustración Divina, que estaba colocado en la iglesia de Tembleque, para tener consigo estas religiosas prendas suyas; el cual después sirvió de cumplir la promesa de una sanidad no esperada, como en su ocasión se dirá.

Volvió al convento Fray Francisco a comunicar con su Prelado y Maestro lo sucedido; que no hay quien tanto tema el acierto como quien desea acertar en todo.

6) Relato sexto (De un favor particular que recibió de mano de la Reina de los Angeles, y de lo que sucedió en la fundación de un Altar, con título de Nuestra Señora de la Fe, en Tembleque)  

                                                           El Padre Prior ajustó el negocio a que había ido, y dejando a Fray Francisco a pedir su demanda, así para las ordinarias limosnas como para la formación del Relicario, se volvió al convento; el Siervo de Dios la pidió y remitió, y resolvió volver a Tembleque, adonde había dejado dispuesto el levantar un Altar con título de Nuestra Señora de la Fe. Para que tuviese efecto y hacer este servicio a la Reina de los Angeles, salió con este justo deseo, después de haber caminado (siempre a pie, en este y en todos los demás viajes que hacía para pedir limosnas), y entró en consideración de lo poco que hacemos en servicio de la Virgen Santísima y de la mucha obligación que tenemos para amarla, reverenciarla y servirla; y que no cumpliendo con lo que debemos, es tan piadosa esta Soberana Señora, que se conduele de nuestras aflicciones y necesidades, y por su intercesión nos vemos libre de los peligros visibles e invisibles que nos cercan.

No le desagradó a la Santísima Madre de Dios la consideración de este devoto Siervo suyo, porque estando discurriendo con estos motivos, se le apareció, cercada toda de resplandores, con una corona de rosas en la mano, y le habló de esta manera: -Ten ánimo, hijo Francisco, que vencidas algunas dificultades que te faltan, te dará por premio mi Hijo precioso esta corona. Dicho esto se desapareció, quedando el agradecido Religioso bañado en una dulzura celestial, prosiguiendo en los agradecimientos y deudas que se deben tener a una Señora que sabe hacer estos favores, fortalecido su corazón para amarla más y servirla más, creyendo (como es verdad) que nunca puede estar servida ni amada con la dignidad que merece.

Prosiguió su viaje con tan singular merced hasta volver a entrar en Tembleque; Debe advertirse que en este y en todos los lugares en que entraba Fray Francisco, ya fuese a pedir limosna, ya a las fundaciones que hizo de las Vías Sacras, ya a erigir los Altares de la Santa Fe Católica y de Nuestra Señora de la Fe, lo primero que hacía era dar obediencia al Cura y Alcalde, como superiores de los pueblos, cada uno en lo que le tocaba; con que hacía un acto heroico de esta virtud y también ganaba la pía afección de las personas que había menester para conseguir sus religiosos intentos; que lo que consiste en modo humano, quiere buen modo.

En Tembleque volvieron a estimar en mucho su venida, y luego trataron de dedicar una Imagen de Nuestra Señora y levantarla Altar con el Título de la Fe, aplaudiendo su pensamiento con los debidos reconocimientos de que quisiese hacer tanto bien a aquel pueblo y que su asistencia en él fuese tan repetida.

Fray Francisco, para celebrar más solemnemente esta fiesta, acordó con el Alcalde y el Cura que se hiciese una procesión y en ella fuesen doce doncellas de pequeña edad con luces en las manos; ellos, reconociendo el lugar, hicieron nómina de las que había para poder ir en la procesión, y hallaron que de aquella edad e igualdad que se pretendía no había más que once niñas para el caso, y dijéronle que con aquellas niñas se podía disponer, que no era bien buscar en otro lugar la que faltaba, pues no había más. El Siervo de Dios les dijo: -Mire bien si hay otra, porque la procesión se haga con el número de doce, para que en él se comprendan todas las doncellas del mundo, y que se entienda que éstas, por todas, prestan culto y rendimiento a la Reina de los Ángeles, que en este se dará por bien servida. Entonces dijo el Alcalde: -En las que hemos referido falta una, que es la hija del barbero; pero ha mucho tiempo que está en la cama tullida de pies y manos, y así no la nombramos, porque no puede asistir. A lo cual dijo nuestro Hermano: -Callen, señores; que para efecto de que la Madre de Dios sea servida y reverenciada, no hay impedimentos que basten, porque todos se desvanecen; y así, yo voy por ella.

Dicho esto los dejó y fue en casa del barbero y preguntó por la doncella que estaba en la cama y encargó a sus padres que se la compusiesen luego, que había de ir en la procesión de Nuestra Señora de la Fe. Los padres (aunque era grande el concepto que tenían de la santidad del Religioso) dijeron que era imposible, que estaba tullida de pies y manos, y le llevaron adonde estaba para que la viese; él, habiéndola visto, dijo a sus padres: -La niña esta buena, y así no hay sino adornarla y llevarla a la iglesia cuando se haga la procesión. Y con esto les dejó y la niña se incorporó en la cama: y admirados los padres de aquella demostración, reconocieron la sanidad de su hija y la vistieron y compusieron, y asistió a la procesión con su vela encendida como las demás.

Llegó el día de la colocación de la Virgen de la Fe en el Altar que para este fin se había erigido, y se hizo la procesión con toda la solemnidad que pudo tener la disposición de aquella villa, aclamando todos y engrandeciendo las obras de Dios en su Siervo, y con mucha razón, porque Tembleque fue teatro de muchas maravillas que obró para declarar la santidad de nuestro Hermano; y asistiendo las doce doncellas muy vistosamente adornadas, con sus velas encendidas, se llevó el aplauso de todos la niña tullida, que viéndola en la procesión con entera salud hizo a todo el pueblo testigo de tan indubitable milagro.

Después de acabada la procesión y que todos se fueron a sus casas, Fray Francisco se quedó en la iglesia, y postrado de rodillas, devotamente delante de Nuestra Señora de la Fe.

Arrriba